San Lucas 4,
16-30
Hoy
comenzamos a meditar el Evangelio de Lucas, que se prolonga a lo largo de tres
meses, hasta el final del año litúrgico. El evangelio de hoy nos habla de la
visita de Jesús a Nazaret y de la presentación de su programa a la gente de la
sinagoga. En un primer momento, todos quedan admirados; pero, al darse cuenta
de que Jesús quiere acoger a todos, sin excluir a nadie, ellos mismos se
rebelan y comienzan a buscar razones para atraparlo y darle muerte.
Queda claro
entonces que el programa de Jesús consiste en acoger a los excluidos y
anunciarles la venida del Reino. El programa de Jesús, ¿está siendo realmente
nuestro programa, o mi programa? ¿Cuáles son los excluidos que deberíamos
acoger mejor en nuestra comunidad? ¿Qué es lo que me da fuerza para realizar la
misión que Jesús nos dio?
“Niños y
adolescentes migrantes: vulnerables y sin voz” es el lema del mensaje que el
Papa Francisco nos propuso para la Jornada Mundial del Migrante y Refugiado
2017, donde nos alerta sobre una dolorosa situación: “son principalmente los
niños quienes más sufren las graves consecuencias de la emigración, casi
siempre causada por la violencia, la miseria y las condiciones ambientales,
factores a los que hay que añadir la globalización en sus aspectos negativos.
La carrera desenfrenada hacia un enriquecimiento rápido y fácil lleva consigo
también el aumento de plagas monstruosas como el tráfico de niños, la
explotación y el abuso de menores y, en general, la privación de los derechos propios
de la niñez sancionados por la Convención Internacional sobre los Derechos de
la Infancia.”
Ante esta
realidad: ¿acogemos a todos, o excluimos a algunos? ¿Cuáles son los motivos que
nos llevan a excluir a ciertas personas?