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31 de enero

 

San Mateo 18, 1-6.10

La iglesia celebra hoy a San Juan Bosco quien nació el 16 de agosto de 1815 en Italia , y recibió de su madre una sólida educación cristiana y humana. Dotado de inteligencia, memoria, voluntad y agilidad física no comunes, desde niño fue seguido por sus coetáneos, a quienes organizaba juegos que interrumpía al toque de las campanas para llevarlos a la iglesia. Fue ordenado sacerdote en Turín en 1841, y allí comenzó su actividad pastoral.

Su programa, o mejor, su pasión era la educación de los jóvenes, los más pobres y abandonados. Reunió un grupito que llevaba a jugar, a rezar y a menudo a comer con él. La incómoda y rumorosa compañía de Don Bosco (así se lo llamaba y se lo llama familiarmente) tenía que estar cambiando de lugar continuamente hasta que por fin encontró un lugar.

 Con la ayuda de su mamá   sin medios materiales y entre la persistente hostilidad de muchos, Don Bosco dio vida al Oratorio de San Francisco de Sales: era el lugar de encuentro dominical de los jóvenes que quisieran pasar un día de sana alegría, una pensión con escuelas de arte y oficios para los jóvenes trabajadores, y escuelas regulares para los estudios humanísticos, según una pedagogía que sería conocida en todo el mundo como “método preventivo” y basada en la religión, la razón y el amor. “La práctica del método preventivo se base toda en las palabras de San Pablo que dice: La caridad es benigna y paciente; sufre todo, pero espera todo y aguanta todo”.

Para asegurar la continuidad de su obra, San Juan Bosco fundó la Sociedad de San Francisco de Sales (los Salesianos) y Hijas de María Auxiliadora (las Salesianas). Fue un fecundísimo escritor popular, fundó escuelas tipográficas, revistas y editoriales para el incremento de la prensa católica. Aunque ajeno a las luchas políticas, prestó su servicio como intermediario entre la Santa Sede, el gobierno italiano y la casa Saboya.

Fue un santo risueño y amable, se sentía “sacerdote en la casa del pobre; sacerdote en el palacio del Rey y de los Ministros”.  nunca se avergonzó de sus amistades con los protestantes y los hebreos de buena voluntad: “Condenamos los errores, escribió en el “Católico”, pero respetamos siempre a las personas”. San Juan Bosco murió el 31 de enero de 1888 y fue canonizado por Pío XI en 1934.

29 de enero

 

San Marcos 4, 35-41

José Freinademetz nació el 15 de abril de 1852 en Oies, una pequeña aldea de cinco casas en el norte de Italia. Fue bautizado el mismo día de su nacimiento y de su familia aprendió una fe simple pero sólida al mismo tiempo. Ya durante sus estudios teológicos en el Seminario Mayor de Bressanone comenzó a pensar seriamente en las misiones extranjeras como una posibilidad para su vida. Ordenado sacerdote el 25 de julio de 1875, fue destinado a la comunidad de San Martino di Badia, muy cerca de su hogar natal, donde pronto se ganó la estima y el afecto de la gente.

En todo este tiempo, sin embargo, no abandonó su inquietud por las misiones. Después de solo dos años de su ordenación, contactó con el padre Arnoldo Janssen, fundador de una congregación misionera que poco después se convertiría oficialmente en la “Sociedad del Verbo Divino”. Con el permiso de su obispo, José ingresó en la casa misionera de Steyl en agosto de 1878. Recibió la cruz misionera el 2 de marzo de 1879 y, junto con otro misionero verbita, el padre Juan Bautista Anzer, partió hacia China. Cinco semanas después desembarcaban en Hong Kong, donde permanecieron dos años preparándose a la misión que se les había confiado, que se encontraba en Shantung del Sur, una provincia china con 12 millones de habitantes y solo 158 bautizados.

Fueron años duros, marcados por largos y difíciles viajes, asaltos de bandidos y una ardua labor para formar las primeras comunidades cristianas. Tan pronto como lograba construir una comunidad que podía seguir adelante sola, llegaba la orden del obispo de dejarlo todo y comenzar de nuevo en otro lugar. José pronto comprendió la importancia de los laicos como catequistas para la primera evangelización. Dedicó mucho esfuerzo a su formación y preparó para ellos un manual de catequesis en chino. Al mismo tiempo, junto con el padre Anzer, convertido en obispo, se dedicó a la preparación espiritual y a la formación permanente de los sacerdotes chinos y de los demás misioneros.

Toda su vida estuvo marcada por el esfuerzo de convertirse en chino entre los chinos, tanto como para escribir a sus familiares: “Amo a China y a los chinos; quiero morir en medio de ellos, y ser enterrados entre ellos”. En 1898, su labor ininterrumpida y las muchas privaciones se cobraron su parte. Enfermo y ante la insistencia del obispo y de sus hermanos de misión, tuvo que pasar un período en Japón con la esperanza de recuperar la salud. Regresó a China algo fortalecido, pero no completamente curado.

Cuando en 1907 el obispo tuvo que viajar a Europa, el padre Freinademetz se hizo cargo de la administración de la diócesis. Durante este tiempo, se desató una epidemia de tifus. José, como buen pastor, prestó su incansable ayuda hasta que él mismo cayó enfermo. Regresó inmediatamente a Taikia, sede de la diócesis, donde murió el 28 de enero de 1908. su tumba pronto se convirtió en un punto de referencia y peregrinación para los cristianos.

El padre Freinademetz pudo descubrir y amar profundamente la grandeza de la cultura del pueblo al que fue enviado. Dedicó su vida a anunciar el Evangelio, el mensaje del amor de Dios a la humanidad, y a encarnar este amor en la comunión de las comunidades cristianas chinas. Animó a estas comunidades alentándolas a abrirse a la solidaridad con el resto del pueblo chino. Su ejemplo llevó a muchos chinos a convertirse en misioneros entre su propia gente, como catequistas, religiosas, religiosos y sacerdotes. Toda su vida fue una expresión del que fuera uno de sus lemas: “La lengua que todos entienden es el amor”.

28 de enero

 

San Marcos 4, 26-34

Cada 28 de enero la Iglesia celebra a Santo Tomás de Aquino, patrono de los estudiantes, insigne filósofo y teólogo, autor de la monumental Summa Teológica -el compendio de teología más sólido e influyente de la histori

Santo Tomás de Aquino nació en Roccasecca, cerca de Aquino, en Nápoles, en 1225. Realizó sus primeros estudios con los benedictinos en Montecassino, cerca al castillo donde vivía con sus padres. El siguiente paso fue la Universidad de Nápoles, donde destacó por su inteligencia y agudeza.

Al conocer a la naciente Orden de Predicadores, decide vincularse a esta a pesar de la férrea oposición de su familia. Considerando las circunstancias decide huir rumbo a Alemania, pero en el camino es apresado por sus propios hermanos quienes lo encierran en el castillo de Roccasecca. Allí permaneció prisionero por dos años, tiempo que aprovechó para estudiar Biblia y Teología.

