San Lucas 9,
1-6
Hoy, 27 de
septiembre, la Iglesia católica celebra al Patrono de las obras de caridad y
fundador de la Congregación de la Misión (vicentinos) y de las Hijas de la
Caridad (vicentinas): San Vicente de Paúl, sin duda una de las figuras más
representativas del catolicismo francés del siglo XVII.
Fue ordenado
sacerdote en 1600 con tan solo diecinueve años, e inmediatamente el obispo,
dada la madurez del novel sacerdote, quiso encargarle una parroquia que, sin
embargo, no llegaría a asumir por su corta edad -el código de derecho canónico
le impedía asumir tal responsabilidad-.
El P.
Vicente empezó a estar más disponible para atender moribundos, a los
abandonados y enfermos. Empezó a frecuentar lugares remotos con el propósito de
atender a quien lo requería. Sabía muy bien que Dios en su ternura no podía
olvidarse del más necesitado.
Su
experiencia de vida al servicio del Señor le infundió en el corazón el deseo de
organizar una congregación que se ocupase de administrar principalmente obras
de caridad. Así, Vicente fundó la Congregación de la Misión. Ser misionero para
él era algo que solo podía sostenerse en la oración dedicada y constante. Su
tiempo como preceptor y la buena formación teológica que recibió lo inspiraron
para que los miembros de la nueva congregación se dediquen también a la
formación del clero. Después, junto a Santa Luisa, fundaría la Compañía de las
Hijas de la Caridad. Para San Vicente, además de la oración, era importantísimo
el cultivo de la humildad. Esta debería ser la primera virtud y cualidad de los
sacerdotes misioneros.
Vicente fue
un verdadero amigo de los desposeídos y un celoso apóstol de su tiempo. Partió
a la Casa del Padre el 27 de septiembre de 1660.