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3 de septiembre


 San Lucas 6, 1-5

Hoy, 3 de septiembre, la Iglesia Católica celebra a San Gregorio Magno (540-604), quien dijo alguna vez: “donde el amor existe se obran grandes cosas”. San Gregorio fue Papa  numero 64 de la Iglesia católica; forma parte del grupo de los padres de la Iglesia latina y se le cuenta entre los doctores de la Iglesia. Finalmente, Gregorio Magno fue el primer monje que llegó a ocupar la sede de Pedro

San Gregorio Magno nació en Roma en el año 540, en el seno de una antigua familia romana de la que ya habían salido dos Papas: Félix III (483-492), probablemente su bisabuelo; y Agapito I (535-536). Siendo joven, ingresó a la carrera administrativa, pero la abandonó para hacerse monje. Tras esto convirtió la casa familiar en el monasterio de San Andrés.

Más adelante, el Papa Pelagio lo nombró diácono y lo envió a Constantinopla como Nuncio Apostólico. Allí permaneció unos años hasta que fue llamado de regreso a Roma para ocupar el puesto de secretario pontificio. Años duros le tocaron vivir allí pues la Ciudad Eterna sufrió de desastres naturales, carestías y la peste. Esta última acabó con la vida del Papa Pelagio II 

En esas circunstancias, Gregorio sería elegido Obispo de Roma y Sumo Pontífice, gracias a la sintonía existente entre el clero, el pueblo romano y el senado en torno a sus cualidades. Una vez a cargo de la Sede de Pedro, se preocupó por la conversión de los pueblos alejados dentro del mundo conocido en aquella época, y de la nueva organización civil y política de Europa. Quería entablar relaciones de fraternidad con todos los reinos y gobiernos del mundo con el deseo de que la Iglesia anuncie el Evangelio.

El Papa Benedicto XVI, en su audiencia general del 28 de mayo del 2008, refiriéndose a San Gregorio Magno, dijo: “En un tiempo desastroso, más aún, desesperado, supo crear paz y dar esperanza. Este hombre de Dios nos muestra dónde están las verdaderas fuentes de la paz y de dónde viene la verdadera esperanza; así se convierte en guía también para nosotros hoy”.

2 de septiembre


 San Lucas 5,33-39

Que hermoso mensaje nos trae el Evangelio en este día: "el vino nuevo se ha de echar en odres nuevos". Se entiende aquí, que el vino nuevo es el mensaje de Jesús, y como nos recuerda la Sagrada Escritura, ese mensaje es siempre actual y nuevo.

Ahora bien…quiénes son los odres nuevos? Es decir, quienes recibirán el vino nuevo, el mensaje de Jesús… Somos cada uno de nosotros, todo el pueblo de Dios, la Iglesia entera. Es por eso que aquí cabe la pregunta… ¿Cómo soy como odre? O dicho de otra manera… ¿Cómo soy como cristiano? ¿Soy odre viejo o soy odre nuevo?

Está bien claro que la Palabra de hoy y en esto es irrefutable –  que nuestra forma de ser cristianos ha de ser como odres nuevos en el mundo. Y esto tiene que ver con nuestra disponibilidad y nuestra apertura a las palabras de Jesús para que ellas se hagan carne en nuestra vida.

 Si quiero ser odre nuevo debo comprender que el mensaje de Jesús debe estar prendido a mi corazón, para que de esta manera, con toda mi vida, con mi actuar, con mis palabras, ser un puente donde la Palabra de Dios sea recibida por aquellos que me rodean y donde la Palabra pueda cumplir su misión, es decir, liberar y no oprimir.

1 de septiembre


 San Lucas 5, 1-11

En este jueves vamos a meditar el Evangelio donde Jesús enseña a la multitud, creo que es un  momento muy importante donde el Maestro se aleja en la barca para poder enseñarles, donde Jesús siendo el Maestro, pide que se aleje un poco, pide ayuda, busca los medios para poder llegar lo mejor posible a esta multitud que lo quería escuchar y que lo seguía , porque todo lo que iba enseñando, las palabras que él iba diciendo, convencían e iban llegando al corazón. Por eso creo que la multitud lo sigue, ve un  modelo de vida, una filosofía, se entusiasma, se enamora.

Lo bueno es que Jesús busca los medios, pide ayuda y después mas adelante, termina con esta  pesca milagrosa, cuando les dice: tira las redes, navega mar adentro, y se llenan tanto las redes, que no podían sacar los peces, piden ayuda a los apóstoles a los discípulos para poder llevar a la orilla todos los pescados que habían sacado.

Jesús sigue enseñando hoy, y hace poco tiempo hemos vivido como Iglesia, donde el Papa ha convocado a la Jornada Mundial de la Juventud, donde la persona de él, Jesús enseñó a millones de jóvenes, donde la Palabra se hizo eco, en el corazón de el santo Padre, para poder transmitir a estos jóvenes y enviarlos a navegare mar adentro, en cada una de sus comunidades, a poder ser esos pescadores de hombres, de jóvenes que puedan llevar para enamorar también esta propuesta de Jesús.

Creo que la propuesta del Santo Padre es la misma propuesta del Maestro, es esa palabra de vida, es esa palabra de amor, esa palabra que convence y que entusiasma, enamora y que por eso también han respondido millones de jóvenes a esta jornada Mundial de la Juventud. Hoy sigue enseñando desde la persona de él.

Jesús sigue enseñando, busca los medios, se prepara, por medio de nosotros para poder enseñar pero también  a su vez, para que nosotros podamos reconocer su Palabra en nuestro y hermanos, y dejarnos entusiasmar e impulsarnos a ser esos evangelizadores, como dice el Santo Padre, en cada rincón de nuestra tierra.

31 de agosto


 San Lucas 4, 38-44

Como cada día, como siempre, Jesús llega a nosotros en su Palabra como buen samaritano, como médico del alma y nos regala su Palabra que salva, que sana, que libera y nos renueva en el servicio.

En este día se nos presenta a Jesús, todavía en Cafarnaúm, en la casa de Pedro, donde libera a su suegra de la fiebre, donde sana enfermos que llevan hasta Él, expulsando demonios y haciéndolos callar, y con una firme convicción de seguir anunciando la buena noticia de Dios a todos.