Como Tomás fue finalmente liberado se trasladó a Colonia, Alemania, donde conoció a San Alberto Magno y se unió al grupo de quienes estudiaban con él. Sus compañeros lo tomaron por tonto al verlo robusto pero silencioso y tímido. Lo apodaron “el buey mudo”. Pero cierto día un compañero le pidió sus apuntes y se los entregó a San Alberto, quien dijo: "Ustedes lo llaman el buey mudo, pero este buey llenará un día con sus mugidos el mundo entero". No obstante, lo que más destacaba en Tomás era su corazón lleno de devoción. Solía pasar mucho tiempo en oración y cultivaba un gran amor a la Eucaristía.

El joven Santo Tomás se graduó como doctor de teología en la Universidad de París y a sus cortos 27 años ya era maestro.

En cuatro años escribió “la Summa Teológica”, su obra maestra, compuesta de 14 tomos, un texto que se convertiría, siglos más tarde, en uno de los principales textos consultados durante el Concilio de Trento.

Señala la tradición que Jesucristo se le apareció y le dijo: "Tomás, has hablado bien de mí. ¿Qué quieres a cambio?" Santo Tomás respondió: "Señor: lo único que yo quiero es amarte, amarte mucho, y agradarte cada vez más".

27 de enero

 

San Marcos 4, 21-25

El Evangelio que nos presenta la Iglesia en el día de hoy es breve y tiene dos afirmaciones importantes. La primera, usando una comparación, Jesús dice que la luz se enciende y se coloca en un lugar adecuado para que ilumine, no se la oculta, no se la pone en un lugar en donde no pueda iluminar, no tendría sentido. Desde ahí, entonces, brota la enseñanza, la buena voluntad de las personas, las buenas obras que reflejan esa buena voluntad, deben ser como una luz, que ilumina a las personas, que ilumina al mundo.

Que importante esto, para nosotros, los creyentes, para quienes intentamos seriamente ser discípulos de Jesús, tener luz en el corazón, un buen corazón, pero tener luz también en las obras que brotan de ese buen corazón. Esto me parece que es lo que primero se desprende y se destaca de la enseñanza de Jesús.

Hay una segunda afirmación, que a primera vista resulta un tanto desconcertante, porque el Señor dice que al que tiene se le dará más, y que abundará y que le sobrará; pero al que no tiene, se le quitará aun lo poco que tiene.

 

 Cómo se entiende esto en la enseñanza de un Señor que es tan bondadoso y tan justo. Creo que la interpretación de este pasaje camina por este lado, el Señor Jesús ofrece a todos su cercanía, su amistad, esto es lo más importante, la amistad que Jesús ofrece, y junto a eso todo lo necesario para aceptar y para crecer en esa amistad.

Si uno acepta ese ofrecimiento, recibe nuevos beneficios en el mismo orden y crece, entonces lo que era una amistad germinal, apenas inicial, si uno la acepta, si uno se alegra de esa amistad, si uno la corresponde, va recibiendo nuevos dones que hacen que esa amistad se haga más profunda, más intensa. Si por otra parte, en cambio, uno no acepta, rechaza ese ofrecimiento, o no responde, no solamente no recibe los dones que hubiera recibido si aceptaba, si no que pierde los dones iniciales.

Es interesante pensar que ese perder los dones iniciales no siempre sucede por mala voluntad; muchas veces acontece por indolencia, por dejadez, por indiferencia, podemos estar frente a una cosa importante y pasar como si no significara nada para nosotros.

Este Evangelio es una advertencia, una invitación para estar atentos, para ser generosos, para no tener miedo y para dar una respuesta; una respuesta generosa al Señor y gozar del regalo de su amistad, y al don inicial se le sumarán otros dones

26 de enero

 

San Marcos 4, 1-20

Las noticias que de ellos tenemos vienen de las Cartas de san Pablo, ya que se trata de dos de sus más cercanos discípulos. También nos hablan de ellos los Hechos delos Apóstoles.

De san Timoteo sabemos que era de Listra (Asia Menor), hijo de Eurice, de origen judío, y de un padre pagano. Aunque sin estar circuncidado, su madre y su abuela Loide lo habían educado en el conocimiento de las Escrituras. No es de extrañar, por tanto, que, con esa disposición de mente y de espíritu, Timoteo fuese ganado para la fe en Cristo cuando Pablo y Bernabé pasaron por Listra.

En su segundo viaje, Pablo pensó en Timoteo como colaborador. No queriéndose dejar llevar por su afecto hacia Pablo lo consultó con los cristianos de Iconio y Listra, que dieron óptimos informes del joven. A partir de entonces, vemos a Timoteo acompañando a Pablo por toda Asia Menor, y en Roma, en la primera prisión del Apóstol.

Cuando el año 65 Pablo vuelve a Éfeso, deja allí a Timoteo, encargándole el cuidado de aquella comunidad. Y allí le dirigió las dos cartas que conserva el Nuevo Testamento. A través de ellas, podemos descubrir el retrato que el maestro hace de su discípulo. Era todavía joven y, sin embargo, sobresale por su palabra y conducta, por su caridad, fe y prudencia. Hombre austero y de grandes penitencias, recibirá de Pablo el cariñoso consejo de que o beba sólo agua, sino que tome un poco de vino, por el estómago y sus frecuentes indisposiciones (1 Tim 5,23).

Cuando Pablo se encuentra por segunda vez prisionero en Roma, llama a su discípulo. Su carta, la segunda que le dirige, es como su testamento: "Yo estoy a punto de ser sacrificado y el momento de mi partida es inminente, He combatido bien mi combate, re corrido hasta la meta, he mantenido mi fe. Ahora me aguarda la Corona merecida con la que el Señor, juez justo, me premiará en aquel día" (2 Tim 4,6-8).

Es el resumen de su vida, del que Timoteo recogería la herencia. Él continuará su obra.

Por otros escritos de los primeros siglos, sabemos que Timoteo continuó de obispo de Éfeso y encargado de vigilar las demás iglesias de Asia Menor. Padeció el martirio, según la tradición, en tiempos de Domiciano, en la misma ciudad de Éfeso.

25 de enero

 

San Marcos 16, 15-18

Cada 25 de enero, la Iglesia Católica celebra el milagro de la conversión de San Pablo, apóstol del Señor, llamado también “apóstol de los gentiles” o “apóstol de las naciones”. Pablo, de origen judío, se había convertido en un fiero perseguidor de cristianos. Su celo por la Ley judía lo había convertido en enemigo de todo aquel que se proclame discípulo del Señor. Cuando se encontraba camino de Damasco, Dios intervino haciéndolo caer del caballo que montaba, iniciándose una de las historias de conversión más hermosas que existen.

De acuerdo a los Hechos de los Apóstoles, Saulo fue derribado por el mismo Jesús resucitado, quien se reveló a través de una fuerte luz proveniente del cielo y le habló. El destello lo cegó por tres días, permaneciendo en casa de un conocido sin comer ni beber.

Ananías, discípulo de Cristo, fue enviado por Dios al encuentro de Saulo, para mostrarle el camino del Señor. Saulo recuperó la vista por obra de Dios. Y así como los ojos corporales se abrieron a la luz, los del espíritu conocieron la verdad que proviene de Dios. Saulo entonces dejó que sea Él quien transforme su corazón y lo conduzca por el sendero de la caridad y la salvación. Así, Saulo pidió ser bautizado. Después vendría la predicación y la misión de anunciar a Cristo a todas las gentes.

