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29 de abril

San Juan 6,60-69

Hoy en el Evangelio los discípulos de Jesús se quejan por el duro lenguaje que tiene el Maestro, es decir, por lo exigente que es. Y es verdad, seguir a Cristo no es fácil, siempre nos pide que entreguemos todo, nuestra fuerza, nuestro corazón, todos los dones que hemos recibido.

En el medio del texto del evangelio, Jesús dice: yo, por eso les he dicho, que nadie puede venir a mí si el Padre no se lo concede. Es decir, que seguir a Cristo, acercarse al Padre, es responder a una llamada de Dios que nos habló, que nos amó primero, que nos invita realmente a tener vida en abundancia, esa vida regalada por el Espíritu dice el texto del evangelio que estamos compartiendo.

Estamos hoy, en este sábado en las vísperas de la vigilia del Buen Pastor, en la cual, la Iglesia Católica celebra, festeja, hace memoria de Jesucristo como Pastor de todo su rebaño, de todas las ovejas que somos nosotros, en el cual nos convoca, nos llama, nos invita a responderle con un ¡SI! Sabiendo las exigencias de este llamado, sabiendo que el Maestro, siempre pide todo. Por eso la queja de los discípulos. Y la respuesta de Jesús al final ¿También ustedes quieren irse? Afortunadamente, Pedro responde: ¡Señor a quién iremos, Tú tienes Palabras de Vida Eterna! reconociendo que solo de Jesús, nos puede venir la verdadera Salvación.

Pidamos en ésta jornada del Buen Pastor entonces, la gracia de responder con un verdadero ¡SI! en la Vocación que Dios nos haya regalado, ya sea en la vida matrimonial, religiosa, sacerdotal, misionera, responder con un verdadero Si a su llamado y también comprometernos a rezar por las distintas Vocaciones que tiene la Iglesia Católica.

 

28 de abril

San Juan 6,52-59

Jesús se presenta como “el pan vivo bajado del cielo”, el evangelio, la Palabra de hoy nos presenta el alimento de salvación, nos muestra cuál es el camino que tenemos que seguir para ir a vivir con Dios: comer la carne del Hijo del hombre y beber su sangre y esto es el verdadero alimento, habrá Vida Eterna en nosotros cada vez que accedemos a este sacramento de la eucaristía.

Cristo ha querido quedarse de ese modo con nosotros, su presencia nos va a conducir siempre al Padre; y hablando del Padre podemos decir que Jesús siente siempre ese deseo de hablar de Su Padre, lo hace con orgullo, con cariño, con ternura, algunos dirían casi obsesivamente no para de hablar de Su Padre: “es mi Padre el que les da Vida Eterna”, “yo vivo por el Padre” es otra de las expresiones de Jesús.

Qué bueno poder decir eso: vivo por el padre, intento vivir haciendo la voluntad de Dios, estar en la Casa del Padre, hacer las cosas del Padre. Como ese hijo pródigo que se alejó, que después volvió, entendió la lógica de la misericordia, que es amado, perdonado, recibido por su padre y ya se queda entonces para siempre en la casa de su padre haciendo el bien.

La lógica de la misericordia nos invita entonces a no quedarnos estancados, a no cansarnos de hacer el bien, al contrario, creativamente una y otra vez poner manos a la obra para generar vida, para generar vida entre nosotros, esto es decir hacer buenas obras, esto es realmente convencernos de que Dios nos ha prometido el cielo, el cielo tiene mucho que ver cómo vivimos el hoy aquí todos los días en la tierra.

La eucaristía es sin dudas el alimento para el camino, nos da fortaleza en la peregrinación de cada día y nos marca también hacia donde nos encaminamos. Pidamos al Señor la gracia entonces de poder alimentarnos siempre de ese pan, de poder vivir por el Padre haciendo Su voluntad, estando en sus cosas, haciendo las obras que el Padre nos inspire a través de su Espíritu.

27 de abril

San Juan 6, 44-51

Es un Evangelio muy importante y en este tiempo, donde hace referencia al núcleo al centro de nuestra fe, la Resurrección de Jesucristo donde el en distinto momentos se va a pareciendo a los apóstoles, va enseñando, comparte con ellos distintos momentos, pero siempre hace referencia a esa alegría Pascual, para que ellos también puedan seguir apostando a ese mensaje que el Padre le envió le encomendó y donde puedo cumplir hasta el final.

 Me parece que este Evangelio de San Juan hace referencia a algo muy importante e interesante, algo muy profundo, donde Jesús invita y donde se da a conocer el Pan Vivo bajado del cielo que nos alimenta, él nos da a conocer al Padre, a Dios, él nos invita a pertenecer a su mensaje, a hacer visible al Padre desde nuestra persona, incluso a apostar y a creer en lo que él nos invita, nos pide, para que nosotros podamos tener vida y Vida Eterna.

El Evangelio, en este tiempo Pascual,  podemos apostar a la persona de Jesús que no solo es el Pan vivo bajado del cielo, sino que también nos muestra ese rostro de Dios, donde nosotros también tenemos como discípulos seguir apostando por esta presencia visible de Jesús en cada uno de nosotros, pero también ir descubriendo a Jesús en el hermano que está al frente mío, para que juntos podamos también ir haciendo visible el mensaje, la alegría Pascual, haciendo visible especialmente en estos tiempos donde prevalece muchas veces la cultura de la muerte, hacer presente la cultura de la Pascua, la cultura de la vida, la cultura y la filosofía de Jesús, para que como seguidores de Jesús podamos apostar por una nueva sociedad desde la civilización del amor.

 

  

26 de abril


 San Juan 6,35-40

Estamos transitando la semana del discurso del pan de vida. Luego de la multiplicación de los Panes, de cruzar a la otra orilla y de seguir predicando, vemos que la multitud busca a Jesús pidiendo siempre el pan de vida. En el evangelio de hoy Jesús justamente se anuncia así: “Yo soy el pan de vida, el que viene a mi jamás tendrá hambre, el que cree en mi jamás tendrá sed”. Vemos que la Palabra también nos da herramientas para llevar un poco de todo esto a nuestra propia vida. Recemos y pensemos un poco:

En primer lugar, querer.

