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25 de abril


 San Marcos 16, 15-20

Celebramos junto con toda la Iglesia la fiesta de san Marcos evangelista, uno de los primeros miembros de la comunidad cristiana. Marcos fue discípulo de san Pablo, luego sabemos que estuvo vinculado a san Pedro y que conoció la iglesia de Roma.

Por eso les escribe especialmente a los cristianos de origen pagano, y de él es el primer evangelio que se redacta, destinado a aquellos que iban creyendo en el Señor pero que no lo habían conocido ni eran judíos. Cuando te acerques a este evangelio, vas a ver que es un texto de fácil lectura, corto y que explica mucho las costumbres judías. Lo ideal es poder empezar la lectura del nuevo testamento leyendo a san Marcos. Si quieres acercarte por primera vez al evangelio, podrás empezar por ahí, es un buen punto de partida.

El pasaje que compartimos hoy es la última parte del evangelio, Marcos 16, del 15 al 20. Vemos la explosión del acontecimiento pascual que provoca un envío. El señor dice: “vayan por todo el mundo y anuncien la Buena Noticia”. Puedes ver que en esos dos verbos: vayan y anuncien, ir y anunciar. Usted y yo tenemos esta misión también, una misión que nos deja el mismo Jesús. Qué importante es aceptar la Pascua en nuestra vida, ponernos en movimiento, no encerrarnos, no estancarnos y reconocer que hay un llamado a involucrarse en serio.

Anunciar implica ser dóciles a la voz del Espíritu Santo, que nos pone en camino y nos da la fuerza. Anunciar es abrir la boca, abrir la vida y el corazón para compartir algo que es más grande que nosotros, la Buena Noticia de la salvación. Por eso pregúntate, ¿Cómo estás anunciando a Jesús  hoy? Recuerde  aquella frase que se le atribuye a san Francisco: Predica el Evangelio en todo momento y si es necesario usa las palabras.

Por último, vemos que Jesús habla de signos que van a acompañar a los que crean: arrojarán a los demonios y hablarán nuevas lenguas; podrán tomar a las serpientes con sus manos. Es decir, hay momentos en los que tu corazón te va a pedir anunciar y no vas a saber cómo ni de dónde, pero Dios te va a estar sosteniendo y dando la fuerza necesaria. Por eso confía en que no estás en soledad en esta misión, pero anímate a hacerla. Hay que tener capacidad de asombro, porque Dios no te abandona. La fe mueve montañas. Comparte lo que Dios hizo y hace en tu vida.