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29 de mayo

San Juan 19, 25-27

Ayer hemos terminado el Tiempo de Pascua con la celebración de la Solemnidad de Pentecostés. A partir de hoy retomamos el tiempo durante el año (suspendido a partir del Miércoles de Ceniza) en su novena semana. En este día corresponde celebrar la Memoria de María Madre de la Iglesia.

Por eso el texto de hoy es el de la crucifixión de Jesús donde estaba María. San Juan nos dice en su relato que, junto a la cruz de Jesús, estaban las santas mujeres, la Madre de Jesús y el discípulo amado. Hay un diálogo muy hermoso entre el agonizante Jesús y María y el Discípulo.

Jesús habla a María llamándola Mujer (recordando Gn 3,15 donde Dios dice que la descendencia de la Mujer aplastará la cabeza de la serpiente o demonio) para destacar el triunfo de Jesús su Hijo (descendencia) sobre el poder del Diablo.

A la Mujer le encarga cuidar, como Madre, al Discípulo otorgándole la Maternidad espiritual sobre la Iglesia representada por ese Discípulo sin nombre, al que le pide recibirla como Hijo, el cual la acoge llevándola a su casa, o sea como su propia Madre. Termina el relato con la muerte de Jesús y el cumplimiento de la Escrituras que implica la derrota toral del Maligno.

Siempre pienso ¿qué habrá sido el corazón de María? esta mujer de la delicadeza, porque faltaba el vino y ahí estaba María, esa mujer del silencio y de la ofrenda, que todo lo conservaba en su corazón, esa mujer de servicio porque ante el misterio de ser Madre del Redentor, parte sin demora a Judá al servicio de su prima Isabel…  la mujer de "Si, Hágase como ha dicho" ¿qué habrá sido ese corazón de Madre y ella al pie de la cruz ahí firme?

Pienso también en tantas mujeres… que están al pie de la cruz con los nuevos crucificados…de los que sufren, de los que están solos, de los que están enfermos. Muchas mujeres, están allí, por eso la grandeza de la mujer que esta al pie de la cruz, de los que defienden la vida, del que esta al pie de la cruz de los que miran para delante, de los que ponen realmente la mano y el hombre para acompañar al que necesita, al que está solo.  En la vida religiosa, muchas veces he visto monjitas y hermanas en los hospitales, en el mundo del dolor, lo cual resalta su fe y la entrega al servicio de los mas vulnerables.