Su presencia, sus manos, su voz, sus gestos, que liberan, sanan y salvan, muestran claramente que el Reino de Dios se hace presente, que es el Mesías, que es el Salvador. Él sigue haciéndose presente, llegando a todos con su Reino, que libera, que sana, que salva.

Gracias Señor por estar siempre presente, acercándote a nosotros y trayéndonos la Buena Noticia de Dios.

Que bueno también es descubrir en este evangelio a personas que se hicieron puentes para que Jesús pudiera liberar y sanar, Pedro que le pide que cure a su suegra, las personas que llevan sus enfermos hasta Jesús, que confían y creen que Él puede sanar. Sus nombres no aparecen en el evangelio, pero hicieron posible con su disponibilidad y generosidad que los enfermos o necesitados sean tocados por el Mesías, por Jesús.

Cuántos hombres y mujeres que hoy también siguen haciendo de puentes entre Jesús y los necesitados, diría Daniel Poli, son héroes anónimos que hacen presente y cercano a Jesús, con sus vidas y servicio.

Señor danos un corazón sencillo para poder reconocer y experimentar a tu hijo Jesús como médico del alma y del cuerpo, como Mesías y Salvador, danos un corazón generoso y servicial para acercar a otros a ti, siendo puentes de gracia, no queriendo retenerte para nosotros sino por el contrario intentar colaborar contigo en el anuncio de la buena noticia de Dios.

Por ultima una preguntas para la reflexión: ¿Quién está necesitando de ti para encontrarse con Jesús? ¿Estás haciendo algo para que puedas y otros puedan ser tocados por Jesús?

30 de agosto


 San Mateo 13, 44-46

Existen muchos místicos emparentados por la procedencia de un mismo pueblo o una misma nación. Eso les pasó a Santa Clara y San Francisco, o a San Benito y Santa Escolástica por citar algunos ejemplos. Hoy celebramos a Santa Rosa de Lima, compatriota del Lego San Martín Porres. Nacida el 30 de abril de 1586, sus padres le pusieron el nombre originario de Isabel.

Estando en Quites, provincia de Canta, al Noroeste de la capital peruana, donde su padre gobernaba unas tierras, es confirmada por el Arzobispo español Santo Toribio de Mogrovejo, llamándose a partir de entonces Rosa. En 1606, recibe el hábito de la Tercera Orden de Santo Domingo, ingresando en el Convento donde hacía diariamente su oración, porque allí mantenía un encuentro especial con el Señor Sacramentado.

La vida de Rosa se desarrolló, desde entonces, en el ambiente religioso de Perú. Su tiempo en casa, siempre transcurría en medio de un clima espiritual y de ofrecimiento del trabajo cotidiano. A pesar de no ser la mayor de los hermanos, siempre decidió ser ella la que sostuviese a los demás dentro del hogar. Dentro de sus grandes virtudes se señala la obediencia, algo que siempre trató de cumplir, pidiendo, incluso, perdón a sus padres y superiores por cuantas veces no lo había hecho.

Tampoco faltó la humildad que siempre presidió todos sus gestos y acciones impregnados de caridad, centrados en la ayuda a las almas para alcanzar la salvación y en el socorro a los pobres desde las obras de misericordia. En todo esto siempre estuvo presente su espíritu de austeridad, penitencia. Santa Rosa de Lima muere en 1617 cuando contaba con tan sólo 31 años

29 de agosto


 San Marcos 6, 17-29

Cada 29 de agosto la Iglesia Católica conmemora el Martirio de San Juan Bautista. Juan fue Precursor del nacimiento, de la predicación y de la muerte de Cristo. Murió decapitado por anunciar y denunciar la verdad. Juan Bautista es el único santo en la Iglesia a quien se le celebra tanto su nacimiento (24 de junio) como su muerte, por medio del martirio.

El relato de la muerte de San Juan Bautista se encuentra en el Evangelio de San Marcos (6, 17 - 29): "Herodes había mandado poner preso a Juan Bautista, y lo había llevado encadenado a la prisión, por causa de Herodías, esposa de su hermano Filipos, con la cual Herodes se había ido a vivir en unión libre.

 Porque Juan le decía a Herodes: 'No le está permitido irse a vivir con la mujer de su hermano'. Herodías le tenía un gran odio por esto a Juan Bautista y quería hacerlo matar, pero no podía porque Herodes le tenía un profundo respeto a Juan y lo consideraba un hombre santo, y lo protegía y al oírlo hablar se quedaba pensativo y temeroso, y lo escuchaba con gusto".

Llegó el día en que Herodes ofreció un banquete a los tribunos y principales de Galilea por su cumpleaños. Durante la fiesta, se presentó a bailar la hija de Herodías y fue tal el agrado que Herodes encontró en la danza que le prometió a la joven que cumpliría cualquier deseo que tuviese. Por eso ella, a sugerencia de su madre, pidió la cabeza de Juan Bautista. Herodes sintió pena por Juan, pero no tuvo el valor de rechazar el pedido ni quiso verse comprometido frente a sus invitados. Posteriormente, la cabeza de Juan le fue entregada en una bandeja.

 Celebrar el martirio de san Juan Bautista nos recuerda también a nosotros, cristianos de nuestro tiempo, que no se puede descender a negociar con el amor a Cristo, a su Palabra, a la Verdad.

 La Verdad es verdad y no hay componendas"... "La vida cristiana exige, por decirlo de alguna manera, el 'martirio' de la fidelidad cotidiana al Evangelio, es decir, el valor de dejar que Cristo crezca en nosotros y sea Él quien oriente nuestro pensamiento y nuestras acciones.

Pero esto sólo puede suceder en nuestra vida si la relación con Dios es sólida. La oración no es tiempo perdido, no es robar espacio a las actividades, incluso a las apostólicas, sino que es exactamente lo contrario: sólo si somos capaces de una vida de oración fiel, constante y confiada, será el mismo Dios quien nos dará la capacidad y la fuerza para vivir de modo feliz y sereno, para superar las dificultades y testimoniarlo con valor.

Que san Juan Bautista interceda por nosotros, a fin de que sepamos conservar siempre la primacía de Dios en nuestra vida".

27 de agosto

San Mateo 25, 14-30

Hoy, 27 de agosto, la Iglesia celebra a Santa Mónica, patrona de las esposas, modelo de mujer y de madre.

