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30 de diciembre

San Mateo 2, 13-15.19-23

Hoy celebramos la fiesta de la Sagrada Familia, aunque generalmente se celebra el domingo siguiente a la navidad, este año por ser Año nuevo la celebramos hoy viernes, que es, por una parte, el recuerdo festivo, en el ambiente de la Navidad, de la Familia de Nazaret, y por otra, un compromiso cristiano de cara a nuestras propias familias.

Es una ocasión para alabar a Dios porque se nos ha manifestado tan humanamente, recorriendo nuestro mismo camino diario. Tan metido en esa relación familiar que la gente se extraña cuando Jesús comienza su predicación: se extrañan porque le consideraban a él y a su familia como uno entre tantos en aquel pequeño pueblo de Nazaret.

Esto mismo nos manifiesta la enseñanza más importante que encontramos en la vida de la familia de Nazaret: aquel que es la Palabra de Dios, el Hijo de Dios, el Mesías del Reino, puede pasar 30 años creciendo, conviviendo, trabajando en el seno de una familia como cualquiera otra. Jesús, que es la revelación del Amor de Dios, crece, convive, trabaja, en la sencilla relación diaria de una familia de aldea.

Esta es para mí la enseñanza de la celebración de hoy. No podemos buscar en la Sagrada Familia un modelo concreto a copiar. Jesús no viviría hoy como vivió entonces, porque las costumbres han cambiado en muchísimos aspectos. Pero hay algo en su ejemplo más importante y profundo: es su valoración de la vida familiar como lugar de amor y de verdad. La Revelación de Dios utiliza constantemente las relaciones familiares -entre esposos, entre padres e hijos- como aquello que hay en la vida humana que es más apto para manifestar lo que es el amor de Dios. La Biblia habla sin cesar de Dios como Padre, como Esposo, y nuestra respuesta a Dios es presentada como la confianza del hijo o la entrega de la esposa.

Y para que estas palabras de la revelación tengan fuerza expresiva es preciso que cada uno de nosotros la haya vivido. Una convivencia familiar basada en el amor no es sólo una condición indispensable para un crecimiento humano adecuado -como constata la psicología actual- sino también una condición para poder descubrir qué significa que Dios es Padre, que nos ama, que espera de nosotros una respuesta de amor.

Nuestra reunión eucarística es también una reunión familiar, de la familia cristiana. El Hijo de Dios -que se hizo hermano nuestro, haciéndose hijo de una familia humana- se hace presente en su Palabra y en su Cuerpo, para fortalecer los lazos de esta familia cristiana.

 

29 de diciembre

San Lucas 2, 22-35

Seguimos celebrando el nacimiento de Jesús, el salvador, al Emanuel, Dios con nosotros, escuchamos, contemplamos hoy la presentación del niño Jesús en el templo y la Alabanza del Anciano Simeón porque sus ojos han visto al Salvador.

Nuestro Dios y Salvador, no sólo nos atrae desde el pesebre de Belén, para abrazarnos y darnos vida, sino que también, entrando en Jerusalén, en el Templo, llevado por sus padres, para presentarlo y consagrarlo a Dios, como dice la Ley, se hace ofrenda al Padre y santifica el templo y llena de Gozo y alegría a aquellos que esperaban la redención, la Salvación.

Él es el Salvador esperado, el cumplimiento de la Promesa hecha por Dios, es Luz que ilumina, es presencia que abraza y provoca alabanza. como lo describe el anciano Simeón.

Él viene a abrazarnos, a Salvarnos, a darnos su misericordia, a santificarnos, asumiendo toda nuestra realidad de vida, haciendo suyo, nuestros caminos, nuestras peregrinaciones, para santificarlas, para dar plenitud a todas nuestras esperanzas.

El anciano Simeón, hombre bueno, sencillo y atento se dejó guiar por el Espíritu de Dios y entrando en el Templo, recibió y gozo del mejor abrazo, el abrazo del niño Dios, colmando todas sus expectativas y esperanzas, llenando de alabanza, gozo y luz su alma y sus labios.

Celebrando la navidad, celebrando la presentación de Jesús en el Templo, vayamos también nosotros, con un corazón dócil, al encuentro del Salvador, entremos por la puerta Santa para ser abrazados por la Misericordia, para ser abrazados por Dios.

Te pedimos Señor un corazón Sencillo, como el de Simeón, para que podamos reconocerte como luz, para dejarnos abrazar por tu misericordia. Creemos que estas viniendo en lo más sencillo, que sales a nuestro encuentro y vienes  a nosotros en lo pequeño y pobre, por eso que tu espíritu siga obrando en nuestro corazón, para poder encontrarte hoy en los inundados, en los necesitados, en los sin techo, en los que están solos.

 

28 de diciembre


 San Mateo 2, 13-18

Hoy, 28 de diciembre, la Iglesia Católica celebra la Fiesta de los Santos Inocentes, los niños que murieron por Cristo, el Mesías de la humanidad, asesinados por órdenes del rey Herodes.

Según las palabras de un antiguo obispo de Cartago nos dice.  “Todavía no hablan, y ya confiesan a Cristo. Todavía no pueden entablar batalla valiéndose de sus propios miembros, y ya consiguen la palma de la victoria”.

De acuerdo al relato de San Mateo, unos sabios venidos de Oriente advirtieron al rey Herodes del inminente nacimiento del Mesías, de quien estaba profetizado que llegaría a ser rey de Israel. Estos sabios o “reyes magos” habían viajado desde muy lejos para adorar a aquel niño, y por eso se presentaron ante quien consideraban la máxima autoridad de esas tierras. Herodes entonces les pidió que después de adorar al recién nacido regresen y le revelen dónde se encontraba, para él también “ir a adorarlo”. Sin embargo, en secreto, temía que ese recién nacido le quitara su poder, así que hizo planes para matarlo.

