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3 de junio


 San Marcos 11,27-33

Hoy un grupo de sacerdotes, escribas y ancianos que representan al Sanedrín, cuestionan la autoridad de Jesús, más precisamente, de donde proviene esa autoridad con la que habla y actúa. Y Jesús para poder explicarles recurre a la memoria de Juan el Bautista quien pudo adueñarse de su autoridad gracias a su servicio a los demás.

Porque cuando uno piensa en la autoridad desde las perspectivas del Reino, uno lo debe hacer desde la entrega generosa pensando siempre en el prójimo y nunca pensarlo desde el poder y los privilegios.

Tener autoridad es ser coherente entre lo que digo y hago, porque en ésta conjunción la gente creerá en nosotros y verá con claridad nuestra autoridad. No cabe duda que tanto Juan como Jesús tenían autoridad por ser coherentes en sus formas de hablar y actuar, porque sus palabras acompañaban lo que hacían, y de ésta manera, estando en sintonía con su Padre la gente quedaba maravillada y admirada.

Creo que el evangelio de hoy nos invita a pensar y reflexionar sobre nuestra propia autoridad, es decir si somos coherentes entre lo que decimos y hacemos. Recordemos que la Palabra de Dios también nos revela que "no todos los que digan Señor, Señor heredarán el Reino de los Cielos". Quedarse solo con las palabras es detenerse a mitad de camino, el resto hay que hacerlo actuando.

¿Te preguntaste con sinceridad, si lo que predicas con la palabra es coherente con lo que haces o actúas? Te vuelvo a insistir: siempre nuestras palabras deben ir acompañadas con nuestros quehaceres, es decir, con el servicio, con nuestra entrega generosa, con nuestra dar la vida para que el Reino de Dios se haga palpable en medio de nosotros.

En este día la iglesia celebra también a Sa  Carlos Lwanga y compañeros mártires.  Mártires de Uganda a finales del siglo 19.

 

 

2 de junio


 San Marcos 11,11-26

Jesús nos invita a grandes desafíos, siempre nos invita a navegar mar adentro, hacia la profundidad de nuestra vida.

Es hermoso dejarnos educar por las escrituras, dejar que el Espíritu Santo nos ilumine y nos permita vivir con profundidad nuestra vida. Vivir a pleno es no dejarnos atrapar por la frivolidad, la apatía, el aburrimiento, la superficialidad. No hay que vivir de apariencias, sino que lo que mostremos hacia fuera sea la expresión de nuestra interioridad. Fíjense en el ejemplo de este evangelio: la higuera y el templo.

Jesús percibe de la higuera que es hermosa, tupida, llena de verdor (por fuera) pero que no ofrece nada de frutos, que endulcen la vida de los que pasan a su lado. Pasa algo similar con el Templo, es un edificio enorme y hermoso, pero los frutos de oración y de acogida nunca se producen. Sólo son un mercado del que se benefician muy pocos y en el que la mayor parte de los que allí acuden con fe y esperanza sólo son explotados y excluidos.

 

Lo bueno, o lo bello, o lo grandioso tuyo, no pasa por la apariencia, por vestir a la moda, por querer presentarte como fuerte, por imponerte a los demás…¡ La belleza, la grandeza, está en tu corazón! ¡¡Has sido creado a Imagen y Semejanza de Dios!! Deja que el Señor obre en ti, que el Señor saque lo bueno que hay en ti.

Como conclusión podemos decir que es que a través de la oración y del perdón, nosotros conservamos la salud espiritual. Porque en esas conexiones, que son las conexiones de los sarmientos con la vid: “Nos llega la sabia”, “nos llega la vida de Dios”.

Como pueblo nos pasa lo mismo, cuando un pueblo no tiene misericordia, cuando un pueblo se para demasiado en lo que debería ser , sin poder comprender la fragilidad termina enredándose en los laberintos del dinero, bueno, en el extravío fuera de Dios.

La acción de Jesús es una acción profética que nos invita a nosotros, a mirar un poquito como estamos mirando a los demás, también como estamos como pueblo y nos invita como a realizar nuestra conexión con Dios.

 

1 de junio


 San Lucas, 22, 14-20

El jueves posterior a la Solemnidad de Pentecostés se celebra en algunos países la fiesta de “Jesucristo, Sumo y Eterno Sacerdote”.

 

Esta festividad tiene sus orígenes en la celebración del sacerdocio de Cristo que se realiza en la Iglesia desde siempre, pero que en algunas localidades o diócesis, cobró una forma particular al dedicársele un día del año en particular. Después de la reforma litúrgica del Concilio Vaticano II la fiesta de Jesucristo, Sumo y eterno sacerdote se ha ido haciendo mas popular.

En algunas diócesis de estos países se le denomina “Jornada por la santificación de los sacerdotes”.

Identificados con Él por el bautismo, nosotros somos salvados y podemos ayudar a salvar. Lo hacemos cuando ejercemos nuestro propio sacerdocio aceptando la dependencia y solidaridad con los demás, trabajando a su lado, sufriendo y alegrándonos con ellos, diciendo: «Aquí estoy, mándame».

 

En el envío no estamos solos. Jesús suplica al Padre por la santificación de los suyos en orden a la misión. Ruega para que sean el nuevo pueblo santo, consagrado a Dios. Pide que los guarde en la irradiación de su propia santidad, bajo su protección. Para la Iglesia en su conjunto y para cada miembro, pide que cada uno de los suyos conozca a Dios. La Misión de la Iglesia es conservar y proclamar el verdadero conocimiento del Padre y el mandato de su Hijo.

 

La fiesta de hoy celebra también el sacerdocio de todos los ministros ordenados que sirven al pueblo de Dios. Lo destacan bien las oraciones de la misa y el prefacio que se propone. Es un día de oración por la santidad de todos los sacerdotes para ayudarles, aun con sus debilidades y caídas, a ser cada día mejores instrumentos en su servicio de mediación entre Dios y la humanidad.

 

 

31 de mayo


 San Lucas 1, 39-56

Cada 31 de mayo la Iglesia Católica celebra la Fiesta de la Visitación de la Virgen María a Santa Isabel, su prima, quien también se encontraba en estado de buena esperanza.

Con esta significativa celebración se cierra mayo, mes dedicado a nuestra Madre del Cielo. Se trata, en consecuencia, de un bello detalle previsto por la Iglesia para que amemos más a la Virgen, la conozcamos mejor y la tengamos cada vez más presente en nuestras vidas.

La fiesta de la Visitación constituye esencialmente una invitación a contemplar a la Virgen María, la Madre de Dios, que sale al encuentro de Isabel para ponerse a su servicio. Al mismo tiempo, se trata de una nueva oportunidad para considerar el poderoso llamado a vivir el amor generoso -amor que brota cuando Jesús habita nuestro interior-. Pensar a María camino a casa de Zacarías e Isabel es muestra suficiente de que la Madre de Dios jamás se cerró sobre sí misma sino que estuvo siempre sensible y atenta ante las necesidades del otro. Se pone en marcha para servir en las labores domésticas, mostrando su sencillez y el profundo amor que tiene por Isabel. María, como madre que es, ama a cada uno con un amor particular y nunca abandonará a ninguno de sus hijos.

En consecuencia, María, la doncella elegida, nos enseña a salir al encuentro del prójimo: llevando a Jesús en el corazón.

De acuerdo al relato evangélico, el ángel Gabriel le anunció a María que sería la Madre de Jesús, Redentor del mundo. Luego le revelaría que su prima Isabel estaba encinta a pesar de su edad. Dios obraba con grandeza y suscita una respuesta amorosa en el ser humano: la Virgen sale en ayuda de su pariente embarazada -la mujer que será madre de Juan el Bautista- y se queda con ella por un periodo de tres meses.

