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15 de abril


San Marcos 16,9-15

La Palabra nos sitúa ante un Jesús resucitado que se presenta junto a sus discípulos, ante los once que permanecieron en la fe (sabemos que uno de ellos ya no estaba, y por eso lo destaca el texto). Este Jesús superador, victorioso, lleno de gloria, se presenta una vez más junto a sus amigos, sus elegidos, con quienes compartió su vida y su enseñanza.

Les deja un enorme desafío, que es un estilo de vida, para los apóstoles y para todos nosotros. También hoy nos dice que vayamos y anunciemos el Evangelio a toda la creación. Vayan. El salir, el dejar atrás la vida común, la de todos los días. Vayan a lo desconocido.

Vayan teniendo los mismos sentimientos de Cristo, como nos dice San Pablo: mirar como Él, mirar con Él, para llevar el fuego del Evangelio. Anuncien el Evangelio a toda la creación, que no quede rincón sin iluminar por la gracia de la Palabra.

 Jesús mismo es el mensaje que tenemos que ir encarnando, asumiendo como los apóstoles y llevarlo a todo lugar, en todo momento. El Señor nos invita y nos desafía. Ya no dicen síganme, vengan y vean, sino que ahora Jesús nos envía, nos manda, nos invita a ir, aparentemente, solos (pero sabemos que Él nos prometió que estaría con nosotros hasta el final).

Aquí está la clave: que asumamos como propios los desafíos de su corazón, hacer nuestro su amor, su mirada generosa y abarcativa, que supera las diferencias, las fronteras humanas de este mundo.

 El mensaje es poder encontrar y reconocer a Jesús, para poder llevarlo a los demás. Reconocer que Jesús nos eligió y nos llamó para ser apóstoles, para aprender de Él y luego predicarlo, anunciarlo y vivirlo, y en nuestra vida cotidiana, en lo sencillo y concreto de todos los días, hacer realidad este mensaje.

Sin dudas, hoy es un día de gracia: Él nos invita a reconocerlo en nuestra vida y nos hace capaces de llevar la Buena Noticia por todo el mundo: «Vayan por todo el mundo, anuncien la Buena Noticia a toda la creación.