San Mateo 21, 28-32
En esta
tercera semana de Adviento, la Palabra nos sigue invitando a la conversión, a
prestar atención, a reconocer, a tomar decisiones y actitudes concretasque
manifiesten nuestro reconocer y recibir la Misericordia.
Con la
Parábola de los dos hijos, Jesús pone sobre la mesa la actitud incoherente de
los sumos sacerdotes y ancianos del Pueblo, que diciéndose creyentes y
religiosos, no le creyeron a Juan y no se convirtieron y en contrapartida, el
reconocimiento de la Fe y conversión sincera de los publicanos y prostitutas.
Qué grande
es la cercanía de Dios al pecador, siempre ofreciéndole un cambio de vida, Él
siempre ofrece su perdón y llama a la conversión a los más lejanos y ofreciendo
su Reino a todos.
Será tarea
nuestra, tuya y mía, responder, no sólo de palabra, sino con toda la vida, al
llamado del Padre de trabajar en su viña, reconociendo con humildad que muchas
veces como creyentes le decimos que sí al Señor, pero sólo de palabra, porque
estamos demasiados ocupados, preocupados por infinidad de tareas y no miramos
al cielo, decimos que creemos pero no buscamos reconciliarnos, a veces ni
siquiera un tiempo diario de oración, no prestamos atención al Señor que viene,
en cada hermano necesitado, en cada situación de vida.
¿Seguiremos
dejando para mañana, el abrir el corazón a la misericordia? ¿Seguiremos sin
prestar atención y reconocer a Dios que viene a nuestro encuentro cada día?
¿Seguiremos presumiendo ser creyentes y no responder al camino de salvación,
creyendo?
Dios y Padre
nuestro que amas y derramas tu Misericordia sobre todos tus hijos, dame un
corazón humilde y sencillo, que no presuma de mi mismo, sino que se reconozca
necesitado de tu perdón y misericordia. Que mi corazón esté siempre disponible,
siempre abierto a recibir tu misericordia, tu perdón, a responder a tu llamado no sólo de Palabras, sino con
obras y de verdad.