“¡Cuántas lágrimas derramó esa santa mujer por la conversión del hijo! ¡Y cuántas mamás también hoy derraman lágrimas para que los propios hijos regresen a Cristo!

Mónica nació en Tagaste, norte de África (actual Túnez), el año 331. Siendo joven, por un arreglo de sus padres, se casó con Patricio, un hombre violento y mujeriego. Alguna vez le preguntaron por qué su marido nunca la golpeaba teniendo tan mal genio. Entonces ella respondió: "Es que, cuando mi esposo está de mal genio, yo me esfuerzo por estar de buen genio. Cuando él grita, yo me callo. Y como para pelear se necesitan dos y yo no acepto la pelea, pues.... no peleamos". Quizás, tal actitud podría pasar por simple sumisión o pasividad, pero, por el contrario, en Mónica revelaba humildad y prudencia. Ella sabía muy bien que la violencia no conduce sino a más violencia. Por eso, es más lógico pensar que ella escogió el mejor camino: el de la perseverancia, la caridad comprometida, la paciencia y la inteligencia.

Santa Mónica, sin lugar a dudas, jugó un rol muy activo dentro de su familia. Nunca dejó de rezar y ofrecer sacrificios por la conversión de su esposo, cosa que finalmente logró. El padre de Agustín se bautizó poco antes de morir y dejó este mundo como un cristiano.

Lamentablemente, su dolor no terminaría ahí. Agustín, su hijo mayor, era un joven de actitudes egoístas e impetuosas, que llevaba una vida disoluta y no tenía ningún interés en la fe. Mónica sufría al ver a su hijo alejado de Dios aunque guardaba la esperanza en que se convertiría como lo hizo su esposo. Ella siguió rezando y ofreciendo sacrificios espirituales por su hijo.

Ciertamente, la relación con Agustín pasó por periodos difíciles en los que hubo tensiones e incomprensiones que pusieron a prueba su paciencia y su fe. Más de una vez pensó que todo esfuerzo era inútil, especialmente cuando veía a su hijo comportarse de manera inmoral. Se dice que Mónica se apartó de él en varias oportunidades, incluso negándole que permaneciera en su casa. Desesperada, un día llegó a pedirle al obispo de la ciudad que hable con Agustín y lo convenza. Fue entonces que recibió aquella célebre respuesta: “esté tranquila, es imposible que se pierda el hijo de tantas lágrimas”. Dios le dio, de esa manera, el consuelo, la fuerza que le faltaba y la sabiduría necesaria para entender mejor que “nuestros tiempos” no son siempre los tiempos de Dios.

Después de muchos años de incertidumbre sobre la salvación de su hijo, finalmente sus oraciones dieron el fruto esperado. Agustín, quien después de un largo itinerario espiritual e intelectual que lo sumió en el vacío, recibió el bautismo en la Pascua del año 387. Mónica logró estar durante ese tiempo a su lado pues lo había seguido hasta Milán, ciudad en la que Agustín abrazó el cristianismo.

A ella encomendamos a los padres cristianos, para que, como Mónica, acompañen con el ejemplo y la oración el camino de sus hijos”.

 

26 de agosto

San Mateo 25, 1-13

Diez jóvenes. Y una parábola que exagera algunas cosas, para dejar otras en claro. No, nunca un novio se iba a hacer esperar hasta la medianoche.  probablemente tampoco las niñas que tenían aceite les iban a negar, aunque sea un poquito a las otras. Y no, claramente que a medianoche no habría un mercado abierto para conseguir más aceite. Y, por último, si vemos las reglas básicas de la hospitalidad oriental, tampoco un novio iba a cerrar las puertas a las que no tuvieron las lámparas encendidas.

¿Entonces, a qué viene la parábola de Jesús? ¿Qué quiere decirnos? Simple: Jesús nos anima a estar atentos, vigilantes. No podemos dormirnos. Hay un encuentro que puede pasar ahora, en este instante. Y que sólo el que tiene los ojos y el corazón atentos va a poder disfrutarlo. Si te dormiste… te quedaste afuera.

Pero… ¿a qué se refiere? ¿No está hablando del infierno, del día del juicio final?

Sí, pero también no. Con esta parábola uno puede entender a Jesús que habla del final de nuestra vida, del día en que nos encontremos cara a cara con Dios. Pero también está hablando de ahora, de este día, de este instante. Hay un Dios que nos está buscando, que viene a unirse en nuestro corazón, con el amor apasionado de un esposo. La persona que no está atenta… no está preparada para recibirla. Y ese encuentro, que es la base de nuestra fe, corre el riesgo de ir haciéndose cada vez más esporádico, dejando el corazón más frío.

San Ignacio de Loyola nos propone una pregunta concreta, para que nos la hagamos cada día: ¿por dónde pasó Dios hoy, en mi vida? ¿Por qué hechos, pensamientos, sentimientos, encuentros, diálogos, o trabajos bien realizados?

Y, a partir de eso, podemos ir encontrando: ¿qué me propone Dios para mañana

 Pidámosle a Dios que nos ayude a mantener los ojos y los oídos abiertos. Que no nos durmamos. Que estemos atentos. Que podamos descubrirlo en cada instante de nuestra vida. Y mantener así el corazón enamorado.

 

 

 

25 de agosto


 San Mateo 24, 42-51

“Estén prevenidos, atentos”, nos dice Jesús hoy, porque no saben cuando llegará su Señor.

Estar prevenidos, atentos, no es otra cosa que estar bien dispuestos, estar siempre listos, para salir al encuentro, al encuentro del Señor Jesús. Estar preparados, atentos, despiertos, mirando y buscando por dónde viene y de pie, porque llega en cualquier momento y de sorpresa, sin dejar que nada me enrede y me haga tropezar al momento de salir al encuentro de quién trae luz y fiesta a mi vida.

“Dichosos, felices los servidores que el Señor encuentre listos cuando llegue” … no hay nada más bello y gratificante que el encuentro con alguien que te Ama y que sabes que llega, pero que difícil y complicado es esperar y estar atentos… sería más fácil que nos envíe un WhatsApp, pero no, Él siempre llega de sorpresa y generalmente cambiando todos los planes, para que no estemos ni distraídos, ni ocupados en otras cosas, que no sea esperarlo.