 

30 de mayo


 San Marcos 10,28-31

 En este Evangelio  de hoy vemos cómo Pedro se anima a seguir a Jesús, como un desafío, y a diferencia del joven rico que cuando se le dice que le faltaba para ser perfecto era dejar todo, el joven rico se fue entristecido; Pedro, y sus discípulos, se animaron a seguir a Cristo.

La promesa de nuestro Señor es que aquel que se anima a dejar todo por el Evangelio tendrá mucho más, cien veces más, el Señor te lo promete, te lo promete ya aquí en esta vida y después en la vida del mundo futuro.

Debemos creerle a nuestro Señor, porque si es Cristo el que te está prometiendo, es el mismo Dios. Jesús no nos promete que la vida del discípulo va a ser una vida fácil, Jesús nos promete que a los discípulos nos va a dar la paz interior, que vamos a tener luchas, que vamos a tener dolor, que vas a tener una cruz pesada, pero Él está contigo, esa es la alegría del cristiano.

Más allá de eso, de todo lo que Jesús te puede dar en esta vida, que es paz interior, que es lo más grande que el hombre puede tener, te promete la vida eterna. Entonces, vale la pena dejarlo todo por Cristo, por la causa del Evangelio; y dejarlo todo significa poner a Dios en primer lugar, dejar madre, padre, hijos, campo; significa poner a Cristo en primer lugar. No te pide que abandones a tu familia, te pide que lo pongas a Cristo en el primer lugar, que Él sea el centro de tu familia, de tu negocio. El Señor pide que recemos antes de comenzar una tarea, como encomendando la obra a Él, y Él te va a bendecir, te pide que bendigas la mesa y no te va a hacer faltar el pan; pide que bendigas tu negocio y Él te va a bendecir; pide que seas honesto, y Él te va a bendecir.

Si le creemos a Dios, va a hacer maravillas, Él te va a salvar, si le crees realmente la Palabra viva y eficaz de nuestro Señor vas a ver cómo Él salva tu alma.

Vale la pena ser un cristiano honesto, ser un cristiano que da testimonio, vale la pena ser un cristiano que se juega por Dios.

Hermanos, el desafío que el Evangelio hoy nos propone es confiar y entregarnos plenamente a Él, que Él sea el que ponga siempre la piedra fundamental, y nosotros vamos por detrás. Y vas a ver que no hay mejor empresario que Cristo, que no hay mejor conductor de tu familia que Cristo, que no hay mejor educador que Cristo, porque Él es el que va delante de tu familia, delante de tu vida, delante de tu empresa, delante de tus obras.

Hermano, fuerza, ánimo y sigue adelante, sigue predicando el Evangelio, el Señor te va a bendecir.

 

29 de mayo

San Juan 19, 25-27

Ayer hemos terminado el Tiempo de Pascua con la celebración de la Solemnidad de Pentecostés. A partir de hoy retomamos el tiempo durante el año (suspendido a partir del Miércoles de Ceniza) en su novena semana. En este día corresponde celebrar la Memoria de María Madre de la Iglesia.

Por eso el texto de hoy es el de la crucifixión de Jesús donde estaba María. San Juan nos dice en su relato que, junto a la cruz de Jesús, estaban las santas mujeres, la Madre de Jesús y el discípulo amado. Hay un diálogo muy hermoso entre el agonizante Jesús y María y el Discípulo.

Jesús habla a María llamándola Mujer (recordando Gn 3,15 donde Dios dice que la descendencia de la Mujer aplastará la cabeza de la serpiente o demonio) para destacar el triunfo de Jesús su Hijo (descendencia) sobre el poder del Diablo.

A la Mujer le encarga cuidar, como Madre, al Discípulo otorgándole la Maternidad espiritual sobre la Iglesia representada por ese Discípulo sin nombre, al que le pide recibirla como Hijo, el cual la acoge llevándola a su casa, o sea como su propia Madre. Termina el relato con la muerte de Jesús y el cumplimiento de la Escrituras que implica la derrota toral del Maligno.

Siempre pienso ¿qué habrá sido el corazón de María? esta mujer de la delicadeza, porque faltaba el vino y ahí estaba María, esa mujer del silencio y de la ofrenda, que todo lo conservaba en su corazón, esa mujer de servicio porque ante el misterio de ser Madre del Redentor, parte sin demora a Judá al servicio de su prima Isabel…  la mujer de "Si, Hágase como ha dicho" ¿qué habrá sido ese corazón de Madre y ella al pie de la cruz ahí firme?

Pienso también en tantas mujeres… que están al pie de la cruz con los nuevos crucificados…de los que sufren, de los que están solos, de los que están enfermos. Muchas mujeres, están allí, por eso la grandeza de la mujer que esta al pie de la cruz, de los que defienden la vida, del que esta al pie de la cruz de los que miran para delante, de los que ponen realmente la mano y el hombre para acompañar al que necesita, al que está solo.  En la vida religiosa, muchas veces he visto monjitas y hermanas en los hospitales, en el mundo del dolor, lo cual resalta su fe y la entrega al servicio de los mas vulnerables.

 

 

27 de mayo


 San Juan 21, 20-25

“Tu sígueme “estas son las últimas palabras de Jesús al apóstol Pedro. También estas palabras están dirigidas a cada uno de nosotros.

A cada uno por su nombre, como Jesús le dijo a Pedro.

Hoy te dice  a ti, con tu nombre, con tu rostro, con tu apellido, con tu carácter, con tu historia, con tu temperamento, en la situación en la que te encuentres: Tú sígueme.

Como le dijo también una vez  a Mateo que estaba sentado en la mesa de dinero, cambiando  plata. No  estaba en ninguna ocupación espiritual, no estaba en ninguna montaña mística para ver si encontraba a  Jesús. No, estaba en la circunstancia concreta de su vida

Pero es allí que paso Jesús, que mirándolo fijó  su vista penetrante, llena de amor y le dijo: Sígueme. Y él dejándolo todo lo siguió.

Así paso con Juan, con Andrés, con Simón con todos.

Como al Final con Pedro, cuando Jesús le vuelve a decir otra vez Sígueme.

Y le vuelve a decir sígueme a Pedro, después de que Pedro lo había negado tres veces, no habían pasado más de tres o cuatro días desde que Pedro había negado a Jesús.

No hay mayor y más hermosa aventura que la de seguir a Jesús.

 En sus huellas vamos encontrando el sentido de  nuestra vida y vamos descubriendo que es hermosa, que vale la pena transitar este camino, si nos damos de corazón a él y por él, nos damos de corazón a nuestros hermanos.

Seguir a Jesús es descubrir que la vida, se nos ha dado para entregarla y para que así sea fecunda. Entonces la felicidad, él  deseo más  profundo de nuestro corazón se vea plenamente realizado.

Yo los animo y los invito a que tengan este coraje, de soltar todas las seguridades falsas que el mundo les presenta, para arriesgarse en la aventura del seguimiento de Jesús.

 Poniendo solo en él la esperanza del corazón y podrán verificar en sus vidas esa paz  y esa alegría que solo Cristo puede dar, y podrán experimentar que la vida es fecunda, que sirve para hacer más humano este mundo y también que nos prepara para  alcanzar  la  plenitud en la eternidad  del cielo.

26 de mayo

San Juan 21, 15-19

La alegría es el ingrediente fundamental del cristiano que disfruta desde la Fe, la esperanza en el Señor amando como hizo Él. Hoy celebramos a San Felipe Neri que vivió este dinamismo como veremos en su trayectoria. Nacido en Florencia el año 1515, pronto morirá su madre, pero su madrastra cuidó de él y de sus tres hermanos con verdadera ternura.

Joven virtuoso y orante, tras un tiempo de prueba como comerciante, se siente tocado por la Gracia de Dios, estableciéndose en Roma.  Allí se hospedará en casa de un mercante, siendo un verdadero aliciente espiritual y humano para toda su familia. Por un tiempo se dedicó a la oración y al estudio. Sin embargo, un día dejará los libros para consagrarse al apostolado en la Ciudad Eterna donde la relajación de costumbres espirituales y humanas requería una renovación profunda desde el Evangelio.