Para asegurar que el niño no sobreviva, Herodes mandó sacrificar a todos los niños menores de dos años en Belén y sus alrededores. Aquel fue el primer derramamiento de sangre desatado a causa de Jesucristo; un crimen horrendo producto de la soberbia y la ambición desmedidas, un pecado cuyas víctimas carecían de mancha o reproche alguno. Por eso, la muerte de aquellos seres inocentes es un anticipo de la muerte del Salvador, víctima inocente por excelencia, porque ni el pecado original lo pudo alcanzar.

Víctimas de las pasiones de este mundo

Profundiza este obispo de Cartago y Padre de la Iglesia del siglo V: “¿Qué temes, Herodes, al oír que ha nacido un Rey? Él no ha venido para expulsarte a ti, sino para vencer al Maligno. Pero tú no entiendes estas cosas, y por ello te turbas y te ensañas, y, para que no escape el que buscas, te muestras cruel, dando muerte a tantos niños… Matas el cuerpo de los niños, porque el temor te ha matado a ti el corazón. Crees que, si consigues tu propósito, podrás vivir mucho tiempo, cuando precisamente quieres matar a la misma Vida… Los niños, sin saberlo, mueren por Cristo; los padres hacen duelo por los mártires que mueren. Cristo ha hecho dignos testigos suyos a los que todavía no podían hablar”.

Desde que el crimen del aborto está más extendido por el mundo y ya no existe el respeto debido a la vida por nacer, mueren a diario miles y miles de otros “inocentes”, rechazados porque “desbaratan” nuestros cálculos o porque “no encajan” en nuestros esquemas. Recordemos y recemos en este día, de manera especial, por las víctimas del aborto y por la conversión de aquellos que se han alejado de la verdad.

27 de diciembre


 San Juan 20, 2-8

Cada 27 de diciembre la Iglesia Católica celebra la fiesta de San Juan Evangelista, el más joven de los doce Apóstoles y a quien nos referimos como el “discípulo amado de Jesús”, porque así fue realmente, según su propio testimonio.

Juan fue quien acogió a la Virgen María en su casa por encargo del mismo Jesús y a quien consideramos patrón de teólogos y escritores. Juan fue un judío natural de Galilea, hijo de Zebedeo y hermano de Santiago el Mayor, con quien trabajaba como pescador.

Jesús eligió a Juan para que acompañe a Pedro a preparar la Última cena. Aquella noche de Pascua previa a su Pasión y muerte, Cristo instituyó la Eucaristía estando reunido junto a los Apóstoles. Jesús empezaba sus padecimientos y Juan -dice el Evangelio- compadecido de la angustia de Jesús, reclinó la cabeza sobre el pecho del Maestro.

Fue Juan el único entre los doce que estuvo en el Calvario, al pie de la cruz, de la mano de la Virgen María. Allí Jesús le entregó a su Madre, pidiéndole al discípulo que se hiciera cargo de ella. Por eso dice la escritura: “la recibió en su casa”. Juan fue, pues, quien se quedó a cargo de María, para honrarla, servirla y cuidarla como lo hizo Jesús.

El día domingo, cuando llegó la noticia de que el sepulcro de Jesús estaba vacío, Juan salió corriendo junto a Pedro porque pensaban que se habían robado el cuerpo del Maestro. Al llegar al lugar, la tumba estaba vacía -dice el Evangelio- y entonces “vieron y creyeron”. Más adelante, cuando Jesús Resucitado se les apareció a los discípulos a orillas del mar de Galilea, Pedro preguntó sobre el futuro de Juan y el Señor le contestó: “Si quiero que se quede hasta que yo venga, ¿qué te importa? Tú, sígueme”.

Dice la Escritura que por aquella respuesta se corrió el rumor de que Juan no iba a morir, algo que el mismo Apóstol desmintió al indicar que el Señor nunca dijo: "No morirá".

San Juan escribió varios textos neotestamentarios: uno de los cuatro Evangelios, el libro del Apocalipsis y tres epístolas.

A diferencia del resto de los Apóstoles, que entregaron la vida en el martirio, San Juan murió pacíficamente en Éfeso hacia el año cien de la era cristiana, a los 94 años de edad, de acuerdo al testimonio de San Epifanio.

 

26 de diciembre

San Mateo 10,17-22

 Seguimos festejando la alegría de un Dios que viene a salvarnos, que se hace carne, que asume nuestra naturaleza para elevarnos y para hacernos Hijos en el Hijo. Es una alegría que recién empieza y que se va a extender a lo largo de este tiempo de Navidad. Y en el marco de este gozo navideño, nos encontramos con la paradoja de la fiesta de san Esteban, primer mártir de la Iglesia. Un contraste grande, pero que incluso nos puede ayudar a meternos más y mejor en este misterio de la navidad.

En primer lugar, Dios se entrega para que nosotros también nos entreguemos. Esto que parece un juego de palabras es la síntesis de nuestra vida de fe. Estamos llamados, tenemos una misión, tenemos a un Dios que se ocupa de nosotros y que nos conoce. Sabe de nuestras virtudes y sabe de nuestras limitaciones, sabe que solos no podemos y por eso Él mismo entra en el juego. La navidad nos muestra que el que tiene la iniciativa, el que nos primerea es el mismo Dios. Un Dios que viene a salvarnos, y esa salvación quiere llegar a todos

En segundo lugar, lo grande es el testimonio. Todo lo que nos presenta la Palabra en este día es para descubrir que nada es fácil, pero que el Espíritu Santo nos estará acompañando y pese a lo terrible de las circunstancias, la perseverancia prevalecerá y salvará. Cuando encontramos tantos obstáculos, eso es una buena señal, porque el enemigo siempre busca bloquearnos, detenernos, paralizarnos. Tan solo un día después de navidad, hacemos memoria de Esteban.