“Les aseguro que cuando llegue, lo hará administrador de todos sus bienes” Esperar de pie, sin nada que nos estorbe, ni enrede, con el corazón encendido, atentos para salir a su encuentro, confiados y alegres porque Él llega, y porque su llegada tiene su retribución, la Vida misma del Resucitado en nosotros, obrando y haciendo fecunda nuestra vida, haciéndonos portadores de su Gracia y Salvación.

 

Señor, no sabemos cuándo como vas a llegar, sí sabemos y creemos que siempre Estás, por supuesto llegando de sorpresa, y de distintos modos, en el enfermo, en el necesitado, en situaciones diarias de la vida, en aquellos que se encuentran como nos dice el Papa, en las periferias, por eso te pedimos un corazón sencillo e inquieto, que sepa y quiera esperarte y buscarte en lo cotidiano, en los hermanos.

 

 

24 de agosto

 

San Juan 1, 45-51

San Bartolomé fue uno de los 12 apóstoles de Cristo que predicó el Evangelio después de la Ascensión del Señor. Según la tradición esta misión la llevó a cabo en la India y Armenia, hasta que recibió la corona del martirio.

Bartolomé es mencionado en tres de los Evangelios sinópticos (Mateo 10:3; Marcos 3:18; Lucas 6:14) siempre en compañía de Felipe, y en los Hechos de los Apóstoles (1:13) donde se hace presente en Pentecostés. En el Evangelio de Juan, donde no aparece con el nombre de Bartolomé, muchos eruditos lo han identificado con Nathanael (que significa "regalo de Dios"), que también aparece siempre con Felipe.

Este Santo nació en Caná de Galilea y fue llamado por Jesús a través de Felipe para ser su apóstol (Juan 1, 45-51). También fue uno de los discípulos a los que Jesús se apareció en el mar de Galilea después de su resurrección (Juan 21:2).

Según una tradición recogida por el llamado “padre de la historia de la Iglesia”, Eusebio de Cesarea, Bartolomé marchó a predicar el evangelio a la India, donde dejó una copia del Evangelio de Mateo en arameo.

Por otro lado la tradición armenia lo considera, junto a San Judas Tadeo, como santo patrono de la Iglesia Apostólica Armenia por ser cofundador del cristianismo en ese país.

Se cree que su martirio ocurrió Armenia en la costa occidental del Mar Caspio, después de haber predicado también en Mesopotamia, Persia y Egipto. Allí le arrancaron la piel y después decapitado

Bartolomé es representado en el arte desollado y sosteniendo su piel con sus propias manos; sin embargo es más común verlo representado con barba, un libro y un cuchillo. Sus reliquias se cree que están conservadas en la iglesia de San Bartolomé en la Isla Tiberina, en Roma.

San Bartolomé tiene múltiples “patronazgos”, es patrono de los carniceros, fabricantes de libros, guantes, pieles, zapateros, sastres, mercaderes de queso, viñadores, albañiles y otros. También se pide su intercesión en las situaciones límite, o para controlar los desórdenes nerviosos y ataques de pánico.


23 de agosto

 

San Mateo 23,23-26

El evangelio de hoy nos habla de la vanidad y la hipocresía  de los escribas y fariseos;

Esto es una enseñanza fuerte de Jesús que encuadrada dentro de sus predicaciones sobre el Reino de los cielos. Una vez más Jesús enfrenta a los responsables del pueblo elegido; entonces el Señor manso y humilde de corazón, el Señor prudente, el que hace milagros, que cura y que salva pierde la paciencia ante aquellos personajes prepotentes, altaneros, soberbios, porque tienen piel de elefantes, porque les rebota la palabra de Dios, no tienen sensibilidad hacia el prójimo. No tienen, diríamos hoy en palabras del Papa, misericordia. No saben misericordiarse recíprocamente.

Les dice: “Sepulcros blanqueados, lobos feroces disfrazados con pieles de cordero, raza de víboras”. El Señor tiene con ellos actitudes muy duras, diríamos casi impropias de tanto amor; muy diferente a toda la misericordia que tiene con los publicanos, con las viudas, y  con Zaqueo.  Incluso la que expresa en la parábola del hijo prodigo.

Sepamos entender por donde va la cosa del cristianismo y ablandemos, aflojemos el corazón.

A veces entre los católicos también surgen cuestionamientos y acusaciones recíprocas, de que el otro es el malo, es el que no tiene razón, el otro es el equivocado. También cuando desde nuestro cumplimiento formal, de lo que nos pide la iglesia, juzgamos a aquellos que no cumplen formalmente con las normas que la iglesia estipula como camino cierto de salvación, que sabemos hay que cumplirlas, pero el no hacerlo no nos deja afuera del camino del Reino. Cuantas veces juzgamos también a la gente sencilla que vive la fe de otra manera, expresando de forma diferente las honduras más profundas de sus corazones, a través de devociones o de expresiones religiosas populares.

Tenemos que revisar  coherencia entre lo que decimos y hacemos; entre nuestra fe y nuestras obras. Coherencia entre todo lo que aconsejamos a otros y lo que podemos vivir cada uno de nosotros.


22 de agosto


 San Mateo 23, 13-22

En el Evangelio que la Iglesia nos propone hoy impacta el lenguaje severo, duro que usa Jesús. Y el Señor Jesús enseña no sólo con sus palabras, sino también con los gestos.

 En este caso el gesto sería la severidad de su lenguaje, esto está indicando que quiere grabar en el corazón y en la memoria de sus oyentes algo realmente importante.

 Es una consideración acerca del proceder de este grupo notable en el antiguo Israel, de los escribas y fariseos, que era gente instruida y piadosa, pero que se había exagerado en su observancia, y desde esa exageración, había resbalado hacia la suficiencia; gente que sentía que se bastaba a sí misma, delante de los demás y también delante de Dios.

 Y por eso desde la suficiencia había caído en la arrogancia, y así ellos se consideraban muchas veces los puros y los demás eran unos malditos. Para mantener su figura, su prestigio, en muchos casos cedían a la exterioridad, a la apariencia, y desde allí, se deslizaban a la simulación; por eso Jesús en más de una oportunidad les dice “hipócritas”, porque aparentaban una cosa y en realidad eran otra.

