San Mateo
13,54-58
Hoy, 1 de
mayo, la Iglesia Católica celebra la fiesta de San José Obrero, Padre y
Custodio del Señor, a quien hoy recordamos como "patrono de los
trabajadores", en virtud que él conoció muy bien el mundo del trabajo: fue
carpintero, y con su Sudor procuró el sustento diario a su familia -la Sagrada
Familia-. Esta celebración coincide con el Día Mundial del Trabajo. La fiesta
de San José Obrero fue instituida en 1955 por el Venerable Papa Pío XII, ante
un grupo de obreros reunidos en la Plaza de San Pedro en el Vaticano.
El Santo
Padre pidió en esa oportunidad que "el humilde obrero de Nazaret, además
de encarnar delante de Dios y de la iglesia la dignidad del obrero manual, sea
también el próvido guardián de vosotros y de vuestras familias".
Pío Xll
quiso también que el Custodio de la Sagrada Familia "sea, para todos los
obreros del mundo, especial protector ante Dios, y escudo para la tutela y
defensa en las penalidades y en los riesgos del trabajo..
Por su
parte, San Juan Pablo Il, en su encíclica dedicada a los trabajadores, la
"Laborem exercens", destacaba que "mediante el trabajo el hombre
no sólo transforma la naturaleza adaptándola a las propias necesidades, sino que
se realiza a sí mismo como hombre, es más, en un cierto sentido 'se hace más
hombre". Con estas palabras, el Papa peregrino manifestaba la importancia
de San José en la comprensión y santificación del trabajo, es decir, cuán
importante es la figura de San José en el camino por el que los seres humanos
podemos santificarnos y ser felices a través del trabajo concreto que les toque
desempeñar.
Posteriormente,
durante el Jubileo de los Trabajadores del año 2000, el Papa polaco añadía:
"Queridos
trabajadores, empresarios, cooperadores, agentes financieros y comerciantes, unid
vuestros brazos, vuestra mente y vuestro corazón para contribuir a construir
una sociedad que respete al hombre y su trabajo. El hombre vale más por lo que
es que por lo que tiene. Cuanto se realiza al servicio de una justicia mayor, de
una fraternidad más vasta y de un orden más humano en las relaciones sociales,
cuenta más que cualquier tipo de progreso en el campo técnico".
San José es
modelo e inspiración para todo ser humano que desea asumir el trabajo desde una
perspectiva espiritual. En ese sentido, el trabajo debe ser siempre una
actividad auténticamente humana, que brinde realización y satisfacción al corazón
humano y no sea solo medio para producir "cosas". Sin su sentido
sobrenatural el trabajo se convierte en ocasión de nuevas esclavitudes,
instrumentalización o manipulación. Por eso, como San José, cada persona que
trabaja debe mirar al Cielo y trascender lo puramente material, que siendo
importante no lo agota todo.
Es Dios
quien corona todo esfuerzo en búsqueda del bien común y la plenitud. San José,
obrero y trabajador, es poderoso intercesor frente a la injusticia, ayuda para
que no falte lo necesario y brinda asistencia a quienes están desempleados o en
búsqueda de un nuevo trabajo