San Lucas,
11,2-11
Aunque las
diferentes advocaciones de la Virgen María son muy numerosas, la Iglesia le da
especial importancia a las tres apariciones de la Virgen María en diferentes
partes del mundo:
Aparición de
la Virgen de Guadalupe: 12 de Diciembre de 1531 en México.
Aparición de
la Virgen de Lourdes: 11 de Febrero de 1858 en Francia.
Aparición de
la Virgen de Fátima: 13 de Mayo de 1917 en Portugal.
Debemos
recordar que es la misma Virgen María la que se ha aparecido en los distintos
lugares, en estos tres momentos para ayudarnos y animarnos a seguir adelante en
nuestro camino al cielo. En estas apariciones, la Virgen nos ha pedido rezar el
Rosario, acudir al Sacramento de la Penitencia y hacer sacrificios para la
salvación del mundo.
La Virgen de
Guadalupe es muy importante para la fe de todos los mexicanos, pues en ella
nuestra Madre del Cielo manifestó claramente su amor de predilección por este
pueblo, dejando un hermoso mensaje lleno de ternura y dejando su imagen grabada
en un mantel como muestra de su amor.
Hace muchos
años, los indígenas aztecas que vivían en el valle de México, no conocían a Jesús.
Ellos tenían muchos dioses y eran guerreros. Los misioneros eran unos
sacerdotes que vinieron de España y que poco a poco fueron evangelizando a los
indígenas. Les enseñaron a conocer, amar e imitar a Jesús en la religión
católica y los bautizaron.
Entre los
primeros que se bautizaron, había un indio muy sencillo llamado Juan Diego,
quien iba todos los sábados a aprender la religión de Cristo y a la misa del
pueblo.
El sábado 9
de Diciembre de 1531, cuando Juan Diego pasaba por el Cerro del Tepeyac para
llegar a Tlatelolco, escuchó el canto de muchos pájaros y una voz que le decía:
"Juanito, el más pequeño de mis hijos, ¿a dónde vas?". Al voltear
Juan Diego vio una Señora muy hermosa.
La Señora le
dijo: "Yo soy la siempre Virgen Santa María, Madre del verdadero Dios. He
venido hasta aquí para decirte que quiero que se me construya un templo aquí,
para mostrar y dar mi amor y auxilio a todos ustedes".
La Virgen le
dijo a Juan Diego que fuera a ver al Obispo y le contara lo que Ella le había
dicho.
Juan Diego
salió de la casa del Obispo muy triste porque no le creyó. Entonces fue al
Cerro del Tepeyac a pedirle a la Virgen que mejor mandara a un hombre más
importante porque a él no le creían.
La Señora le
dijo a Juan Diego que volviera el domingo a casa del Obispo. Esta vez, el
Obispo le dijo que le trajera una señal, es decir, una prueba de que la Señora
de verdad era la Virgen
Juan Diego
fue de nuevo a ver al Obispo y le dijo que la Virgen le había mandado la prueba
de que Ella era realmente la Virgen.
Al soltar su mantel , las rosas cayeron al suelo y apareció dibujada en la tela la preciosa
imagen de la Virgen de Guadalupe.