San Lucas 2,
22-35
Seguimos
celebrando el nacimiento de Jesús, el salvador, al Emanuel, Dios con nosotros,
escuchamos, contemplamos hoy la presentación del niño Jesús en el templo y la
Alabanza del Anciano Simeón porque sus ojos han visto al Salvador.
Nuestro Dios
y Salvador, no sólo nos atrae desde el pesebre de Belén, para abrazarnos y
darnos vida, sino que también, entrando en Jerusalén, en el Templo, llevado por
sus padres, para presentarlo y consagrarlo a Dios, como dice la Ley, se hace
ofrenda al Padre y santifica el templo y llena de Gozo y alegría a aquellos que
esperaban la redención, la Salvación.
Él es el
Salvador esperado, el cumplimiento de la Promesa hecha por Dios, es Luz que
ilumina, es presencia que abraza y provoca alabanza. como lo describe el
anciano Simeón.
Él viene a
abrazarnos, a Salvarnos, a darnos su misericordia, a santificarnos, asumiendo
toda nuestra realidad de vida, haciendo suyo, nuestros caminos, nuestras
peregrinaciones, para santificarlas, para dar plenitud a todas nuestras
esperanzas.
El anciano
Simeón, hombre bueno, sencillo y atento se dejó guiar por el Espíritu de Dios y
entrando en el Templo, recibió y gozo del mejor abrazo, el abrazo del niño
Dios, colmando todas sus expectativas y esperanzas, llenando de alabanza, gozo
y luz su alma y sus labios.
Celebrando
la navidad, celebrando la presentación de Jesús en el Templo, vayamos también
nosotros, con un corazón dócil, al encuentro del Salvador, entremos por la
puerta Santa para ser abrazados por la Misericordia, para ser abrazados por
Dios.
Te pedimos
Señor un corazón Sencillo, como el de Simeón, para que podamos reconocerte como
luz, para dejarnos abrazar por tu misericordia. Creemos que estas viniendo en
lo más sencillo, que sales a nuestro encuentro y vienes a nosotros en lo pequeño y pobre, por eso que
tu espíritu siga obrando en nuestro corazón, para poder encontrarte hoy en los
inundados, en los necesitados, en los sin techo, en los que están solos.