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30 de septiembre

 

San Lucas 9, 43-45

Hablar de San Jerónimo en el mundo de la traducción es hablar de una de las figuras  más célebres de la historia de la humanidad. Pero no mucha gente sabe en profundidad quién es San Jerónimo, o Jerónimo de Estridón, su nombre anterior a ser beatificado.

San Jerónimo es mundialmente conocido porque fue la primera persona que tradujo la Biblia al latín corriente, desde la versión hebrea y la versión griega (conocida como Biblia Septuaginta). El resultado fue la Vulgata, o Biblia latina.  Pero todo el proceso anterior y posterior a este momento es, en ocasiones, olvidado. Y es necesario conocerlo para reconocer el valor del trabajo de San Jerónimo.

San Jerónimo fue una persona tremendamente avanzada para su época, el siglo IV d.C. Oriundo de Estridón, ciudad de la provincia romana de Dalmacia. Desde joven recibió una educación amplia y rica, estudiando en Roma desde su adolescencia. Desde su infancia demostró una curiosidad por la retórica y la literatura fuera de lo común. Tras años de estudio decide convertirse al cristianismo y comienza a dedicar su vida al estudio de las Sagradas Escrituras.

Pero su conocimiento en lenguas extranjeras llegó a los 27 años, cuando estudió griego. También estudió hebreo en los años venideros, lo que acabó convirtiéndole en traductor e intérprete de grandes personajes de la época.

 Entre estos se encuentran Paulino de Antioquia o el Papa Dámaso, del que termina siendo secretario. San Jerónimo acaba convirtiéndose en puente entre la Iglesia de Occidente y la de Oriente, ya que se ocupa de la correspondencia entre ambas. Es el mismo Papa Dámaso el que le encomienda revisar las traducciones existentes de la Biblia y comenzar a realizar él una.

Además de ser un traductor y autor prolífico, es un referente en la historia de la traducción. Fue uno de los defensores de la traducción fiel a la lengua meta, respetando el texto original, pero sin copiarlo palabra por palabra. Aun así, consideraba que la traducción de textos religiosos debía hacerse con precaución, respetando al máximo los originales.

San Jerónimo fue un hombre de mundo, un erudito respetado en su época y en las siguientes; fue y seguirá siendo una de las figuras más respetadas de la historia por su amplia cultura y saber.

Una de sus frases más populares es “Desconocer las escrituras es desconocer a Cristo”.

29 de septiembre

 

San Juan 1, 47-51

En el día de hoy la Iglesia celebra a los Santos Arcángeles Miguel, Rafael y Gabriel. Sus nombres han quedado grabados para siempre en el alma de los cristianos gracias a que aparecen en la Sagrada Escritura, cada uno de ellos, llevando a cabo misiones importantísimas encomendadas por Dios.

 

“Miguel” en hebreo significa “¡Quién como Dios!”, expresión que evoca la grandeza de Dios, su amor y su justicia infinitas. San Miguel es quien está al mando de los ejércitos celestiales. Su nombre es el grito de guerra en la batalla librada en el Cielo contra el Adversario, Satanás, y su corte de ángeles caídos.

 

“Rafael” quiere decir “Medicina de Dios” o “Dios ha obrado la salud”. San Rafael es el arcángel amigo de los caminantes y médico de los enfermos.

 

“Gabriel” significa “Fortaleza de Dios”. A San Gabriel se le encomendó la misión de anunciarle a la Virgen María que sería la Madre del Salvador.

 

El 29 de septiembre de 2017, el Papa Francisco afirmó: «Hoy celebramos el día de tres de estos arcángeles porque han tenido un papel importante en la historia de la salvación. Y conmemoramos a estos tres porque también tienen un papel importante en nuestro camino hacia la salvación».

28 de septiembre

 

San Lucas 9, 7-9

El evangelio de hoy es continuación del texto de ayer, donde Jesús envía a los doce a llevar la buena noticia y curar a los enfermos. Jesús los envía y como indicaciones les pide que vayan sin nada "No lleven nada para el camino: ni bolsa colgada del bastón, ni pan, ni plata, ni siquiera vestido de repuesto".

 La misión es desafiante, superadora de la fuerza y preparación de los discípulos, y sin embargo Él los invita a que vayan desprendidos, sin provisiones para el camino. Esto no significa que Jesús sea desprevenido ni descuidado con los discípulos, sino que los invita a la confianza a que vayan con la certeza de que no necesitan nada porque el que va con Dios lo tiene todo. Es un poco la experiencia que hace Santa Teresa cuando dice que "Sólo Dios basta".

Si caminamos confiados en que Dios viene con nosotros, no queda lugar para el miedo sobre la comida, el vestido, el alojamiento… El Padre nunca permitiría que a uno de sus hijos le falte algo de lo elemental.

 Sólo desde esa confianza se puede salir a compartir el evangelio con los demás, sabiendo que a la obra la realiza Dios y no nosotros… a nosotros nos queda ponernos a disposición, confiados en las maravillas que Dios puede hacer a través de nosotros si le entregamos las riendas de nuestra vida.

Y como nos dice el evangelio hoy, todos comentaban sobre la acción de Jesús y sus discípulos, incluso llega a oídos de Herodes que se pregunta quién será éste que hace tantos prodigios.

Cuando se obra desde Dios, desde la confianza y haciendo su voluntad, hasta nuestras acciones más insignificantes tienen eco en el cielo.  Nada de lo que hagas y ofrezcas con amor va a quedar infecundo, y además tiene efecto multiplicador y despierta en los demás el deseo de también meter mano en la construcción de un mundo mejor.

 

 

27 de septiembre

 

San Lucas 9, 1-6

Hoy, 27 de septiembre, la Iglesia católica celebra al Patrono de las obras de caridad y fundador de la Congregación de la Misión (vicentinos) y de las Hijas de la Caridad (vicentinas): San Vicente de Paúl, sin duda una de las figuras más representativas del catolicismo francés del siglo XVII.

 

Fue ordenado sacerdote en 1600 con tan solo diecinueve años, e inmediatamente el obispo, dada la madurez del novel sacerdote, quiso encargarle una parroquia que, sin embargo, no llegaría a asumir por su corta edad -el código de derecho canónico le impedía asumir tal responsabilidad-.

 

El P. Vicente empezó a estar más disponible para atender moribundos, a los abandonados y enfermos. Empezó a frecuentar lugares remotos con el propósito de atender a quien lo requería. Sabía muy bien que Dios en su ternura no podía olvidarse del más necesitado.

 

Su experiencia de vida al servicio del Señor le infundió en el corazón el deseo de organizar una congregación que se ocupase de administrar principalmente obras de caridad. Así, Vicente fundó la Congregación de la Misión. Ser misionero para él era algo que solo podía sostenerse en la oración dedicada y constante. Su tiempo como preceptor y la buena formación teológica que recibió lo inspiraron para que los miembros de la nueva congregación se dediquen también a la formación del clero. Después, junto a Santa Luisa, fundaría la Compañía de las Hijas de la Caridad. Para San Vicente, además de la oración, era importantísimo el cultivo de la humildad. Esta debería ser la primera virtud y cualidad de los sacerdotes misioneros.

 

Vicente fue un verdadero amigo de los desposeídos y un celoso apóstol de su tiempo. Partió a la Casa del Padre el 27 de septiembre de 1660.

 

 

26 de septiembre

 

San Lucas 8,19-21

La Palabra del Señor en Lucas, nos presenta hoy a los hermanos y a la madre de Jesús, que quieren verlo, pero a causa de que había mucha gente, no podían. Cuando Jesús se entera, aprovecha la situación para dejarnos una hermosa enseñanza… dice Jesús: “mi madre y mis hermanos son los que escuchan la Palabra de Dios y la ponen en práctica”

Lejos de excluir su lazo de sangre, Jesús aprovecha la ocasión para mostrarnos el verdadero lazo con Él, que surge y nace desde la Escucha de su Palabra.

Todos somos engendrados y nacidos de la Palabra de Dios, es Ella la que nos pone en comunión con Jesús y nos hace Familia, comunidad de hermanos, hijos de un mismo Padre.

Escuchándola obediente y activamente, es decir poniéndola en práctica nos hacemos más cercanos al Señor, nos unimos más a su vida y a la de nuestros hermanos.

Qué bueno y fecundo será entonces, comenzar nuevamente a tomar la Palabra de Dios, leerla, escucharla cada día, darnos y darle tiempo de nuestro día al Señor para que el nos haga más hijos, más hermanos.

Estamos llamados y queremos conocer, amar, seguir y anunciar a Jesús, pero no sólo de oídas, no sólo por lo que dicen los demás de él, sino también escuchándolo a Él, sentándonos con su Palabra, dejando que Él nos hable.

Dios nos habla, orienta, fortalece, transforma y nos da Vida Plena por medio de su Palabra. Él nos habla día a día, en cada momento, él para cada momento de nuestra vida tiene una Palabra. ¿Cuántas veces lo buscas y te detienes para escucharlo?

