San Mateo 1,1-17
Mateo
empieza su evangelio con el árbol genealógico de Jesús. El Mesías esperado, el
Hijo de Dios, se ha encarnado en la historia humana, está arraigado en un
pueblo concreto, que es el de Israel. No es como un extraterrestre o un ángel
que baja del cielo. Pertenece a la familia humana.
Los nombres
de esta genealogía no son una letanía de santos. Hay personas famosas y otras
desconocidas. Hombres y mujeres que tienen una vida intachable, y otras que son
un tiro al aire. Incluso aparece el nombre de alguna prostituta.
Aparece una lista de reyes que fueron
asesinos. Son pocos que se distinguen por sus valores humanos y religiosos.
Hasta llegar a los dos últimos nombres, José y María. Ellos sí, fueron
intachables. Fueron dos grandes santos. José el justo, y María la inmaculada.
Entre los
ascendientes de Jesús hay pecadores y santos. Es una historia de luces y
sombras. Aparece bien claro que él cuenta con todos, que va construyendo la
historia de la salvación a partir de personas concretas.
Jesús se ha hecho solidario de nuestra
humanidad concreta, débil y pecadora, no es una humanidad ideal y angélica.
Jesús es santo, pero se muestra solidario con los pecadores, y los trata con
respeto, dignidad y delicadeza.
Dentro de
unos días vamos a celebrar la Navidad personas pecadoras como somos todos.
Todos somos pecadores. Dios nos quiere conceder su gracia a todos. A partir de
nuestra situación, sea cual sea, Dios quiere llenarnos de su amor.
Es una enseñanza para que también nosotros
miremos a las personas con ojos nuevos. Sin menospreciar a nadie. Dios vino por
todos y a todos quiere salvar. La Iglesia nos puede parecer débil, la sociedad
corrompida, y algunas personas indeseables.
Pero Jesús viene precisamente para todos.
Viene a curar a los enfermos, no a felicitar a los sanos. Viene a salvar a los
pecadores, y no a canonizar a los buenos. Y todos somos enfermos y pecadores.
Esto para todos debe ser motivo de confianza y esperanza.
La salvación
es para todos. Dios eligió a personas débiles y pecadoras, como somos todos.
Jesús no renegó de su árbol genealógico al haber personas, podemos decir, “poco
prolijas”. Presentémonos ante Dios como somos, sin caretas, con todas nuestras
debilidades y miserias, El a todos nos quiere salvar.