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4 de septiembre

 


San Lucas 4, 16-30

Hoy comenzamos a meditar el Evangelio de Lucas, que se prolonga a lo largo de tres meses, hasta el final del año litúrgico. El evangelio de hoy nos habla de la visita de Jesús a Nazaret y de la presentación de su programa a la gente de la sinagoga. En un primer momento, todos quedan admirados; pero, al darse cuenta de que Jesús quiere acoger a todos, sin excluir a nadie, ellos mismos se rebelan y comienzan a buscar razones para atraparlo y darle muerte.

Queda claro entonces que el programa de Jesús consiste en acoger a los excluidos y anunciarles la venida del Reino. El programa de Jesús, ¿está siendo realmente nuestro programa, o mi programa? ¿Cuáles son los excluidos que deberíamos acoger mejor en nuestra comunidad? ¿Qué es lo que me da fuerza para realizar la misión que Jesús nos dio?

“Niños y adolescentes migrantes: vulnerables y sin voz” es el lema del mensaje que el Papa Francisco nos propuso para la Jornada Mundial del Migrante y Refugiado 2017, donde nos alerta sobre una dolorosa situación: “son principalmente los niños quienes más sufren las graves consecuencias de la emigración, casi siempre causada por la violencia, la miseria y las condiciones ambientales, factores a los que hay que añadir la globalización en sus aspectos negativos. La carrera desenfrenada hacia un enriquecimiento rápido y fácil lleva consigo también el aumento de plagas monstruosas como el tráfico de niños, la explotación y el abuso de menores y, en general, la privación de los derechos propios de la niñez sancionados por la Convención Internacional sobre los Derechos de la Infancia.”

Ante esta realidad: ¿acogemos a todos, o excluimos a algunos? ¿Cuáles son los motivos que nos llevan a excluir a ciertas personas?