Habla Señor que tu siervo escucha, danos la gracia de siempre buscarte estar deseosos de escucharte y de vivir tu Palabra.

25 de septiembre

 

San Lucas 8,16-18

Si nos abrimos a la palabra de Dios siempre dará frutos. Un fruto hermoso es que llene de luz nuestros corazones. Al recibir luz, tenemos que irradiarla a los demás. Sabiendo que no es nuestra luz, sino la Luz de Dios, que recibimos para dar. Los cristianos somos iluminados por Jesús, la luz del mundo, para iluminar.

Somos evangelizados para evangelizar. Que trasmitamos la luz del evangelio, porque lo que recibimos es para bien de los demás, no para que lo guardemos egoístamente.

Una lámpara no se enciende para taparla o esconderla bajo la cama. Su misión es iluminar. Guardarnos la luz de la fe es egoísmo. La luz de la fe es para compartirla. Jesús nos invita a dar testimonio ante los demás. Jesús es la Luz por excelencia, los cristianos tenemos que ser pequeñas lucecitas.

 

 Podemos preguntarnos: ¿Iluminamos a los que viven a nuestro alrededor? Hay muchas personas que irradian luz. Sin ir muy lejos lo vemos en las buenas madres que se sacrifican todo el día por su familia. Desde limpiar la casa, lavar la ropa, cocinar, preparar los niños para la escuela, etc. ¡Cuánta luz irradia una buena mamá sacrificada por su familia!

 O aquella persona que siempre tiene una palabra de aliento y de esperanza frente al que está desanimado. O aquellos hijos que con cariño cuidan de sus padres enfermos. O aquellas personas voluntarias que ayudan a los más necesitados o van a visitar enfermos a los hospitales, o ancianos a los asilos. Tal vez no enciendan grandes fogatas, pero son llamitas vivas que siempre están encendidas trasmitiendo luz.

El día de nuestro bautismo hemos recibido la luz de la fe. Hay un gesto que se hace. Los padres y padrinos entregan una vela encendida al que es bautizado mientras se dice una oración: recibí de manos de tus seres queridos esta vela encendida que es signo de la fe en Cristo resucitado, que cuando Jesús te venga a buscar para la fiesta del cielo, te encuentre con la luz de la fe ardiendo en tu corazón.

Es la fe que hemos recibido y que a su vez trasmitimos. Como nuestras abuelas trasmitieron la fe a nuestras madres y ellas a nosotros, ahora hay que trasmitirla a los hijos, después ellos la trasmitirán a sus nietos, bisnietos, tataranietos, y así siguiendo. De generación en generación nos vamos trasmitiendo la antorcha de la fe. Esa fe es don de Cristo resucitado que recibimos y trasmitimos.

23 de septiembre

 


San Lucas 8, 4-15

En el día de hoy  celebramos a San Pio de Pietrelcina (1887-1968), a quien cariñosamente se le sigue llamando ‘Padre Pio’. Este franciscano recibió los estigmas de Cristo, quien quiso asociarlo de manera especial a su Pasión. He ahí el porqué de estas palabras del santo: “Oh Jesús, mi suspiro y mi vida, te pido que hagas de mí un sacerdote santo y una víctima perfecta” (San Pío de Pietrelcina).

 

San Pío de Pietrelcina fue un fraile y sacerdote italiano, perteneciente a la Orden de los Hermanos Menores Capuchinos (O.F.M. Cap.). Pio recibió los estigmas de Jesucristo en las manos, los pies y el costado. Se hizo célebre también por haber obrado milagros en vida y por los dones extraordinarios que Dios le concedió.

 

Uno de esos dones fue su extraordinaria capacidad para acercarse y entender el alma humana, a tal punto que podía leer los corazones y las conciencias de quienes se le acercaban. Esa capacidad para penetrar y desnudar el alma humana, que brotaba de la caridad que movía su corazón, lo convirtió en un confesor único. Abundantes testimonios corroboran que quienes acudían a él para confesarse encontraban ese rostro de Dios que acoge al pecador.

 

El Padre Pío nació en Pietrelcina, (Italia), el 25 de mayo de 1887. Su nombre era Francisco Forgione, pero, cuando recibió el hábito de franciscano capuchino, tomó el nombre de “Fray Pío”, en honor a San Pío V.

 

A los cinco años tuvo una visión de Cristo, quien se le presentó como el Sagrado Corazón de Jesús. Cristo mismo posó su mano sobre la cabeza del pequeño Pío. El niño, en respuesta, le prometió al Señor que sería su servidor siguiendo los pasos de San Francisco de Asís. Desde entonces, Pío tuvo una vida marcada por una estrechísima relación con Jesús y con su Madre, la Virgen María. Ella se le apareció en numerosas oportunidades a lo largo de su vida.

 

El Padre Pío, asimismo, fue un hombre preocupado por los más necesitados. El 9 de enero de 1940 convenció a sus grandes amigos espirituales de fundar un hospital para curar los “cuerpos y también las almas” de la gente necesitada de su región. El proyecto tomó algunos años, pero finalmente se inauguró el 5 de mayo de 1956 con el nombre de “Casa Alivio del Sufrimiento”.

 

El Padre Pío partió a la Casa del Padre un 23 de septiembre de 1968, después de horas de agonía repitiendo con voz débil “¡Jesús, María!”.

 

San Juan Pablo II tuvo una especial admiración por él, y no son pocos los que señalan que el Padre Pío, en confesión, le predijo que llegaría a ser Papa

 

Durante la canonización de San Pío de Pietrelcina, el 16 de junio del 2002, San Juan Pablo II dijo de él: “Oración y caridad, esta es una síntesis sumamente concreta de la enseñanza del Padre Pío, que hoy vuelve a proponerse a todos”.

22 de septiembre

 

 


San Lucas, 8, 1-13

Una de las figuras que Jesús usa para referirse a los sacerdotes, y de alguna manera a todos los cristianos, es la de pastores. Pastores que cuidan el rebaño que les fue confiado. Así, un sacerdote es pastor de la gente de sus actividades pastorales, un padre es pastor de sus hijos, una persona es pastor de sus amigos y conocidos.

 Pero a la figura del pastor le falta algo que tiene otra figura usada por Jesús: la de pescadores. Mientras que los pastores cuidan sus ovejas, y nada más… los pescadores no cuidan su rebaño de pescaditos, sino que tienen que salir a buscarlos. Pescar es eso: ir a la búsqueda de algo que no tengo, y que no sé si llegaré a alcanzar.

En el Evangelio de hoy nos encontramos con que Jesús recorría las ciudades y los pueblos, predicando. Un Jesús que no se queda en su pueblo, con su familia y sus amigos. Un Jesús que sabía que mucha de la gente que iba a escucharlo buscaba algo diferente de lo que él quería darles. Que muchos iban a estar cerrados a sus palabras. Y muchos otros se iban a reír, burlar o enojar con lo que él decía.

 

Pero Jesús no tiene miedo. Camina, predica, anuncia. Y no sólo eso: lleva en su compañía a sus ovejitas. Les muestra, les enseña que si ellos no comparten con cualquiera esa Buena noticia… algo les va a faltar. Desde sus historias de haber sido salvadas, cada una de estas personas está llamada a compartir esa alegría, ese amor, esa salvación, con los demás.

21 de septiembre

 


San Mateo 9,9-13

Cada 21 de septiembre la Iglesia Católica recuerda la figura de San Mateo, Apóstol y Evangelista, quien vivió en Cafarnaún, a orillas del lago de Galilea, y quien fue elegido por el mismo Señor Jesús para ser uno de los doce.

San Mateo fue hijo de Alfeo y tuvo como nombre ‘Leví’, según lo atestiguan San Marcos y San Lucas en sus propias narraciones. Tuvo el oficio de publicano, es decir, fue un recaudador de impuestos. Los publicanos solían ser personajes acaudalados, pero al mismo tiempo repudiados: primero, porque los impuestos que recaudaban eran considerados injustos (el caudal iba a manos de los romanos) y excesivos; y, segundo, los recaudadores se enriquecían a costas de la pobreza de su propio pueblo. Aquello bastaba para que se les considerara “pecadores públicos” y hombres corruptos según la Ley de Dios. Sin embargo, nada de esto le importó a Jesús, quien un día al pasar vio sentado a Mateo (Mt 9,9ss) cobrando el impuesto, y lo llamó. Leví -como se llamaba antes de ser discípulo de Cristo- escuchó aquel llamado a ser apóstol y sin dudar se levantó y siguió al Maestro.

El mismo episodio aparece en los otros Evangelios sinópticos (Mc 2, 14ss, Lc 5, 27ss). San Mateo es siempre mencionado en el grupo de los doce: ocupa el octavo lugar en la lista que aparece en los Hechos de los Apóstoles (Hch 1, 13) y en el relato de su propio evangelio (Mt 10,3). San Mateo se refiere allí a sí mismo como "Mateo, el publicano". En los evangelios de San Marcos y San Lucas aparece en el séptimo lugar (Mc. 3, 13; Lc 6, 12).