Jesús dice: El que viene a mí jamás tendrá hambre. Hay una decisión de ir, porque la eucaristía involucra nuestra voluntad, el querer. Yo quiero ir, yo quiero compartir, yo quiero celebrar y dejar todo en las manos de Jesús, yo quiero recibirlo en su Palabra y la Eucaristía. Por eso es hermoso participar activamente en la misa. Justamente porque las ataduras muchas veces pasan por nuestro querer, y nos vamos dejando estar.  Muchas veces se mueve solamente por las ganas y su amor no deja de ser superficial. Pero el querer es distinto, es aceptar que lo que voy a recibir es el mejor bien que puedo tener en mi vida: Jesucristo mismo. Pídele al Señor la gracia de tener un convencimiento interior, que te aumente el querer, para que sepas que lo que necesitas hoy es el pan de vida. Es una gracia que hay que pedir, pero siempre para compartirla con los demás.

En segundo lugar, creer.

El señor dice también: ya se los he dicho: ustedes me han visto y sin embargo no creen. El reclamo que les hace Jesús es el no creer. Ese creer que mueve montañas, ese creer que moviliza y le da sentido a nuestras vidas, a nuestro día a día. La definición más hermosa que alguna vez escuché sobre la fe es “ver la vida con los ojos de Dios”. Qué lindo esto, porque nos da la clave para caminar por este mundo: mirar todo como lo mira Dios. No solamente descubrirlo a él, sino también descubrir su presencia en los demás y en mi propio corazón.

Por eso te dejo un propósito para este día: pídale al señor en tu oración que nos aumente la fe, que lo podamos descubrir en cada situación que vives, que lo puedas encontrar en la eucaristía, que tu fe no dependa del sacerdote que celebra o de la gente que te acompaña, eh. Pídele a Jesús que tu fe no dependa tanto de lo externo o de los signos, sino de esa fortaleza interior que Dios te quiere dar. Aliméntate de Jesús y busca ese pan que sacia y sana para compartirlo con los que te acompañan en el camino.

En tercer lugar, seguir.

Por último, Jesús nos invita a que revisemos nuestra propia voluntad y la trabajemos dejándonos ver cómo fue su propia voluntad. Él dice: he bajado del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la de aquel que me envió. Jesús vino a realizar la voluntad del Padre. Tu y yo también tenemos que descubrir cuál es esa voluntad en nuestra vida, ese sueño que Dios tiene para tu caminar. Eso es la santidad, ir discerniendo qué es lo que Dios me pide. Quédate tranquilo, quédate tranquila, que Dios no juega a las escondidas con nadie, todo lo contrario, se te va mostrando a través de signos. Por eso, pídele hoy al buen Dios que te mande su Santo Espíritu para que puedas querer, creer y seguir.

25 de abril


 San Marcos 16, 15-20

Celebramos junto con toda la Iglesia la fiesta de san Marcos evangelista, uno de los primeros miembros de la comunidad cristiana. Marcos fue discípulo de san Pablo, luego sabemos que estuvo vinculado a san Pedro y que conoció la iglesia de Roma.

Por eso les escribe especialmente a los cristianos de origen pagano, y de él es el primer evangelio que se redacta, destinado a aquellos que iban creyendo en el Señor pero que no lo habían conocido ni eran judíos. Cuando te acerques a este evangelio, vas a ver que es un texto de fácil lectura, corto y que explica mucho las costumbres judías. Lo ideal es poder empezar la lectura del nuevo testamento leyendo a san Marcos. Si quieres acercarte por primera vez al evangelio, podrás empezar por ahí, es un buen punto de partida.

El pasaje que compartimos hoy es la última parte del evangelio, Marcos 16, del 15 al 20. Vemos la explosión del acontecimiento pascual que provoca un envío. El señor dice: “vayan por todo el mundo y anuncien la Buena Noticia”. Puedes ver que en esos dos verbos: vayan y anuncien, ir y anunciar. Usted y yo tenemos esta misión también, una misión que nos deja el mismo Jesús. Qué importante es aceptar la Pascua en nuestra vida, ponernos en movimiento, no encerrarnos, no estancarnos y reconocer que hay un llamado a involucrarse en serio.

Anunciar implica ser dóciles a la voz del Espíritu Santo, que nos pone en camino y nos da la fuerza. Anunciar es abrir la boca, abrir la vida y el corazón para compartir algo que es más grande que nosotros, la Buena Noticia de la salvación. Por eso pregúntate, ¿Cómo estás anunciando a Jesús  hoy? Recuerde  aquella frase que se le atribuye a san Francisco: Predica el Evangelio en todo momento y si es necesario usa las palabras.

Por último, vemos que Jesús habla de signos que van a acompañar a los que crean: arrojarán a los demonios y hablarán nuevas lenguas; podrán tomar a las serpientes con sus manos. Es decir, hay momentos en los que tu corazón te va a pedir anunciar y no vas a saber cómo ni de dónde, pero Dios te va a estar sosteniendo y dando la fuerza necesaria. Por eso confía en que no estás en soledad en esta misión, pero anímate a hacerla. Hay que tener capacidad de asombro, porque Dios no te abandona. La fe mueve montañas. Comparte lo que Dios hizo y hace en tu vida.

 

 

24 de abril


 San Juan 6,22-29

Toda la gente de Galilea, los discípulos en particular, pero todos en general, están admirados por las obras, por los signos que Cristo realiza… Acaba de dar de comer a cinco mil hombres con tan sólo cinco panes y dos peces y ahora lo han visto caminar sobre las aguas… ¡Sí! Este hombre logra cosas increíbles, hace posible lo imposible…

Así las cosas, sobre el final del Evangelio de hoy, los discípulos le preguntan a Cristo: “¿Qué debemos hacer para realizar las obras de Dios?”, es decir, cómo podemos hacer también nosotros para ser como tú, para hacer lo que tú haces… Jesús responde dándonos la clave de todas las claves: “la obra de Dios es que ustedes crean en aquél que él ha enviado”, es decir, quieren ser como yo, quieren hacer lo que yo hago: pues, comiencen por creer…

Jesús, repito, nos da una clave fundamental para que podamos hacer, en nuestras vidas, lo que Él ha hecho en la suya, la clave es creer. Creer en Cristo, creerle a Cristo. Jesús ya lo ha dicho en otras ocasiones: “todo es posible para quien tiene fe… para quien cree”.

¡Nosotros contamos con el testimonio de Cristo y de María! Recuerden lo que el Ángel mismo apuntó a la Virgen en el diálogo de la Anunciación: “¡Nada hay imposible para Dios!”.