Su labor dio pronto los frutos esperados con innumerables conversiones y vueltas a Dios, después de una vida abandonada. Pero su corazón albergaba otros objetivos y anhelos pastorales. Por ejemplo, la inquietud por marchar de misionero a África, pero que no llegó a cuajar, permaneciendo en Italia donde, tras ordenarse sacerdote, con un grupo de hermanos presbíteros, funda la Congregación del Oratorio.

La Oración y el canto son las constantes del nuevo carisma, a las que se unía también las obras de caridad. Y es que si por algo se caracterizó siempre Felipe Neri fue por su alegría y sentido del humor. Sin duda seguía aquellas palabras de Santa Teresa que pedía insistentemente que la tristeza y a la melancolía, lejos del alma mía. Realidades que le acompañaron hasta su muerte ocurrida en 1595.

 

 

 

25 de mayo


 

San Juan 17,20-26

Vaya que Jesús nos ama verdadera y realmente somos importante para Él. Y esta oración que Jesús realiza en Juan 17 que hemos escuchado en estos días así lo dice.

Había escuchado que orar por una persona es amarla. Y esto es verdad, nos animamos a rezar por alguien cuando está en nuestro corazón porque es importante para nosotros. Y Jesús oro por nosotros y lo sigue haciendo. Ha hecho mucho por nosotros y lo seguirá haciendo.

Y para manifestar que somos conscientes de este gran amor de Jesús tenemos que manifestarlo cumpliendo sus mandamientos, su palabra… pero muy sobre todo estando unidos a Dios y estando unidos entre nosotros

En esta parte de la oración sacerdotal de Jesús, como se conoce a Juan 17, manifiesta su intención más grande para nosotros “Que todos sean uno, como tú Padre, estás en mí y yo en ti”. Quien es consciente del amor de Cristo, quien realmente es su discípulo y lo sigue, lo primero que tiene en su corazón es el trabajar por la unidad y no la división.

 Un verdadero cristiano se lo conoce por esto, en que ser una persona de unidad y no de diferencias ni división, es un ser de paz, de comunión. Si uno dice que cree en Jesús, pero es una persona que discrimina y rechaza en su corazón a otras personas es porque realmente no cumple con lo que Cristo quiere.

 Sería una pena muy grande que cada uno de nosotros seamos personas que no cumplen con esto principal de Jesús. Miremos nuestras vidas y pensemos si cumplimos con lo que Cristo quiere… de tal manera que si lo cumplimos estaremos dando un hermoso testimonio ante el mundo del amor de Dios en nosotros para ellos.

 Más allá de que sea muy difícil muchas veces que en nuestro corazón haya una herida por diferentes causas hacia una persona o varias, le pidamos la gracia a Jesús de perdonar y rezar por ellas. Así estemos en paz y cumplamos con lo que Jesús quiere.

Que hoy entonces se cumpla en nosotros lo que Jesús quiere en su oración.

 

 

24 de mayo

San Juan 2, 1.11

Los cristianos desde los primeros siglos llamaron a la Santísima Virgen "Auxiliadora”.

El nombre de Auxiliadora se le daba ya en el año 1030 a la Virgen María, en Ucrania, por haber liberado aquella región de la invasión de las tribus paganas. Desde entonces en Ucrania se celebra cada año la fiesta de María Auxiliadora

Pero será exactamente en 1862, en plena madurez de Don Bosco, cuando éste hace la opción mariana definitiva: Auxiliadora. "La Virgen quiere que la honremos con el título de Auxiliadora: los tiempos que corren son tan aciagos que tenemos necesidad de que la Virgen nos ayude a conservar y a defender la fe cristiana".

Desde esa fecha el título de Auxiliadora aparece en la vida de Don Bosco y en su obra como "central y sintetizador". La Auxiliadora es la visión propia que Don Bosco tiene de María. La lectura evangélica que hace de María, la experiencia de su propia vida y la de sus jóvenes salesianos, y su experiencia eclesial le hacer percibir a María como "Auxiliadora del Pueblo de Dios".

En 1863 Don Bosco comienza la construcción de la iglesia en Turín. Todo su capital era de cuarenta céntimos, y esa fue la primera paga que hizo al constructor. Cinco años más tarde, el 9 de junio de 1868, tuvo lugar la consagración del templo. Lo que sorprendió a Don Bosco primero y luego al mundo entero fue que María Auxiliadora se había construido su propia casa, para irradiar desde allí su patrocinio. Don Bosco llegará a decir: "No existe un ladrillo que no sea señal de alguna gracia".

María Auxiliadora ruega por nosotros.

 

23 de mayo


 San Juan 17, 1-11

Habiendo celebrado la Ascensión de Jesús al cielo, contemplándolo Glorioso y viviente a la derecha del Padre y en nosotros y esperando el don de su Espíritu Santo, hoy escuchamos el comienzo de esta hermosa oración Sacerdotal de Jesús.

Jesús ora al padre, intercediendo y ofreciéndole su pasión y muerte, modelo de oración para cada uno de nosotros. Hoy El señor ora al padre pidiendo: Glorifica a tu Hijo, para que el Hijo te glorifique a Ti, para luego pedir y rogar por aquellos que el Eligio, sus discípulos, aquellos que fueron llamados y que creyeron en Él como enviado del Padre.

Hermosa oración de Jesús, de alabanza, de adoración, de reconocimiento, de pedido que nos invita también a nosotros a orar siempre, que nos enseña también a dirigirnos a nuestro Padre Dios, como hijos en el Hijo.

Cuánto se transformaría nuestra vida si tuviésemos cuidado en nuestra oración cotidiana, no solo para recitar oraciones, sino también para orar, como lo hace Jesús, porque Orar es estar en todas nuestras tareas y cosas cotidianas sin perder la interioridad, la mirada sobrenatural de las cosas, como nos dice Santa Teresa de Jesús: “Para mí la oración es un impulso del corazón, una sencilla mirada al cielo, un grito de agradecimiento y de amor en las penas como en las alegrías.”

Poder contemplar y reconocer a Dios en cada acontecimiento, en cada situación, ofreciendo a Dios por medio de Jesús, cada una de nuestras penas y alegrías, cada uno de nuestros fracasos y logros, intercediendo por nuestros hermanos, ¡¡¡por sus necesidades…y cuanto que hay por interceder!!  esa es la tarea, porque orar es hablar con Aquel que sabemos que nos Ama.

Que desde la oración cotidiana y el obrar cotidiano y comprometido, podamos experimentar la Vida Eterna, conocer al Dios Verdadero y a su enviado Jesucristo.

22 de mayo


 

San Juan 16, 29-33

Santa Rita de Casia

La santa de lo imposible. Fue una hija obediente, esposa fiel, esposa maltratada, madre, viuda, religiosa, estigmatizada y santa incorrupta. Santa Rita lo experimentó todo pero llegó a la santidad porque en su corazón reinaba Jesucristo.

Nació en Mayo del año 1381, un año después de la muerte de Santa Catalina de Siena. La casa natal de Sta. Rita está cerca del pueblito de Cascia, en el  centro de Italia.

Su vida comenzó en tiempo de guerras, terremotos, conquistas y rebeliones. Países invadían a países, ciudades atacaban a ciudades cercanas, vecinos se peleaban con los vecinos, hermano contra hermano. Los problemas del mundo parecían más grandes que lo que la política y los gobiernos pudieran resolver.

Nacida de devotos padres, a los que se conocía como los "Pacificadores de Jesucristo", pues los llamaban para apaciguar peleas entre vecinos. Ellos no necesitaban discursos poderosos ni discusiones diplomáticas, solo necesitaban el Santo Nombre de Jesús, su perdón hacia los que lo crucificaron y la paz que trajo al corazón del hombre. Sabían que solo así se pueden apaciguar las almas.