Después de la Ascensión del Señor a los cielos, Mateo permaneció predicando en Judea, aunque también predicó en tierras cercanas.

San Mateo y el Papa Francisco

Un día como hoy, pero de 1953, Jorge Mario Bergoglio, el Papa Francisco, experimentó, luego de confesarse, la llamada a la vida religiosa en la Compañía de Jesús. En ese entonces tenía solo 17 años. Hoy su escudo pontificio lleva inscrito el lema: "Lo miró con misericordia y lo eligió", palabras tomadas del Evangelio y que describen el momento preciso del encuentro de Jesús con el Apóstol.

20 de septiembre

 


San Lucas 7, 31-35

La fiesta que hoy recordamos es conocida como la de San Andrés Kim y Compañeros Mártires. Fue la primera canonización que se realizó fuera de Roma en los últimos 700 años, y es que la situación lo ameritaba, porque estaban siendo premiados con la santidad el primer sacerdote coreano y sus 102 compañeros.

San Andrés Kim, el primer sacerdote de la Iglesia en el oriente, creció comprendiendo el valor de defender su fe. Él nació el 21 de agosto de 1821, años antes su bisabuelo había muerto martirizado, y cuando sólo era un niño, tuvo que afrontar por el mismo motivo, la muerte de su padre, mientras su madre era destinada a vivir en la calle y pedir limosna, debido a la represión religiosa que azotó Corea hasta finales del siglo XIX.

En 1836 Andrés fue elegido como seminarista por un misionero que pasaba por su población. En 1844 fue ordenado diácono en China y un año más tarde ordenado sacerdote en Shangai. De allí se dirigió nuevamente a Corea en donde cumplió la gran parte de su trabajo pastoral.

Sirvió al Señor como sacerdote sólo un año y pocos meses. En junio de 1846 fue arrestado y enviado a una cárcel en Seúl; allí estuvo tres meses y el 16 de septiembre fue decapitado, cuando apenas tenía 26 años. Entre sus pertenencias se encontró una carta en coreano, dirigida a sus fieles. “En este difícil tiempo, para ser victorioso se debe permanecer firme usando toda nuestra fuerza y habilidades como valientes soldados completamente armados en el campo de batalla”.

Junto con el padre Kim se destaca la canonización del laico Pablo Chong, nacido en Korea en 1795. Sus padres, una hermana y un hermano, fueron martirizados entre los años 1801 y 1839. Cuando tenía 20 años partió hacia Seúl para tratar de reconstruir la Iglesia en este lugar. Decidió intentar llevar misioneros al país pero sus intentos se vieron bloqueados por la misma persecución, uno de ellos, murió antes de poder ingresar al país.

En 1839, a la edad de 45 años, fue arrestado por ser considerado como uno de los que había intentado llevar misioneros extranjeros a Korea. Fue decapitado en Seúl el 22 de septiembre.

Su amor a Dios y la Iglesia fue reconocido el 19 de junio de 1988, cuando el Papa Juan Pablo II canonizó y proclamo santos a 117 mártires.

19 de septiembre


San Lucas 7, 11-17

Jesús no deja de Caminar, de Callejear, llevando Vida, anunciando el Reino, es así como llega a la ciudad de Naim, como nos relata en este día La Palabra.

Llegando a la ciudad, se encuentra con un cortejo fúnebre, que llevan a enterrar a un joven, hijo de una mujer viuda, al verla Jesús se conmovió y acercándose le dijo: no llores, para luego sin que nadie se lo pidiera, devolverle la vida al joven.

Jesús detiene su caminar, y acercándose  y viendo lo que pasaba, se conmueve, dice la Palabra, es decir, siente y sufre lo que esta mujer viuda está viviendo y sufriendo, se acerca, le habla, y luego obra, toca el féretro, ordena que se levante, devuelve la Vida…

El Dios de la Vida, se detiene, se conmueve, se acerca, toca la muerte, las situaciones de muerte y devuelve Vida, Siempre. Se sigue deteniendo ante el peregrinar de tu vida, también a nosotros nos trae Vida y nos la devuelve, también a nosotros nos dice “no Llores”, también a ti te toca y te ordena,  yo te lo ordeno, Levántate!

Sí, El Señor puede  dar Vida, a aquello que es muerte, que nos paraliza, que no nos deja expresarnos, y que hace llorar y sufrir muchas veces a nuestros seres queridos. ¡Que Bueno! Levántate porque el Señor siempre se detiene ante tu vida y conmoviéndose, te toca, te pone de pie, te libera y te devuelve la Palabra, te devuelve la vida.

Cuánto, por otra parte, tenemos que seguir aprendiendo de Jesús…ante tantos dolores, sufrimientos, muertes, también nosotros, detenernos, conmovernos, acercarnos, llevar Vida, llevar a Jesús…

Cuantas Madres llorando y cuantos hijos jóvenes en situación de muerte, sin poder levantarse, sin poder ponerse de pie, cuantos que necesitamos o necesitan que vos o que yo, que seamos presencia del Dios de la vida, que tocando, que acompañando devolvamos vida.

Señor Jesús, que siempre pueda levantarme en Tí, que reconociendo y creyendo que nos das siempre Vida en abundancia, pueda acompañar el camino de mis hermanos, compartiendo tu Vida

18 de septiembre


San Lucas 10, 1-10

El evangelio de hoy nos habla acerca de no sólo el grupo de los 12, sino también de 72 discípulos, a los que Jesús envía en parejas, de dos en dos, a evangelizar; a anunciar la llegada de la Buena Noticia del Reino de Dios entre los hombres. Los envía de dos en dos y les da las indicaciones necesarias para poder realizar esta tarea.

A mí particularmente me gustaría pensar en tres cosas que creo tienen que ver con misionar hoy en nuestra vida:

La primera es que misionar no es irse lejos. Muchas veces pensamos que la misión ocurre en otro continente o en otro país. O en el interior de nuestros pueblos y de nuestras ciudades. Y en realidad la misión pasa todos los días: pasa en mi casa, pasa el colegio, en la facultad, pasa en el colectivo, pasa en el tren. Pasa con mis amigos. Pasa en todas las realidades del mundo. Es decir, nosotros tenemos que pensar que ser misionero no significa tener que dejar necesariamente el propio país, la propia tierra, o el propio barrio para empezar a misionar. Uno se hace misionero cuando asume como modelo de vida el querer seguir firmemente los pasos de Jesús y por tanto comprometerse en la construcción de un mundo más justo, más fraterno y solidario

Lo segundo que debemos tener en claro es que misionar no es “llevar cosas” a los pobres Misionar es justamente generar cultura del encuentro. Esto de “llevar cosas” a los pobres nos hacen caer en un viejo modelo al que muchos estamos acostumbrados, del dar “desde arriba” lo que nosotros tenemos a los “de abajo” que son los que “no tienen”. Lo cual es mentira. Misionar significa generar encuentro. Ir al encuentro del otro, sentarnos, mirarnos a los ojos y poder compartir la propia vida y contarnos las buenas noticias que Dios obró en la vida de cada uno y poder juntos dar gracias sin necesidad de que ello vaya acompañado de ayuda material: sea ropa, sea comida, se lo que sea.

Lo tercero y también que parece importante es que misionar no es “irse solo” Siempre que se misiona se misiona en Iglesia. Entonces esto de alguna manera nos involucra en una doble dimensión: primero yo formo parte de una comunidad que misiona, yo formo parte de una iglesia que misiona. Yo formo parte de un grupo, de una parroquia, de un movimiento, pero una iglesia al fin que misiona. Y yo soy parte de eso. Y lo que busca también la tarea del misionar es generar Iglesia. Si yo voy a trabajar algún lugar y generamos algún tipo de encuentro entre la gente y queremos hacer algún tipo de propuesta de evangelización: algún retiro algo que los acerque un poco más al amor de Dios eso no puede ser sin un involucrarse respecto de ellos. Ellos tienen que estar involucrados. Ellos tienen que ser artífices de su propia misión. Si no va pasar lo que muchas veces pasa: nos vamos a ir a “la misión” va a ser una linda experiencia, después quizá podamos regresar -o no- pero todo se pierde en el olvido. Misionar significa implicar al otro en el proceso de conversión y que ese otro también me mejore a mí

16 de septiembre

 


San Lucas 6, 43-49

Cada 16 de septiembre la Iglesia Católica celebra juntos al Papa San Cornelio (c.180-253) y al Obispo San Cipriano (c. 200-258), dos amigos en el Señor que se opusieron a los errores y herejías en las que cayeron muchos cristianos de los primeros siglos. Ambos concluyeron sus vidas abrazando las palmas del martirio.

 

El Papa Cornelio

Cornelio -cuyo nombre significa "fuerte como un cuerno"- fue el vigésimo primer Papa de la Iglesia Católica. Afrontó con firmeza la herejía de Novaciano, teólogo que proclamaba que la Iglesia no tenía el poder suficiente para perdonar pecados graves (los llamados "lapsi") y que, por lo tanto, no podía absolver ni acoger de nuevo a quienes habían incurrido en la apostasía.