Ahora, que estamos celebrando el tiempo de Pascua, el tiempo de Resurrección, cobran todavía más fuerza esas palabras: “¡Nada hay imposible para Dios!”. Palabra que Cristo viene a completar cuando nos avisa que, si le creemos a Él, si le creemos a Dios en Él, tampoco para nosotros habrá nada imposible.

Albert Einstein decía: “si lo puedes imaginar, lo puedes lograr”. Nosotros hoy, de la mano de Cristo, diremos todavía más: si lo puedo creer, si tengo fe, entonces lo puedo hacer, entonces lo puedo lograr.

Invito a cada uno a que piense en este tiempo de Resurrección y Pascua, cuál es el siguiente paso que quiere dar en su vida, qué es eso tan importante que desea hacer… Una vez imaginado, le presento al Señor ese paso, lo pongo en sus manos, le creo a su Palabra: “¡Nada es imposible para Dios!”… Y creyendo, pongo manos a la obra.

¡Señor, queremos ser como tú eres, queremos hacer lo que tú haces!¡Basta con que CREAN… -dice el Señor!

22 de abril

San Juan 6, 16-21

Contemplando el Evangelio de este día bajo la luz del Tiempo Pascual que estamos viviendo, nos puede recordar a un relato de una de las apariciones de Jesús resucitado a sus discípulos. Y concretamente a los discípulos de ahora que Él bien conoce, que a pesar de haber celebrado la Vigilia Pascual, toda la Octava de Pascua y esta Segunda Semana… continúan aún “en una noche cerrada”, en la que no cesa de soplar un viento fuerte y las aguas cada vez se encrespan con más violencia… Y, ¿cómo es esto? Pues porque “Jesús todavía no los ha alcanzado”. Pero el deseo de Jesús es que su Resurrección nos llegue a todos.

Normalmente Él se pasea entre nosotros “como uno de tantos”; sin embargo, en esta ocasión se presenta caminando en medio de la oscuridad sobre las aguas de un lago… y ¡esto ya no es cosa de uno de tantos! Hay momentos concretos (como sucedió en éste relatado por San Juan) que Jesucristo se manifiesta con fuerza y poder en la vida de cada uno como Dios que es, caminando por encima de todas las aguas posibles, noches, muertes, miedos, sufrimientos… y diciéndonos: “SOY YO, NO TEMÁIS”.

Pongamos en Jesucristo toda nuestra seguridad y confianza, porque Él es nuestro Salvador, nuestro Dios y Señor. Él ya ha vencido a la muerte. ¡Está resucitado entre nosotros! ¡ALELUYA

 

21 de abril


 San Juan 6, 1-15

El Evangelio de hoy, donde se nos narra el milagro de la multiplicación de los panes y los peces, muestra la misericordia y la compasión de Jesús hacia la gente que le seguía. Es Jesús mismo el que toma la iniciativa de darles de comer. A través de este signo Cristo no sólo se revela a sí mismo, sino que también manifiesta la gloria de Dios; de hecho, antes de realizar el milagro, es a Dios Padre a quien se dirige pronunciando la acción de gracias y reconociendo que el origen de los panes y de todo está en Dios Padre.

“Todos se saciaron”, nos dice el texto, y es que este pan, que es el Pan de Vida, pan de Cristo, su Palabra y su Cuerpo, es lo único que sacia el corazón del ser humano.

Vemos en este signo que con muy poco Dios puede hacer mucho, con sólo cinco panes y dos peces puede saciar el hambre de una muchedumbre. Nosotros también tenemos esos cinco panes y dos peces que son los talentos que Dios nos ha regalado. Estos talentos, a veces, pueden ser nuestros buenos gestos con los demás, una limosna o tal vez una simple sonrisa, algo tan insignificante podría alegrar y dar vida a nuestro prójimo, que no sólo está necesitado de lo material sino de algo más.

Ya hemos visto que todos se saciaron y sobraron doce cestos, lo que demuestra siempre que Dios nos da mucho más de lo que necesitamos. Como cristianos también nosotros tenemos que ser generosos con los dones que Dios nos ha concedido. Debemos poner al servicio de Dios y de los demás los que tengamos, aunque parezca muy poco. Dios puede sacar mucho de poco.

Jesús hoy sigue haciendo milagros, pero éstos pasan, a veces, por nuestras manos, nuestro corazón, nuestros labios… El milagro somos nosotros, ofreciendo nuestra pequeñez que Dios convierte en grandeza.

En este tiempo de Pascua sigamos anunciando la alegría de Cristo Resucitado que se parte y se reparte para todos.

20 de abril

20 de abril

San Juan 3, 31-36

El discurso del evangelio de hoy sigue ahondando en lo esencial del encuentro de Jesús y Nicodemo. Nos muestra dos orígenes, 2 tipos de personas; al hablar de la tierra refiere a la persona que carece de vínculos con Dios, es el que “habla de las cosas de la tierra”; y al hablar del cielo alude a Jesús mismo quien “da testimonio de lo que ha visto y oído”. Jesús muestra el rostro del Padre, el ser y el hacer de Padre. Acoger, creer en la Palabra del Hijo significa aceptar a Dios mismo.

Para la comunidad de Juan  es importante clarificar que Jesús es el Hijo de Dios. Acoger el mensaje de Jesús, es acoger a Dios, aceptar su presencia sanadora y liberadora, como dice el salmo “el Señor lo escucha y lo libra de sus angustias”.

Es necesario optar entre aceptar que Dios está ausente en la vida o acoger la presencia salvadora de Jesús, ya presente en la vida cotidiana, en gestos y palabras que expresan perdón, alegría, estoy contigo, amor, escucha, creo en ti.

Esta opción es personal, la invitación en este evangelio se repite “El que acepta su testimonio”, “El que cree en el Hijo”. Los que acogen esta invitación son transmisores del rostro de Dios a través de sus vidas. ¿Tú que respondes a esta invitación?

 

19 de abril

 

San Juan 3, 16-21

En el diálogo con Nicodemo, en medio de una íntima conversación, en el silencio y soledad de la noche, Jesús llega todavía a una mayor profundidad en la revelación de su persona y de su propio misterio. Junto a este encuentro entre Jesús y Nicodemo. Jesús le dice

“El que cree no será condenado”

“El que cree en mí no será condenado”.  “… para que todo el que cree en mí tenga vida eterna”. “Que no perezca ninguno de los que creen en mí”. Las alusiones a la fe son claras y manifiestas.

