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18 de agosto


 San Mateo 22,1-14

En esta parábola vemos que el señor invita a todos a la fiesta, buenos y malos. Y nadie queda afuera. Esto nos muestra cómo es el corazón de Dios. En el corazón de Dios hay lugar para todos, santos y pecadores, buenos y malos, nadie queda excluido.

Hay algo que llama la atención en esta parábola. Uno que va a la boda sin el traje de fiesta. El rey lo hecha de la fiesta. No vino a la fiesta con vestido de boda. Por eso, no basta con entrar en la fiesta. No se puede entrar de cualquier manera, hay que estar bien vestido.

 Es una imagen. ¿Qué significa que entró sin el vestido de fiesta? