San Juan 14, 27-31
En este Evangelio
comienzan los discursos de despedida. El Señor junto con dejarnos “su
paz”, habla abiertamente de su partida al Padre; es necesario que Él vuelva al
Padre desde donde tiene su origen, para que vuelva a nosotros. de este modo, su
partida no ha de generar corazones temerosos ni acobardados, sino corazones que
comprendan lo que pasa. Su amor está por encima de todo lo que pueda ofrecernos
el mundo. Con todo esto se nos va preparando para la venida del Espíritu Santo,
que nos permite reconocer la obra del Señor, que nos moviliza a esos lugares
donde el Señor quiere que estemos y hablemos en su nombre. Que en este día su
paz habite en nosotros y sobre todo que no tengamos miedo, porque sabemos que
con el Señor todo lo podemos y para Él nada es imposible
Vale la pena preguntarse: ¿Estoy dispuesto a ser portador de la paz que nos dejó Jesús antes de partir? ¿Cómo contribuyo en la construcción de paz en mi familia y en mi comunidad?
Entonces nos podemos preguntar ¿Qué es la paz? ¿Cuál es la
paz que nos ha traído Jesús? Sino que la paz no es ausencia de conflicto, ¿no?
Porque no existe una vida humana sin conflictos.
La paz no es ausencia de conflicto, la paz es un don. Este Shalom, este así se llama en el mundo bíblico, este Shalom, esta paz es un don que hace referencia a la integridad. La paz es que si esta la paz de Dios todas las cosas están en su lugar; todas las cosas están en su lugar, están en el lugar que tienen que estar.
Y que interesante que podamos tener este don, o pedirle al
Señor este don de la paz. Porque cuando hay paz, esta paz de Dios, este Shalom,
esta integridad, todo cae en su lugar. Está en su lugar en relación conmigo
mismo, y todos los demás. También está
en su lugar mi relación con las cosas, con la diversión, con la tecnología, con
mis responsabilidades. Cuando Jesús está hay integridad, hay sentido.