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29 de diciembre

San Lucas 2, 22-35

Seguimos celebrando el nacimiento de Jesús, el salvador, al Emanuel, Dios con nosotros, escuchamos, contemplamos hoy la presentación del niño Jesús en el templo y la Alabanza del Anciano Simeón porque sus ojos han visto al Salvador.

Nuestro Dios y Salvador, no sólo nos atrae desde el pesebre de Belén, para abrazarnos y darnos vida, sino que también, entrando en Jerusalén, en el Templo, llevado por sus padres, para presentarlo y consagrarlo a Dios, como dice la Ley, se hace ofrenda al Padre y santifica el templo y llena de Gozo y alegría a aquellos que esperaban la redención, la Salvación.

Él es el Salvador esperado, el cumplimiento de la Promesa hecha por Dios, es Luz que ilumina, es presencia que abraza y provoca alabanza. como lo describe el anciano Simeón.

Él viene a abrazarnos, a Salvarnos, a darnos su misericordia, a santificarnos, asumiendo toda nuestra realidad de vida, haciendo suyo, nuestros caminos, nuestras peregrinaciones, para santificarlas, para dar plenitud a todas nuestras esperanzas.

El anciano Simeón, hombre bueno, sencillo y atento se dejó guiar por el Espíritu de Dios y entrando en el Templo, recibió y gozo del mejor abrazo, el abrazo del niño Dios, colmando todas sus expectativas y esperanzas, llenando de alabanza, gozo y luz su alma y sus labios.

Celebrando la navidad, celebrando la presentación de Jesús en el Templo, vayamos también nosotros, con un corazón dócil, al encuentro del Salvador, entremos por la puerta Santa para ser abrazados por la Misericordia, para ser abrazados por Dios.

Te pedimos Señor un corazón Sencillo, como el de Simeón, para que podamos reconocerte como luz, para dejarnos abrazar por tu misericordia. Creemos que estas viniendo en lo más sencillo, que sales a nuestro encuentro y vienes  a nosotros en lo pequeño y pobre, por eso que tu espíritu siga obrando en nuestro corazón, para poder encontrarte hoy en los inundados, en los necesitados, en los sin techo, en los que están solos.