El “tanto amó Dios al mundo” como el “mirad qué amor tan grande nos ha tenido el Padre para llamarnos hijos de Dios”, nos está diciendo que la iniciativa de la fe está en Dios; y la continuación y el epílogo, también. Todo es amor de Dios.

La fe consiste en admitir, más todavía, en vivir y en transmitir esta gran noticia. Somos hijos de Dios. El Padre del Hijo único ha querido ser padre, de forma distinta pero real, de todos los hombres y mujeres. Somos hijos en el Hijo y, por tanto, hermanos todos

La luz, las obras y la verdad

De entrada, hay que afirmar que las obras no nos justifican, nos justifica Dios y la fe en él. Pero, si creemos, la fe nos obligará a ponerla en práctica mediante las obras. De tal forma que estas obras son más fruto y efecto de la fe que de nosotros mismos. Están equivocados los “piadosos” que tratan de hacer buenas obras para conseguir el amor de Dios y la salvación. Mejor sería que amaran más, que creyeran más, para que obraran mejor.

Hay que escuchar a Jesús como María y obrar como Marta. Hay que orar como Jesús y, luego, dar trigo como él. “Esta es la causa de la condenación –nos dice hoy Jesús- que la luz vino al mundo, y los hombres prefirieron la tiniebla a la luz, porque sus obras eran malas. Porque todo el que obra perversamente, detesta la luz y no se acerca a la luz, para no verse acusado por sus obras. En cambio el que realiza la verdad, se acerca a la luz, para que se vea que sus obras están hechas según Dios”.


18 abril


 San Juan 3, 7-15

Jesús le dice a Nicodemo “Tienes que nacer de nuevo”, en cada nuevo amanecer, de alguna manera, nacemos otra vez, es un nuevo comienzo, un tiempo lleno de nuevas oportunidades para dar sentido a nuestra existencia. Entender el verdadero sentido de nacer de nuevo se complica a veces demasiado, porque podemos no entender como le pasó a Nicodemo, todo un maestro de Israel.

Cuando somos pequeños nos enseñan a través de cuentos para aprender lo que hemos o no hemos de hacer, a medida que vamos creciendo las palabras van siendo más claras y en un lenguaje adaptado a nuestra edad, pero está claro que no hay más ciego que el que no quiere ver, así que hay veces que por muy bien que nos expliquen las cosas, por muchos ejemplos que nos pongan o por muchas veces que nos repitan algo, si no queremos entender, no lo vamos a hacer.

Si nos paráramos a hacer un análisis de la realidad que vive nuestro mundo, seguro que diríamos que necesitamos nacer de nuevo, pero no volver atrás, sino en el momento histórico en el que estamos, parar, descubrir cuáles son las situaciones a las que hay que morir, buscando así en esas debilidades que tenemos como sociedad, fortalezas que impulsen una mejora de las condiciones de vida de tanta gente que no tiene nada.

Es difícil entender que de la muerte pueda darse la verdadera Vida, que de la entrega de un inocente pueda alcanzarse la salvación, que del perdón de los pecados se llegue a la vida eterna, pero sólo si somos capaces de tener fe podremos mover las montañas de la infelicidad y descubrir el verdadero Amor que Dios tiene por cada uno de nosotros.

¿Cuáles son los pilares que mantienen nuestra vida? ¿En qué sustentamos la fe? ¿Qué debemos dejar morir para llenarnos de Vida?

17 de abril


 San Juan 3, 1-8

Nicodemo es fariseo y doctor de la ley. Está bastante bien dispuesto. Va a visitar a Jesús. Sabe sacar unas conclusiones buenas. Reconoce a Jesús como maestro venido de Dios. Tiene buena voluntad. Es hermosa la escena.

 Visita Jesús de noche. Jesús lo  recibe. Me lo imagino que a la luz de una lámpara dialoga serenamente con él. Escucha las observaciones del doctor de la ley. Jesús le propone volver a nacer. Aquí Jesús no habla de volver a nacer biológicamente.

Sino que habla de un renacer del Espíritu. Mucho no entiende Nicodemo, pero Jesús no se impacienta. Va presentando el misterio del Reino. No impone, sino que propone.

Jesús va ayudando a Nicodemo a profundizar en el misterio del Reino. Hay que nacer de nuevo. No es biológico. Es un nuevo nacimiento espiritual. Creer en Jesús supone «nacer de nuevo», «renacer» del agua y de Espíritu. Hace mención al bautismo.

 Ahí hemos empezado una vida nueva. Cuando nacimos fuimos hijos de Dios al ser personas. Pero con el bautismo hay un plus, un agregado. Dios nos dijo a cada uno: cuando naciste te recibí como hijo, pero a partir del bautismo eres mi hijo muy querido, o mi hija muy querida.

 Ese es el plus: somos por el bautismo hijos muy amados de Dios, y Dios como a hijos queridos nos regaló el Espíritu Santo que está en nosotros.

El evangelio, con sus afirmaciones sobre el «renacer», nos interpela a nosotros igual que a Nicodemo: ¿se produce en nosotros signos de un renacer? ¿Hemos entendido la fe en Cristo como una vida nueva que se nos dio? ¿Vivimos la vida nueva de Dios nos ofrece?

 

15 de abril


San Marcos 16,9-15

La Palabra nos sitúa ante un Jesús resucitado que se presenta junto a sus discípulos, ante los once que permanecieron en la fe (sabemos que uno de ellos ya no estaba, y por eso lo destaca el texto). Este Jesús superador, victorioso, lleno de gloria, se presenta una vez más junto a sus amigos, sus elegidos, con quienes compartió su vida y su enseñanza.

Les deja un enorme desafío, que es un estilo de vida, para los apóstoles y para todos nosotros. También hoy nos dice que vayamos y anunciemos el Evangelio a toda la creación. Vayan. El salir, el dejar atrás la vida común, la de todos los días. Vayan a lo desconocido.

Vayan teniendo los mismos sentimientos de Cristo, como nos dice San Pablo: mirar como Él, mirar con Él, para llevar el fuego del Evangelio. Anuncien el Evangelio a toda la creación, que no quede rincón sin iluminar por la gracia de la Palabra.