A pesar de que santa Rita murió hace ya más de 400 años, su devoción sigue aumentando cada día. En este momento en el que vivimos, con la incertidumbre ante la recuperación económica y la amenaza que existe sobre los trabajos y los hogares, santa Rita es la santa ideal para ofrecer esperanza a cualquiera que experimente dificultades en su vida. Ella fue esposa, madre y viuda antes de convertirse en monja. Conoció el dolor de perder a su esposo, que fue asesinado, y en el espacio de un año perdió también a sus hijos por enfermedad. En su vida religiosa experimentó dolor y sufrimiento a causa de la espina que llevaba clavada en la frente, con la que permaneció hasta el momento de su muerte.

 

 

20 de mayo


 San Juan 16, 23-28

Hoy en el Evangelio Jesús nos invita a la oración confiada al Padre de los cielos en su nombre. Les aseguro nos dice: Todo lo  que pidan  al Padre, Él se  los concederá  en mi nombre.

Hasta ahora no han pedido nada en mi nombre. Pidan, y recibirán y tendrán una alegría que será perfecta.

Para vivir como cristianos es necesario orar, más aún es necesario orar para vivir como seres humanos.

La oración es conciencia de la dependencia total de Dios que se traduce en súplica. Es en la oración, en el mendigar sincero a Dios que se juega más profundamente nuestra libertad. Es el instante más lucido de nuestra jornada, pues implica reconocer que todo está en las manos de Dios y que, sin él, nada podemos hacer, ni mucho ni poco, nada.

Es el instante más agudo de nuestra jornada, pues se hace conocer que el sentido de todo lo que somos y hacemos es Cristo.

Una de las formas más bellas para definirnos es esta: Ser mendigos de Cristo y de su gracia.

El Padre nunca dejara de darnos lo que le pidamos, siempre y cuando eso que le pedimos sea lo que nos conviene a nuestro bien, pues nadie como el Padre Dios quiere nuestra felicidad.

Tres condiciones para que nuestra oración sea escuchada y llene nuestra alma de alegría perfecta:

1) Humilde: Pues nada merecemos, a de llevar en el fondo el deseo de que se cumpla en nuestra vida la voluntad de Dios y no la nuestra.

2) Confiada: Pues Dios es nuestro Padre y quiere nuestro bien.

3) Perseverante: Pues Dios ve en eso, el deseo verdadero.

 Anímense a vivir la vida como un camino de oración.

 Pues vivimos como oramos y oramos como vivimos.

 

 

19 de mayo


 

San Juan 16,20-23a.

El evangelio de hoy nos habla del gozo y de la tristeza.

Jesús menciona: “Ustedes están tristes, pero esa tristeza se convertirá en gozo”

Y esto lo puede hacer solo la Gracia de Dios en los corazones, cuando experimentamos muchas veces:

-Tanta incomprensión.

-Tanto dolor.

-Tanta tristeza.

-Tanta falta de sensibilidad, de caridad.

Parece, nos preguntamos, si este mundo no está “patas para arribas, sino se ha dado vueltas” y lo único que puede realmente volverlo a su curso natural, para lo que fue creado, es: La caridad, es el amor, es la ternura que el Espíritu Santo ha depositado en nuestros corazones y que estamos llamados a contagiar, con una misión propia, con una misión particular, que -El Padre- nos ha encomendado.

Por eso la Iglesia Católica en el mundo, la Iglesia joven tienen como tarea, justamente transmitir, contagiar, la Buena noticia, con palabras y por supuesto, con gestos, con obras de caridad.

Esa caridad es la que cambia al mundo, esa caridad es la que nos da una alegría que nadie nos podrá quitar.

El Maestro, su persona, Jesucristo, Nuestro Señor y Maestro, es quien nos da la verdadera alegría.

La lectura de hoy agrega la promesa que, cuando Jesús los vuelva a ver, experimentarán una gran alegría “que nadie se la podrá quitar”. Ellos ya no necesitarán hacer las preguntas que hoy hacen. Esto no significa que no habrá más sufrimientos en el futuro. Esos sufrimientos llegarán, y alguno de ellos entregarán sus vidas por su compromiso con Jesús y el Reino. Pero, aquellos que están cerca de Jesús, el dolor y la alegría no son incompatibles.

Pidamos al Señor la Gracia entonces, de tener un corazón servicial, un corazón humilde como el de María.

 

 

18 de mayo

San Juan 16,16-20

Jesús en el Evangelio de hoy nos invita a saber que la Fe en Él realmente consiste en saber su presencia está siempre con nosotros a pesar de que físicamente no lo veamos. A Jesús no lo vemos físicamente, lo podemos ver sólo con los ojos de la fe. Y llegar a madurar eso es un motivo de gran alegría, porque sabemos que no estamos solos, Jesús está conmigo, Jesús está con todos, Jesús está.

Cuando estamos tan acostumbrados a lo tangible o a lo físico nunca vamos a comprender. La presencia o el estar presente no se limita sólo a lo físico. Si nos limitamos a saber que la única forma de presencia es la física o material de seguro que viviremos angustiados y tristes. Y la verdad que me llama mucho la atención que muchos de los cristianos no maduran en esta verdad, siempre se limitan a lo físico, y cuando hay que hablar o dar testimonio de la esperanza no lo hacen porque los ojos no trascienden.

“Dentro de poco me volverán a ver” Vemos al Señor con los ojos de la fe. Jesús está con nosotros en todo momento, nunca estamos solos. Y el día que comprendamos de corazón esta verdad de fe, de seguro, como dice Jesús, “nuestra tristeza se convertirá en gozo”. Y esa presencia permanente de Jesús tenemos que llevarla a todos con alegría.

Que Jesús nos de la gracia de ser discípulos convencidos de su presencia entre nosotros y que la manifestemos con mucha, con mucha alegría a todos para convertir las tristezas en gozo. Esa será nuestra tarea del día de hoy, convertir las tristezas en gozos

 

 

 

17 de mayo


 

SAN JUAN 16,12-15

Seguimos compartiendo la Palabra de Jesús, en este día del capitulo 16 del evangelio de Juan, Jesús les habla a sus discípulos, les deja una promesa más sobre el Espíritu Santo: cuando Venga el Espíritu de la Verdad, los iluminará y llevará a la verdad Completa, El Espíritu de la Verdad también Glorificará a Jesús en ellos, porque todo le viene de Él, de Jesús.

Los Discípulos no entendían demasiado; recordaron, entendieron y experimentaron estas palabras y promesa de Jesús, sólo después de la resurrección y vaya si lo experimentaron, llevaron y glorificaron a Jesús por todas partes.

Estas palabras y promesa de Jesús se hace actual y presente también hoy en cada uno de nosotros, sus discípulos misioneros, que aunque muchas veces no entendemos demasiado, sabemos y creemos que El Espíritu de Jesús obra en nosotros constantemente, siempre y cuando seamos dóciles a su obrar y su fuerza.

Ante las dificultades, cansancios, problemas, preguntas y cuestiones que no entendemos que bueno recibir nuevamente de Jesús esta promesa, su Espíritu de verdad, que te ilumina y guía a la verdad completa. Que bueno saber que muchas cosas que hoy te entristecen, agobian, duelen, en el Espíritu de Jesús encuentran luz, verdad, respuesta. Será cuestión quizás entonces, ponerse cara a cara con Jesús, en el sagrario, en tu interior y abandonarte confiado en su promesa, para que el apostolado, la entrega diaria, las obligaciones e incluso preocupaciones y problemas que tengas, encuentren en Él, luz, claridad, verdad y con fuerzas renovadas puedas seguir dando pasos.