Precisamente en esa simulación y en esa apariencia hacían interpretación torcida de la ley, como en el caso que presenta el Evangelio de hoy. Los juramentos por el santuario o por el altar no tienen valor, pero si se hace por el oro del santuario, por la ofrenda que está sobre el altar, entonces sí son valiosos. Eran artificios para escapar de algún modo a una interpretación correcta de la ley.

Muchas veces decimos "hecha la ley, hecha la trampa;" y entonces también buscamos interpretaciones torcidas para esquivar la observancia.

Pero, cuál es la actitud correcta, la actitud de un verdadero discípulo de Jesús, la de un verdadero ciudadano. Frente a las leyes justas es necesario tener una interpretación razonable, ponderada y procurar un cumplimiento preciso de la ley, tenemos que crecer en el aprecio y en la observancia de las leyes justas, y tenemos que educar el corazón para eso.

Entonces podemos pedir en nuestra oración saber ser cumplidores de la ley, verdaderos observantes y sobre todo pedir vivir en la caridad, que cumple y planifica la ley.

20 de agosto

San Mateo 23,1-12

El  evangelio de hoy, aparecen las relaciones que Jesús tenia con los escribas y con los fariseos, este evangelio tiene como 2 partes en una habla de los fariseos y los desenmascara, respecto a su actitud frente al reino y frente a el, y en un segundo lugar, nos habla de la oración, del dominio de nosotros mismos y de la caridad.

Jesús es el que nos enseña el camino de la autenticidad, el camino de la coherencia, que es lo que nos hace imagen y semejanza de Dios.

Jesús es el nuevo Adán, que se abre a Dios en fidelidad y entrega o también como María, la nueva Eva, que se abre a Dios en Fe y obediencia.

Que importante que nosotros también vivamos esto que Jesús le recrimina a los fariseos, desde la hipocresía y la vanidad y que nosotros seamos coherentes con aquello que nos enseña la palabra de Dios y por lo tanto el camino de la autenticidad es acogiendo y no conquistando, es descendiendo y no escalando, es creyendo y no dudando, es obedeciendo y no revelándonos, es sirviendo y no dominando, es compartiendo y no acaparando, y así pudríamos seguir, es personando y no odiando, es pacificando y no guerreando, es dando la vida y no quitándomela y quitándosela a otros, es decir, la clave de la coherencia en la vida cristiana es amando, es dejándonos amar y viviendo el amor.

El que ama se hace imagen y semejanza de Dios, el que da la vida por amor se convierte en un servidor de Dios y los hermanos.

 

19 de agosto


 San Mateo 22, 34-40

El evangelista nos habla hoy de la principal regla del cristiano: Amar a Dios y amar al prójimo. Para poner en práctica este mandamiento, lo primero que tenemos que hacer es amarnos a nosotros mismos, porque quien no se ama así mismo es incapaz de darse a los demás e incapaz de descubrir a Dios en el prójimo. Aunque hay que decir que lo que verdaderamente nos ayuda a amarnos a nosotros mismos es el sentirnos amados incondicionalmente por Dios.

La Sagrada Escritura nos enseña que el amor a Dios no puede separarse del amor al prójimo, lo dice San Juan: “Quien no puede amar a su hermano a quien ve no puede amar a Dios a quien no ve”.

Por nuestras propias fuerzas es imposible amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos, o mejor dicho, como deberíamos amarnos a nosotros mismos, porque no siempre nos amamos bien. San Pablo nos dice que amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones, este amor es el que nos capacita para amar a nuestro prójimo.

“Ama y haz lo que quieras. Si callas, calla por amor; si hablas, habla por amor; si corriges, corrige por amor; si perdonas, perdona por amor…¡Señor que esté en mí la raíz del amor, porque de esa raíz no puede brotar sino el bien” (San Agustín).

Hoy celebramos a dos santos de la iglesia a San Juan Eudes y a Ezequiel Moreno, ambos tenían un profundísimo amor a Dios, y esto lo mostraron en su gran caridad hacia el prójimo, especialmente en los más necesitados.

18 de agosto


 San Mateo 22,1-14

En esta parábola vemos que el señor invita a todos a la fiesta, buenos y malos. Y nadie queda afuera. Esto nos muestra cómo es el corazón de Dios. En el corazón de Dios hay lugar para todos, santos y pecadores, buenos y malos, nadie queda excluido.

Hay algo que llama la atención en esta parábola. Uno que va a la boda sin el traje de fiesta. El rey lo hecha de la fiesta. No vino a la fiesta con vestido de boda. Por eso, no basta con entrar en la fiesta. No se puede entrar de cualquier manera, hay que estar bien vestido.

 Es una imagen. ¿Qué significa que entró sin el vestido de fiesta? Si a una fiesta se pide ir de saco y corbata, pero si entra mal vestido de seguro que no dejaran pasar. Hay que ser equilibrado. Si uno va a una fiesta lo importante es ir con ganas de compartir y ser respetuoso con los demás. Si uno va desentonando, con ropas extravagantes para ser el centro, y no tiene deseos de compartir, es un desubicado.

El vestido de fiesta es la alegría y las ganas de compartir en comunión con los demás. Se requiere una actitud coherente con la invitación. El que quiere ir a una fiesta, ser el centro, comerse todo y tomar bien sin compartir la alegría con los otros, es mejor que no lo dejen pasar. El que no va con buena onda de llevar alegría y compartir con los otros, arruina la fiesta.

El traje de fiesta es como el distintivo del cristiano, que es la caridad y la alegría. Algunos dicen que el traje de fiesta es estar en gracia. Pero también entran pecadores, sin estar en gracia, y son recibidos por Dios. No es eso. Somos pecadores, pero se nos pide que compartamos con alegría y generosidad, y no ser egoístas quedándonos en un rincón sin trasmitir alegría o buenas ondas, y encima llenándonos la panza de cosas ricas como un glotón egoísta. Pecadores sí, pero individualistas y egoístas, no.

Dios quiere que todos compartamos la fiesta, pero muchas veces somos nosotros los que nos autoexcluimos al no presentarse con el vestido de fiesta, que es el vestido del amor, de la alegría, de la fe. Debemos ir con mucha fe a la fiesta de la vida, Dios nos espera para llenarnos de gracia y de gozo.