 Jesús mismo es el mensaje que tenemos que ir encarnando, asumiendo como los apóstoles y llevarlo a todo lugar, en todo momento. El Señor nos invita y nos desafía. Ya no dicen síganme, vengan y vean, sino que ahora Jesús nos envía, nos manda, nos invita a ir, aparentemente, solos (pero sabemos que Él nos prometió que estaría con nosotros hasta el final).

Aquí está la clave: que asumamos como propios los desafíos de su corazón, hacer nuestro su amor, su mirada generosa y abarcativa, que supera las diferencias, las fronteras humanas de este mundo.

 El mensaje es poder encontrar y reconocer a Jesús, para poder llevarlo a los demás. Reconocer que Jesús nos eligió y nos llamó para ser apóstoles, para aprender de Él y luego predicarlo, anunciarlo y vivirlo, y en nuestra vida cotidiana, en lo sencillo y concreto de todos los días, hacer realidad este mensaje.

Sin dudas, hoy es un día de gracia: Él nos invita a reconocerlo en nuestra vida y nos hace capaces de llevar la Buena Noticia por todo el mundo: «Vayan por todo el mundo, anuncien la Buena Noticia a toda la creación.

 

 

14 de abril


San Juan 21,1-14

Con gran alegría estamos celebrando la Resurrección de Nuestro Señor Jesucristo y toda esta semana venimos escuchando en la Palabra de Dios, precisamente en el evangelio, las distintas apariciones de Jesús resucitado.

En este caso, la liturgia de este viernes de la octava de Pascua nos presenta otro texto más de la aparición de Jesús, la resurrección que se manifiesta después y esta es una de las pruebas, la aparición del resucitado a aquellos que Él más amaba.

La instrucción de Jesús es tirar la red a cierto lugar, ellos hacen lo que Él Maestro les dice y por supuesto, al seguir sus instrucciones, al seguir Su Voluntad, se produce el gran milagro, sacan dice el texto 153 peces, la red no se rompió, RESISTE.

Y justamente esta abundancia demuestra que la presencia de Jesús hace crecer el reino.

Nuestra sola presencia no alcanza, nuestras buenas intenciones suman, pero no lo es todo, necesitan siempre, tenemos esa necesidad, la presencia del Señor entre nosotros.

Y esa presencia del Señor sobre nosotros está asegurada en nuestra querida Iglesia, está asegurada ya desde la resurrección, está asegurada ya desde que Jesús se despide de nosotros cuando asciende a los cielos: “Yo estaré con ustedes hasta el fin del mundo”.

En nuestra vida también está asegurada esa presencia del Señor.

Si nosotros no somos fieles, el Señor Sigue siendo fiel. Si nos desviamos del camino, nos llama una y otra vez para que nos acerquemos, por lo tanto, aprovechemos esa Gracia, ese regalo que el Señor nos hace.

Pensemos que esta resurrección es para que nosotros también la podamos disfrutar y la podamos aprovechar, podamos resucitar.

Esta resurrección se da todos los días, va a decir el evangelista Juan, con otras palabras, se da aquí y ahora, uno puede vivir en esta tierra como resucitado si realmente abraza La Gracia de Dios. Si verdaderamente abraza la verdadera Fe, si verdaderamente nos dejamos conducir y convertir por el Espíritu Santo.

No nos quedemos de brazos cruzados, no perdamos la esperanza, seamos constructores de Paz de ternura, seamos mensajeros, embajadores realmente de la buena noticia.

 

 

13 de abril

San Lucas 24,35-48.

Hoy la Iglesia nos regala, en el Evangelio de Lucas, esta aparición de Jesús.

Jesús que se hace presente en medio de sus discípulos, y los discípulos tienen un miedo muy grande: el miedo de que Jesús sea un fantasma sea algo distinto a ellos; lo que produce mucho temor, por eso dice el texto: los dejó atónitos. Y Jesús ahí nomás les responde: ¿por qué tienen miedo?, soy yo. ¿No ven que este soy yo? Tóquenme, véanme… Es más: quiero comer, ¿tienen algo para comer? Y dice el texto que tomó el alimento y lo comió delante de ellos.

 Es un texto que nos recuerda algo grande. Nos recuerda que Dios ha hecho una opción por la humanidad; y a pesar de su Pasión y de su Muerte no se desencantó de la humanidad, sino que sigue optando por la humanidad. Resucitado sigue entre nosotros, sigue acercándose a nosotros. Es como que da otra oportunidad; es como que el Señor sigue poniendo su mirada, deteniendo su mirada sobre nosotros.

Hoy, a la luz de este Evangelio, es un día para alegrarse mucho, alegrarse por tener este Dios que tiene una mirada de esperanza sobre nosotros, que confía en nosotros más de lo que nosotros confiamos en nosotros mismos; un Dios que sigue apostando por nosotros.

Y, a la vez, este Evangelio nos regala una nueva mirada sobre nosotros: si en mis lugares de vida: en mi familia, en mi trabajo, entre mis amigos, en mi lugar de estudio… hay o hubo situaciones de muerte, situaciones de dolor, de tristeza, si sufrí heridas… este Evangelio me dice: ¡sigue apostando por los tuyos, sigue jugándote por ellos, otra oportunidad, sigue creciendo; sigue, juntos, madurando!

Un Evangelio que llena la mirada y la vida de esperanza.

 

 

12 de abril

 

San Lucas 24,13-35

Este texto es muy conocido y es llamado los Discípulos de Emaús. Dos discípulos a quienes Jesús se acerca para caminar con ellos. Que linda caminata haciéndonos ver que en el camino está él, está Jesús. El camino es el signo de la vida en la que cada uno tiene que transitar, en ella hay muchas vivencias, experiencias y emociones por la que pasamos. Pero lo más lindo es que en el camino, en nuestro camino va Jesús al lado nuestro.

Me llama mucho la atención cuando en la Palabra de Dios dice que cuando Jesús se acerca a los Discípulos había “algo en sus ojos que les impedía ver” y que después al final nos dice que “sus ojos lo reconocieron al partir el pan”. En el camino de la vida seguro que hay cosas que nos tocan y nos impiden ver a Dios que está cerca, y eso Jesús lo sabe.

Jesús, nuestro Jesús nos comprende tanto en el sufrimiento que deja que uno haga el proceso de duelo para consolar el corazón. Tenemos que saber que en nuestras tristezas Jesús nos comprende y nos consuela, por eso el deja que nosotros vivamos el duelo y deja que nos explayemos.

