San Lucas 9,
43-45
Hablar de
San Jerónimo en el mundo de la traducción es hablar de una de las figuras más célebres de la historia de la humanidad.
Pero no mucha gente sabe en profundidad quién es San Jerónimo, o Jerónimo de
Estridón, su nombre anterior a ser beatificado.
San Jerónimo
es mundialmente conocido porque fue la primera persona que tradujo la Biblia al
latín corriente, desde la versión hebrea y la versión griega (conocida como
Biblia Septuaginta). El resultado fue la Vulgata, o Biblia latina. Pero todo el proceso anterior y posterior a
este momento es, en ocasiones, olvidado. Y es necesario conocerlo para
reconocer el valor del trabajo de San Jerónimo.
San Jerónimo
fue una persona tremendamente avanzada para su época, el siglo IV d.C. Oriundo
de Estridón, ciudad de la provincia romana de Dalmacia. Desde joven recibió una
educación amplia y rica, estudiando en Roma desde su adolescencia. Desde su
infancia demostró una curiosidad por la retórica y la literatura fuera de lo
común. Tras años de estudio decide convertirse al cristianismo y comienza a
dedicar su vida al estudio de las Sagradas Escrituras.
Pero su
conocimiento en lenguas extranjeras llegó a los 27 años, cuando estudió griego.
También estudió hebreo en los años venideros, lo que acabó convirtiéndole en
traductor e intérprete de grandes personajes de la época.
Entre estos se encuentran Paulino de Antioquia
o el Papa Dámaso, del que termina siendo secretario. San Jerónimo acaba
convirtiéndose en puente entre la Iglesia de Occidente y la de Oriente, ya que
se ocupa de la correspondencia entre ambas. Es el mismo Papa Dámaso el que le
encomienda revisar las traducciones existentes de la Biblia y comenzar a
realizar él una.
Además de
ser un traductor y autor prolífico, es un referente en la historia de la
traducción. Fue uno de los defensores de la traducción fiel a la lengua meta,
respetando el texto original, pero sin copiarlo palabra por palabra. Aun así,
consideraba que la traducción de textos religiosos debía hacerse con
precaución, respetando al máximo los originales.
San Jerónimo
fue un hombre de mundo, un erudito respetado en su época y en las siguientes;
fue y seguirá siendo una de las figuras más respetadas de la historia por su
amplia cultura y saber.
Una de sus
frases más populares es “Desconocer las escrituras es desconocer a Cristo”.