El cristianismo es, ante todo, vida, amor, fiesta, alegría, celebración, y compartir. Jesús quiere que comamos y bebamos. La eucaristía es una fiesta. Comemos el cuerpo de Jesús, bebemos su sangre. Jesús se entrega, se dona, y se hace vida en nuestras vidas para que tengamos vida

Que entremos en la Gran Fiesta de la vida que Dios nos ofrece, revestidos de Cristo

 

17 de agosto

San Mateo 20, 1-16

El Señor nos relata aquella parábola tan bonita de aquel hombre que sale a buscar trabajadores para la viña, sale a buscar a distintas horas y a todos los llama por igual.

Lo curioso, lo notable de esta Parábola es que, no solo que llama a todos, llama a distintas horas, les da la misma oportunidad a todos de trabajar, sino que además les da a todos la misma paga, a todos les paga por igual.

Cuenta la sorpresa de aquellos que habían trabajado más, el dueño de la mies les entrega a sus trabajadores exactamente lo mismo, a todos.

Así es el Señor con nosotros, a todos nos llama, tal vez a algunos en la primera hora en el primer momento de nuestra vida; a otros más adelante, a otros en plena juventud, a otros ya en la adultez. Lo importantes es todos recibiremos la misma paga, la paga del reino de los cielos, la paga de gozar junto a Él de la vida eterna, de esa vida que Él nos ha prometido y nos entregará cuando partamos al encuentro con El.

Por eso sería interesante, en este día, te propongo, que te preguntes ¿En que momento de tu vida el Señor te ha llamado? ¿A dónde estabas?  ¿Qué estabas haciendo? ¿Cómo te encontró? El que te llamo. ¿Cuál ha sido tu respuesta? ¿Si has sabido aceptar la invitación a trabajar en su Reino? ¿Si has aceptado su propuesta? O si todavía no has terminas de aceptarla.

Que el Señor te de la gracia de encontrar en Él el premio y la alegría de todo tu esfuerzo, de todo tu trabajo. Aceptar también a tus hermanos que son obreros en tu misma miel, en la misma miel Señor y con ellos trabajar juntos en comunión, construyendo el reino.

Te dejo con la Palabra de Dios, que sea tu alimento, que sea tu compañía y con mi bendición

 

16 de agosto


 San Mateo 19,23-30

En este día el evangelio nos presenta esta escena bíblica en la que Jesús les dice a sus discípulos” Les aseguro que difícilmente un rico entrará en el Reino de los cielos. Es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja a que un rico entre en el Reino de los cielos”.

Qué importante es para nosotros comprender este mensaje. Todos sabemos que nuestra mayor riqueza es el Señor; que todo lo que el mundo nos ofrece no se compara a Su riqueza. Por eso Él nos invita a poner la mirada en lo esencial, que es descubrir lo que nos pide para seguirlo.

Sigue diciendo la Palabra” Los discípulos quedaron sorprendidos al oírlo y preguntaron ¿quién podrá salvarse? Entonces Jesús, fijando la mirada en ellos, respondió: Lo que para el hombre es imposible para Dios es posible.” Qué importante es para nosotros entender que todo lo que nos proponemos, en la clave del Señor, se hace posible desde la Fe.

Luego, Pedro toma la palabra y le dice a Jesús:” Tú sabes que lo hemos dejado todo para seguirte y, ¿a nosotros, ¿qué nos tocará?”. Y Jesús, que es fiel a su Promesa, le dice a Pedro que “los servidores estarán con el Hijo del Hombre”. Y sigue diciendo: Quien, a causa de mi nombre, deje padre, madre, hermanos, hijos o campo, recibirá cien veces más y obtendrá como herencia la Vida Eterna”. Esa es la Promesa del Señor: darnos en abundancia ante lo poco que podamos ofrecer que, para Él, es sumamente valioso.

Y termina con la clave en la cual nosotros, sus discípulos, debemos vivir para ser anunciadores del Reino: Muchos de los primeros serán los últimos y muchos de los últimos serán los primeros. Pidámosle al Señor en este día que podamos ser fieles a su Palabra; que podamos anunciarlo con alegría y que podamos renunciar todo aquello que no nos permite entregarnos por completo a su Amor.  Que el Señor nos bendiga y sea luz y guía durante toda la semana.

15 de agosto


 San Lucas 1, 39-56

La fiesta de la Asunción de la Santísima Virgen María, se celebra en toda la Iglesia el 15 de agosto. Esta fiesta tiene un doble objetivo: La feliz partida de María de esta vida y la asunción de su cuerpo al cielo.

“En esta solemnidad de la Asunción contemplamos a María: ella nos abre a la esperanza, a un futuro lleno de alegría y nos enseña el camino para alcanzarlo: acoger en la fe a su Hijo; no perder nunca la amistad con él, sino dejarnos iluminar y guiar por su Palabra; seguirlo cada día, incluso en los momentos en que sentimos que nuestras cruces resultan pesadas. María, el arca de la alianza que está en el santuario del cielo, nos indica con claridad luminosa que estamos en camino hacia nuestra verdadera Casa, la comunión de alegría y de paz con Dios

Esta  fiesta  nos anuncia, una vez más, que la Resurrección de Jesús nos afecta a todos los creyentes. La victoria de Jesús es nuestra victoria. La Vida que se nos regala está por encima de la muerte, que ha sido definitivamente vencida. María es la primera en ser llevada, siguiendo los pasos del Maestro, al encuentro del Padre y a la plenitud del Reino de Dios. También nosotros un día, por la misericordia de Dios, como ella llegaremos a la meta.

De la mano del Evangelio, hoy la Iglesia nos invita a hacer de nuestra vida un canto de alabanza y de acción de gracias a Dios.

13 de agosto


 San Mateo 19, 13-15

Para entrar en el Reino de los Cielos hay que imitar al Hijo de Dios que se abaja y se encuentra con el hombre desde su misma humanidad, frágil y débil, indefenso. Identificado en todo con nosotros menos en el pecado se hizo él uno de los nuestros, dice Pablo.

 No hay modo de transformar la realidad si no es rebajándose, es decir, dando desde adentro de nosotros mismos lo mejor que tenemos para ofrecer. Sin abajarse, sin hacerse uno con lo frágil, lo débil, lo vulnerable, lo pobre, no hay posibilidad de que las cosas cambien. En la fragilidad se manifiesta el poder y la grandeza de Dios. Esto es hacerse como niño.