 Si el hijo de Dios se hizo hombre en serio fue para que también nosotros seamos hijos en serio. El evangelio y el testimonio de Esteban nos muestra que la fe no puede ser algo superficial, no puede ser una decoración bonita nada más, no puede ser algo que surge para adornar algunos momentos del año. La encarnación está para vivirla en lo concreto y en el día a día. La fe implica compromiso vivo, activo y eficaz. La fe es concreta, la fe es testimonio en los momentos de prueba.

No te quedes pensando en lo doloroso de la persecución, en el sufrimiento de la prueba, póngase a pensar en lo grande del testimonio. No es contar lo que tu hiciste por Dios, sino lo que Dios hizo y sigue haciendo en tu vida. ¿Te estás dejando sostener por Dios? Deja que el Señor vea tu fragilidad, pero también tu deseo de anunciarlo y de seguirlo.

Por último, persevera. El evangelio termina diciendo que “aquel que persevere hasta el fin se salvará”. Es una invitación a la fidelidad. Pedir la santa fidelidad es una de las gracias más hermosas. Saber que, a pesar de todo, uno busca a Dios. Y  si uno lo busca, Él se deja encontrar. Pon la mirada en el Señor y, sobre todo, descubrí el mensaje de Jesús, que te dice que tienes que caminar confiado, pero no ingenuo.

 

24 de diciembre


 San Lucas 1, 67-79

Hoy como hace más de dos mil años, Cristo viene a nacer a nuestro corazón. Él, como dice el evangelio, cumple su promesa, mostrándonos su misericordia, para sacarnos de las tinieblas en que vivimos y guiarnos por el camino de la paz. Él viene para ser luz y para dar paz.

 Él es la estrella que brilla en medio de la oscuridad de nuestro caminar por esta vida. Pero para encontrar esa luz, debemos apagar todo lo que nos impide ver la estrella de Belén que nos guía a Él. Y para encontrar esa paz, debemos salir del barullo y ruido de la ciudad, para encontrarlo en una cueva.

En la Navidad todo mundo sabe que hay alegría y fiesta, pero no todos saben el motivo. Muchas veces escuchamos y decimos: “¡Feliz Navidad!” a toda persona que nos encontramos; pero algunas veces nos olvidamos de felicitar al festejado. La Navidad es un tiempo de amor, gozo y paz. Pero no debemos perder de vista que la gran alegría, noticia y don, es que Dios se hizo hombre por nosotros. En esta Navidad, recordemos al Recién Nacido y con los pastores, ofrezcámosle lo mejor que tenemos.

Jesús, esta noche vamos a contemplar tu cuerpecito envuelto en pañales y buscando calor. Déjame esta Navidad, ofrecerte un corazón caliente, amoroso, que te proteja del frío de la noche. Gracias por hacerte uno como nosotros; permítenos esta noche a nosotros hacernos como Tú: niños, que aprendamos a ver en todo el amor de tu Padre, incluso en el frío y soledad de la noche, como tu primera noche hecho hombre. Esta noche, sí queremos estar junto a ti y deseamos que esta vez sí seas Tú el centro de la fiesta.

 

23 de diciembre

San Lucas 1, 57-66

Ya estamos en los umbrales de la navidad. La navidad es el cumplimiento de la promesa de parte de Dios nuestro Padre. La navidad implica un nuevo nacimiento para cada uno de nosotros. Es tiempo de tomar nuevamente conciencia de quienes somos, de nuestra misión como cristianos en el mundo.

Hoy el evangelio nos relata el nacimiento de Juan el Bautista, el más grande de los profetas, y el milagro por el que Zacarías recobra la capacidad de hablar.

¡¡Qué hermoso mensaje!! Ustedes saben, Zacarías es un nombre hebreo que significa “Aquel que es la memoria de Dios” o “Aquel que Dios se acuerda”    y sin embargo parece que a Zacarías le falló la memoria en el templo cuando le hizo esa pregunta al angel fundada en su incredulidad “¿Qué garantías me das?”. Parece que se olvidó de todos los gestos de amor de parte de Dios al pueblo de Israel. Esa falta de memoria (no solo falta de recuerdo), provocó incredulidad y esta obviamente  lo llevó a la falta de esperanza. Zacarías ya no esperaba nada de Dios, aunque lo seguía sirviendo en el templo.

La navidad nos invita renovar nuestra esperanza en el Señor a no tener amnesia espiritual o sea, la navidad nos ayuda a recuperar la memoria y darnos cuenta de que Dios nunca nos abandona. Lo que le pasó a Zacarías nos puede pasar a nosotros podemos entrar mil veces al templo pero sin esperar ya nada de Dios.

Pero el Señor, a pesar de nuestra incredulidad, nos sigue amando, nos sigue acariciando con la suavidad de la piel de un bebé. Se hace pequeño para mostrarte su inmenso amor.

Hermoso sería que sientas la suavidad del Señor, para que puedas ser Juan entre las personas que te rodean. Juan significa “Aquel que es misericordioso, compasivo, dar gracia” ; que hermoso sería que usted  mismo seas presencia de Dios entre los hombres que  le devuelvas la memoria a tantas personas en  tu comunidad y se acuerden que Dios siempre los acompaña. 

22 de diciembre

San Lucas 1,46-56

Este evangelio nos presenta ese hermoso cántico,  María se pone  a dar gracias a Dios, a cantar la grandeza.

Reconoce que todas las maravillas que se hacen en ella vienen de Dios. Reconoce a Dios como el autor de toda gracia. Se da cuenta que es elegida por Dios y por eso toma conciencia que forma parte de la historia de la salvación, que con su Si va a cambiar la vida de cada uno de nosotros.

La invitación que podemos hacer hoy es, a imagen de María, también reconocer nosotros, en la propia vida:

¿Qué nos ha regalado el Señor?

¿Qué maravillas ha realizado?

¿Somos agradecidos con Él?