Señor Jesús gracias por Prometernos y regalarnos tu Espíritu, que nos ilumina y conduce hacia ti mismo, la Verdad Completa, gracias por siempre sostenernos y renovarnos en la confianza, te pedimos un corazón sencillo, que aunque no entienda demasiado, siempre te busque, siempre te pida tu Espíritu de verdad.

16 de mayo


 San Juan 16, 5-11

Nos encontramos en este día nuevamente en torno a la Palabra del Señor, en el Evangelio de San Juan. Recordemos que San Juan habla a través de los signos, a través de lo que ha ido viviendo y experimentando con Jesús. San Juan comienza relatando esta Palabra que de alguna manera nos ubica en el momento en el cual Jesús aparece dialogando con sus discípulos: “A la hora de pasar de este mundo al Padre, Jesús dijo a sus discípulos…”

Jesús relata claramente su vuelta al Padre, es necesario que Jesús vuelva al Padre para que nos pueda enviar el Paráclito, el Abogado, el Defensor. Sin embargo reconoce que su partida causa en sus discípulos, y también en cada uno de nosotros, tristeza, como quizás una desazón o un desconcierto, como una angustia o soledad. Sin embargo, Jesús es muy claro: “Es necesario que yo vuelva al Padre…” para que el Paráclito realmente pueda hacerse presente.

Aquel Abogado Defensor que el mismo Jesús nos va a enviar, Aquel que cuando venga, dice: “probará al mundo donde está el pecado, donde está la justicia y cuál es el juicio”. Jesús relata claramente a la luz de su Palabra, pero con la fuerza del Espíritu Santo que viene a reinar en cada corazón que se abre a su Gracia, a su Presencia.

Pero sobre todo, habla claramente de estas tres palabras precisas: del juicio, en donde la justicia está en que el Príncipe de este mundo ya ha sido condenado, en donde se reconocerá el pecado, y en donde realmente el Señor pondrá su justicia en el bien, en el obrar de aquellos que han sido fieles a su Palabra, a su Voz. El juicio es aquello que todos vamos a pasar, pero recordando las palabras de san Juan de la cruz: seremos juzgados en el amor, ese es el juicio que el Señor va a ejercer sobre nosotros, porque es el Dios del amor, porque es el Dios del perdón.

Sigamos preparando el corazón para que el Señor realmente nos llene con su Presencia, con su Amor, pero sobre todo con la fuerza de su Santo Espíritu, cuando celebremos la venida del Espíritu de Dios. Que el Señor te acompañe, que el Señor te bendiga y te llene de su alegría.

15 de mayo


 San Juan 15, 26, 16,4

San Isidro nació en 1082 en el seno de una familia de campesinos muy pobres. Por este motivo, no recibió educación alguna que no sea la que debe recibirse primero en una familia: el amor a Dios, la caridad con el prójimo, y la importancia de la oración y los sacramentos. Quedó huérfano muy pequeño y a los 10 años comenzó a trabajar como peón de campo en una finca cerca de Madrid (España). Años más tarde, contrajo matrimonio con María de la Cabeza, quien llegaría también a ser santa.

San Isidro empezaba cada jornada asistiendo a Misa muy temprano. Sin embargo, a veces, por ese motivo, se retrasaba un poco en llegar al campo a trabajar. Sin querer despertó la cólera de varios de sus compañeros, quienes lo acusaron con el patrón de holgazán. 

El dueño de las tierras verificó que la acusación era cierta -el Santo sí solía retrasarse un poco- pero quedó impactado al ver que, mientras Isidro no llegaba, los bueyes con los que trabajaba movían el arado como si él los estuviera guiando. Así, corrió el rumor de que mientras Isidro estaba en Misa, un ángel cubría su puesto en el campo.

Cuando los musulmanes invadieron la ciudad, muchos católicos se vieron obligados a huir a zonas más apartadas. San isidro fue uno de ellos y por eso experimentó el sufrimiento de los migrantes y las necesidades por las que pasa quien tiene que trabajar en un lugar desconocido. Aún así, Isidro visitaba a pobres y enfermos, sin descuidar a su esposa e hijo, con los que se le veía pasear de vez en cuando por los campos. Se dice que un día, el niño cayó con una canasta a un pozo muy profundo. Los santos esposos corrieron a ayudarlo pero no encontraban la forma de rescatar al muchacho. Entonces, se arrodillaron a rezar con tanta fe que las aguas del pozo empezaron a subir y el pequeño apareció en la superficie dentro de la canasta, sano y salvo.

Al retornar a Madrid, San Isidro volvió a trabajar en una finca y, previsiblemente, dada su forma de ser, los otros peones lo acusaron de laborar menos que todos; la razón: andar rezando y quedarse mucho tiempo en el templo. Grande fue la lección que recibieron sus acusadores cuando se hizo el inventario: la parcela a cargo del Santo produjo el doble que las de los demás.

San Isidro murió el 30 de noviembre de 1172. Su fiesta se celebra cada 15 de mayo y la de su esposa, Santa María de la Cabeza, el 9 de septiembre. San Isidro es patrono de Madrid.

 

13 de mayo


 

San Juan 15, 18-21

Hoy celebramos la fiesta de la Virgen de Fátima, recodando las apariciones de la Virgen María a los tres pequeños pastores: Lucía, Jacinta y Francisco. Podríamos decir que aquellas manifestaciones —paradigmáticas en la historia de la Iglesia— son como “horas extras” que, en los últimos tiempos, ha hecho Santa María.

¡Y no es para menos! Tal como Pío XII advirtió, el gran pecado de la modernidad es la pérdida del sentido del pecado. ¡Esto no sale gratis! En efecto, el mundo ha sufrido recientemente las peores guerras de toda la historia de la humanidad: nunca se había matado y maltratado a tanta gente en este mundo como en el siglo XX. La descripción que trazó Joseph Ratzinger —después, Benedicto XVI— es elocuente: «Ninguna época ha librado guerras tan crueles, tan sangrientas, como la nuestra.

Pero Dios es misericordioso, Padre de bondad que no nos abandona.  Precisamente en este siglo de los “horrores y holocaustos” (en expresión de san Juan Pablo II), Dios ha querido consolar a la humanidad de diversas maneras. Una de ellas han sido las apariciones de María Santísima

A finales del siglo XIX destaca Lourdes; a comienzos del XX, sobresalen las apariciones de Fátima. Los hechos muestran unos paralelismos providenciales. Por un lado, los interlocutores de la Virgen María han sido muy jóvenes —de condición sencilla, incluso analfabetos—, pero dispuestos a hacer la voluntad del Padre del cielo: a éstos Jesús los reconoce como «mi hermano, mi hermana y mi madre» (Mt 12,50). En segundo lugar, el tema de la petición de María era la reparación por los pecados de los hombres, la penitencia y la oración por los pecadores.

Roguemos, hoy especialmente, para que los hombres y mujeres de este mundo hagamos la voluntad del Padre del cielo y, así, lleguemos a ser más hermanos de Cristo, más hijos del Padre y más hermanos entre nosotros.

 

 

12 de mayo


 San Juan 15, 12-17

En el  evangelio de este día se  nos presenta la clave para la salvación: el amor entre nosotros y por supuesto hacia Dios. Este mandamiento importante, principal, que nos ubica en la vida, nos marca la prioridad, este trato preferencial que tiene Jesús con nosotros “ya no los llamo servidores, los llamo amigos, soy yo el que los elegí” nos va a decir Jesús.

Cuando uno se sabe elegido, querido, amado, sostenido por Dios la vida de uno no puede seguir igual, cambiamos, nos damos cuenta que frente a ese amor inigualable que Dios nos tiene estamos llamados a una misión, estamos llamados a dar ese fruto abundante que nos propone el evangelio de hoy. Y por supuesto dice el evangelio que ese fruto va a ser duradero, va a ser para siempre, claro, cada obra de amor que hagamos aquí en la tierra tiene su correlato en el cielo, vamos a encontrar esa obra de amor, esas obras de amor transformadas en lo que será ya luego la Vida Eterna, lo que será el encuentro con Jesús.