 Pero también en esos momentos Jesús habla, Jesús no se queda callado. Y es muy importante eso, que Jesús en nuestros momentos habla, sus palabras son caricias consoladoras para nuestras vidas, sus palabras hacen arder el corazón para reavivarlo para que pueda seguir latiendo con intensidad. Jesús cuando habla se dirige al corazón. Y eso es reavivante.

Y por último, el momento más fuerte del camino: lo reconocieron al partir el Pan. Lo reconocieron en el compartir, en los alimentos, en la cena, en la Eucaristía. Sus ojos se abrieron y pudieron reconocer que Jesús está vivo y al lado de ellos.

Yo decía al principio que Jesús comprende nuestras tristezas, ¿Quién más nos podría comprender a la perfección cuando estamos mal después de todo el que vivió en carne propia? Jesús nos re comprende y es cuando más está cerca nuestro. Pero él también es el único que puede sacarnos de la tristeza de muerte y devolvernos a la vida a través de su Palabra y de la Eucaristía. Es evidente que Jesús no nos quiere en estado de tristeza, sino que salgamos a flote y salgamos siempre adelante con un corazón vivo y que lata más fuerte.

Gracias Jesús por estar en nuestro Camino al lado nuestro, para compartir nuestras tristezas, pero también para alentarnos y devolvernos la alegría de la vida a través de tu Palabra y también de la Eucaristía. Quédate siempre al lado nuestro.

 


11 de abril


 San Juan 20,11-18

El Evangelio de hoy Martes de la Octava de Pascua, es la aparición de Jesús a María Magdalena. ¿Cuál tiene que ser nuestra reflexión Pascual en estos días donde ya no hay pecado sino santidad por el espíritu de Jesús, ya no hay culpa sino redención por la sangre de Cristo, ya no hay suciedad sino limpieza del corazón? Cristo resucito y sigue resucitando, resucita aquí, hoy y ahora entre nosotros. Y podemos encontrar su presencia resucitada de muchas maneras, de algún modo en cualquier parte donde nazca la vida y triunfe el amor.

Para todos nosotros este es un enorme desafío, claro que para que nazca la vida y triunfe el amor, algo en alguien, en cada uno de nosotros tiene que morir. Pero ahora, Cristo que ha resucitado quiere resucitar en nosotros, Él está en estos días alentando su espíritu de vida en cada uno de nosotros. Y Él nos dice que no temamos, que descarguemos en Él nuestros pesos y nuestros pecados, que Él nos da perdón y mucha gracia, nos dice que nos despojemos de la tristeza y nos vistamos de la alegría, que superemos las desilusiones y nos llenemos de esperanza, que dejemos cambiar nuestro corazón, que nuestro corazón no sea endurecido sino grande y misericordioso.

Hoy nos llama el Señor en esta aparición a María Magdalena, a que vivamos de manera pascual, de manera resucitada. Eso lo pide el mundo de hoy, eso lo pide esta sociedad malherida por tantas cargas que la van quebrando, lleguemos a ser testigos de la resurrección de Cristo en un mundo violento y corrupto, llenémonos de su paz y salgamos a sembrarla, llenémonos del amor de Jesús resucitado y contagiémoslo donde estemos yendo, donde nos toque actuar. Luchemos contra las fuerzas malignas, yo diría, de la injusticia y sintamos que el Señor nos dice “No temas, yo estoy contigo”.

Pidámosle a Cristo resucitado que nos recree, que nos alegre, que nos encienda, que nos contagie, que haga de cada uno de nosotros instrumentos de resurrección. Quiera el Señor entonces darnos a todos nosotros, sus hijos y a todo el mundo la posibilidad de ser portavoces de una noticia cargada de esperanza. La muerte no termina en nada, la muerte es un paso hacia la vida porque Cristo ha resucitado.

10 de abril


 San Mateo 28,8-15

"Avisen a mis hermanos que vayan a Galilea, allí me verán”

Qué hermosa y qué desafiante esta invitación que Cristo nos hace hoy. Él mismo es quien nos llama a reconocerlo Resucitado en la Galilea de nuestras vidas.

Galilea, en el Evangelio, es el lugar de la vida cotidiana, del quehacer diario. Galilea, para los discípulos, es su lugar de origen, el lugar donde habían encontrado a Jesús o, más bien, donde Jesús los había encontrado a ellos. Es el lugar del “amor primero” … Galilea les remite al momento en que sus vidas tomaron otro rumbo, otro color. Fue en donde pasaron de ser pescadores, cobradores de impuestos, comerciantes, a ser colaboradores de Jesús, a ser discípulos, a ser “amigos en el Señor”. Atrás habían dejado las barcas y las redes, las seguridades y los miedos, porque con Cristo se habían atrevido a mirar la vida con ojos nuevos… Fue en Galilea donde entendieron que Dios era Padre Misericordioso y que Jesús, el Hijo, había venido a sanar lo que estaba enfermo, y a buscar y salvar lo que estaba perdido. Fue en Galilea, donde experimentaron los primeros signos del amor de Dios.

Ahora Cristo, vuelve a citarlos en Galilea, pero no para “vivir en el pasado”, sino para transfigurarlo todo con la luz siempre nueva del Resucitado. Vuelve a citarlos en Galilea, porque es en Galilea, en la Galilea cotidiana donde han de buscarlo, donde han de amarlo, donde han de anunciarlo, donde han de vivirlo y celebrarlo.

Como los discípulos, entonces, también nosotros somos llamados a encontrar a Cristo en nuestras Galileas, es decir, en nuestros espacios de vida diaria, de vida familiar, de vida académica, de vida laboral, de vida comunitaria, de vida apostólica. ¡Sí! Es ahí, en la vida de todos los días donde Cristo Resucitado quiere que lo descubramos, que lo re-descubramos.

8 de abril

San Mateo 28, 1-10

En este sábado santo la iglesia aguarda junto al sepulcro la resurrección del Señor, no se celebra la eucaristía hasta la noche, en que la solemne vigila pascual nos devuelve a Jesús resucitado como vida y salvación de todos los hombres. Pero antes somos invitados a penetrar junto con Jesús en este misterio de la muerte.

Jesús es sepultado, desciende a los infiernos decimos en el Credo, es decir se hunde en ese misterio de la muerte a la que todos estamos sometidos, se hunde allí, pero para destruir la muerte, con la vida nueva, de la resurrección. Si el grano de trigo que cae en tierra, no muere no pueda dar frutos, nos había dicho el mismo Señor. ÉL es el grano de trigo que se hundió en el abismo de la muerte, para dar frutos de vida eterna, para todos nosotros.