 

Ciertamente, a causa de las crueles persecuciones, muchos cristianos habían abandonado la fe o habían abjurado (pecado de apostasía) por temor a las amenazas del poder temporal (torturas, prisión o la muerte). Sin embargo, no fueron pocos los que reconocieron su falta y pidieron ser nuevamente admitidos en el seno de la comunidad cristiana.

 

El Papa Cornelio fue el primero en alzar su voz contra la herejía de Novaciano, sosteniendo que Dios no negaba a nadie su perdón y que no existía falta que no pudiese ser resarcida por la misericordia divina.

Cipriano, obispo

Entre quienes apoyaron al Papa Cornelio en la doctrina sobre el perdón estaba San Cipriano -obispo con quien guardó una estrecha amistad-. Cipriano, quien se encontraba a la cabeza de la sede de Cartago, respaldó públicamente la postura pontificia en contra de Novaciano, por lo que se hizo de enemigos y detractores.

 

El único y verdadero sacrificio

Vale precisar que el Papa Cornelio no sólo tuvo que sufrir por la controversia con Novaciano y sus seguidores (los cátaros): los suyos fueron los tiempos de otra sangrienta persecución, esta vez, organizada por el emperador Decio (249-251).

 

Cornelio fue enviado primero al destierro y más tarde, en el año 253, tomado prisionero y condenado a muerte -murió decapitado-.

 

Por su parte, Cipriano, en Cartago, padeció también los duros años de la persecución de Decio y, tras la muerte de este, tuvo que sufrir la organizada por su sucesor, Valeriano.

15 de septiembre

 


San Juan 19, 25-27

Hoy, 15 de septiembre, un día después de la fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz, la Iglesia conmemora a Nuestra Señora de los Dolores. De alguna manera, la sucesión de ambas efemérides es una invitación a meditar en torno al misterio del dolor que unió las vidas de Jesús y María para redención del género humano. Meditar en los dolores de la Madre nos ayuda a comprender mejor los dolores de Cristo, a acercarnos a su Santísimo Corazón, y a dejarnos transformar por el amor sacrificial.

 

La devoción a la Virgen de los Dolores -también conocida como la Virgen de la Amargura, la Virgen de la Piedad o, simplemente, la Dolorosa- viene desde antiguo. Puede remontarse hasta los orígenes de la Iglesia, cada vez que los cristianos recordaban los dolores de Cristo, siempre asociados a los de su Madre María. Sin embargo, la advocación a Nuestra Señora de los Dolores (Mater Dolorosa) cobra forma e impulso recién a partir de finales del siglo XI. Décadas después, para 1239, en la diócesis de Florencia, (Orden de frailes Siervos de María) destinaron el 15 de septiembre para celebrar a la Virgen dolorosa; día que quedaría oficializado a inicios del siglo XIX (1814) por el Papa Pío VII, quien le concedió el rango de fiesta.

 

Esta hermosa devoción ha sido alentada por muchos santos a lo largo de la historia, con el patrocinio directo de la Santísima Madre de Dios, como a santa Brígida,  San Alfonso María de Ligorio (1696-1787) se cuenta también  que Jesucristo reveló a Santa Isabel de Hungría que Él concedería cuatro gracias a los devotos de los dolores de su Santísima Madre.

 

Madre, déjanos acompañarte en tu dolor y alivia con tu ternura los nuestros.

 

Nuestra Señora de los Dolores, ruega por nosotros.

14 de septiembre

 


San Juan 3, 13-17

 

Cada 14 de septiembre se celebra la Exaltación de la Santa Cruz, día en que recordamos y honramos la Cruz en la que murió nuestro Señor Jesucristo. La consideración de aquel madero, en el que nuestro salvador vertió su preciosísima sangre, evoca el misterio del amor divino, entregado sin medida para redención de todo el género humano. La cruz de Cristo es la cruz “en la que se muere para vivir; para vivir en Dios y con Dios, para vivir en la verdad, en la libertad y en el amor, para vivir eternamente”, como bien lo señalaba San Juan Pablo II.

De acuerdo a la tradición, en el siglo IV, la emperatriz Santa Elena encontró en Jerusalén el madero en el que murió el Hijo de Dios. Posteriormente, hacia el año 614, la reliquia sería sustraída de esa ciudad por los persas, como trofeo de guerra. Más adelante, el emperador Heraclio la rescató y, así, el madero pudo retornar a la Ciudad Santa el 14 de septiembre de 628. Desde entonces, cada día 14 del mes de septiembre se celebra este acontecimiento, instituido como festividad litúrgica. Al llegar de nuevo la Santa Cruz a Jerusalén, el emperador dispuso que fuese llevada en solemne procesión. Para acompañar el cortejo se revistió de todos sus ornamentos imperiales. Estos llegaron a ser tantos y tan pesados que se le hizo imposible avanzar. Entonces, el Arzobispo de Jerusalén, Zacarías, le dijo: "es que todo ese lujo de vestidos que lleva están en desacuerdo con el aspecto humilde y doloroso de Cristo, cuando iba cargando la cruz por estas calles". El emperador, acto seguido, se despojó de su lujoso manto y de su corona de oro, y, descalzo, empezó a recorrer las calles acompañando la procesión.

Posteriormente, el Madero santo fue dividido. Un fragmento fue llevado a Roma, otro a Constantinopla, mientras que un tercero se quedó en Jerusalén. El pedazo restante fue reducido a astillas que serían distribuidas por iglesias de distintas partes del mundo. A estas reliquias se les denominó de la “Veracruz” (verdadera cruz).

En las narraciones de la vida de los santos se cuenta que San Antonio Abad hacía la señal de la cruz cada vez que era atacado por el demonio con horribles visiones y tentaciones. La señal bastaba para que el enemigo huya. Así, los cristianos adoptaron la costumbre de santiguarse para pedir la protección de Dios ante la presencia del mal y los peligros que acechan.

¡Por el madero ha venido la alegría al mundo entero!

13 de septiembre

 


San Lucas 6, 20-26

San Juan Crisóstomo es el representante más importante de la Escuela de Antioquía y uno de los cuatro grandes Padres de la Iglesia en Oriente. Su personalidad nos es bien conocida a través de sus biógrafos: enérgico y de gustos sencillos y austeros, estaba dotado de grandes cualidades oratorias.

Nacido en el seno de una familia cristiana noble, alrededor del año 350, recibió desde su infancia una educación esmerada. Después de ser ordenado sacerdote en el año 386, cumplió el oficio sacerdotal en Antioquía durante doce años; allí recibió el sobrenombre de Crisóstomo (boca de oro) con que ha pasado a la posteridad, a causa del esplendor de su elocuencia. En el 397 fue consagrado obispo de Constantinopla. Desde el primer momento dedicó todos los esfuerzos a elevar el ambiente moral de la sociedad que le rodeaba, lo que le produjo numerosas incomprensiones y, al final de su vida, el exilio. Murió el 14 de septiembre del año 407. Entre los Padres griegos no hay ninguno que haya dejado una herencia literaria tan copiosa como San Juan Crisóstomo.

Su producción literaria se puede dividir en tratados, homilías y cartas. Según él mismo atestigua, predicaba todos los días. Preparaba sus discursos con sumo cuidado, y miraba especialmente al bien de los oyentes, que, en no pocas ocasiones, le interrumpían con aplausos.

El mayor número de homilías conservadas—varios centenares—forman parte de una serie de comentarios a los libros del Antiguo y del Nuevo Testamento. Las noventa Homilías sobre el Evangelio de San Mateo representan el más antiguo comentario completo sobre el texto del primer evangelista. Su exégesis es de carácter moral, de acuerdo con el método propio de la Escuela antioquena. San Juan Crisóstomo mueve decididamente a la conversión a quienes, siendo cristianos de palabra, no lo son con sus obras y no difunden a su alrededor la luz de Cristo.

Muy importantes son también las ocho Catequesis sobre el Bautismo, en las que expone a los nuevos cristianos las exigencias de la pelea espiritual del cristiano; el tratado A Teodoro caído, exhortación a un amigo que había decaído de su anterior fervor religioso; y los cinco libros Sobre el sacerdocio, una de las joyas de la literatura cristiana de todos los tiempos sobre la excelencia y dignidad del sacerdocio.

12 de septiembre


San Lucas 6, 12-19

Hoy la Palabra nos presenta a Jesús que se retira a orar en la noche y en soledad, para luego seguramente iluminado y fortalecido por el Padre Dios llamar y elegir de entre sus discípulos a los doce, los llama por su nombre y les da su misión, ser apóstoles y con ellos sale al encuentro de la multitud en la llanura, para curar, para sanar, para liberar, generando en toda la multitud el querer tocarlo para recibir algo de la fuerza que salía de Él.

