San Marcos 16, 15-20
Celebramos junto con toda la Iglesia la fiesta de san Marcos
evangelista, uno de los primeros miembros de la comunidad cristiana. Marcos fue
discípulo de san Pablo, luego sabemos que estuvo vinculado a san Pedro y que conoció
la iglesia de Roma.
Por eso les escribe especialmente a los cristianos de origen
pagano, y de él es el primer evangelio que se redacta, destinado a aquellos que
iban creyendo en el Señor pero que no lo habían conocido ni eran judíos. Cuando
te acerques a este evangelio, vas a ver que es un texto de fácil lectura, corto
y que explica mucho las costumbres judías. Lo ideal es poder empezar la lectura
del nuevo testamento leyendo a san Marcos. Si quieres acercarte por primera vez
al evangelio, podrás empezar por ahí, es un buen punto de partida.
El pasaje que compartimos hoy es la última parte del
evangelio, Marcos 16, del 15 al 20. Vemos la explosión del acontecimiento
pascual que provoca un envío. El señor dice: “vayan por todo el mundo y
anuncien la Buena Noticia”. Puedes ver que en esos dos verbos: vayan y
anuncien, ir y anunciar. Usted y yo tenemos esta misión también, una misión que
nos deja el mismo Jesús. Qué importante es aceptar la Pascua en nuestra vida,
ponernos en movimiento, no encerrarnos, no estancarnos y reconocer que hay un
llamado a involucrarse en serio.
Anunciar implica ser dóciles a la voz del Espíritu Santo,
que nos pone en camino y nos da la fuerza. Anunciar es abrir la boca, abrir la
vida y el corazón para compartir algo que es más grande que nosotros, la Buena
Noticia de la salvación. Por eso pregúntate, ¿Cómo estás anunciando a
Jesús hoy? Recuerde aquella frase que se le atribuye a san
Francisco: Predica el Evangelio en todo momento y si es necesario usa las
palabras.
Por último, vemos que Jesús habla de signos que van a
acompañar a los que crean: arrojarán a los demonios y hablarán nuevas lenguas;
podrán tomar a las serpientes con sus manos. Es decir, hay momentos en los que
tu corazón te va a pedir anunciar y no vas a saber cómo ni de dónde, pero Dios
te va a estar sosteniendo y dando la fuerza necesaria. Por eso confía en que no
estás en soledad en esta misión, pero anímate a hacerla. Hay que tener
capacidad de asombro, porque Dios no te abandona. La fe mueve montañas. Comparte
lo que Dios hizo y hace en tu vida.