Que importante es tener presente entonces esto que dice Jesús “no son ustedes los que me eligieron a mi sino yo el que los elegí a ustedes” esa elección divina en la cual somos los preferidos de Dios, si cada uno de nosotros pudiera reconocer esto y saberse exclusivamente elegido por Dios para una misión nuestras vidas sin duda que cambian y se prepárense disponen para lo nuevo que Dios quiere hacer en nosotros.

En este tiempo de pascua recordar entonces que sólo Cristo hace nuevas todas las cosas. A Él le pedimos entonces la gracia de tener un corazón siempre enamorado de Él.

 

 

11 de mayo

San Juan 15,9-11

Hoy Jesús nos invita a contemplarlo desde los discursos de la Última Cena donde abre su corazón con sus amigos, los discípulos. De esta forma los va preparando para ese momento tan importante, el momento de la Cruz. Él quiere cuidar que ellos no se escandalicen, que no se separen, que no se pierdan. Por eso empieza a hablarles de lo que va a suceder: “Dentro de poco no me verán, y poco después me volverán a ver. Van a llorar y el mundo se alegrará, pero su tristeza se transformará en gozo.” Esa es la certeza que Jesús quiere dejar en sus corazones y la certeza que Dios quiere dejar en nuestros corazones hoy.

Nuestra alegría no es la de venir al mundo. Nuestra alegría está mezclada con tristeza, pero, sin embargo tenemos la seguridad de que Dios no va a dejar que ninguna de nuestras tristezas caiga en el saco roto. Todo lo que nosotros hacemos, cuando lo ofrecemos y lo ponemos en manos del Señor, Él lo asume y lo transforma en gracia para nosotros, para otros, para el mundo. Pero nunca entra en saco roto porque siempre se transforma en gracia.

Pidámosle al Señor que nos sostenga en la convicción de que todo lo que hacemos, cuando lo unimos a Jesús con una fuerza transformadora que engendra vida en el mundo.

¿Cómo permanecer en Jesús? Nos responde la misma Palabra de este día: cumpliendo sus mandamientos, viviendo su vida, buscándolo siempre, queriendo escuchar su voz. Permanecemos en Jesús cuando, también queriendo responderle con Amor agradecido, seguimos sus huellas, vivimos o buscamos vivir su Palabra en lo cotidiano, y saliendo de nosotros mismos, de nuestro confort y seguridad, entregamos la vida, dando vida, siendo generosos, siendo atentos a la necesidad del otro. Buscar a Jesús, seguir sus huellas, permanecer en su amor, amando como Él nos amo, en el servicio, en la entrega, estando en comunión con Él, será nuestra tarea…

    Infunde Señor en mi corazón tu Amor que salva, tu amor concreto, humilde que experimentas en el Padre y que viviste en tu vida, hasta el fin, entregando tu vida,  haz mi corazón semejante al tuyo, que experimentando tu Amor, que permaneciendo en el, pueda siempre amar, entregar la Vida, ser transparencia de tu Amor, para todos mis hermanos.

 

10 de mayo


 

San Juan 15,1-8

La liturgia nos propone para reflexionar el texto del Evangelio de Juan 15, 1-8. Este es un texto en el que el Señor durante la despedida, durante la Última Cena propone a los discípulos esta imagen de la vid y los sarmientos: “Yo soy la vid y ustedes los sarmientos, mi padre es el leñador y mi madre es quien lo poda”.

En todo este texto se repite una y otra vez esta invitación esta idea a permanecer en Él, nos dice que la clave de nuestra vida cristiana, de nuestro seguimiento de Él es permanecer unidos a Él. Seguramente que muchas veces habrás experimentado lo difícil que es seguir al Señor, seguramente que muchas veces hemos vivido alguna linda experiencia: un retiro espiritual, una misión, o compartir algo con algún hermano y eso te haya llenado de ganas, te ha llenado de entusiasmo, y con el tiempo esas ganas desaparecen y perseverar en el camino cristiano no es tan fácil.

El Señor hoy nos propone la clave para poder perseverar, es esta idea de permanecer en Él, permanecer no es solamente estar, permanecer es estar aferrados a Él, es estar enraizados en Él, es alimentarnos en Él y es porque estamos unidos a Él: dar fruto. Que el Señor te de la gracia de poder de verdad permanecer unido a Él, que es la Vid Verdadera, que es el único que puede darte aquello que necesita en cada momento de tu vida.

Para entender bien todo el alcance de esta parábola, es importante estudiar bien las palabras que Jesús usó. Y es igualmente importante observar de cerca una vid o una planta para ver cómo crece y cómo se enlazan tronco y ramos, y cómo el fruto nace del tronco y de los ramos. Jesús recurre aquí a una alegoría, una metáfora que todos podemos entender: cualquier rama que se desprende de su tronco, termina muriendo. Hoy El Señor nos exhorta a que estemos unidos a él, de quien recibimos la savia de la vida. De lo contrario, nuestra vida se marchitará.

A la luz del Evangelio, nos podemos preguntar: Lo que mantiene viva una planta, capaz de dar frutos, es la savia que la atraviesa. ¿Cuál es la savia que está presente en nuestra comunidad y la mantiene viva, capaz de dar frutos?

 

9 de mayo


 San Juan 14, 27-31

En este Evangelio  comienzan los discursos de despedida. El Señor junto con dejarnos “su paz”, habla abiertamente de su partida al Padre; es necesario que Él vuelva al Padre desde donde tiene su origen, para que vuelva a nosotros. de este modo, su partida no ha de generar corazones temerosos ni acobardados, sino corazones que comprendan lo que pasa. Su amor está por encima de todo lo que pueda ofrecernos el mundo. Con todo esto se nos va preparando para la venida del Espíritu Santo, que nos permite reconocer la obra del Señor, que nos moviliza a esos lugares donde el Señor quiere que estemos y hablemos en su nombre. Que en este día su paz habite en nosotros y sobre todo que no tengamos miedo, porque sabemos que con el Señor todo lo podemos y para Él nada es imposible

Vale la pena preguntarse: ¿Estoy dispuesto a ser portador de la paz que nos dejó Jesús antes de partir? ¿Cómo contribuyo en la construcción de paz en mi familia y en mi comunidad?

Entonces nos podemos preguntar ¿Qué es la paz? ¿Cuál es la paz que nos ha traído Jesús? Sino que la paz no es ausencia de conflicto, ¿no? Porque no existe una vida humana sin conflictos.

La paz no es ausencia de conflicto, la paz es un don. Este Shalom, este así se llama en el mundo bíblico, este Shalom, esta paz es un don que hace referencia a la integridad. La paz es que si esta la paz de Dios todas las cosas están en su lugar; todas las cosas están en su lugar, están en el lugar que tienen que estar.

Y que interesante que podamos tener este don, o pedirle al Señor este don de la paz. Porque cuando hay paz, esta paz de Dios, este Shalom, esta integridad, todo cae en su lugar. Está en su lugar en relación conmigo mismo, y todos los demás.  También está en su lugar mi relación con las cosas, con la diversión, con la tecnología, con mis responsabilidades. Cuando Jesús está hay integridad, hay sentido.

 

8 de mayo


 

San Juan 14,21-26

En el evangelio de hoy Jesús nos asegura que vendrá junto con el Padre y habitará en quienes lo amen y cumplan su Palabra. ¿Alguna vez te imaginaste "habitado" por Dios? El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo nos habitan, viven dentro nuestro… Sólo Dios puede ser tan grande de hacerse tan pequeño

Qué interesante es  saber que Dios por elección libre suya elige vivir dentro nuestro. Muchas veces nosotros nos creemos que valemos poco, que "si fuera más linda o más fachero yo …"; que "si tuviera un mejor trabajo…", que "si fuera un poco más inteligente…" y sin embargo el mismo Dios, así como estamos, desea venir e instalarse en nuestro corazón y en nuestra vida.

Él desea nuestro corazón, no sólo alguna parte nuestra, algunas horas… elige morar en nuestro corazón porque ahí está la centralidad del hombre. El quiere venir a ocupar el lugar central de tu vida para desde ahí transformarla. No significa que tu vida esté mal, sino que quiere darle un nuevo brillo, más vitalidad y más espesura. "La gloria de mi Padre consiste en que ustedes den mucho fruto" escuchábamos en el evangelio de ayer.

 

Por lo tanto El Espíritu Santo no es ni una energía, ni una paloma volando, ni una luz agradable; es una persona, una persona divina, una de las personas de la trinidad, Dios mismo. Eso significa que dentro nuestro, en lo más profundo de nuestros corazones, desde el bautismo habita la presencia de Dios, es Dios que convive con nosotros, es su presencia la que nos diviniza, la que nos va transformando desde adentro, transformación que se hará plena el día de nuestra muerte, ahí el Espíritu Santo revelará todo su poder y nos sacará de la tumba tal cual como lo hizo con Jesús.

Esta es nuestra esperanza, esto es lo que nos sostiene. En esto se establece nuestra religión, en que, desde ahora, vivimos en una relación única y personal con Dios, que se hace plena en la comunidad, cuando compartimos con otros esa misma vida divina.

 

He aquí otra característica de nuestra fe, de nuestra religión, la vida de Dios no se puede guardar, no se puede esconder, no se puede ocultar, en Cristo lo que se da crece, lo que se encierra, se muere y se pierde.

 

Que hoy puedas encontrarte con este Dios que eligió hacer su casa en medio nuestro

6 de mayo


 San Mateo 22, 34-40

San Martin de Porres es un santo muy popular en muchas partes y hasta se han filmado hermosas películas acerca de su vida y milagros. Es un santo muy simpático y milagroso.

Nació en Lima, Perú, hijo de un español y de una panameña. Por el color de su piel, su padre no lo quiso reconocer y en la partida de bautismo figura como "de padre desconocido". Su infancia no fue demasiado feliz, pues por ser mulato (mitad blanco y mitad negro, pero más negro que blanco) era despreciado en la sociedad.

Aprendió muy bien los oficios de peluquero y de enfermero, y aprovechaba sus dos profesiones para hacer muchos favores gratuitamente a los más pobres.

A los 15 años pidió ser admitido en la comunidad de Padres Dominicos. Como a los mulatos les tenían mucha desconfianza, fue admitido solamente como "donado", o sea un servicial de la comunidad. Así vivió 9 años, practicando los oficios más humildes y siendo el último de todos.

Al fin fue admitido como hermano religioso en la comunidad y le dieron el oficio de peluquero y de enfermero. Y entonces sí que empezó a hacer obras de caridad a manos llenas.

Los frailes se quejaban de que Fray Martín quería hacer del convento un hospital, porque a todo enfermo que encontraba lo socorría y hasta llevaba a algunos más graves y pestilentes a recostarlos en su propia cama cuando no tenía más donde se los recibieran.

Con la ayuda de varios ricos de la ciudad fundó el Asilo de Santa Cruz para atender a enfermos y huérfanos y ayudarles a salir de su penosa situación.

Aunque él trataba de ocultarse, sin embargo, su fama de santo crecía día por día. Lo consultaban hasta altas personalidades. Muchos enfermos lo primero que pedían cuando se sentían graves era: "Que venga el santo hermano Martín". Y él nunca negaba un favor a quien podía hacerlo.

Pasaba la mitad de la noche rezando. A un crucifijo grande que había en su convento iba y le contaba sus penas y sus problemas, y ante el Santísimo Sacramento y arrodillado ante la imagen de la Virgen María pasaba largos tiempos rezando con fervor.

Sin moverse de Lima, fue visto sin embargo en China y en Japón animando a los misioneros que estaban desanimados. Sin que saliera del convento lo veían llegar junto a la cama de ciertos moribundos a consolarlos.

5 de mayo


 San Juan 14, 1-6

La proclamación de esta palabra acontece en un día muy especial: recordamos a los que ya partieron; “a los que se adelantaron en el viaje” decimos. A los que habiendo peregrinado con nosotros por un tiempo, dieron un paso hacia adelante y se encuentran ya en la casa del Padre tal cual Jesús lo dice en el evangelio: “En la casa de mi Padre hay mucho lugar para todos y para cada uno de nosotros.

Es la casa del Padre la que nos espera al final del camino, pero también la que se nos adelanta para esta “parte del camino”: Dios como Padre que nos acoge en su amor y nos invita a caminar seguros, seguros y con un destino.

Los que se fueron no están en “Algún lugar” como se dice; donde estés: ¡“allí te rezo”! ¡NO! ….están en el cielo; es un lugar preciso, están con Dios, son de Dios. Y nosotros también estamos llamados a ser de Dios con ellos, sin que eso adelante nuestra marcha, tampoco que la demore.

Estar en el cielo y compartir con Dios definitivamente con Dios en la eternidad y gozar de la presencia del Padre; es el anhelo más profundo que hay en el corazón de todos y cada uno de nosotros.

Claro, decir la palabra muerte genera un cierto temor, tal vez sea de las realidades humanas que más miedo dan, porque en realidad enfrentarse al destino de lo que vendrá con lo que ello supone, la muerte, genera angustia y tristeza.

Recordar a los que se fueron no es angustiarnos porque no están. Es traerlos a la memoria agradeciendo lo que nos dejaron con su paso por nuestra vida.

SIEMPRE hay un “otro” que nos representa significativo en el camino. “Estos” los que ya no están, que nos dejaron una marca. También los que están y con los que compartimos la vida deja una marca en el corazón y dejamos una marca en el corazón de los demás. Recordarlos es traer a la memoria las “buenas marcas del camino”. Las buenas señales que el camino nos permitió compartir. Ojala así puedas traer presente a los que se fueron, con alegría, con gozo, con la certeza de que no están “en algún lugar” ; están con Dios, El Padre. Han resucitado gracias a la resurrección de Cristo Jesús por la obra del Espíritu Santo.

Ojala ya ahora puedas vivirla desde aquí y que no pienses que es cuando estemos en el cielo. Jesús dice: “el cielo, el reino de los cielos ya está entre ustedes”. Que puedas disfrutar de esa presencia de Jesús VIVO al lado tuyo y que eso te ponga en comunión con los que ya se adelantaron en el camino.

4 de mayo


 San Juan 13, 16-20

Resulta interesante esta palabra de Jesús sobre la felicidad. “Ustedes serán felices si, sabiendo estas cosas, las practican”. Esto dice Jesús a sus discípulos. Y el eco de sus palabras nos llega hasta nosotros hoy.

Porque si hay algo que todos queremos en la vida es ser felices. Todos, absolutamente todos queremos ser felices. Y no somos libres de esto. Este anhelo, deseo y sueño de felicidad anida en lo más profundo de nuestro corazón. Queremos, a toda costa y de todo corazón ser felices. No podemos no querer esto. Y justamente por esto es que podemos vivir en libertad. Dios está de acuerdo con nuestro más íntimo deseo de felicidad. Lo quiere. Lo desea. Lo busca. Dios quiere que el hombre sea feliz. Dios quiere que usted sea feliz.

La dificultad está en que, si bien tanto Dios como el hombre quieren ser felices, no siempre buscamos lo mismo. El deseo lo tenemos los dos y todos; ahora bien, no todos lo saciamos de la misma manera.

Por eso es interesante la palabra de Jesús y el contexto en que lo dice: después del lavatorio de los pies. Es decir, para Jesús no hay felicidad que sea posible si no es lavándonos los pies los unos a los otros y esto son, sirviéndonos unos a otros. El ideal de servicio es para Jesús el mismo ideal de felicidad. Si uno quiere ser feliz que se ponga a servir a su hermano.

Por eso que el ideal de servicio es el ideal de felicidad. Según la mentalidad del mundo siempre voy a quedarme con ganas de más, encerrado en un pequeño yo personal que teme amar. En cambio, si me dejo amar por Jesús, entiendo el amor y me animo a amar. Ya no desde el yo que descansa arriba de un pedestal, sino sintiéndome Pueblo, de manera colectiva y comunitaria, donde las únicas relaciones posibles sean las de amarnos los unos a los otros.

 

 

3 de mayo


 San Juan 14,6-14.

 Hoy estamos compartiendo las fiestas de dos apóstoles, de dos amigos de Jesús, de dos que han sido elegidos, mirados por el Señor, que han sido invitados a seguir en el camino de Jesús, que son Felipe y Santiago.

Vamos a quedarnos con algunos episodios de la vida de Felipe, sobretodo hay un episodio de la vida de Felipe que se nos cuenta en el Evangelio de Juan, donde Felipe viene a decirle a su Natanael, hemos  encontrado aquel de quien hablan las Escrituras. “¿Quién es? es Jesús, el de Galilea” y donde Natanael le dice “Pero puede salir algo bueno de Nazareth” hay una respuesta muy interesante de Felipe, que dice “Ven y lo veras.

Como Felipe hoy nos invita a nosotros a ser una experiencia de Jesús. Quizá lo hemos escuchado, lo hemos dicho muchas veces, ser cristiano no es seguir una idea, una costumbre o una moda, o ser diferentes digamos por ser diferentes, por ser rebeldes entonces uno va a la Iglesia, ¡una cosa así NO! Ser cristiano es encontrarme con la persona de Jesús, hacer una experiencia, entrar en una experiencia de amistad, de familia, en una experiencia donde estoy invitado a tener un trato muy cercano con Jesús. “Ven y lo veras”, esa es la invitación que nos hace Felipe, Él que tuvo esa experiencia, Él compartió con Jesús la vida y así pudo dar su vida por Jesús.

Y en el Evangelio que hoy se elige para ayudarlos a meditar esta fiesta Felipe le dice a Jesús “Muéstranos al Padre y eso nos basta” y Jesús le dice “Felipe, el que me ve a Mí, ve al Padre”. Es decir, el que hace la experiencia del rostro de Jesús, de poder mirar a Jesús, de dejarse mirar por Él, ese ahí tiene acceso al misterio y al corazón de Dios.

Por eso te invito a que podamos ir al encuentro de Jesús y ver que vale la pena ser amigos de Él.

 

2 de mayo


 San Juan 10,22-30

En el Evangelio la revelación de Jesús llega a su mayor profundidad en la fiesta de la Dedicación del Templo; no solo Jesús es la puerta y el pastor, no solo está mostrando ser el enviado de Dios por las obras que hace, su relación con el padre Dios es de una misteriosa identificación: “El Padre y Yo somos uno”.

Jesús va manifestando progresivamente el misterio de su propia identidad de su persona, ahora lo dice abiertamente, aunque ellos no lo puedan recibir tan abiertamente y siguen cerrados en su incredulidad. “El y Yo somos uno”.

Alguno de sus oyentes no quería creer en esto que Él decía y justamente es la fe en Jesús lo que define si la persona tiene o no vida para siempre. El que no cree – claramente lo dice hoy la palabra – se pierde, se pierde la posibilidad de salir de las tinieblas a la luz, la fe es en la persona de Jesús, la fe es en la propuesta de amor que se expresa en los signos donde se ve la obra de Dios, el Padre, en la persona del Hijo.

Vuelvo sobre esta expresión: la unidad fruto del amor que se abre delante de nosotros en lo concreto de cada día y donde Dios participa y nos invita a caminar en Él complementa toda la diversidad y amplitud con que la vida aparece delante nuestro y es fruto de una corriente que nace del vínculo del Padre y el Hijo y que viene a nosotros a hermanarnos, sin diluir lo que nos distingue, es complementariedad, es misterio de alianza.

La verdadera relación con Dios termina en una relación fraterna clara, en una relación fraterna comprometida, en un trato consciente de que en el hermano vive Dios, como vive en mí, por lo tanto, debo acercarme a aquel lugar de relación como me acerco a la presencia de Jesús en el Santísimo.

Es decir, descalzo, desprovisto de todo, en expectación a la revelación que Dios está dispuesto a hacerme, también en ese vínculo que viene desgastado, sufrido, deteriorado, golpeado, también ahí Dios puede sorprendernos porque vive en el hermano como vive en mí, y cuando Dios está en el corazón del otro como está en el mío, es capaz de sorprendernos, de cambiarnos y de transformarnos, la relación fraterna cuando crece en nosotros la conciencia de la presencia de Dios en medio nuestro, cuando somos conscientes que cuando dos o más estamos en su nombre todo se transfigura.

 

 

1 de mayo


 

San Mateo 13,54-58

Hoy, 1 de mayo, la Iglesia Católica celebra la fiesta de San José Obrero, Padre y Custodio del Señor, a quien hoy recordamos como "patrono de los trabajadores", en virtud que él conoció muy bien el mundo del trabajo: fue carpintero, y con su Sudor procuró el sustento diario a su familia -la Sagrada Familia-. Esta celebración coincide con el Día Mundial del Trabajo. La fiesta de San José Obrero fue instituida en 1955 por el Venerable Papa Pío XII, ante un grupo de obreros reunidos en la Plaza de San Pedro en el Vaticano.

El Santo Padre pidió en esa oportunidad que "el humilde obrero de Nazaret, además de encarnar delante de Dios y de la iglesia la dignidad del obrero manual, sea también el próvido guardián de vosotros y de vuestras familias".

Pío Xll quiso también que el Custodio de la Sagrada Familia "sea, para todos los obreros del mundo, especial protector ante Dios, y escudo para la tutela y defensa en las penalidades y en los riesgos del trabajo..

Por su parte, San Juan Pablo Il, en su encíclica dedicada a los trabajadores, la "Laborem exercens", destacaba que "mediante el trabajo el hombre no sólo transforma la naturaleza adaptándola a las propias necesidades, sino que se realiza a sí mismo como hombre, es más, en un cierto sentido 'se hace más hombre". Con estas palabras, el Papa peregrino manifestaba la importancia de San José en la comprensión y santificación del trabajo, es decir, cuán importante es la figura de San José en el camino por el que los seres humanos podemos santificarnos y ser felices a través del trabajo concreto que les toque desempeñar.

Posteriormente, durante el Jubileo de los Trabajadores del año 2000, el Papa polaco añadía:

"Queridos trabajadores, empresarios, cooperadores, agentes financieros y comerciantes, unid vuestros brazos, vuestra mente y vuestro corazón para contribuir a construir una sociedad que respete al hombre y su trabajo. El hombre vale más por lo que es que por lo que tiene. Cuanto se realiza al servicio de una justicia mayor, de una fraternidad más vasta y de un orden más humano en las relaciones sociales, cuenta más que cualquier tipo de progreso en el campo técnico".

San José es modelo e inspiración para todo ser humano que desea asumir el trabajo desde una perspectiva espiritual. En ese sentido, el trabajo debe ser siempre una actividad auténticamente humana, que brinde realización y satisfacción al corazón humano y no sea solo medio para producir "cosas". Sin su sentido sobrenatural el trabajo se convierte en ocasión de nuevas esclavitudes, instrumentalización o manipulación. Por eso, como San José, cada persona que trabaja debe mirar al Cielo y trascender lo puramente material, que siendo importante no lo agota todo.

Es Dios quien corona todo esfuerzo en búsqueda del bien común y la plenitud. San José, obrero y trabajador, es poderoso intercesor frente a la injusticia, ayuda para que no falte lo necesario y brinda asistencia a quienes están desempleados o en búsqueda de un nuevo trabajo