Jesús no sólo nos enseña desde la palabra, sino también desde su vida, desde su testimonio. Nos enseña a orar, teniendo un espacio de intimidad y amistad con nuestro Padre Dios y nos muestra también que de este encuentro profundo y de gracia, surgen las luces, las grandes decisiones, que debemos tomar o por así decir ejecutar, Jesús luego de orar toda la noche, elige a los doce, para llevar a cabo su Misión, sanar, liberar, salvar…brotando de Él una fuerza que cautivaba.

Cuanto que nos cuesta ponernos en oración, cuanto que nos cuesta disponer tiempo de nuestro día, para estar a solas con Quién siempre está mirándonos, escuchándonos, llamándonos, amándonos. Cuántas equivocaciones en nuestras decisiones, o cuan pesada se nos hacen las tareas habituales por no estar a solas con Aquel que nos Ama, con aquel que nos llama, con quién puede darnos la fuerza para seguir siendo discípulos misioneros.

Madre Teresa de Calcuta, a quien contemplamos ya como Santa, como testimonio y ejemplo, tenía junto a las hermanas una ardua tarea por delante cada día, personas enfermas, con hambre, desprovistas de todo, a quienes asistir, y sin embargo lo primero que hacían era estar largo rato orando y adorando a Jesús Eucaristía. Ella decía y nos daba su testimonio:

“Externamente se ve solamente pan, pero es Jesús, externamente se ve sólo al pobre, pero es Jesús…es un misterio de amor. Es algo que la mente humana no puede alcanzar, pero tenemos que postrarnos. Él es quien recibimos, y el Él a quien servimos…hay dos, como dos amores, pero sólo es un amor. Por eso comenzamos el día rezando, comenzamos con la Misa, comenzamos con la sagrada Comunión, sólo después que le hemos recibido como el Pan de Vida, Él se hizo Pan de Vida, para darnos vida, y el recibir esa vida, nos da la fuerza y el valor y la alegría y el amor para tocarle, para amarle, para servirle y demás. Sin Él no podríamos hacerlo, pero con Él podemos hacer todo”

Que el estar con Jesús, que recibir su vida nos de la fuerza, el valor, la alegría y el amor para tocarlo y servirlo en nuestros hermanos.

 

  

11 de septiembre

 

 


San Lucas 6,6-11

Los fariseos están furiosos contra Jesús. Jesús “sabía lo que pensaban” y capta ese clima tenso. Pero eso no lo frena para hacer el bien. Hace poner al enfermo de pie, lo hace levantar y lo pone en medio. Le devuelve su dignidad. Jesús no nos quiere aplastados por la malicia de los perversos. Lo hace valer en su dignidad de persona, que esté bien erguido, parado, que lo vean bien. Es un hijo de Dios que necesita ayuda. Jesús no quiere que vivamos aplastados, que no aplastemos a nadie, y que nadie nos aplaste. Todos somos valiosos para Dios por ser sus hijos. Nos hace poner en pie en la vida ante las fuerzas opresoras y aplastantes que entorpecen la existencia alienando la vida. Dios nos quiere firmes, levantados y en pie. Un enfermo es una persona no firme. La palabra enfermo viene del latín infirmus, es el que no está firme. El enfermo primero se levantó y luego permaneció en pie. Son dos actitudes ante las fuerzas del mal que buscan oprimir. Levantarnos en el nombre de Jesús, y permanecer con Aquel que puede sostenernos. Porque Jesús nos sostiene en nuestra debilidad.

 

Jesús no desautoriza el descanso del sábado que conocía bien por ser judío, pero para él  siempre está la persona por encima del culto. Y más si es una persona necesitada o enferma. La ley mata, la ley no da vida, lo único que da vida es el amor. Jesús enseña actitudes más profundas, donde la preocupación es más por el espíritu que por la letra, más por al amor que por la ley rígida. Esto nos puede enseñar algunos detalles de nuestras normas de vida. Las normas son buenas y necesarias, pero sin llegar a un legalismo rígido y formalista. No es el hombre para el sábado, sino el sábado para el hombre que es diferente. No podemos poner la obligación del cumplimiento rígido de la ley por encima de vivir el amor fraterno. Eso sería desastroso. Así se nos enseña que la prioridad es la persona y no la institución, la prioridad es el amor y no la ley, la prioridad es el servicio y no el cumplimiento de normas, la prioridad es hacer el bien y no la rigidez legalista. Muchas veces nos llenamos de normas tan estrictas y minuciosas que ahogan la vida y roban la alegría de vivir. Y así podemos caer en el cumplimiento meramente exterior. Podemos quedarnos con el cumplimiento frío y desencarnado, pero no vivimos el amor. El cumplimiento exterior puede oprimir, en cambio el amor siempre da vida y libertad. Porque solo el amor libera y vivifica.

9 de septiembre

 

 


San Lucas 1, 39-55

Hoy es un día especial para la República de Panamá, en día en que se celebra la Patrona del Todo el país.   Su nombre se debe a que  esta era una  imagen de la Santísima Virgen María que se encontraba en una capilla lateral de la Catedral de Sevilla-España. Esta Catedral fue reconstruida en el siglo XIV, pero se conservó solamente la pared en donde estaba la imagen, y se le llamó Santa María de la Antigua.

 

En honor a esta advocación Enciso y Balboa fundaron en 1510 la ciudad de Santa María de la Antigua del Darién, cumpliendo una promesa pues ganaron la batalla, y dedicaron a Santa María La Antigua la casa del Cacique Cémaco; ésta fue la primera capilla dedicada a la Virgen María en Tierra Firme.

 

La Patrona de la Catedral y de la Diócesis de Panamá fue desde 1513 Santa María La Antigua. La Conferencia Episcopal Panameña proclama oficialmente a Santa María La Antigua como Patrona de la República de Panamá esto fue El 9 de septiembre del 2000, Año Santo Jubilar.

 

 

 

 

8 de septiembre

 


San Mateo 1, 18-23

Hoy, 8 de septiembre, la Iglesia celebra un día sumamente especial: la Natividad de la Santísima Virgen María, nuestra Madre.

 

En una hermosa homilía pronunciada hace siglos en la Basílica de Santa Ana en Jerusalén, San Juan Damasceno (675-749) señalaba lo siguiente: “Tenemos razones muy válidas para honrar el nacimiento de la Madre de Dios, por medio de la cual todo el género humano ha sido restaurado y la tristeza de la primera madre, Eva, se ha transformado en gozo”. Luego, el santo y doctor de la Iglesia añadía: “¡Oh feliz pareja, Joaquín y Ana, a ustedes está obligada toda la creación! Por medio de ustedes, en efecto, la creación ofreció al Creador el mejor de todos los dones, o sea, aquella augusta Madre, la única que fue digna del Creador”.

 

Si bien es cierto que en los Evangelios no podemos encontrar abundante información sobre el nacimiento de María, es a través de la tradición como nos han llegado algunos datos importantes. Por ejemplo, considerando que María fue descendiente de David, es altamente probable que haya nacido en Belén; aunque otras tradiciones, como la griega o la armenia, ubican la cuna de María en Nazaret.

 

Hay numerosas evidencias del profundo amor que los cristianos profesan a María desde antiguo, y de la importancia dada a esta fiesta que hoy celebramos conmemorando el nacimiento de la Madre de Dios.

 

“Hoy emprende su ruta la que es puerta divina de la virginidad. De Ella y por medio de Ella, Dios, que está por encima de todo cuanto existe, se hace presente en el mundo corporalmente… Sirviéndose de Ella, Dios descendió sin experimentar ninguna mutación, o mejor dicho, por su benévola condescendencia apareció en la Tierra y convivió con los hombres" (San Juan Damasceno).

 

7 de septiembre

 

San Mateo 14,22-36

Como tantas veces de cara al Evangelio, hemos de reconocer que todos somos como Pedro. Cuántas veces, como a él, el Señor nos ha llamado a la aventura de seguirle, de caminar por sobre los mares de este mundo; cuántas veces nos ha llamado Cristo a poner sólo en él la confianza, a tener fe e ir confirmando a otros en su fe. Y, no obstante, cuántas veces también como Pedro, sentimos que nos hundimos apenas dar tres pasos, y que las certezas de nuestra fe se ahogan frente a todo tipo de dificultades, males y pecados.

 

Este Evangelio es, entonces, para nosotros. Porque en este Evangelio Pedro acierta en lo que se debe hacer frente a la angustia, frente al ahogo, frente al mal que nos aborda, frente al pecado que nos gana la pulseada.

 

Se trata de hacer dos cosas:

La primera: gritar con fuerza, en la oración, en el Sagrario, de cara Cristo… Gritar con fuerza “¡Señor, sálvame!”. Lo segundo: levantar las manos, permitiendo así que el Señor tenga de donde agarrarnos.

 

Muchas veces en la vida, cuando pensamos que no es posible salir a flote, hemos de reconocer que nos falta oración y nos falta poner medios, levantar los brazos, apostar por salir adelante. Es decir, hemos dejado de recurrir a Cristo y hemos acabado por bajar los brazos… Así, angustiados, desesperanzados, nos gana el mar, nos gana el ahogo, nos hundimos.