Siendo pequeños Dios nos robustece el corazón, el alma, y nos permite en consistencia, desde Él, ser capaces de construir un mundo nuevo y nuestro compromiso en un valor concreto para que sea casa para todos.

La ofrenda y entrega de amor de un niño no tiene cálculo, no especula, no mide cuánto le será correspondido. Es así, se entrega. Sólo esto comienza a ocurrir, el medir la entrega, cuando el amor ha sido herido y entonces comienza a trabajar interiormente aquello que nos hace ser más prudentes a la hora de entregarnos y ahí es cuando la cosa cambia, cuando hemos sido heridos, golpeados por la vida, tendemos a replegarnos.

Tenemos que recuperar el niño que tenemos dentro, recuperando la frescura y la alegría, recuperando el  don de sí mismo para con los demás, sencillamente porque lo queremos compartir. Eso se espera de quién está llamado a participar del Reino y de hacer del mundo en el que vivimos un lugar habitado por Dios .

Ser como niños no es ser eternos infantiles. Ser como niños, en el sentido de ser en el corazón como niños, pero adultos en sus criterios. Niños, frágiles, confiados, interiormente viviendo en frescura y al mismo tiempo entregados a Dios que nos da consistencia porque estamos en las manos del más grande.

María, la humilde servidora, la pequeña esclava del Señor, es la que canta desde ese lugar de la grandeza de Dios, que para Él todo es posible. Humildad, sencillez, son los valores que se proponen desde este evangelio para encontrar desde allí mismo, siendo uno mismo, la paz que Dios quiere que tengamos en el corazón. ¡Que Dios te bendiga!

12 de agosto


 San Mateo 19,3-12

En el evangelio de hoy se toman en serio dos formas de vida, dos formas de amar: el matrimonio y el celibato. Jesús deja en claro que la unión entre el hombre y la mujer, para tener hijos y para formar una familia, para crecer en el amor, es para siempre. Ese es el sueño de Dios, ese es el ideal. Y cada pareja hace, después, lo que puede.

Si uno sabe que tiene abierta la puerta del divorcio, y por cualquier motivo, eso atenta contra la seriedad de la decisión. Si, frente al más mínimo problema, cada uno puede estar tomando otros caminos, ¿para qué esforzarse, para qué sacrificarse, para qué prepararse?

Y en definitiva: ¿cuál es el problema? Que los hijos permanecen. Que la vida que brota del amor de la pareja no puede ser descartada. Y los hijos terminan sufriendo al no poder vivir con un papá y con una mamá, “que se aman y que me aman”.

La vida matrimonial, la fidelidad en el amor matrimonial, no es fácil. Pero, elegido desde el amor, hace feliz, muy feliz.

Tan importante es ese amor, esa fidelidad, que Jesús la compara con el amor y la fidelidad que hay entre Dios y la Iglesia.

Sin embargo es bueno recordar que, cuando el matrimonio no funciona, Dios sigue amando a sus hijos. Y aún es capaz de seguir sacando bien de los errores que nosotros cometimos.

 

Por otro lado, la otra forma de vida que se señala hoy es la del celibato. No, el celibato no es una forma de “no amar”. Es una forma de amar distinta, e igualmente profunda que la del matrimonio: un médico -por ejemplo- que, en un lugar carenciado, dedica su vida a ayudar a los pobres; una maestra rural, que pierde sus años de plenitud en el medio del monte, y no se casa… son ejemplos de entrega. Igual que la de un sacerdote, que decide no tener una mujer o un hijo propios para poder cuidar y acercar a Dios a todos.

Los dos caminos son válidos. Los dos, bien vividos, tienen sus cruces. Los dos, bien vividos, hacen feliz. Y los dos son regalos de Dios al hombre, que tiene que buscar en su corazón cuál de los dos caminos es el que más feliz lo va a hacer. A ese camino lo llama Dios. Esa es su vocación.

Dios nos ama como un esposo ama a su esposa: con un amor tierno, apasionado, desinteresado. Agradezcámosle hoy esa entrega.

11 de agosto


 San Mateo, 18, 21-19,1

¡Cómo nos cuesta perdonar! La pregunta de Pedro a Jesús es una pregunta profundamente humana. ¿Cuánto hay que perdonar? ¿Hasta dónde? ¿Cuántas veces?

Hablando una vez con un joven me decía: “Padre, ¿sabe lo que pasa..? Yo perdono, pero no me puedo olvidar…”

El perdón es mucho más que el olvido. Olvidar significa que lo que pasó no fue importante. Perdonar el algo muy diferente. Perdonar significa renunciar a un pretendido derecho a réplica, a venganza, al “ojo por ojo”, a cobrármela por mis medios, a buscar una pretendida justicia por mano propia.

Perdonar es mucho más. Es renunciar a estas pretensiones para no buscar más el mal y poder cortar el espiral de violencia en el que vivimos. ¡Claro que podemos olvidar! Pero aquí, en la lógica del Reino, no se trata de eso. Se trata de poder seguir adelante, confiando en las personas, incluso en aquellas que se han portado mal conmigo o me han herido y lastimado. Significa que yo no entro en la locura de la venganza. Significa que busco construir la paz. No por olvidar. Sino por contar con la gracia, que es la vida nueva de Jesús, para poder darle un nuevo significado a las cosas.

Perdonar no sólo nos acerca a Dios, sino que nos hace lo más parecido a Él. Porque recibimos de Él solo misericordia, somos capaces de compartir misericordia. Y eso es el perdón.

Celebramos hoy a Santa Clara de Asís, contemplando su vida y despojo, podremos aprender un poco más. Queriendo conseguir la perfección, dejándose enseñar por los Consejos de San Francisco, Clara comenzó a vivir una vida de pobreza ejemplar, que motivó también a otras mujeres a vivir lo mismo.

Frente a las aparentes seguridades, ella le pedía al Santo Padre: “le suplico que no me absuelva ni me libre de la obligación que tengo de ser pobre como lo fue Jesucristo” A quienes le decían que había que pensar en el futuro, les respondía con aquellas palabras de Jesús: “Mi padre celestial que alimenta a las avecillas del campo, nos sabrá alimentar también a nosotros”

Junto a Francisco, Clara supo y quiso hacer lío, en aquel tiempo específico de la Iglesia, haciéndose pobre, haciéndose niña, dependiente, haciéndose periferia, y haciendo tanto bien a la Iglesia…

 

10 de agosto


 San Juan 12, 24-26

El 10 de agosto se conmemora a San Lorenzo, un santo conocido por la crueldad con la que fue martirizado: quemado vivo en una parrilla.