¿Tomamos conciencia del paso de Dios por nuestras vidas?

¿Qué pide hoy, Dios con estos dones que nos ha regalado?

Porque sabemos que cada uno de nosotros tiene cosas buenas, recibidas de Dios. No hay nadie que pueda decir: “Yo no valgo”, “Yo no tengo nada positivo”.

Al contrario, cada uno de nosotros tenemos dones, riquezas, virtudes, e incluso me animaría a decir: “Más de uno” . Varias cosas que podemos poner al servicio del reino de Dios. Y generalmente, por no decir casi siempre, se da que cuando uno se gasta, se entrega por los demás, hace el bien, obras de caridad, y lo hace por pasión, por gusto.

Evidentemente el Señor no solo te premia, sino que hay una alegría en el corazón tan grande, que te dan más ganas todavía de salir, de seguir anunciando a Jesús, de misionar. En fin: de  realizar las distintas obras de misericordia y de caridad que el Espíritu Santo nos va suscitando.

Pidámosle al Señor, de la mano de María, en este día  la gracia de tener un corazón agradecido, un corazón en salida, un corazón con ganas de cambiar este mundo.

 

 


21 de diciembre


 San Lucas 1,39-45

En el evangelio de hoy, el texto habla de María, que sale de prisa a la casa de su prima Santa Isabel. Va para anunciarle la alegría del evangelio, la buena noticia que está en su corazón y en su vientre. Va a compartir la buena noticia que, en medio de su vejez y esterilidad, Isabel es madre, Zacarías es padre.

El evangelio de Jesucristo que convoca y reúne para generar está experiencia interior única, de paz, de gozo y de alegría.

Sorpresa, es la  palabra común que identifica la experiencia de Isabel, Zacarías y María, también en el tiempo será la de José. Dios, que los elige para preparar el camino  a la llegada de su hijo.. Jesús se encarna en el seno de María y en el corazón de ella igual que en el de José, como padre adoptivo.

Sorpresa, alegría y gozo: Son los valores que están en juego entorno a este evangelio, este evangelio icono de la Iglesia que el papa Francisco nos invita a vivir en este tiempo. Una iglesia que se tiene que animar a dejarse primerear por Dios, quiere decir dejarse sorprender por Dios.

Una iglesia que sea capaz de gozarse en el modo como Dios la saca, de la lógica a la que pertenece el evangelio, de la que ellos viven, que supera toda posibilidad de comprender sino solamente de decir Amén, que así sea y caminar.

La novedad está en el camino a recorrer, son tiempos difíciles los que estamos viviendo como para detenernos.

No se hace tan fácil y tan sencillo caminar, pero es tiempo de caminar y estos cuatro personajes y la presencia de Dios en medio de ellos nos invitan a eso, justamente a no demorarnos y a dejarnos sorprender por Dios.

20 de diciembre


San Lucas 1,26-38

María en el Evangelio de San Lucas es la Mujer de la oración, de la contemplación, de la respuesta activa a Dios y del compromiso, es una mujer comprometida con el dolor y el sufrimiento de su pueblo, y también ella aparece orando después de la muerte y resurrección de Jesús, acompañando a los discípulos a la espera del Espíritu Santo y también ha vivido muy de cerca los dolores más hondos que el pueblo de Israel tiene instalado en su historia, en lo más profundo del corazón como es el exilio, después que el niño ha nacido  Herodes  busca terminar con aquel que amenaza su reinado, María con José parten hacia Egipto, exiliados de su propia tierra para escapar de la muerte.

Se anuncia la venida de Jesús como Señor y Salvador, en la llamada a María, aparece la vocación, para que entregue su vida toda al servicio de la misión de este Hijo de Dios. La vocación no se entiende sino en función de lo que es una misión, la vocación nunca es para si mismo, ocurre en uno, pero es para una misión específica, está orientada a los demás, la vocación de María de ser Madre es de estar al servicio del Hijo de Dios.

Las palabras del ángel están llenas de gozo, “Alégrate, María, llena de gracia, el Señor está contigo”. Se acerca un tiempo para la humanidad, Dios que viene a poner en orden las cosas, lo que se acaba es un mundo de tristeza, de angustia, de sin sentido, un mundo marcado por la depresión, el agobio.

El ángel Gabriel también está presente con nosotros hoy para compartir este anuncio del gozo y de la alegría.

 

 

    

19 de diciembre

San Lucas 1, 5-25

Hoy vemos como Zacarías, sacerdote judío que ofrece el sacrificio en el templo de aquél entonces, cumplía con todas las prescripciones de la ley, y sin embargo por ser anciano, y ya que su mujer era estéril, no podía engendrar hijos.

Está de turno en la función sacerdotal, algo muy esperado por quién ostentaba esa dignidad, y el ángel se le aparece con una gran noticia. Pero no le creyó.

 Y sin embargo el Ángel Gabriel le anuncia algo que cambiaría su historia y la historia del pueblo judío: “Isabel, tu esposa, te dará un hijo al que llamarás Juan.

 El será para ti un motivo de gozo y de alegría, y muchos se alegrarán de su nacimiento, porque será grande a los ojos del Señor. Estará lleno del Espíritu Santo desde el seno de su madre, y hará que muchos israelitas vuelvan al Señor, su Dios” (Lc 1, 13-16)

Ese que se gestaría en el seno de Isabel no es otro que Juan el Bautista. Signo de las obras del Señor. Dios no se deja guiar por el obrar humano. Él realiza su obra con la colaboración humana, o aunque ella falte.

 En esta semana previa a la celebración del nacimiento del Salvador, la liturgia nos ofrece este texto para que descubramos cómo la obra de Dios se fue abriendo caminos. Caminos que no siempre fueron de la mejor manera predispuestos.

 Que maravilloso es contemplar como el plan de Dios se fue entrelazando con la historia humana. De tal modo que en su Hijo contemplado en el pesebre, Dios asume de tal modo esta historia humana, que ya no se podrá separar una de otra.

 La historia de los hombres, será, de ahora en adelante, historia compartida de Dios con nosotros. Por eso se lo llama el Emmanuel.

Su nacimiento significó una nueva medida a la humanidad, al tiempo, al futuro. Su nacimiento modificó la manera de concebir la vida, la dignidad y el destino del ser humano. Desde su nacimiento ya nada es y será igual.

Cuando todos intercambien regalos para esta navidad, no nos olvidemos de presentarnos ante el niño Dios y ofrecerles nosotros también, el regalo de nuestro corazón, la verdad de nuestra vida y el anhelo de recibirlo en nuestras familias. Esa será la mejor manera de celebrar estas próximas fiestas de la natividad. 

 

17 de diciembre


 San Mateo 1,1-17

Mateo empieza su evangelio con el árbol genealógico de Jesús. El Mesías esperado, el Hijo de Dios, se ha encarnado en la historia humana, está arraigado en un pueblo concreto, que es el de Israel. No es como un extraterrestre o un ángel que baja del cielo. Pertenece a la familia humana.

Los nombres de esta genealogía no son una letanía de santos. Hay personas famosas y otras desconocidas. Hombres y mujeres que tienen una vida intachable, y otras que son un tiro al aire. Incluso aparece el nombre de alguna prostituta.

 Aparece una lista de reyes que fueron asesinos. Son pocos que se distinguen por sus valores humanos y religiosos. Hasta llegar a los dos últimos nombres, José y María. Ellos sí, fueron intachables. Fueron dos grandes santos. José el justo, y María la inmaculada.

Entre los ascendientes de Jesús hay pecadores y santos. Es una historia de luces y sombras. Aparece bien claro que él cuenta con todos, que va construyendo la historia de la salvación a partir de personas concretas.

 Jesús se ha hecho solidario de nuestra humanidad concreta, débil y pecadora, no es una humanidad ideal y angélica. Jesús es santo, pero se muestra solidario con los pecadores, y los trata con respeto, dignidad y delicadeza.

Dentro de unos días vamos a celebrar la Navidad personas pecadoras como somos todos. Todos somos pecadores. Dios nos quiere conceder su gracia a todos. A partir de nuestra situación, sea cual sea, Dios quiere llenarnos de su amor.

 Es una enseñanza para que también nosotros miremos a las personas con ojos nuevos. Sin menospreciar a nadie. Dios vino por todos y a todos quiere salvar. La Iglesia nos puede parecer débil, la sociedad corrompida, y algunas personas indeseables.

 Pero Jesús viene precisamente para todos. Viene a curar a los enfermos, no a felicitar a los sanos. Viene a salvar a los pecadores, y no a canonizar a los buenos. Y todos somos enfermos y pecadores. Esto para todos debe ser motivo de confianza y esperanza.

La salvación es para todos. Dios eligió a personas débiles y pecadoras, como somos todos. Jesús no renegó de su árbol genealógico al haber personas, podemos decir, “poco prolijas”. Presentémonos ante Dios como somos, sin caretas, con todas nuestras debilidades y miserias, El a todos nos quiere salvar.

 

16 de diciembre


 San Juan 5, 33-36

En este tiempo de adviento hay dos personajes que cobran una gran importancia: Juan el Bautista y la Virgen María. El bautista es el que prepara el camino del Señor, el que da testimonio de la luz y de la verdad, y confiesa ante los judíos que él no es el mesías, sino una voz que clama en el desierto.

Si bien Juan da testimonio de Jesús, el Señor no se apoya en testimonios que puedan dar de él las personas; su única carta de presentación y su seguridad está en el Padre que lo envía; por tanto las obras que realiza en nombre del Padre son las que dan testimonio de que él (Jesús) es el mesías y de la autenticidad de su misión.

Un mensaje muy interesante podemos sacar de este texto del evangelio de Juan. Jesús, no dependía de la mirada ni de la aprobación de nadie, no necesitaba buscar testigos que hablaran bien de su persona, sino que su seguridad estaba puesta en la mirada y en el amor de Dios Padre.

La navidad nos invita a renovar nuestra fe; a confiar plenamente en este Dios que se hace niño indefenso; y es en este Dios que se niño indefenso donde tienes que poner tus seguridades. Hacer un acto de fe en el niño Dios como lo hicieron los pastores cuando lo visitaron en el pesebre.

 

15 de diciembre


 San Lucas 7, 24-30

 Vemos en el Evangelio de hoy como Juan el Bautista preparó la llegada del Hijo de Dios a este mundo: “Yo envío a mi mensajero delante de ti para prepararte el camino”. En cada Navidad, Jesús quiere nacer en nuestros corazones.

El fin de cada año es posibilidad para comenzar algo nuevo, nos anima a mirar con esperanza el mañana. ¿Cómo preparamos eso nuevo que se viene? El bautista preparó el camino, la Llegada de Jesús, puede entonces, inspirarnos a nosotros a preparar también esta próxima Navidad.

En el Evangelio proclamado, Jesús resalta virtudes que prepararon su venida, por ejemplo, la firmeza, la fe de Juan Bautista.

 No dejarnos llevar por cualquier propaganda, ideología de moda, pensar que todo da lo mismo, que vale vivir de cualquier forma, que lo importante sea acomodarse y caer bien y no comprometernos con nada que arriesgue tu vida.

 Así como el bautista, no seamos nosotros una caña agitada por el viento yendo hacia lo que solo nos conviene.

Otra manera provechosa de preparar la Navidad, será seguir creyendo que vale la pena vivir solidariamente, teniendo pasión y preocupación por los más frágiles y débiles, que nos duele ver tanta pobreza, desnutridos, jóvenes abandonados en la droga, familias desunidas y por eso seguiremos luchando por un país y un mundo con más justicia, trabajo para todos, educación y deporte para los niños y juventud, una vida digna para nuestros ancianos.