 

¿Te visita la desesperación, te atrapó el pecado, te sientes ahogado? Levanta los brazos y grita a Dios: “¡Señor, sálvame!”. ¿Piensas que has quedado solo, crees que la tormenta será eterna, solo ves que tu barca y tu vida se zarandea? Levanta los brazos y grita a Dios: “¡Señor, sálvame!”.

 

El Papa Francisco, comentando hace años este Evangelio, decía con mucha razón que una de las formas de ahogo que más nos alcanza a los hombres y mujeres del siglo XXI era el pecado. ¡Sí! El pecado es una de las formas de hundimiento más fuertes que hay a nuestro alrededor. El gran problema de los cristianos hoy es que muchas veces perdemos la sensación de pecado, incluso creemos que hablar de “pecado” es algo pasado de moda y así vamos por la vida hundiéndonos de a poco, pero sin enterarnos del ahogo, hasta que un día cuando nuestra línea de flotación se ha perdido, sentimos entonces que nos habita una angustia tal que no vemos la salida.

 

También en este caso el Evangelio de hoy nos da la clave: reconozcamos nuestros ahogos, reconozcamos nuestros pecados a tiempo… y levantemos las manos, y gritemos con Pedro (que bien sabe de pecados también): “¡Señor, sálvame!”. Porque en el pecado, como en toda situación de angustia y hundimiento, hemos de reconocer finalmente que no salimos a flote por nuestros propios medios, sino por la mano de Dios que nos sostiene y nos salva.

 

Pidamos este día una Gracia enorme, la de no olvidar jamás que por más hundidos que estemos, que por más desesperanzados o ahogados que vivamos, siempre nos quedará la posibilidad de volver a levantar las manos y gritar “¡Señor, Sálvame!”.

 

 

6 de septiembre

 


San Lucas 4,38-44

 

Como siempre, Jesús llega a nosotros en su Palabra como buen samaritano, como médico del alma y nos regala su Palabra que salva, que sana, que libera y nos renueva en el servicio.

 

En este día se nos presenta a Jesús, todavía en Cafarnaúm, en la casa de Pedro, donde libera a su suegra de la fiebre, donde sana enfermos que llevan hasta Él, expulsando demonios y haciéndolos callar, y con una firme convicción de seguir anunciando la buena noticia de Dios a todos.

 

Su presencia, sus manos, su voz, sus gestos, que liberan, sanan y salvan, muestran claramente que el Reino de Dios se hace presente, que es el Mesías, que es el Salvador. Él sigue haciéndose presente, llegando a todos con su Reino, que libera, que sana, que salva.

 

Gracias Señor por estar siempre presente, acercándote a nosotros y trayéndonos la Buena Noticia de Dios.

Que bueno también es descubrir en este evangelio a personas que se hicieron puentes para que Jesús pudiera liberar y sanar, Pedro que le pide que cure a su suegra, las personas que llevan sus enfermos hasta Jesús, que confían y creen que Él puede sanar. Sus nombres no aparecen en el evangelio, pero hicieron posible con su disponibilidad y generosidad que los enfermos o necesitados sean tocados por el Mesías, por Jesús.

 

Cuántos hombres y mujeres que hoy también siguen haciendo de puentes entre Jesús y los necesitados, son héroes anónimos que hacen presente y cercano a Jesús, con sus vidas y servicio.

Señor danos un corazón sencillo para poder reconocer y experimentar a tu hijo Jesús como médico del alma y del cuerpo, como Mesías y Salvador, danos un corazón generoso y servicial para acercar a otros a ti, siendo puentes de gracia, no queriendo retenerte para nosotros sino por el contrario intentar colaborar contigo en el anuncio de la buena noticia de Dios.

¿Quién está necesitando de ti para encontrarse con Jesús? ¿Estás haciendo algo para que  otros puedan ser tocados por Jesús?

5 de septiembre

 


San Lucas, 4, 31-37

Hoy, 5 de septiembre, celebramos la fiesta de Santa Teresa de Calcuta, canonizada hace 7 años (2016) por el Papa Francisco en una Misa celebrada en la Plaza de San Pedro.

 

La Santa albanesa murió, el 5 de septiembre de 1997, en Calcuta, India, a los 87 años de edad.

 

Santa Teresa de Calcuta, don para la Iglesia de hoy, constituye uno de los ejemplos más claros de cómo debemos amar a Cristo en el servicio a los más pobres, o a los “más pobres entre los pobres”, como ella los llamaba. Teresa de Calcuta, además, le dio una lección al mundo sobre cómo entender la pobreza. Para ella, la mayor pobreza no necesariamente se encuentra en los barrios humildes -como los de Calcuta-, sino también en todos aquellos lugares donde el amor está ausente, como en las sociedades en las que se permite el aborto.

 

Fue canonizada 13 años después por el Papa Francisco dentro de la celebración del Jubileo de los voluntarios y operarios de la misericordia. En esa ocasión el Pontífice señaló que "Madre Teresa, a lo largo de toda su existencia, ha sido una generosa dispensadora de la misericordia divina, poniéndose a disposición de todos por medio de la acogida y la defensa de la vida humana, tanto la no nacida como la abandonada y descartada. Se ha comprometido en la defensa de la vida proclamando incesantemente que el ‘no nacido es el más débil, el más pequeño, el más pobre’".

 

En una célebre entrevista, concedida poco tiempo antes de morir, Santa Teresa de Calcuta dejó este mensaje 1997: “Ámense los unos a los otros, como Jesús los ama. No tengo nada que añadir al mensaje que Jesús nos dejó. Para poder amar hay que tener un corazón puro y rezar. El fruto de la oración es la profundización en la fe. El fruto de la fe es el amor. Y el fruto del amor es el servicio al prójimo. Esto nos trae la paz”.

 

Por otro lado, en un día como hoy en 1992 fue mi ordenación sacerdotal, de la cual hoy cumplo 31 años. Han sido 31 años muy bendecidos y de los cuales estoy muy agradecido a Dios. Creo que hoy tengo más deseo de ser sacerdote que los que tenía en aquel año. Han  sido muchas las bendiciones y las experiencias muy enriquecedoras que he tenido  a lo largo de este tiempo.

4 de septiembre

 


San Lucas 4, 16-30

Hoy comenzamos a meditar el Evangelio de Lucas, que se prolonga a lo largo de tres meses, hasta el final del año litúrgico. El evangelio de hoy nos habla de la visita de Jesús a Nazaret y de la presentación de su programa a la gente de la sinagoga. En un primer momento, todos quedan admirados; pero, al darse cuenta de que Jesús quiere acoger a todos, sin excluir a nadie, ellos mismos se rebelan y comienzan a buscar razones para atraparlo y darle muerte.

Queda claro entonces que el programa de Jesús consiste en acoger a los excluidos y anunciarles la venida del Reino. El programa de Jesús, ¿está siendo realmente nuestro programa, o mi programa? ¿Cuáles son los excluidos que deberíamos acoger mejor en nuestra comunidad? ¿Qué es lo que me da fuerza para realizar la misión que Jesús nos dio?

“Niños y adolescentes migrantes: vulnerables y sin voz” es el lema del mensaje que el Papa Francisco nos propuso para la Jornada Mundial del Migrante y Refugiado 2017, donde nos alerta sobre una dolorosa situación: “son principalmente los niños quienes más sufren las graves consecuencias de la emigración, casi siempre causada por la violencia, la miseria y las condiciones ambientales, factores a los que hay que añadir la globalización en sus aspectos negativos. La carrera desenfrenada hacia un enriquecimiento rápido y fácil lleva consigo también el aumento de plagas monstruosas como el tráfico de niños, la explotación y el abuso de menores y, en general, la privación de los derechos propios de la niñez sancionados por la Convención Internacional sobre los Derechos de la Infancia.”

Ante esta realidad: ¿acogemos a todos, o excluimos a algunos? ¿Cuáles son los motivos que nos llevan a excluir a ciertas personas?

 

 

2 de septiembre

 


San Mateo 25, 14-30

La parábola de los talentos nos hace pensar de lleno en los dones y capacidades que nos regala Dios cuando nos sueña, nos hace, nos crea, nos teje en el silencioso vientre de nuestras madres. Y lo primero que podemos y tenemos que decir es que Dios da talentos a todos. Según su capacidad. Pero a todos. Nadie se queda afuera del amor de Dios que nos hace tener talento.

Vale la pena aclarar que los talentos son monedas corrientes en la época de Jesús. Pero nosotros lo hacemos extensivo a las capacidades, todas distintas y por eso originales que Dios nos regala para poder vivir en esta vida al estilo de Jesús, que pasó por el mundo haciendo el bien. Todos nosotros  somos capaces de algo. Todos podemos hacer algo con nuestra vida. Todos estamos llamados a algo. Todos entonces somos dignos. Todos somos amados. Todos podemos encontrarle el sentido de la vida a aquello que vivimos todos los días.

Y lo lindo de la parábola es hacernos pensar que no es más quién más recibe, sino más bien aquel que es capaz de “trabajar” su talento, su capacidad, su don, su vida. No podemos ser mezquinos y pensar que Dios ama más a los que más talento tienen o reciben; todo lo contrario, Dios ama a todos y lo que quiere es que aquello que recibimos, mucho o poco, pero nuestro, lo hagamos dar fruto. Y cuando decimos esto, hablamos en concreto de poner nuestra vida al servicio de una causa que valga la pena, una causa que no perezca en el tiempo, una causa que trascienda y vaya más allá de toda ideología y pensamiento. La causa del Reino de Dios anunciado e instaurado por Jesús.

Hoy el evangelio y el papa Francisco nos llaman a una profunda conversión del corazón respecto de los pobres. “No amemos de palabra sino con obras”, nos dice. No podemos seguir invisibilizándolos en la vida de la Iglesia y nuestras comunidades. No podemos seguir pasando por alto. No podemos hacer de cuenta que miramos sin ver. Hay gritos que claman al cielo y esperan de nosotros, de nuestra vida y de nuestros talentos, la capacidad de ponernos al servicio de ellos.  

 

Pon tu talento, tu capacidad, tu vida, tu corazón al servicio de los pobres. Para ser más lo que eres. Para ser más “nosotros”. Para ser de veras Iglesia Católica creyente, pero también creíble.

1 septiembre

 


San Mateo 25,1-13

Diez chicas. Y una parábola que exagera algunas cosas, para dejar otras en claro. No, nunca un novio se iba a hacer esperar hasta la medianoche. No, probablemente tampoco las niñas que tenían aceite les iban a negar aunque sea un poquito a las otras. Y no, claramente que a medianoche no habría un mercado abierto para conseguir más aceite. Y, por último, si vemos las reglas básicas de la hospitalidad oriental, tampoco un novio iba a cerrar las puertas a las que no tuvieron las lámparas encendidas.

 

¿Entonces, a qué viene la parábola de Jesús? ¿Qué quiere decirnos? Simple: Jesús nos anima a estar atentos, vigilantes. No podrás dormirte. Hay un encuentro que puede pasar ahora, en este instante. Y que sólo el que tiene los ojos y el corazón atentos va a poder disfrutarlo. Si te dormiste… te quedaste afuera.

 

Pero… ¿a qué se refiere? ¿No está hablando del infierno, del día del juicio final?

 

Sí, pero también no. Con esta parábola uno puede entender a Jesús que habla del final de nuestra vida, del día en que nos encontremos cara a cara con Dios. Pero también está hablando de ahora, de este día, de este instante. Hay un Dios que nos está buscando, que viene a unirse en nuestro corazón, con el amor apasionado de un esposo. La persona que no está atenta… no está preparada para recibirla. Y ese encuentro, que es la base de nuestra fe, corre el riesgo de ir haciéndose cada vez mas esporádico, dejando el corazón más frío.

 

San Ignacio de Loyola nos propone una pregunta concreta, para que nos la hagamos cada día: ¿por dónde pasó Dios hoy, en mi vida? ¿Por qué hechos, pensamientos, sentimientos, encuentros, diálogos, o trabajos bien realizados?

 

Y, a partir de eso, podemos ir encontrando: ¿qué me propone Dios para mañana?

 

 

 

– Pidámosle a Dios que nos ayude a mantener los ojos y los oídos abiertos. Que no nos durmamos. Que estemos atentos. Que podamos descubrirlo en cada instante de nuestra vida. Y mantener así el corazón enamorado.

 

 

31 de agosto

 


San Mateo 24, 42-51

La lectura del Evangelio de hoy la tenemos que entender en el sentido profundo de lo que el evangelista nos quiere decir. Lejos está esa interpretación de un dios Todopoderoso sentado en un trono de gloria, justiciero, castigador, que amenaza a todos los hombres a que se porten bien porque si no se van a ir inexorablemente al infierno.

 

Nuestra fe nos hace leer este texto de una perspectiva más profunda. La invitación que nos hace Jesús en el evangelio es a estar prevenidos. Pero esto de no saber la hora en que va venir no nos tiene que causar miedo sino todo lo contrario: nos tiene que hacer confiar más en Él.

 

Es decir, es un Evangelio que nos llena de esperanza y que nos hace entender que no hay más que dos maneras de vivir: o vivo cuidándome la vida, pensando que Jesús va llegar en determinado momento y que eso no tiene nada que ver con mi vida y me dedico a malgastarla, a poner fuerza donde no vale la pena poner, incluso me dedico a la violencia, a comer, a emborracharme; hacer cosas que en definitiva me pierden en el sentido de mi vida.

 O vivo consecuentemente como cristiano, como hijo resucitado, verdaderamente Hijo de Dios que entiende que Jesús no viene al final de los tiempos solamente sino que está siempre viniendo permanentemente en cada uno de mis hermanos especialmente los que más sufren, los que más necesidad tienen de la ternura y la misericordia de parte de Dios, de aquellos que esperan una respuesta desde mi originalidad de mis dones y desde mis talentos

. De aquellos que me están gritando, aquellos que me dicen que necesitan justicia, que necesitan paz, que necesitan alguien que le preste la voz porque sienten pisoteados en sus derechos; sienten pisoteada la vida.

 

Jesús está viniendo en todo momento. Está viniendo como grito de necesidad que también nos interpela y nos ayuda a nosotros a pensar qué respuesta podemos ensayar para dar respuesta a esa necesidad.

El evangelio de hoy nos compromete! nos hace seguir tomando partido por este Dios de la vida, por este querer formar parte de la comunidad de los seguidores de Jesús que no calculan la vida, que no la retacean, que no se la guardan y que sobre todas las cosas renuncian el privilegio de tener miedo. ¡No podemos tener miedo! ¡No podemos vivir con temor!

 

Tenemos que vivir como lo que somos: varones y mujeres libres y liberados por la gracia del Espíritu de Jesús que se animan a ser algo cuestionable e histórico de su vida; algo que sea fundamentalmente en el servicio y de la entrega por amor.

 

 

30 de agosto

 


San Mateo 13, 44-46

 

Existen muchos místicos emparentados por la procedencia de un mismo pueblo o una misma nación. Eso les pasó a Santa Clara y San Francisco, o a San Benito y Santa Escolástica por citar algunos ejemplos. Hoy celebramos a Santa Rosa de Lima, compatriota del Lego San Martín Porres. Nacida el 30 de abril de 1586, sus padres le pusieron el nombre originario de Isabel.

 

Estando en Quites, provincia de Canta, al Noroeste de la capital peruana, donde su padre gobernaba unas tierras, es confirmada por el Arzobispo español Santo Toribio de Mogrovejo, llamándose a partir de entonces Rosa. En 1606, recibe el hábito de la Tercera Orden de Santo Domingo, ingresando en el Convento donde hacía diariamente su oración, porque allí mantenía un encuentro especial con el Señor Sacramentado.

 

La vida de Rosa se desarrolló, desde entonces, en el ambiente religioso de Perú. Su tiempo en casa, siempre transcurría en medio de un clima espiritual y de ofrecimiento del trabajo cotidiano. A pesar de no ser la mayor de los hermanos, siempre decidió ser ella la que sostuviese a los demás dentro del hogar. Dentro de sus grandes virtudes se señala la obediencia, algo que siempre trató de cumplir, pidiendo, incluso, perdón a sus padres y superiores por cuantas veces no lo había hecho.

 

Tampoco faltó la humildad que siempre presidió todos sus gestos y acciones impregnados de caridad, centrados en la ayuda a las almas para alcanzar la salvación y en el socorro a los pobres desde las obras de misericordia. En todo esto siempre estuvo presente su espíritu de austeridad, penitencia. Santa Rosa de Lima muere en 1617 cuando contaba con tan sólo 31 años

29 de agosto

 


San Marcos 6, 17-29

Cada 29 de agosto la Iglesia Católica conmemora el Martirio de San Juan Bautista. Juan fue Precursor del nacimiento, de la predicación y de la muerte de Cristo. Murió decapitado por anunciar y denunciar la verdad. Juan Bautista es el único santo en la Iglesia a quien se le celebra tanto su nacimiento (24 de junio) como su muerte, por medio del martirio.

 

El relato de la muerte de San Juan Bautista se encuentra en el Evangelio de San Marcos (6, 17 - 29): "Herodes había mandado poner preso a Juan Bautista, y lo había llevado encadenado a la prisión, por causa de Herodías, esposa de su hermano Filipos, con la cual Herodes se había ido a vivir en unión libre.

 

 Porque Juan le decía a Herodes: 'No le está permitido irse a vivir con la mujer de su hermano'. Herodías le tenía un gran odio por esto a Juan Bautista y quería hacerlo matar, pero no podía porque Herodes le tenía un profundo respeto a Juan y lo consideraba un hombre santo, y lo protegía y al oírlo hablar se quedaba pensativo y temeroso, y lo escuchaba con gusto".