San Pablo nació en Tarso, Cilicia (actual Turquía), y muy probablemente fue ciudadano romano. Creció en el seno de una familia muy ligada a la religión y las tradiciones judías, bajo la observancia del fariseísmo. Sus padres lo llamaron “Saulo”, pero al ser ciudadano romano llevaba el nombre latino “Pablo” (Paulo). Para los judíos de aquel tiempo era bastante usual tener dos nombres, uno hebreo y otro latino o griego. “Pablo” será el nombre con el que se hará conocido “el Apóstol” entre los gentiles, a quienes predicó de manera incansable.

El periodo que va del año 45 al 57 fue el más activo y fructífero de su vida. Comprende tres grandes expediciones apostólicas en las que Antioquía fue siempre el punto de partida y que, invariablemente, terminaron en una visita a Jerusalén.

Los restos del Santo descansan en la Basílica de San Pablo Extramuros en la ciudad de Roma (Italia).

 

24 de enero

 

San Marcos 3, 22-30

Este 24 de enero el santoral rinde homenaje a San Francisco de Sales, patrón de los periodistas. Gracias a su labor redactando panfletos de la Doctrina de la Iglesia aumentó el número de personas que se convirtieron al catolicismo y, según los escritos, su última palabra antes de morir fue "Jesús".

 San Francisco nació en el castillo de Sales, en la antigua región francesa de Saboya, en 1567; aunque fue bautizado como Francisco Buenaventura. En 1878, el papa Pío IX condecoró algunas de sus obras, como 'Las controversias', 'La Introducción a la Vida Devota' y 'El Tratado del Amor de Dios', como auténticos tesoros de sabiduría, por lo que le nombró Doctor de la Iglesia, apodado como 'Doctor de la amabilidad'.

Según los escritos, San Francisco era conocido desde pequeño por su mal genio, pero a lo largo de toda su juventud luchó por dominar este plano tan negativo de su personalidad.

 De hecho, en uno de sus muchos escritos, dejó reflejada la importancia de la amabilidad en la defensa de la fe religiosa: "No nos enojemos en el camino unos contra otros; caminemos con nuestros hermanos y compañeros con dulzura, paz y amor; y te lo digo con toda claridad y sin excepción alguna: no te enojes jamás, si es posible; por ningún pretexto des en tu corazón entrada al enojo".

 Pero, ¿por qué se le considera patrono de los escritores y los periodistas? Para los sacerdotes de la Edad Moderna, Francisco de Sales se no destacó por su mal genio, sino por su habilidad en la escritura y el don de la palabra. Además de su doctorado en Humanidades y Leyes, el santo realizó una intensa carrera literaria incluso mientras ejercía de obispo de Ginebra, un ejemplo de ello son las obras 'Defensa del estandarte de la Cruz', 'Sermones' y 'Cartas'

22 de enero

 

San Marcos 3, 20-21

Hoy podemos observar en este evangelio que la personalidad de Jesús era muy atrayente y esto era para todo el mundo. Tan atrayente fue que cuando regresó de nuevo a la casa se juntó tanta gente que ni siquiera tenía la posibilidad de comer. Esta situación provocó distintas actitudes especialmente para su círculo familiar más cercano, a tal punto que llegaban a afirmar que era un exaltado, un loco, una persona fuera de sí.

Lo que pasa es que cuando se trataba de predicar el Reino de Dios, Jesús ponía vida, alma y corazón. Jesús era un apasionado por la misión encomendada por su Padre. Muchas personas no lo comprendían justamente porque no estaba dentro de los parámetros normales que la sociedad presentaba. Jesús realmente era un enamorado de las cosas que Dios le iba revelando, y cuando uno está enamorado, cuántas locuras se cometen.

Creo que la sociedad de hoy en día necesita a personas con la personalidad de Jesús, que podamos testificar con nuestra vida, hasta la locura, que la presencia de Jesús habite en nuestro interior, que podamos hacer carne lo que Jesús nos dice y nos revela a través de su Palabra. Aunque esto provoque muchas veces escándalos y aunque experimentemos interiormente que caminamos contra la corriente.

Que nuestro testimonio de vida sea atrayente para los demás, de tal manera que cuando otros vean, también puedan anhelar y decir "yo también quiero ser Cristiano".

21 de enero

 

San Marcos 3, 13-19

En Este evangelio vemos Jesús que los llama, los convoca, les regala una Vocación. Y también podemos pensar en nuestra propia vocación, la que Dios nos ha regalado. Él también sigue llamando hoy a todo hombre, toda mujer que abra su corazón a la Gracia y que escuche ese llamado profundo, directo al corazón que cada día Dios nos hace, tempranito a la mañana.

Por eso vemos que el texto comienza diciendo que Jesús llamó a su lado «a los que quiso», como que no hay un motivo intelectual, algo racional que diga “bueno, tal persona es elegida por tal talento,  al contrario Dios elige a los que Él quiere. Los motivos no lo sabemos.

Y podríamos decir que muchas veces no elige a los mejores, a los que tienen una característica o tal ventaja o tal virtud en esto o en aquello: No, Dios elige a los que Él quiere, porque sabe que Su Gracia, Su Amor triunfa en medio de la debilidad, en medio de la fragilidad de cada persona que es elegida. Por eso, los verdaderos motivos de la elección Divina no los conocemos

Seguramente no va a ser por los dones o virtudes que Dios nos ha regalado, al contrario justamente, El  sabe cómo somos y así Dios nos quiere, nos quiere un montón y nos quiere sacar buenos también, por eso una y otra vez no se cansa de llamar. Este llamado no es al principio nada más: es todos los días. Dios todos los días nos sigue convocando para que no nos cansemos de trabajar en Su Reino.

 Por eso si alguno pensara o dijera “a mi Dios no me dio ninguna vocación, no me llamó, no sé qué voy a hacer de mi vida”, tómate un tiempo, haz silencio, ponte en contacto con la naturaleza, lee la Palabra de Dios. Fijase a ver qué signos Dios te está dando, porque sin duda te va a ayudar a descubrir este plan que tiene pensado para ti.

Esta respuesta que usted solo podrá darle, ese Sí como dio María lo han dado tantos santos en la Iglesia Católica, también lo podrá decir usted. Ese Sí confiado, esperanzado; a veces mezclado con temor, con miedo porque uno no sabe qué va a pasar: “Dios me llama a esto me parece, no estoy seguro”, bueno, ya animarse a hacer esta pregunta en el fondo del corazón es muy valioso, ¿por qué? Porque allí está la felicidad, en lo profundo del corazón, cuando uno se anima a preguntarse por las cosas que realmente valen la pena en esta vida: la búsqueda de la felicidad, de la verdad, de la entrega, del compromiso.

Por eso, la vocación es un llamado que exige una respuesta de nuestra parte, sin apurarnos, pero tampoco quedándonos detenidos toda la vida mirando el panorama, al contrario: Dios nos invita a que le demos una respuesta pronto sin prisa sin pausa, responderle a Dios con lo que tenemos en el corazón, con los dones que Él nos ha regalado.

Recuerde:  Dios no elige a los mejores, Dios elige a los que Él quiere, pero los llena con Su Gracia, con Su Amor, con Su poder, para que realmente den fruto abundante.