San Lorenzo fue uno de los siete diáconos de Roma, formaba parte del grupo de hombres de confianza del Papa San Sixto, y se encargaba de distribuir las ayudas a los más necesitados de la ciudad.

Antes de que el cristianismo estuviese aceptado, el emperador Valeriano publicó un decreto que ordenaba la persecución y asesinato de todos los que se declarasen cristianos. Uno de los asesinados fue el Papa San Sixto, que estaba celebrando una misa en un cementerio de Roma el 6 de agosto, cuando le mataron junto a cuatro de sus diáconos. Cuatro días después matarían a San Lorenzo. La tradición cuenta que San Lorenzo, después de saber que habían asesinado al Papa, recogió todo el dinero y los bienes que la Iglesia tenía en Roma y los repartió entre los pobres y enfermos de la ciudad.

El dirigente de Roma mandó que lo mataran. Le metieron en una parrilla de hierro y le pusieron en el fuego hasta que murió calcinado. La leyenda cuenta que en su martirio, mientras ardía, el Santo pidió que le dieran la vuelta para arder por los dos lados.

9 de agosto


 San Mateo 18, 1-5.10.12-14

La Palabra no deja de sorprendernos, ojala nunca deje de hacerlo. Hoy nos presenta a los discípulos haciéndole una pregunta a Jesús, que manifiesta que todavía no entendieron casi nada del Reino. ¿Quién es el más importante en el Reino de los cielos? Los discípulos siguen pensando y viviendo su ser discípulos desde parámetros totalmente distintos al de Jesús.

Él responde, sorprendiéndolos al poner a un niño en medio de ellos y diciéndoles, “Si no se hacen como niños, no entrarán en el Reino de los cielos”. Para ser parte del Reino, se necesita cambiar, el Reino de Dios es don, regalo y no mérito, y para recibir este don, se necesita un corazón sencillo, humilde, dependiente y confiado en el Padre, como Jesús que se hizo pobre, periferia, para Salvarnos, para rescatarnos.

“El Padre celestial no quiere que se pierda ninguno de estos pequeños”, de este modo culmina la palabra de este día, nuestro Padre celestial tiene mirada preferencial por los más pequeños, por los que tienen el corazón de niño, por la periferia.

Después de tantos años, todavía nos cuesta al igual que a los discípulos, pensar y hacer como quiere Jesús, muchas veces seguimos pensando con parámetros distintos al de Jesús, porque nos creemos importantes, porque creemos que somos nosotros los que hacemos merito para algo, porque pensamos y miramos nuestra vida cristiana desde el hacer y no desde lo que somos, hijos amados del Padre, porque nos cuesta mucho mirar y caminar nuestra vida de discípulos desde la pequeñez, desde la periferia, desde la oveja perdida.

En el día de hoy la iglesia celebra a Santa Teresa Benedicta de la Cruz, la cual fue Judía de nacimiento, abraza la fe católica ya siendo profesora de universidad y reconocida filósofa. Entra en las Carmelitas descalzas y muere víctima de los nazis en Aushwitz. Canonizada por Juan Pablo II el 11 de Octubre, 1998

Consideró su conversión a la fe católica como una conversión también hacia una  más profunda identificación con su identidad judía.

Su testimonio ilustra dos temas inseparables: La unidad entre el judaísmo y la fe católica y el valor del sufrimiento.

 

8 de agosto


 San Mateo 17,22-27

Dos hechos diferentes nos muestra el Evangelio de hoy: por un lado, el anuncio de la muerte y resurrección de Jesús; por otro, una referencia explícita al pago de los impuestos y las tasas del Templo… Curiosa combinación de lo trascendente, lo definitivo y lo cotidiano…

La fe es eso, algo definitivo, radical, absoluto, trascendental y, al mismo tiempo, algo cotidiano, concreto, presente… La fe tiene que ver con lo más sublime, pero toca vivirla en este mundo concreto y cotidiano en que nuestra vida se desenvuelve.

No olvidemos esta primera enseñanza del Evangelio de hoy: nuestra vida no puede estar dividida… no puede haber un un divorcio entre mi fe y mi vida concreta,  Sino que ambas cosas deben ir de la mano,  deben conformar un “todo”.

Ahora bien, pasando a una segunda enseñanza; quiero quedarme con el tema del pago al impuesto del Templo. Creo que aquí Jesús tiene un mensaje muy importante y bien hondo que nos quiere comunicar. Si hay algo que Jesús no quiere es que nos sintamos súbditos o extraños en Su Templo. Nosotros no somos ni súbditos de nadie, ni extraños. Nosotros, todos, somos dueños del Templo, de este Templo y de todos los templos, porque somos hijos muy queridos del dueño del Templo.

De ahí lo que finalmente termina haciendo Jesucristo, que termina pagando el tributo, no lo elude. Jesús termina colaborando con el Templo, sólo que lo hace desde otro lugar, lo hace como hijo, como el mejor de los hijos, que va a colaborar siempre con la causa de su padre.

 Jesús mismo ha dicho dirigiéndose al Padre: “Todo lo mío es tuyo y todo lo tuyo es mío”. Por eso puede reconocer, con justicia, que la Casa del Padre es también su propia casa; y con ello, puede también invitar a Pedro e invitarnos a nosotros, a hacernos cargo también de la casa, del Templo, de la Iglesia… Pero no ya como extranjeros, nunca más como súbditos o extraños, sino ahora y para siempre, como hijos: “hijos muy queridos de un Padre Misericordioso”.

Quiera Dios que también nosotros podamos vivir desde este espíritu de Cristo nuestra ayuda a la Iglesia. Vivirla como la colaboración de un buen hijo que quiere y desea hacerse cargo de la casa y la causa de su padre.

No vivamos nuestras colaboraciones en el sentido de “impuesto”, de “obligación”, de “diezmo” o de “peaje” al cielo. Si colaboramos, colaboremos con corazón de hijos, en la Misión y en la Casa del Padre… Pidamos al Señor esta gracia enorme: la de entrar al Templo y sabernos y sentirnos en Casa, en nuestra propia casa.