 

Llegó el día en que Herodes ofreció un banquete a los tribunos y principales de Galilea por su cumpleaños. Durante la fiesta, se presentó a bailar la hija de Herodías y fue tal el agrado que Herodes encontró en la danza que le prometió a la joven que cumpliría cualquier deseo que tuviese. Por eso ella, a sugerencia de su madre, pidió la cabeza de Juan Bautista. Herodes sintió pena por Juan, pero no tuvo el valor de rechazar el pedido ni quiso verse comprometido frente a sus invitados. Posteriormente, la cabeza de Juan le fue entregada en una bandeja.

 

 Celebrar el martirio de san Juan Bautista nos recuerda también a nosotros, cristianos de nuestro tiempo, que no se puede descender a negociar con el amor a Cristo, a su Palabra, a la Verdad.

 

 La Verdad es verdad y no hay componendas"... "La vida cristiana exige, por decirlo de alguna manera, el 'martirio' de la fidelidad cotidiana al Evangelio, es decir, el valor de dejar que Cristo crezca en nosotros y sea Él quien oriente nuestro pensamiento y nuestras acciones.

 

Pero esto sólo puede suceder en nuestra vida si la relación con Dios es sólida. La oración no es tiempo perdido, no es robar espacio a las actividades, incluso a las apostólicas, sino que es exactamente lo contrario: sólo si somos capaces de una vida de oración fiel, constante y confiada, será el mismo Dios quien nos dará la capacidad y la fuerza para vivir de modo feliz y sereno, para superar las dificultades y testimoniarlo con valor.

 

Que san Juan Bautista interceda por nosotros, a fin de que sepamos conservar siempre la primacía de Dios en nuestra vida".

28 de agosto

 


San Mateo 23, 13-22

Cada 28 de agosto, la Iglesia Católica celebra a San Agustín de Hipona, el célebre obispo de la antigüedad que encaminó a la filosofía y la teología por la ruta de la cooperación, de tal manera que quedaron sentadas las bases de la doctrina cristiana, como depositaria de la verdad -aquella que inquieta el corazón del ser humano y que se plenifica en el encuentro con lo divino-.

 

En San Agustín toda alma que busca la verdad encuentra un amigo seguro y fiable. Por eso es el patrono de "los que buscan a Dios".

 

A San Agustín se le cuenta entre los Padres de la Iglesia, y forma parte también de la lista de los Doctores de la Iglesia. Fue un brillante orador, filósofo y teólogo, autor de célebres textos entre los que se encuentran las "Confesiones" y "La ciudad de Dios". Sirvió a la Iglesia como sacerdote y obispo.

 

"Tarde te amé"

San Agustín de Hipona nació el 13 de noviembre del año 354 en la ciudad de Tagaste, ubicada al norte de África, en lo que hoy sería Argelia. Sus padres fueron Patricio Aurelio, ciudadano romano, y Mónica, mujer cristiana de probada virtud que alcanzaría la santidad por su abnegación y perseverancia, rezando y luchando por la conversión de su esposo y su hijo, Agustín.

En su juventud, Agustín se entregó a una vida libertina, dada a los placeres mundanos. Convivió con una mujer durante catorce años, con la que tuvo un hijo de nombre Adeodato, quien murió muy joven.

 

Las cosas empezaron a cambiar cuando fue destacado como orador del emperador en Milán. Allí conoció a San Ambrosio, obispo de la ciudad, cuyo testimonio de sabiduría y habilidad retórica lo dejaron impresionado como nada lo había hecho antes. Providencialmente, Agustín fue capaz de reconocer gracias a aquel hombre santo tanto la luz de la Verdad -con mayúscula- que había buscado como, por contraste, la oscuridad en la que se encontraba su existencia.

 

Un día, cuando Agustín estaba en un jardín, sumido en una profunda melancolía, escuchó la voz de un niño que le decía: "Toma y lee; toma y lee". El santo abrió, al azar, una biblia que tenía a mano. Sus ojos se posaron en lo primero que vio: el capítulo 13 de la carta de San Pablo a los romanos. Este decía:

 

"Nada de comilonas ni borracheras; nada de lujurias y desenfrenos...revestíos más bien del Señor Jesucristo y no os preocupéis de la carne para satisfacer sus concupiscencias" (Rom 13,13-14). Aquel texto le tocó el alma y aceleró su proceso de conversión. En ese momento resolvió cambiar de vida según Cristo, empezando por renunciar a los placeres carnales y ser casto.

 

"Tarde te amé, oh Belleza siempre antigua, siempre nueva. Tarde te amé", dice San Agustín en sus Confesiones.

 

26 agosto

 


San Mateo 23,1-12

Buen día, buen día, espero hayas comenzado lindo este tiempo de renovación interior. Hoy Jesús en su Palabra nos dice por un lado quienes y como son los fariseos y luego deja a sus discípulos consejos claros de cómo deben ser quienes quieren seguir sus huellas.

Dice Jesús: los fariseos atan pesadas cargas y difíciles de llevar, pero ellos no quieren moverlas ni siquiera con un dedo, todo lo hacen para que lo vean.

 

Cuantas veces podrían llamarnos fariseos, cuantas veces somos expertos en decir lo que los demás tienen que hacer y en el cómo y sin embargo nosotros no hacemos nada, cuantas veces exigimos que el otro obre de tal o cual manera, sin mirarnos primero nosotros, sin exigirnos nada; cuantas veces incluso, somos Cristianos solo para la selfie…para mostrarnos.

 

Necesitamos renovarnos en Jesús, contemplando su vida y entrega, escuchando su Palabra. Sabiéndonos heridos, reconociéndonos necesitados de sanación, queremos, en este tiempo, renovar nuestro obrar y corazón, poniéndonos al servicio de los demás, aunque nadie lo sepa, ni nadie nos vea, queriendo ser servidores de verdad, discípulos enamorados de Jesús que quieren vivir todo por amor a Él y teniendo sus mismos sentimientos: humildad, entrega generosa, misericordia.

 

Señor, en este tiempo de gracia, queremos renovar tu amor en nosotros, haciéndonos parecidos a ti, discípulos renovados en tu amor, por eso te pedimos que nos des un corazón semejante al tuyo, compasivo y humilde, servicial y misericordioso.

25 de agosto

 


San Mateo 22, 34-40

 

El  Evangelio de hoy nos habla de lo fundamental de la vida del hombre. ¿Cuál es el mandamiento principal?, le preguntan a Jesús; siempre tentándolo, siempre buscando de encontrar alguna falla en su enseñanza y en su postura.

Los fariseos y los saduceos, los que estaban alrededor de Jesús, estaban preocupados de ver dónde poder encontrar un momento de falla en la enseñanza de Jesús y Él mirándolo como buen maestro le da la respuesta sintéticamente: "Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con todo tu espíritu", éste es el más grande y el primero de los mandamientos. Y unido a éste, allí nomás, está el otro mandamiento fundamental que es el mandamiento del amor al prójimo: "Amarás al prójimo como a ti mismo".

Esta respuesta de Jesús es fundamental para nosotros también, para nosotros vale la pena preguntarnos: ¿Qué es lo más importante en mi vida?, ¿Qué es lo que más me llena de felicidad?, ¿Qué es lo que me preocupa vivir, no solamente cumplir eternamente, para encontrar el sentido de la felicidad?.

La pregunta es siempre cuestionadora, ¿Qué es lo más importante en tu vida? y la respuesta de Jesús sigue siendo luz para nosotros, tenemos que Amar. Amar a Dios por sobre todas las cosas y Amar al prójimo como Jesús mismo nos ha enseñado, amarlo como nosotros queremos ser amados, pero sobre todo como Jesús -el Maestro- nos ha enseñado.

Seguir a Jesús es simple, sencillo y claro; Él mismo lo dice de distintas maneras a lo largo de todo el Evangelio, el Amor es todo en la vida del hombre, el Amor tiene que ser el eje en la vida del cristiano, nosotros fácilmente repetimos la frase: "El mandamiento principal es Amar a Dios por sobre todas las cosas y al prójimo como a nosotros mismo". Pero después viene el cuestionamiento de todos los días, ¿Yo amo verdaderamente a Dios?, ¿Le dedico el tiempo que se merece?, ¿Me acuerdo de Él durante el día?, ¿Le ofrezco todas mis acciones?, ¿Vivo para Él e iluminado por Él?. Cuántas cosas lindas podríamos realizar en la vida si realmente el amor estuviera en el eje, en el centro de nuestra existencia.

Señor ayúdanos a amar, a vivir amando, a gastar la vida en el amor. Ayúdanos a dar sentido a nuestra existencia desde esta conciencia de que solamente amándote a Ti y amando al prójimo encontramos la verdadera felicidad en el corazón. Después de haber amado, que significa también cuidar (cuidar la vida propia y ajena), después de haber amado que significa hacer de nuestra vida un don para los demás podremos decir: Señor, hemos cumplido lo que tu nos has pedido, hemos cumplido el camino de la felicidad y queremos estar en la plena felicidad en tu casa, porque tú eres el amor que llena nuestro corazón.