Que el Señor nos regale la Gracia de seguir diciéndole que Sí a Jesús en el llamado que nos realiza cada día.

 

 

20 de enero

 

San Marcos 3, 7-12

El evangelio de Marcos nos regala esta página en la que vemos cómo Jesús lleva adelante su misión, la multitud lo sigue y hasta los espíritus impuros lo confiesan como Hijo de Dios. Quizás nos pueda parecer raro esto de los “espíritus impuros” sin embargo aparece varias veces en el evangelio. Nosotros no lo tenemos que entender como a veces nos lo vende la industria cultural: diablo, fantasmas, posesiones, rituales, magia, o cuernos, …. nada de eso. Marcos se refiere con esto a todo espíritu contrario a la voluntad salvadora de Dios expresada en Jesús.

El impuro es el que no está en condiciones, el que hace lo contrario. Esos son los demonios y espíritus impuros, que además terminan confesando a Jesús como Hijo bendito de Dios.

Hoy más que nunca tenemos que renovar nuestra fe en los espíritus impuros porque están presentes en nuestra sociedad y en nuestro corazón: odio, separación, violencia, abuso, pobreza, marginación, tentación, poder, manipulación…. entre otros son malos espíritu que viven entre nosotros, espíritus impuros que no nos permiten ver a Jesús como liberador y salvador y no nos deja llenarnos del espíritu de Dios para ser discípulos y misioneros.

Los espíritus impuros siempre van a estar presentes, pero no son personas, ni ideologías, ni comunidades, ni partidos políticos… Los espíritus impuros no habitan afuera del hombre, los tenemos bien adentro de nuestro corazón y contra ellos tenemos que luchar sabiendo que el único campo de batalla es el corazón.

Hoy necesitamos renovar nuestra fe en Jesús para que nos purifique, para que nos salve, sane y libere de todo miedo y violencia, incluso como sociedad, de todo aquello que nos separa de Jesús, nos aleja de nosotros mismos, y nos encierra en nosotros para no dejarnos cuestionar por el otro. Hoy Jesús vuelve a hacer que los espíritus impuros se postren ante Él. Sólo hace falta creer, y eso sí, abrirle la puerta de nuestro corazón.

19 de enero

 

San Marcos 3, 1-6

Jesús insiste que la ley del sábado está al servicio del hombre y no al revés. No es el hombre para la ley, que termina siendo un esclavo. La ley está al servicio del hombre, es una ayuda.

Jesús delante de sus enemigos que espían todas sus actuaciones, cura al hombre de la mano paralizada. Lo hace a propósito en la sinagoga y en sábado. En sábado estaba prohibido hacer sanaciones. Jesús quiere demostrarles que la persona está por encima de la ley. Para ayudar a los demás no debe haber ninguna ley que lo impida. Ni el Estado ni la Iglesia tienen derecho a prohibirnos a vivir la caridad hacia los demás.

Jesús pone a prueba a todos los presentes: ¿se puede curar a un hombre en sábado? Y ante el silencio de todos, dice el evangelio de Marcos que Jesús les dirigió «una mirada de ira», «dolido por la dureza de sus corazones». Algunos, al encontrarse con frases de este tipo en el evangelio, tienden a hablar de la «santa ira» de Jesús. Pero aquí no aparece lo de «santa». Sencillamente, Jesús era Dios, pero también hombre verdadero.

 Y se enfada, se indigna, se enoja, se pone triste. Porque estas personas, encerradas en su interpretación exagerada de una ley, son capaces de quedarse cruzados de brazos y no ayudar al que lo necesita. Son fríos, son indiferentes, son de corazón duro. ¿Cómo puede querer eso Dios? Hoy también nos encontramos con personas así que no ayudan a nadie, son fríos e indiferentes.

Al verse puestos en evidencia, los fariseos «se pusieron a planear el modo de acabar con Jesús». Así reaccionan los malos. Quieren matar al que hace el bien, y si no pueden, al menos  lo odian, y lo matan en su corazón.

Muchos se preocupan por una ley minuciosa más que del bien de las personas. Se encierran en la ley fría que hay que cumplir, y desatienden a la persona, sobre todo de las que sufren. Pero la ley suprema de Cristo son las personas.

Ojalá que nunca perdamos la sensibilidad para hacer el bien a los demás pasando por encima de las leyes rígidas que destruyen a las personas.

 Hay quienes se comprometen con las leyes y su cumplimiento rígido, y no con las personas que necesitan ayuda. Se comprometen con las estructuras y leyes, pero no con las personas. Y esto no es evangélico, ni cristiano. La ley mata, solo el amor da vida, solo el amor  vivifica a la persona.

Una persona con la mano paralizada se siente un inútil. Que importante es la mano, muchas veces no nos damos cuenta, hay quienes la valoran solo cuando está inutilizada. La mano es importante para el trabajo digno, para asearse, para comer, para acariciar, para bendecir. Hay quienes la usan para el mal, para el robo,  usan las manos para la corrupción, para golpear, para abusar, para castigar. Que podamos usar las manos siempre para el bien.

18 de enero

 

San Marcos 2, 23-28

Escuchamos hoy el relato en el cual los discípulos de Jesús arrancan espigas del sembrado en sábado, por lo cual los fariseos, atentos a su actuar, enseguida interpelan, cuestionan. Es de notar que no es a los discípulos, sino a Jesús quienes los fariseos ponen en tela de juicio.

Sin embargo, el Señor les recuerda que David y quienes lo seguían, comen los panes, que estaban destinado a la ofrenda, para luego manifestar que el sábado, día del Señor, está hecho para el hombre y no al revés y que Él, el Hijo del Hombre es Señor, dueño del sábado.

Toda la cuestión se centra en que hay normas. Los fariseos hacían consistir la vida religiosa en la observancia de la Ley, el cumplimiento de los preceptos, que eran muchos. En el fondo, más que confiar en la bondad de Dios, ponían su confianza en lo que ellos tenían que hacer.

Jesús, sin embargo, nos enseña que el sábado, la Ley, la normativa, está hecha para indicar el camino, para formar en la libertad y no para esclavizar, cuando los preceptos, lo que hay que hacer se ubica por encima de la persona concreta, por encima de la misericordia, no sólo hacemos mal al otro condenándolo, sino que además nos privamos de reconocer la providencia de Dios

El cumplimiento de los preceptos, mandamientos y normas que llegan a nosotros desde Dios y por medio de su Palabra y su Iglesia, siempre quieren hacernos más libres, más plenos, y el vivirlos tendría que ser expresión del amor a Dios que está en nuestro interior.

Señor Jesús que  seguir tus huellas nunca sea un mero cumplimiento exterior de preceptos (cumplo y miento), sino que sea un amarte con todo el corazón que se exprese en cada hermano, en cada situación, en el vivir de acuerdo con tu Palabra.

16 de enero

 

San Marcos 2, 18-22

¡A vino nuevo, odres nuevos! De esta manera Jesús inaugura los tiempos llamados “del Mesías”. Ya no es tiempo de la espera, ya no es tiempo de las promesas. En Cristo Jesús se ha cumplido la promesa de que Dios obraría en primera persona y que no abandonaría a la suerte ni a las fuerzas de la naturaleza o al azar, al hombre.

Los nuevos tiempos que somos llamados a recibir con humildad y alegría, son tiempos en los que los pobres –o llamados humildes- son los preferidos, los que Dios mira con dulzura. Los “tiempos nuevos” son la invitación que Dios nos hace a que vivamos la Vida nueva que nos ha traído Cristo. Ya no dependemos de fuerzas oscuras o de la suerte; nuestra vida está sostenida en Su Amor y por eso esperamos y caminamos confiados. Aunque todo se nos presente oscuro o doloroso.

El evangelio de hoy es una invitación a descubrir la nueva vida que la Gracia nos trae. Hemos creído que seguir a Jesús en “hacer fuerza”; como un especie de nadador que aguanta el aire para llegar al otro  extremo. Pero nos hemos olvidado que seguir a Jesús es un regalo, algo inmerecido que nunca podremos ni devolverle o merecer. Así nos lo enseñan los obispos en el documento de Aparecida: “Conocer a Jesús es el mejor regalo que puede recibir cualquier persona; haberlo encontrado nosotros es lo mejor que nos ha ocurrido en la vida, y darlo a conocer con nuestra palabra y obras es nuestro gozo” (DA 32)

Hermosa expresión que la Iglesia latinoamericana nos ha trasmitido. Todo un proyecto de vida. Ya que si fundamos nuestra vida en el regalo que Cristo nos ha trasmitido ya nada será igual. La alegría de sabernos amados, la alegría de sabernos llamados, la alegría de la misericordia, la alegría del abrazo Paterno, la alegría de la presencia de Dios en todos los momentos de nuestra vida; es la novedad que el Evangelio nos ha trasmitido. El “vino nuevo” que da un sabor nuevo a nuestra existencia.

Bebamos de la nueva bebida que trasforma nuestras vidas. Bebamos de los Sacramentos que trasforman nuestros corazones y nos hacen plenamente libres en la Gracia de Dios.

Si hace tiempo no te acercas a los sacramentos, hazlo, Jesucristo mismo te está esperando. Y si tienes una vida cercana a Ellos, no la abandones nunca, ya que ahí está la fuerza que te sostiene y te permite descubrir la belleza que la vida encierra.

16 de enero

                                           UN GESTO POCO RELIGIOSO

"Había una boda en Galilea". Así comienza este relato en el que se nos dice algo inesperado y sorprendente. La primera intervención pública de Jesús, el Enviado de Dios, no tiene nada de religioso. No acontece en un lugar sagrado. Jesús inaugura su actividad profética "salvando" una fiesta de bodas que podía haber terminado muy mal.

 

En aquellas aldeas pobres de Galilea, la fiesta de las bodas era la más apreciada por todos. Durante varios días, familiares y amigos acompañaban a los novios comiendo y bebiendo con ellos, bailando danzas festivas y cantando canciones de amor.

 

El evangelio de Juan nos dice que fue en medio de una de estas bodas donde Jesús hizo su "primer signo", el signo que nos ofrece la clave para entender toda su actuación y el sentido profundo de su misión salvadora.

 

El evangelista Juan no habla de "milagros". A los gestos sorprendentes que realiza Jesús los llama siempre "signos". No quiere que sus lectores se queden en lo que puede haber de prodigioso en su actuación. Nos invita a que descubramos su significado más profundo. Para ello nos ofrece algunas pistas de carácter simbólico. Veamos solo una.

 

La madre de Jesús, atenta a los detalles de la fiesta, se da cuente de que "no les queda vino" y se lo indica a su hijo. Tal vez los novios, de condición humilde, se han visto desbordados por los invitados. María está preocupada. La fiesta está en peligro. ¿Cómo puede terminar una boda sin vino? Ella confía en Jesús.

 

Entre los campesinos de Galilea el vino era un símbolo muy apreciado de la alegría y del amor. Lo sabían todos. Si en la vida falta la alegría y falta el amor,

¿en qué puede terminar la convivencia? María no se equivoca. Jesús interviene para salvar la fiesta proporcionando vino abundante y de excelente calidad.

15 de enero

 

San Marcos 2, 1-12

Este evangelio nos habla de la sanación de un paralítico. Jesús lo sana de su enfermedad y también  lo sana de sus pecados. Este paralítico viene a Jesús de un modo extraño, porque no llega por sus propios medios, y en ningún momento le pide la sanación. Más bien, cuatro hombres, cuatro amigos, cuatro de la familia, que de alguna manera se interesaron por él, lo llevaron a Jesús. Y lo llevaron como sea, porque por la cantidad de gente levantaron el techo donde Jesús estaba y por allí descolgaron al enfermo.

Jesús al ver la fe, no del paralítico, si no de esos hombres, lo sanó, perdonó sus pecados y este hombre salió caminando.

Hoy también, quizás, usted puede pensar en el valor de la oración de intercesión. Quizás haya un hermano mío, que vive junto a mí en el trabajo, alguien de mi propia familia, de mi colegio, alguien que conozco, que está pasando por un momento de dolor, de dificultad, de enfermedad, de vida de pecado alejado de Dios, alguna situación fea, triste. Y aunque él, en la vida, no le pide al Señor la gracia del cambio, aunque él quizás todavía no se dé cuenta de eso, o porque no conoce al Señor, porque nadie le ha ayudado a crecer en la fe.

Quizás hoy, a la luz de este texto, podemos pensar que mi oración por él es escuchada por el Señor, el amor que puedo tener por esa persona puede llegar también a obrar el milagro.

Pídele al Señor  por ese familiar suyo, pídele  por ese amigo, por ese compañero; el Señor ve tu fe y obra en él, obra en ella.

14 de enero

 

San Marcos 2, 1-12

Este evangelio nos habla de la sanación de un paralítico. Jesús lo sana de su enfermedad y también  lo sana de sus pecados. Este paralítico viene a Jesús de un modo extraño, porque no llega por sus propios medios, y en ningún momento le pide la sanación. Más bien, cuatro hombres, cuatro amigos, cuatro de la familia, que de alguna manera se interesaron por él, lo llevaron a Jesús. Y lo llevaron como sea, porque por la cantidad de gente levantaron el techo donde Jesús estaba y por allí descolgaron al enfermo.

Jesús al ver la fe, no del paralítico, si no de esos hombres, lo sanó, perdonó sus pecados y este hombre salió caminando.

Hoy también, quizás, usted puede pensar en el valor de la oración de intercesión. Quizás haya un hermano mío, que vive junto a mí en el trabajo, alguien de mi propia familia, de mi colegio, alguien que conozco, que está pasando por un momento de dolor, de dificultad, de enfermedad, de vida de pecado alejado de Dios, alguna situación fea, triste. Y aunque él, en la vida, no le pide al Señor la gracia del cambio, aunque él quizás todavía no se dé cuenta de eso, o porque no conoce al Señor, porque nadie le ha ayudado a crecer en la fe.

Quizás hoy, a la luz de este texto, podemos pensar que mi oración por él es escuchada por el Señor, el amor que puedo tener por esa persona puede llegar también a obrar el milagro.

Pídele al Señor  por ese familiar suyo, pídele  por ese amigo, por ese compañero; el Señor ve tu fe y obra en él, obra en ella.

13 de enero

 

San Marcos 1, 40-45

En este evangelio vemos que un leproso sale al encuentro y logra “conmover” a Jesús. Los leprosos eran condenados, a causa de su enfermedad, a vivir en las afueras de las ciudades. Incluso, cuando alguien se les acercaba, tenían que gritar: ¡impuro! Para que nadie se contagiara de su enfermedad.

Ellos no tenían lugar en la ciudad, vivían abandonados por la sociedad. Se sentían excluidos de la misericordia de Dios porque no podían participar del culto. La lepra los convertía en “los sobrantes”.

Jesús no tiene miedo frente a la lepra. Él se acerca y se deja conmover por el sufrimiento de este hombre. Jesús no es indiferente frente al sufrimiento. Él se hiso hombre para “tocar nuestro dolor”, y de esa forma, poder curarlo. Al leproso no lo curó de lejos, podría haberlo hecho, sin embargo, lo “tocó”, se puso en riesgo.

 Es que, en el fondo, esa era la única forma posible de “encontrarse” con Él, de reconocerlo en su dignidad, de abrazarlo como hermano, de “curarlo”. No había que curar solamente las heridas de la lepra, había que curar las heridas de la dignidad herida. Y para eso, el camino es encontrarse.

Dos preguntas podemos hacernos frente a este Evangelio. La primera sería a nivel personal: ¿Cuáles son mis “lepras”? ¿Se reconocerlas? ¿Qué cosas mías me hacen sentir “excluido de la misericordia de Dios”? ¿Lo dejo a Jesús que “toque”, o mi orgullo me hace esconder la herida? El corazón de Jesús se conmueve frente a lo que nos hiere y quiere “curarnos”, pero para eso es necesario pedírselo al Señor: “Si quieres, puedes purificarme”.

La segunda sería: ¿Qué hago yo frente a la “lepra” de mi prójimo? ¿Busco la forma de ponerme al servicio de los “heridos”? ¿o me justifico, con diferentes excusas, para no “hacerme cargo”, para no “tocar las heridas”, para no encontrarme? Jesús me espera ahí para regalarme algo especial. Pero para encontrarlo tengo que arriesgarme.

Pidámosle al Señor que nos dé “coraje”. Coraje para reconocer nuestras propias heridas, nuestras “lepras”. Coraje para ponerlas delante de su misericordia. Coraje para salir de nosotros mismos y ponernos al servicio de otros que nos necesitan.

12 de enero

 

San Marcos 1, 29-39

Las palabras que meditamos hoy nos presenta al Señor que ha venido, y esa cercanía suya es presencia del reino. Siempre las curaciones nos manifiestan esa presencia de Jesús. En este texto vemos a Jesús con Santiago y Juan, sus primeros apóstoles, y que van a ver a Simón y a Andrés, realiza el Señor la curación de la suegra de Pedro.

Esta curación, como todas las del Señor, son signo de este Señor que se acerca y toca, se compadece de toda miseria humana. Podemos decir que pone en acto la misericordia de Dios, que esta misericordia es eterna y es accesible a todos. Toda dolencia, toda miseria tiene la posibilidad de ser asumida y tocada por el Señor. No hay ningún obstáculo para que puedan ser presentados ante el Señor, porque Él justamente vino a traernos la salvación y la sanación.

Pero en este texto del evangelio de las curaciones también descubrimos una clave de la vida de Jesús que debe ser una clave en nuestra vida de cristiano, porque los cristianos queremos imitar a Jesucristo. Toda la vida de Jesús, sus palabras, sus obras, sus actitudes deben ser una búsqueda nuestra de siempre, para irnos configurando por el mismo Jesús. Esto que se realiza en la vida de los sacramentos, pero que también depende de nuestra voluntad y participación de irnos pareciendo a Jesús.

Y aquí descubrimos al Señor que antes que amanezca, se levanta, sale, va a un lugar desierto a rezar ¡Qué emocionante es ver al Señor orar, experimentar el amor de Dios, el amor del Padre! podríamos decir que la cercanía con Dios es lo que lo hace más cercano al pueblo. Y en la oración Él demuestra su  prioridad, y nos abre un camino a nosotros. cada uno de nosotros tiene que imitar esa vida de oración, que no se aprende leyendo muchos libros ni escuchando muchas explicaciones, sino rezando. Cada vez que recemos  vamos a encontrar más necesidad y más motivo de ir al encuentro del Señor.

Y, por último, descubrimos que buscan al Señor: "Todos te están buscando" y Jesús con conciencia del deber, con la convicción que la salvación y curación que Él trae es para todos dice "Vayamos a otro pueblo a predicar a las poblaciones vecinas". Vamos a pedirle al Señor, realmente que nos toque el corazón, porque todos necesitamos ser curados por Él, todos necesitamos presentarle algo de nuestra vida… ponernos frente a la puerta para que Él nos toque y nos transforme y ese transformarnos de Jesús nos llevará seguramente al encuentro con nuestro Padre Dios para tener una vida de intimidad con Él. Pidamos al Señor esta gracia de poder ser sanados, curados e invitados a la intimidad.

11 de enero

 

San Marcos 1, 21-28

Después de haber transitado y celebrado el tiempo del adviento y de navidad, comenzamos ahora a caminar nuevamente el tiempo litúrgico que llamamos durante el año, en el cual estamos llamados a escuchar y contemplar a Jesús en lo cotidiano, escuchando de modo semicontinuo, el evangelio de Marcos.

En este día, se presenta a Jesús que llegando a la sinagoga de Cafarnaúm, se pone a enseñar, generando admiración en aquellos que lo escuchan y respuesta a gritos también de un hombre que tenía un espíritu impuro.

¿Viniste a destruirnos? ¡Se quién eres, el santo de Dios! Les gritaba este espíritu inmundo, como dice la Palabra. Jesús no responde, solo increpa, ordenándole que se calle y salga de este hombre y así se cumple. Termina el relato de este día, mostrando más admiración de parte de todos los presentes.

El Señor no sólo genera admiración en aquellos que lo escuchan, sino que además su Palabra tiene autoridad, tiene poder para expulsar demonios, para liberar. Su autoridad consiste en que hace lo que dice, porque como Maestro es Quién tiene el Espíritu Santo.

Su Palabra, la Palabra de Jesús es una Palabra que puede renovarte, transformarte, que puede rehacerte, una Palabra que tiene autoridad y poder para obrar en tu vida.

La vida de Jesús nos es enviada y regalada por el Padre, para que mirando, escuchando y siguiendo sus huellas, podamos experimentar y conocer la Misericordia del Padre, para experimentar el poder liberador y renovador de su Palabra.

Dios y Padre nuestro, renueva, aumenta nuestra Fe, para que escuchando la Palabra de tu Hijo amado y liberados por tu misericordia, podamos seguir sus huellas, renovados por tu gracia.

10 de enero

 

San Marcos 1, 14-20

El evangelio de Marcos, con un estilo sencillo y popular, nos va contando las palabras y los hechos de Jesús.

Este texto de hoy nos narra el comienzo del ministerio de Jesús en Galilea. El mensaje que Marcos pone en labios de Jesús es sencillo: está cerca el Reino de Dios, conviértanse y crean en la Buena Noticia. La Buena Noticia es el evangelio que tiene que cambiar nuestra actitud ante la vida. O mejor: tiene que cambiar nuestra vida. En seguida empieza Jesús a llamar a discípulos: hoy llama a cuatro, dos parejas de hermanos. Simón y Andrés, Juan y Santiago. El relato es bien escueto. Sólo aporta dos detalles: que es Jesús quien llama, y que los llamados lo siguen inmediatamente, formando ya un grupo en torno a Jesús. Serán los primeros discípulos.

