San Lucas 8, 4-15
En el día de hoy
celebramos a San Pio de Pietrelcina (1887-1968), a quien cariñosamente
se le sigue llamando ‘Padre Pio’. Este franciscano recibió los estigmas de
Cristo, quien quiso asociarlo de manera especial a su Pasión. He ahí el porqué
de estas palabras del santo: “Oh Jesús, mi suspiro y mi vida, te pido que hagas
de mí un sacerdote santo y una víctima perfecta” (San Pío de Pietrelcina).
San Pío de Pietrelcina fue un fraile y sacerdote italiano,
perteneciente a la Orden de los Hermanos Menores Capuchinos (O.F.M. Cap.). Pio
recibió los estigmas de Jesucristo en las manos, los pies y el costado. Se hizo
célebre también por haber obrado milagros en vida y por los dones
extraordinarios que Dios le concedió.
Uno de esos dones fue su extraordinaria capacidad para
acercarse y entender el alma humana, a tal punto que podía leer los corazones y
las conciencias de quienes se le acercaban. Esa capacidad para penetrar y
desnudar el alma humana, que brotaba de la caridad que movía su corazón, lo
convirtió en un confesor único. Abundantes testimonios corroboran que quienes
acudían a él para confesarse encontraban ese rostro de Dios que acoge al
pecador.
El Padre Pío nació en Pietrelcina, (Italia), el 25 de mayo
de 1887. Su nombre era Francisco Forgione, pero, cuando recibió el hábito de
franciscano capuchino, tomó el nombre de “Fray Pío”, en honor a San Pío V.
A los cinco años tuvo una visión de Cristo, quien se le
presentó como el Sagrado Corazón de Jesús. Cristo mismo posó su mano sobre la
cabeza del pequeño Pío. El niño, en respuesta, le prometió al Señor que sería
su servidor siguiendo los pasos de San Francisco de Asís. Desde entonces, Pío
tuvo una vida marcada por una estrechísima relación con Jesús y con su Madre,
la Virgen María. Ella se le apareció en numerosas oportunidades a lo largo de
su vida.
El Padre Pío, asimismo, fue un hombre preocupado por los más
necesitados. El 9 de enero de 1940 convenció a sus grandes amigos espirituales
de fundar un hospital para curar los “cuerpos y también las almas” de la gente
necesitada de su región. El proyecto tomó algunos años, pero finalmente se
inauguró el 5 de mayo de 1956 con el nombre de “Casa Alivio del Sufrimiento”.
El Padre Pío partió a la Casa del Padre un 23 de septiembre
de 1968, después de horas de agonía repitiendo con voz débil “¡Jesús, María!”.
San Juan Pablo II tuvo una especial admiración por él, y no
son pocos los que señalan que el Padre Pío, en confesión, le predijo que
llegaría a ser Papa
Durante la canonización de San Pío de Pietrelcina, el 16 de
junio del 2002, San Juan Pablo II dijo de él: “Oración y caridad, esta es una
síntesis sumamente concreta de la enseñanza del Padre Pío, que hoy vuelve a
proponerse a todos”.