Páginas

19 de agosto


 San Mateo 22, 34-40

El evangelista nos habla hoy de la principal regla del cristiano: Amar a Dios y amar al prójimo. Para poner en práctica este mandamiento, lo primero que tenemos que hacer es amarnos a nosotros mismos, porque quien no se ama así mismo es incapaz de darse a los demás e incapaz de descubrir a Dios en el prójimo. Aunque hay que decir que lo que verdaderamente nos ayuda a amarnos a nosotros mismos es el sentirnos amados incondicionalmente por Dios.

La Sagrada Escritura nos enseña que el amor a Dios no puede separarse del amor al prójimo, lo dice San Juan: “Quien no puede amar a su hermano a quien ve no puede amar a Dios a quien no ve”.

Por nuestras propias fuerzas es imposible amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos, o mejor dicho, como deberíamos amarnos a nosotros mismos, porque no siempre nos amamos bien. San Pablo nos dice que amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones, este amor es el que nos capacita para amar a nuestro prójimo.

“Ama y haz lo que quieras. Si callas, calla por amor; si hablas, habla por amor; si corriges, corrige por amor; si perdonas, perdona por amor…¡Señor que esté en mí la raíz del amor, porque de esa raíz no puede brotar sino el bien” (San Agustín).

Hoy celebramos a dos santos de la iglesia a San Juan Eudes y a Ezequiel Moreno, ambos tenían un profundísimo amor a Dios, y esto lo mostraron en su gran caridad hacia el prójimo, especialmente en los más necesitados.