 

Somos invitados a escuchar a Jesús, nuestro auténtico Maestro, y a seguirle en su camino. Es la escuela de Jesús. De Jesús estamos aprendiendo, es nuestro Maestro. Es nuestro Evangelizador, él nos evangeliza si nos dejamos evangelizar. Somos invitados a «convertirnos», o sea, a ir aceptando en nuestras vidas la mentalidad de Jesús. Esto implica cambiar nuestra mentalidad y nuestras actitudes. Si creyéramos de veras, como aquellos cuatro discípulos, la Buena Noticia que Jesús nos anuncia también a nosotros, ¿no tendría que cambiar más nuestro estilo de vida? ¿no se nos tendría que notar que hemos encontrado al verdadero Maestro? Son preguntas que podemos hacernos.

 

Conviértanse y crean en la Buena Noticia. Convertirse significa cambiar, abandonar un camino equivocado y seguir el verdadero camino, el camino de Jesús. Y cada día tenemos que convertirnos a Jesús. Jesús nos invita a creer en la Buena Noticia, a creer en el Evangelio. El mensaje de Jesús es radical: no nos puede dejar indiferentes.

 

Los primeros discípulos: «Lo dejaron todo y le siguieron». Tuvieron una buena disposición. Los cuatro son pescadores. Ellos van a dejar sus barcas y sus redes que eran sus elementos de trabajo.. Dejan todo para seguir a Jesús. Dejan a sus familias y sus elementos de trabajo para seguir al Maestro Jesús. Irán con él de pueblo en pueblo misionando. Trasmitiendo una alegre Noticia: el Reino ya está presente, ya llegó porque Jesús es el Reino en medio nuestro. Que mejor noticia que esta. También nosotros tenemos que anunciar a Jesús. El nos cambió la vida y es nuestro deber compartirlo y anunciarlo para que otros lo conozcan, no podemos ser egoístas. Seamos alegres anunciadores de Jesús.

 

8 de enero

 

San Juan 3, 22-30

Lo encontramos a Jesús que está bautizando. A ver esto los discípulos de Juan van y le dicen que aquel que estaba con él, a quien él había bautizado, también lo está haciendo. Un poco para despertar los celos de Juan. Algo muy semejante pasa cuando los discípulos le dicen a Jesús que algunas personas estaban echando demonios en su nombre a lo que Jesús responde “no se lo impidan porque el que no está contra nosotros está con nosotros”.

Aquí  vemos a Juan mostrando todo su corazón. Él dice “yo no soy el Mesías”. Sabe muy bien quien es, cual es su lugar.

Él no es La Palabra; él es “una voz que anuncia en el desierto: preparen los caminos para el Señor”. Juan tiene claridad de cuál es su lugar, algo que nosotros tenemos que descubrir; cual es mi lugar en el Reino de Dios, en la historia, en este tiempo que me toca vivir.

Todos tenemos un lugar propio, especifico, un lugar de criatura y solo Dios es Dios. San Agustín decía que Juan no obtiene la alegría de sí mismo, el que quiere encontrar la causa de su alegría en sí mismo estará siempre triste, pero el que quiera encontrar su alegría en Dios estará siempre alegre porque Dios es eterno.

¿Quieres s tener una alegría eterna? Átate al que es eterno. Esto es lo que hizo Juan; es preciso que Él crezca y que yo disminuya.

Alguien dijo una vez

Si no puedes ser un pino en la cima de la colina

sé maleza en él.

Pero sé la maleza justo al torrente.

Se arbusto si no puedes ser un árbol.

Si no puedes ser camino real, se atajo.

Si no puedes ser el sol, sé estrella.

No vencerás por el volumen

sino por ser el mejor de lo que seas.

 

7 de enero

 

San Lucas 5, 12-16

San Juan nos hace dos recomendaciones, dice: “creer y amarnos”, su mandamiento es éste, dice San Juan respecto del Señor: “Que creamos en el nombre de su hijo Jesucristo y nos amemos los unos a los otros como Él nos ordenó”.

También en la misma carta nos hace estas 2 recomendaciones: el no creer a cualquiera que se considere inspirado, es decir, si no debemos creer a cualquiera que en el nombre del Señor profetiza en su nombre; cuánto menos creer en aquellas personas que ni siquiera esperan de nosotros o esperan o desean un bien para nosotros ¿no?, sino sólo muchas veces o dinero, o a cambio de promesas falsas.

Así que cuando hablamos de creer decimos creer al Hijo de Dios que se hizo hombre, nacido en Belén que ha muerto y ha resucitado; y después nos pone como segunda recomendación o como segunda actitud dice: “amarnos” y el amor para nosotros, tal cual como nos expresa el mismo Evangelio del día de hoy, cuando el Señor se retira a Cafarnaún, después que Juan había sido apresado, dice: “El amor es anunciar al Reino, el amor es enseñar, es proclamar, es sanar, es estar con los afligidos, es estar con los que sufren”; el mensaje del Señor es sumamente consolador, era escuchado y era un consuelo para la gente que lo escuchaba.

Actualmente, cuántos corazones jóvenes están esperando una palabra de ánimo, una palabra de aliento, que sólo un joven a otro joven puede decir…. Entonces en estas dos actitudes el Señor nos resume entre San Juan y Él mismo, nos dicen que las actitudes básicas que podemos tener cotidianamente, creer y amarnos; el Señor nos de estas gracias que le pedimos, al menos por el día de hoy.

6 de enero

 

San Lucas 4, 14-33

En el Evangelio de hoy, San Lucas nos cuenta que Jesús vuelve a Nazareth donde se había criado. Jesús entra el sábado en la sinagoga como de costumbre para hacer allí la lectura. Le presentan el libro del profeta Isaías en el capítulo  61. Y así, proclama el texto tan conocido por nosotros: “El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha consagrado por la Unción. Él me envió a llevar la Buena Noticia a los pobres, a anunciar la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos, a dar la libertad a los oprimidos y proclamar un año de gracia del Señor”. Y nos dice Lucas, que todos los ojos estaban fijos en él.

Lo maravilloso de éste texto es que éstas palabras tienen un sentido que sobrepasa el momento histórico en que fueron pronunciadas. Además, todas las palabras del Evangelio tienen una actualidad eterna. Son eternas porque han sido pronunciadas por el Eterno, por el Hijo de Dios. Y son actuales porque Dios hace que se cumplan en todos los tiempos.

 La palabra «hoy» significa que las Escrituras se cumplen también en el tiempo de la Iglesia, que es la continuación de Cristo en la historia. Porque la salvación de Cristo no es un acontecimiento pasado y ya caduco, ni tampoco un acontecimiento futuro que esperamos todavía, sino un acontecimiento actual.

 La palabra «hoy» anuncia que la Palabra de Cristo, el Evangelio, actúa con toda su eficacia, en aquellos hombres y mujeres que la escuchan con fe y se dejan conducir por ella. El pasado ya no está, el futuro vendrá, lo único que tengo en mis manos es el presente, el hoy.