El cuerpo de Jesús reposa, en el abismo de la muerte, el mundo mientras tanto esta asumido en la oscuridad de la noche, del sin sentido, todo está como expectante junto al sepulcro de Jesús, todo es silencio, todo espera. La iglesia está en este día en vela, en vela junto a la tumba que encierra el cuerpo de nuestro amado Señor Jesús.

Yo me pregunto cómo habrá estado María aguardando este sábado, en cumplimiento de la promesa de su hijo, con que dolor y con qué esperanza a la vez. Porque no nos ponemos también hoy, todos nosotros junto al sepulcro de Jesús, para contemplar y esperar. Contemplar hasta donde fue capaz el Señor Jesús de amarnos, Él dice San Juan:” Que había amado a los suyo que estaban en el mundo, los amo hasta el extremo “

Todos nosotros hemos sido amados hasta el extremo por Dios. Por eso nadie tiene justo derecho de cuestionar a Dios, dudando o preguntándole por su amor. Tu  y yo cuanto, ante alguna angustia o algún dolor, nos preguntemos por el amor de Dios, nos preguntemos si Dios nos ama de verdad, miremos la cruz, miremos a Cristo que yace en el sepulcro, miremos hasta donde…hasta qué extremo Dios nos ha amado y así vamos a entender.

La  iglesia nos invita hoy a quedarnos en silencio, contemplando el misterio del infinito amor de Dios, por cada uno de nosotros y esperando que se cumpla su promesa de llenar nuestra vida con su gracia y con la certeza que la esperanza, de que así como morimos con él , también resucitaremos con él para vivir siempre con Dios.

Les deseo una muy Feliz Pascuas de Resurrección con la bendición de: Dios Todopoderoso del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. ¡Amén!

 

 

7 de abril

San Juan 18, 1-19, 42

Entre estas lecturas y la oración que haremos por todos los hombres, antes de venerar solemnemente la imagen del Crucificado, detengámonos unos momentos para dejar que el mensaje de Dios penetre más en nuestro corazón.

 Todos estamos familiarizados con la señal de la cruz. A muchos de nosotros nuestras madres nos enseñaron de pequeños hacer la señal de la cruz. Quizás fue nuestra primera plegaria silenciosa... Pensemos qué significa ahora para nosotros ese gesto, iluminados por el anuncio de la Pasión de san Juan y las otras lecturas que se han proclamado.

El mensaje de la fiesta de hoy nos lleva al fondo del mensaje que acogíamos ayer: el carácter serio del amor. El amor de Dios se nos ha revelado no como la ayuda de quien no sabe qué es pasar necesidad, qué es padecer, sino poniéndose EN LA CONDICIÓN DE LOS HOMBRES MAS DESVALIDOS: "soportó nuestros sufrimientos y aguantó nuestros dolores" Y "hasta el extremo"; "Muchos se espantaron de él, porque desfigurado no parecía hombre... El Señor quiso triturarlo con el sufrimiento".

-El viernes santo de la humanidad Todos queremos ser objetivos y realistas. Y, a pesar de la crisis económica y social que aflige a muchos de nuestros ciudadanos, a pesar de la injusticia de la que es víctima gran parte de la humanidad, nuestro mundo occidental es todavía OFICIALMENTE OPTIMISTA.

 Esto, junto con la tendencia innata de todos para situarnos lejos del sufrimiento e incluso para olvidarlo fácilmente, nos ayuda a cerrar los ojos a la cruda realidad de una gran parte de la humanidad que no sólo padece, sino que es "crucificada".

Pero Jesús, que en la cruz lleva "los sufrimientos" y aguanta "los dolores" de la humanidad sufriente, ES EL RECUERDO VIVO DEL VIERNES SANTO DE GRAN PARTE DE LA HUMANIDAD ACTUAL: muertos de hambre en medio de la gran abundancia de muchos otros; países empobrecidos en beneficio de algunos cada día más ricos; personas y pueblos amenazados por un "progreso" que conduce a la carrera de armamentos; manipulación de la libertad y otras formas de violación de la dignidad humana; millones de parados entre una insolidaridad creciente; marginados de todo tipo por una sociedad que en buena parte es la causante de esta marginación... Jesús crucificado nos desvela de nuestros sueños, nos hace caer la venda de los ojos... Y, en él, el dolor de la humanidad se convierte en dolor de Dios.

 

6 de abril

San Juan 13,1-15

Estamos ya de lleno en la Semana Santa, que es la más linda y la más importante. Es la Semana que da sentido a todas las semanas. En este Jueves Santo el evangelio nos invita además a contemplar esa actitud de Jesús; actitud de amor, de entrega, de seguir haciéndose nada por amor.

La acción de lavar los pies estaba reservada para los esclavos. Cuando se daba un banquete el dueño de la casa hacía que sus esclavos lavaran los pies de sus invitados, que eran la parte del cuerpo que más expuesta estaba al polvo y la suciedad de los caminos propios de la Palestina de Jesús en ese tiempo. Sin embargo, Jesús va a tomar él mismo esta iniciativa: Él toma la condición de esclavo, es decir ponerse en ese lugar. Pero no lo hace por un mero aparentar por un mero servilismo, sino que en ese acto va a resignificar muchísimos actos. Hay alguien en que se quiere oponer y es Pedro, pero no lo pudo conseguir. Le dice “de ninguna manera…” Sin embargo, Jesús le explica y lo deja hacer, deja hacer lo propio: toma la toalla y lava los pies.

¡Cómo desconcierta este Jesús! Pero de una manera única Jesús haciendo esto que nos desconcierta renueva el sentido de la acción. Ya no es lavar los pies en sentido literal: es agacharse frente al hermano, postrarse, reverenciar, ponerse por debajo del otro y ponerse a servir. Yo creo que esa es la clave del gesto. Es lo decisivo que hace Jesús en la lectura del Evangelio de hoy.

Este es un sentido profundamente simbólico donde se juega el sueño que tiene Jesús para la incipiente comunidad que él va formando y que después va a ser la semilla de lo que es hoy la Iglesia Católica: que no lavemos los pies los unos a los otros. Pero no solamente entre católicos, no entre los que nos parecemos o pertenecemos a una misma comunidad; sino a toda la humanidad, tomemos conciencia de que el mensaje de Jesús va dirigido a toda persona de buen corazón que quiere hacer de este mundo un lugar más vivible, más digno y en definitiva más humano.

