San Juan 13, 16-20
Resulta
interesante esta palabra de Jesús sobre la felicidad. “Ustedes serán felices
si, sabiendo estas cosas, las practican”. Esto dice Jesús a sus discípulos. Y
el eco de sus palabras nos llega hasta nosotros hoy.
Porque si
hay algo que todos queremos en la vida es ser felices. Todos, absolutamente
todos queremos ser felices. Y no somos libres de esto. Este anhelo, deseo y
sueño de felicidad anida en lo más profundo de nuestro corazón. Queremos, a
toda costa y de todo corazón ser felices. No podemos no querer esto. Y
justamente por esto es que podemos vivir en libertad. Dios está de acuerdo con
nuestro más íntimo deseo de felicidad. Lo quiere. Lo desea. Lo busca. Dios
quiere que el hombre sea feliz. Dios quiere que usted sea feliz.
La
dificultad está en que, si bien tanto Dios como el hombre quieren ser felices,
no siempre buscamos lo mismo. El deseo lo tenemos los dos y todos; ahora bien,
no todos lo saciamos de la misma manera.
Por eso es
interesante la palabra de Jesús y el contexto en que lo dice: después del
lavatorio de los pies. Es decir, para Jesús no hay felicidad que sea posible si
no es lavándonos los pies los unos a los otros y esto son, sirviéndonos unos a
otros. El ideal de servicio es para Jesús el mismo ideal de felicidad. Si uno
quiere ser feliz que se ponga a servir a su hermano.
Por eso que
el ideal de servicio es el ideal de felicidad. Según la mentalidad del mundo
siempre voy a quedarme con ganas de más, encerrado en un pequeño yo personal
que teme amar. En cambio, si me dejo amar por Jesús, entiendo el amor y me
animo a amar. Ya no desde el yo que descansa arriba de un pedestal, sino
sintiéndome Pueblo, de manera colectiva y comunitaria, donde las únicas
relaciones posibles sean las de amarnos los unos a los otros.