La Escritura se ha cumplido en Jesús, en el Hoy de Jesús. Jesús, resucitado, continúa caminando en medio de la humanidad, especialmente entre los pobres con la buena noticia, anunciando la liberación a los cautivos y en la curación de los ciegos, como luz del mundo, dando libertad a los oprimidos y proclamando el año de gracia del Señor. 

Cuánta esperanza brinda al mundo el cristiano que pone su mirada en Jesús, y nunca pierde la capacidad de asombro ante el amor de Dios, como las personas del Evangelio.

Pidamos a Jesús, el Ungido del Padre, en este día, el Espíritu Santo nos mueva a sentirnos enviados a compartir nuestra fe y a iluminar el mundo con nuestro deseo de ser santos, de modo que el mundo crea que él nos ha enviado.

5 de enero

 

5 de enero

San Marcos 6, 45-52

En este miércoles tenemos la gracia de “encontrarnos”. Encontrarnos entre nosotros y con el Señor que quiere hacérsenos compañero de camino, que quiere subirse a nuestra barca para que no tengamos miedo.

Después del milagro de la multiplicación de los panes, los discípulos no entendían nada. Era mucha la gente que se sació con 5 panes y 2 pescados. Pero lo que a mí siempre me quedaba picando en el corazón de ese episodio es la orden del Señor: ¡Denles de comer! Como si Jesús nos dijera: ¡Háganse cargo del hambre de sus hermanos! Ahora Jesús los hacía pasar del otro lado del lago, mientras Él pasó un rato largo rezando, abriéndole el corazón al Padre.

Cuando la tarde caía, empezó a soplar viento en contra. ¡Qué difícil es “remar con viento en contra”! ¡Qué difícil es cuando nosotros queremos seguir a Jesús, hacer lo que nos dice, y parece que vamos a contramano! Sin embargo, Jesús nos mira y se compadece. Él no nos abandona. Por eso, cuando ve que más nos cuesta, nos sale al paso para ayudarnos.

Los discípulos, al verlo, se asustaron. Y claro, se lo encontraron caminando sobre el mar. Sin embargo, cuándo más difícil se hacía remar, cuando tenemos miedo, Jesús nos dice: “Tranquilícense, soy yo; no teman”. ¡Qué bien nos hace escuchar esas palabras de Jesús: “Tranquilícense, soy yo; no teman”! Y con Jesús en la barca, ya no hay nada que temer, el viento se calma y se hace más fácil avanzar.

Quizá el Señor nos está invitando a dejarlo entrar en nuestra barca. Quizá nos vea que estamos dejando los huesos, remando contra corriente, y quiere venir a nosotros para que descansemos un poco. Quizá quiera subirse a nuestra barca para alejar todos esos vientos que nos alejan de Dios. Quizá quiera venir a estar con nosotros para que no tengamos miedo. Pero todos estos “quizá” podrán llegar a ser realidad sólo si lo dejamos subir. ¡Anímate a dejarlo que suba a tu barca, no te vas a arrepentir!

 

4 de enero

 

San Marcos 6, 34-44

Nos encontramos con Jesús enseñando a la multitud, compadecido porque se da cuenta que no tienen a nadie que los escuche, que les enseñe, que los acompañe con un corazón de Pastor. Por eso Jesús se queda un largo rato enseñándole.

Son los apóstoles quienes se dan cuenta la hora, que ya es hora de comer y que para colmo no hay alimentos para darles. Sin embargo sabemos que siempre que está Jesús hay abundancia, que siempre que está el Maestro no nos va a faltar nada. Así ocurre también en esta oportunidad. Ante la pregunta de Jesús “¿cuántos panes tienen ustedes?”, allí comienza a organizar lo que va a ser la comida que pareciera improvisada, pero que con el gran corazón de Jesús no sólo alcanza sino que sobra. Los que comieron eran 5 mil hombres, dice la Palabra: “Todos comieron hasta saciarse, y se recogieron doce canastas llenas de sobras de pan y de restos de pescado”.

Siempre hay abundancia cuando Jesús está presente en nuestras vidas. Una de las preguntas que podemos hacernos ante este texto tan lindo, es ¿con qué alimento nos estamos llenando y alimentando cada día? ¿Llena el alimento que tenemos todos los días? No el material, sino el espiritual. ¿Realmente le dedicas tiempo a leer la Palabra de Dios todos los días, a encontrarte con el Señor en la oración, a compartirle tus alegrías, tristezas, tu proyecto de vida? ¿Has descubierto realmente qué te pide Dios, por dónde va tu vocación? ¿Cómo le estás respondiendo a ese llamado que te hace Dios cada día?

Ese alimento de la presencia de Dios cada día es muy valioso si lo sabemos utilizar para crecer en la vida espiritual en el seguimiento de Jesús. Pidamos hoy la gracia de poder valorar lo que nos regala, de poder acercarnos cada vez más a Él a través de su Palabra, esa que nos llena de vida, de esperanza y alegría.

 

 

 

3 de enero

San Lucas 2, 21-24

Cada 3 de enero la Iglesia celebra el Día del Santísimo Nombre de Jesús. “Éste es aquel santísimo nombre anhelado por los patriarcas, esperado con ansiedad, demandado con gemidos, invocado con suspiros, requerido con lágrimas, donado al llegar la plenitud de la gracia”, decía San Bernardino de Siena.

La palabra Jesús es la forma latina del griego “Iesous”, que a su vez es la transliteración del hebreo  “Joshua” ”, que significa “Yahveh es salvación”.

El Santísimo Nombre comenzó a ser venerado en las celebraciones litúrgicas del siglo XIV. San Bernardino de Siena y sus discípulos propagaron el culto al Nombre de Jesús. En 1530 el Papa Clemente VII concedió por primera vez a la Orden Franciscana la celebración del Oficio del Santísimo Nombre de Jesús.

El Nombre de Jesús, invocado con confianza:

Brinda ayuda en las necesidades corporales, según la promesa de Cristo: “En mi nombre agarrarán serpientes en sus manos y aunque beban veneno no les hará daño; impondrán las manos sobre los enfermos y se pondrán bien” (Mc. 16,17-18). En el Nombre de Jesús los Apóstoles dieron fuerza a los lisiados (Hch. 3,6; 9,34) y vida a los muertos (Hch. 9,40).

Da consuelo en las pruebas espirituales. El Nombre de Jesús le recuerda al pecador el “padre del hijo pródigo” y el buen samaritano; al justo le recuerda el sufrimiento y la muerte del inocente Cordero de Dios.

Nos protege de Satanás y sus artimañas, ya que el diablo le teme al Nombre de Jesús, quien lo ha vencido en la Cruz.

En el nombre de Jesús obtenemos toda bendición y gracia en el tiempo y la eternidad, pues Cristo dijo: “lo que pidan al Padre se los dará en mi nombre.” (Jn. 16,23). Por lo tanto, la Iglesia concluye todas sus oraciones con las palabras: “Por Jesucristo Nuestro Señor”, etc. Así se cumple la palabra de San Pablo: “Para que al nombre de Jesús toda rodilla se doble en los cielos, en la tierra y en los abismos.” (Flp. 2,10).