 

 

 

5 de abril


 San Mateo 26,14-25

Hoy en este miércoles Santo, la Palabra nos ubica al igual que ayer en la última cena, ya sabiendo que Judas había decidido entregarlo por 30 monedas de Plata. Esta última Cena de Jesús con sus discípulos, tiene mucho de entrega y corazón abierto y a la vez de traición.

Jesús tiene conciencia de lo que le va a suceder, Judas piensa y busca el momento oportuno para entregarlo…los demás discípulos entristecidos no entienden demasiado, preguntan, pero no entienden.

Contemplamos y escuchamos la Palabra descubriendo que mientras Jesús decide entregar la Vida para Salvar a muchos, por amor, también Judas decide entregarlo, traicionarlo.

Me surgen muchas preguntas ante la Palabra, ¿por qué Judas decide entregarlo, ¿Qué paso en su corazón? ¿Qué fue gestando esa decisión? ¿Por qué Jesús, aun sabiéndolo sigue adelante?

Sin embargo, Jesús sigue adelante, queriendo entregar la vida, queriendo compartir la mesa con nosotros.

Tenemos todavía la oportunidad de incluso con nuestras heridas y fragilidades, de mirar al Señor, de volver a Él, de dejarnos abrazar por su amor que Salva y libera.

Gracias Señor, porqué aun conociéndonos nos sigues amando, porque aún nosotros, contribuyendo a la traición, nos sigues Salvando.

 

 

4 de abril

San Juan 13,21-33.36-38

Hoy  el evangelio se trata del anuncio de la traición de Judas, estamos en plena Semana Santa, y solo el pasado  Domingo de Ramos, aclamábamos a Jesús como el profeta esperado, como el Mesías anhelado, como el bendito  que viene en el nombre del Señor, y ese mismo pueblo, que grita:” Hosanna el hijo de David”, el próximo viernes Santo habrá de exclamar: “Crucifícale, crucifícale” y en el medio esta lo de este evangelio de hoy, es decir, la discusión acerca del testimonio de Jesús, el anuncio de la traición de Judas, en el medio de ese cambio, de esa dualidad del pueblo que lo aclamo y unos días después pidió la crucifixión.

¿Qué es lo que hizo que Judas no improvisara la traición? Fue la suma de pequeñas infidelidades, de pequeños “No” a lo que Jesús le enseñaba, de pequeñas connivencias que se transformaban en doble vida entre lo que se piensa y lo que se hace, entre lo que se dice y la vida concreta que se lleva y por eso la suma de pequeñas infidelidades hizo que Judas en la noche de la traición mereciera de Jesús las palabras: “Lo que tengas que hacer, hazlo pronto”

Estamos camino hacia el jueves Santo, viernes Santo, sábado de Gloria y domingo de Resurrección. Acompañemos a Jesús, con fidelidad y con amor en este camino de la cruz, en esta Pasión, para que muriendo con Él, resucitemos a una vida nueva, por eso le pido a todo que abran el corazón, como decía el papa Juan Pablo I

“Rompiendo las cadenas más fuertes que las cadenas de la muerte” y por lo tanto encontrando que por encima de nuestras contradicciones el Señor nos espera en la cruz, muchas veces para decirnos,  Padre “Perdónalos, porque no saben lo que hacen” y otras veces para decirnos “En tus manos entrego, encomiendo mi Espíritu”

Que el Señor de la Paz nos concede la Paz siempre y en toda forma y que su camino hacia dar la vida, nos tiene que llevar también a nosotros a morir a todo aquello que no nos hace felices, que nos hace adictos al mal y que posterga que seamos personas que se realicen como tales y como cristianos.

 

 

 

3 de abril


 San Juan 12,1-11

Con este Evangelio, la liturgia nos avisa que estamos entrando en los días capitales de la vida y misión de Jesucristo, él mismo también lo sabe y nos lo hace saber: “ella tenía reservado este perfume para el día de mi sepultura –dice el Señor-… a mí no me tendrán siempre con ustedes”.

Ante esta situación crítica, Judas Iscariote muestra lo peor de sí, el cálculo interesado. Mezquino y egoísta, Judas está preocupado por la alcancía. Te equivocas Judas, te equivocas. Cuando hay un hermano sufriendo, cuando un hermano va a la Cruz, cuando un hermano está en situación de muerte: hay que romper la alcancía, hay que suspender los cálculos, hay que acabar con las cuentas… Hay que hacer como María de Betania, hay que darle rienda suelta a la caricia, al derroche de amor, a la compasión. ¡Ay de nosotros, si delante de un hermano crucificado sacamos la calculadora y archivamos el amor!

En este sentido, ante el gesto de cariño y cercanía de María, no podemos menos que dejarnos interpelar y preguntarnos cada uno de nosotros: ¿Cuál será hoy nuestro gesto de amor para con el Señor? ¿Qué caricia vamos a ensayar en esta semana Santa para con él? ¿Cuál será el signo con que vamos a manifestarle nuestra compañía, nuestro cariño, nuestra compasión?

Jesús mismo nos avisa dónde nos espera hoy: en los pobres. Jesús ha elegido permanecer para siempre en ellos, por eso les dice a los discípulos que si bien ayer el gesto era para con él, hoy nuestros gestos de amor deben ser para con los pobres, que estarán siempre a nuestro lado, como presencia viva del Cristo Crucificado. ¿Queremos acompañar al Señor en esta semana Santa? ¿Queremos acariciar al Señor en su hora de crucifixión? ¿Queremos tener gestos de amor ante la pasión de nuestro Dios? Vayamos entonces al encuentro del pobre, allí habita Cristo Crucificado, Cristo roto, Cristo solo, Cristo olvidado, Cristo negado…

Como María de Betania no perdamos la ocasión de ocuparnos en estos días de aquél que quiso ocuparse la vida entera de nosotros. Te invito, entonces, en esta semana Santa a tener un gesto de cariño importante con Cristo, esto es, con el pobre. Porque el pobre es Cristo Crucificado.

Ojalá haya siempre, al lado de cada pobre, al lado de cada crucificado, uno de nosotros, un cristiano capaz de sufrir junto al otro, un cristiano capaz de acompañar al otro en su dolor, en su desprotección, en su vulnerabilidad, en su agonía… y en su Cruz.