 Nada mejor para preparar la Navidad que volver a mirar y a creer en Dios, que se abaja y se hace tan humilde, que llega no con el poder de las armas, de la violencia, la ambición del dinero, de la vida fácil, un dios que olvida los otros, sino, de un Niño Dios verdadero que se presenta frágil, débil y sencillo. Pero que trae una vida plena, el único poder que tiene son sus bracitos abiertos para ser recibidos con amor por las mujeres y hombres que formamos este mundo.

14 de diciembre


 San Lucas 7, 19-23

Hoy celebramos a san Juan de la Cruz. En medio de este tiempo de preparación a la noche buena y a la navidad, que es el adviento, nos aparece esta fiesta. De este gran doctor de la Iglesia, que junto con santa Teresa de Ávila, nos enseña a ser profundos en el amor, a vencer la superficialidad y a encontrarnos cada vez más en lo hondo del corazón y en lo profundo de la vida de la comunidad, a Dios que nos ama, que nos espera, que nos quiere y que nunca nos abandona.

En el pasaje bíblico de hoy vemos que la  vida implica buscar si queremos encontrar algo o a alguien. Para el beneficio de sus discípulos, Juan Bautista quiso saber si Jesús era el prometido. La respuesta de Jesús a los dos discípulos fue hablar de su misión y de lo que estaba haciendo. No fue un simple ‘sí’ como tal. Él estaba cumpliendo las profecías al proclamar la Buena Nueva y al sanar a los enfermos. Él fue auténtico.

El Espíritu nos tiene que animar a hacer sentir en nuestras vidas que somos amados por Dios. El Espíritu nos tiene que animar a vivir firmes en la esperanza, a no sentirnos defraudados por las dificultades de la vida.

 El Espíritu nos tiene que animar a manejarnos con entrañas de misericordia, saber perdonar y reconciliarnos, algo tan propio que se nos pide en este tiempo de la iglesia. El Espíritu nos tiene que animar a tener una mística de la comunión, no de la división o de la fragmentación.

 El Espíritu nos tiene que animar a tener un fervor misionero y no a vivir una religiosidad más autista o solamente individual. El Espíritu nos tiene que animar, en la entrega cotidiana, ahí es donde se juega el gran sí, que en algún momento, animados por el Espíritu, tenemos que darle a Dios. Ese gran sí, que no es sino la no improvisación, porque hemos estado dando muchos pequeños sí, en los desafíos de cada día y de cada momento.

Que por la intercesión de san Juan de la Cruz, entendamos que el Espíritu nos hace tener la mística del amor a Dios y el amor a los hermanos. Que es la mística cristiana.

 

 

13 de diciembre


 San Mateo 21, 28-32

En esta tercera semana de Adviento, la Palabra nos sigue invitando a la conversión, a prestar atención, a reconocer, a tomar decisiones y actitudes concretasque manifiesten nuestro reconocer y recibir la Misericordia.

Con la Parábola de los dos hijos, Jesús pone sobre la mesa la actitud incoherente de los sumos sacerdotes y ancianos del Pueblo, que diciéndose creyentes y religiosos, no le creyeron a Juan y no se convirtieron y en contrapartida, el reconocimiento de la Fe y conversión sincera de los publicanos y prostitutas.

Qué grande es la cercanía de Dios al pecador, siempre ofreciéndole un cambio de vida, Él siempre ofrece su perdón y llama a la conversión a los más lejanos y ofreciendo su Reino a todos.

Será tarea nuestra, tuya y mía, responder, no sólo de palabra, sino con toda la vida, al llamado del Padre de trabajar en su viña, reconociendo con humildad que muchas veces como creyentes le decimos que sí al Señor, pero sólo de palabra, porque estamos demasiados ocupados, preocupados por infinidad de tareas y no miramos al cielo, decimos que creemos pero no buscamos reconciliarnos, a veces ni siquiera un tiempo diario de oración, no prestamos atención al Señor que viene, en cada hermano necesitado, en cada situación de vida.

¿Seguiremos dejando para mañana, el abrir el corazón a la misericordia? ¿Seguiremos sin prestar atención y reconocer a Dios que viene a nuestro encuentro cada día? ¿Seguiremos presumiendo ser creyentes y no responder al camino de salvación, creyendo?

Dios y Padre nuestro que amas y derramas tu Misericordia sobre todos tus hijos, dame un corazón humilde y sencillo, que no presuma de mi mismo, sino que se reconozca necesitado de tu perdón y misericordia. Que mi corazón esté siempre disponible, siempre abierto a recibir tu misericordia, tu perdón, a responder  a tu llamado no sólo de Palabras, sino con obras y de verdad.

 

 

 

12 de diciembre

San Lucas, 11,2-11

Aunque las diferentes advocaciones de la Virgen María son muy numerosas, la Iglesia le da especial importancia a las tres apariciones de la Virgen María en diferentes partes del mundo:

Aparición de la Virgen de Guadalupe: 12 de Diciembre de 1531 en México.

Aparición de la Virgen de Lourdes: 11 de Febrero de 1858 en Francia.

Aparición de la Virgen de Fátima: 13 de Mayo de 1917 en Portugal.

Debemos recordar que es la misma Virgen María la que se ha aparecido en los distintos lugares, en estos tres momentos para ayudarnos y animarnos a seguir adelante en nuestro camino al cielo. En estas apariciones, la Virgen nos ha pedido rezar el Rosario, acudir al Sacramento de la Penitencia y hacer sacrificios para la salvación del mundo.

La Virgen de Guadalupe es muy importante para la fe de todos los mexicanos, pues en ella nuestra Madre del Cielo manifestó claramente su amor de predilección por este pueblo, dejando un hermoso mensaje lleno de ternura y dejando su imagen grabada en un mantel como muestra de su amor.

