San Mateo 22,1-14
En esta parábola vemos que el señor invita a todos a la
fiesta, buenos y malos. Y nadie queda afuera. Esto nos muestra cómo es el
corazón de Dios. En el corazón de Dios hay lugar para todos, santos y
pecadores, buenos y malos, nadie queda excluido.
Hay algo que llama la atención en esta parábola. Uno que va
a la boda sin el traje de fiesta. El rey lo hecha de la fiesta. No vino a la
fiesta con vestido de boda. Por eso, no basta con entrar en la fiesta. No se
puede entrar de cualquier manera, hay que estar bien vestido.
Es una imagen. ¿Qué
significa que entró sin el vestido de fiesta? Si a una fiesta se pide ir de
saco y corbata, pero si entra mal vestido de seguro que no dejaran pasar. Hay
que ser equilibrado. Si uno va a una fiesta lo importante es ir con ganas de
compartir y ser respetuoso con los demás. Si uno va desentonando, con ropas
extravagantes para ser el centro, y no tiene deseos de compartir, es un
desubicado.
El vestido de fiesta es la alegría y las ganas de compartir
en comunión con los demás. Se requiere una actitud coherente con la invitación.
El que quiere ir a una fiesta, ser el centro, comerse todo y tomar bien sin
compartir la alegría con los otros, es mejor que no lo dejen pasar. El que no
va con buena onda de llevar alegría y compartir con los otros, arruina la
fiesta.
El traje de fiesta es como el distintivo del cristiano, que
es la caridad y la alegría. Algunos dicen que el traje de fiesta es estar en
gracia. Pero también entran pecadores, sin estar en gracia, y son recibidos por
Dios. No es eso. Somos pecadores, pero se nos pide que compartamos con alegría
y generosidad, y no ser egoístas quedándonos en un rincón sin trasmitir alegría
o buenas ondas, y encima llenándonos la panza de cosas ricas como un glotón
egoísta. Pecadores sí, pero individualistas y egoístas, no.
Dios quiere que todos compartamos la fiesta, pero muchas
veces somos nosotros los que nos autoexcluimos al no presentarse con el vestido
de fiesta, que es el vestido del amor, de la alegría, de la fe. Debemos ir con
mucha fe a la fiesta de la vida, Dios nos espera para llenarnos de gracia y de
gozo.
El cristianismo es, ante todo, vida, amor, fiesta, alegría,
celebración, y compartir. Jesús quiere que comamos y bebamos. La eucaristía es
una fiesta. Comemos el cuerpo de Jesús, bebemos su sangre. Jesús se entrega, se
dona, y se hace vida en nuestras vidas para que tengamos vida
Que entremos en la Gran Fiesta de la vida que Dios nos
ofrece, revestidos de Cristo