Hace muchos años, los indígenas aztecas que vivían en el valle de México, no conocían a Jesús. Ellos tenían muchos dioses y eran guerreros. Los misioneros eran unos sacerdotes que vinieron de España y que poco a poco fueron evangelizando a los indígenas. Les enseñaron a conocer, amar e imitar a Jesús en la religión católica y los bautizaron.

Entre los primeros que se bautizaron, había un indio muy sencillo llamado Juan Diego, quien iba todos los sábados a aprender la religión de Cristo y a la misa del pueblo.

El sábado 9 de Diciembre de 1531, cuando Juan Diego pasaba por el Cerro del Tepeyac para llegar a Tlatelolco, escuchó el canto de muchos pájaros y una voz que le decía: "Juanito, el más pequeño de mis hijos, ¿a dónde vas?". Al voltear Juan Diego vio una Señora muy hermosa.

La Señora le dijo: "Yo soy la siempre Virgen Santa María, Madre del verdadero Dios. He venido hasta aquí para decirte que quiero que se me construya un templo aquí, para mostrar y dar mi amor y auxilio a todos ustedes".

La Virgen le dijo a Juan Diego que fuera a ver al Obispo y le contara lo que Ella le había dicho.

Juan Diego salió de la casa del Obispo muy triste porque no le creyó. Entonces fue al Cerro del Tepeyac a pedirle a la Virgen que mejor mandara a un hombre más importante porque a él no le creían.

La Señora le dijo a Juan Diego que volviera el domingo a casa del Obispo. Esta vez, el Obispo le dijo que le trajera una señal, es decir, una prueba de que la Señora de verdad era la Virgen

Juan Diego fue de nuevo a ver al Obispo y le dijo que la Virgen le había mandado la prueba de que Ella era realmente la Virgen.

 

Al soltar su mantel , las rosas cayeron al suelo y apareció dibujada en la tela la preciosa imagen de la Virgen de Guadalupe.

 

 

10 de diciembre

San Mateo 17, 10-14

Desde hace algunos días que nos encontramos inmersos en el tiempo de adviento, propicio para cultivar en nuestros corazones la capacidad de acoger a Jesucristo en nuestras vidas. En el evangelio de hoy se nos indica cómo la gente esperaba que Elías volviera para reconstruir las comunidades: reconducir el corazón de los padres hacia los hijos y el corazón de los hijos hacia los padres.

 Esta era la gran esperanza de la gente. Jesús interpreta que la esperanza de Elías se concretó en Juan el Bautista. Sin embargo, el pueblo no respondió como se esperaba. Prueba de ello es que Juan fue ejecutado. Lo mismo pasará con el Mesías, cuya intención será redimir a toda la humanidad, y también será víctima de quienes no lo acepten. Así se nos invita, así se nos desafía a acoger a Jesús, a convertir el corazón para su venida.

A veces nuestra vida espiritual se reduce a lo que "yo" creo. Me rijo por el "yo necesito", "yo rezo", y convertimos la fe en un "producto" que yo me preparo a mi medida y gusto. Sin embargo, no podemos aplicar esta regla para descubrir las cosas de Dios.

S. Juan de la Cruz fue un fraile carmelita que supo escuchar a Dios, que supo encontrarle. Lo hizo sobre todo en los momentos de mayor prueba en su vida. Recluído nueve meses en una estrecha y oscura prisión, fue allí, entre sufrimientos y privaciones donde vieron la luz sus más profundos y bellos poemas espirituales. Porque Dios vive, actúa y está presente en los hombres y en todas las creaturas de la naturaleza. Todo esto es posible cuando el presupuesto de nuestra oración dejo de ser "yo", y se convierte en el "Tu". Cuando dejo de "oírme" y comienzo a escuchar. Porque orar es, sobre todo, escuchar a Dios. Se requiere silencio y apertura de corazón.

Presentarse uno mismo, como es, con sinceridad ante el espejo del alma. Hace falta la valentía de aceptarse, con todos nuestros límites y virtudes, pero además, hace falta meter a Dios en esa aceptación, en ese diálogo. Es necesario conectarse a Dios desde la sinceridad de uno mismo. Aquellos judíos no reconocieron a Juan, y no reconocerán a Jesucristo. Nosotros estamos en mejores condiciones. Las dificultades siempre las tendremos, pero podemos vencerlas si somos sinceros y si tenemos la firme convicción que nuestra "conexión" con Dios es la cosa más importante que tenemos y que nuestro "yo" está subordinado al Tú de Dios, que es AMOR.

 


9 de diciembre


 San Mateo 11, 16-19

En el día hoy  a pocos días de celebrar la Fiesta de Nuestra Señora de Guadalupe, recordamos a San Juan Diego Cuauhtlatoatzin, el hombre en cuyos vestidos quedó impresa la imagen de la Madre de Dios.

“¡Amado Juan Diego, ‘el águila que habla’! Enséñanos el camino que lleva a la Virgen Morena del Tepeyac, para que ella nos reciba en lo íntimo de su corazón”, exclamó con voz fuerte el Papa San Juan Pablo II durante la homilía de la misa de canonización de San Juan Diego. Con esas palabras el Papa le pedía al vidente de Guadalupe que nos muestre el camino del amor y piedad a nuestra madre, la Virgen María, para que todos los fieles la amemos como este santo la amó.

El 9 de diciembre de 1531, estando Juan Diego de camino por el monte del Tepeyac, se le apareció la Virgen María. La “Señora”, quien se presentó como “la perfecta siempre Virgen Santa María, Madre del verdadero Dios”, se dirigió a él y le encomendó que se presente ante el obispo capitalino, Juan de Zumárraga, para pedirle en su nombre que se construya una Iglesia en aquel lugar.

Juan Diego accedió a llevarle la petición de la Señora al obispo, pero este no le creyó y se negó a cumplir el pedido. La Virgen, entonces, se le apareció de nuevo a Juan Diego y le pidió que insistiera. Al día siguiente, Juan Diego volvió a encontrarse con el prelado, quien, escéptico, lo interrogó sobre la doctrina cristiana y le pidió pruebas del prodigio que relataba.

El martes 12 de diciembre, la Virgen se presentó nuevamente a Juan Diego y lo consoló, porque se hallaba muy triste, invitándole a subir a la cima de la colina del Tepeyac para que recogiera flores y se las trajera. San Juan Diego accedió al pedido de la Virgen. Cuando llegó a la cima encontró un brote de flores muy hermosas y las colocó envueltas en su “tilma” (el manto típico con el que se revestían los indios de la región). La Virgen luego le pidió que se las llevara al obispo.

Estando frente al Prelado, el Santo abrió su tilma y dejó caer las flores, pero inesperadamente al caer estas dejaron expuesta sobre el tejido una imagen de nuestra “Señora”, la Virgen de Guadalupe. Desde ese momento, aquella prodigiosa imagen se convertiría en el corazón espiritual de la Iglesia en México y en una de las mayores devociones marianas del mundo. La Virgen de Guadalupe habría de cambiar el rumbo de la Evangelización de los pueblos americanos y sellaría para siempre el vínculo entre la cultura hispánica y los pueblos originarios de América.

8 de diciembre


 San Lucas 1, 26-38

Este 8 de diciembre es una fecha especial para todos los panameños ya que es el día en que se celebra el día de la madre desde el año 1930. Y aprovechamos para enviar un saludo a todas las madres que nos escuchan.

Y en la iglesia universal se celebra la Inmaculada Concepción de la Santísima Virgen María. En virtud de ello, los católicos celebramos el designio de Dios según el cual la Madre de Jesús fue preservada del pecado original desde el momento mismo de su concepción, es decir, desde el inicio de su vida humana. Que María haya sido concebida sin pecado es algo que puede entenderse dentro del plan divino de salvación. La Inmaculada Concepción de María constituye un dogma de fe y, por lo tanto, todo católico debe creer y defender dicha convicción, preservada en el corazón mismo de la Iglesia.

A mediados del siglo XIX, el Papa Pío IX, después de recibir numerosos pedidos de obispos y fieles de todo el mundo, en comunión con toda la Iglesia, proclamó la bula (Dios inefable) con la que queda decretado este dogma mariano:

“Que la doctrina que sostiene que la Beatísima Virgen María fue preservada inmune de toda mancha de la culpa original en el primer instante de su concepción por singular gracia y privilegio de Dios omnipotente, en atención a los méritos de Cristo Jesús, Salvador del género humano, está revelada por Dios y debe ser por tanto firme y constantemente creída por todos los fieles..."

El día elegido para la proclamación del dogma fue el 8 de diciembre de 1854, día en que habitualmente se celebra a la Inmaculada Concepción. En aquella ocasión, desde Roma fueron enviadas cientos de palomas mensajeras portando el texto con la gran noticia. Se cree que unos 400 mil templos católicos alrededor del mundo repicaron campanas en honor a la Madre de Dios.

Unos tres años después, la Virgen María, en una de sus apariciones en Lourdes, se presentó ante la humilde pastorcita Santa Bernardita con estas palabras: “Yo soy la Inmaculada Concepción”.

Actualmente son miles las iglesias en todo el mundo que están dedicadas a la advocación de “La Inmaculada” y millones los fieles que le profesan una particular devoción.

 Los devotos de la inmaculada concepción también la llaman cariñosamente “La Purísima”.

7 de diciembre




 San Mateo 18, 12-14

San Ambrosio cuyo nombre significa "Inmortal" es uno de los más famosos doctores que la Iglesia de occidente tuvo en la antigüedad junto con San Agustín, San Jerónimo y San León.

Cuando apenas tenía 30 años fue nombrado gobernador de todo el norte de Italia, con residencia en Milán, y posteriormente, fue elegido Obispo de esta ciudad por clamor popular. San Ambrosio se negó a aceptar el cargo pues no era sacerdote, pero se hicieron memoriales y el Emperador mandó un decreto señalando que el santo debía aceptar ese cargo. Desde entonces se dedicó por horas y días a estudiar las Sagradas Escrituras hasta llegar a comprenderla maravillosamente.

San Ambrosio componía hermosos cantos y los enseñaba al pueblo; además, escribió muy bellos libros explicando la Biblia, y aconsejando métodos prácticos para progresar en la santidad. Especialmente famoso se hizo un tratado que compuso acerca de la virginidad y de la pureza. Además de su sabiduría para escribir, tenía el don de la diplomacia siendo llamado muchas veces por el alto gobierno como embajador del país para obtener tratados de paz cuando se suscitaba algún conflicto.

Sus cualidades personales fueron las que le atrajeron la devota atención de todos. La actividad cotidiana de Ambrosio estaba dedicada a la dirección de su propia comunidad, y cumplía sus compromisos pastorales predicando a su pueblo más de una homilía semanal. San Agustín, quien fue un asiduo oyente de los sermones de San Ambrosio, nos cuenta en sus Confesiones que el prestigio de la elocuencia del obispo de Milán era muy grande y muy eficaz el tono de este apóstol de la amistad.

En sus escritos que han llegado hasta nosotros  se siente palpitar el corazón de un gran obispo, que logra suscitar conmovedora emoción en sus oyentes con argumentos llenos de emotividad y de interés. Como buen pastor le gusta enseñar cantos litúrgicos a su pueblo.

Entre sus escritos demuestra que el cristianismo puede asimilar sin peligro de alterar el significado de la buena noticia esos valores morales naturales que el mundo pagano y romano en particular supo expresar. Ambrosio murió en Milán el 4 de abril del 397.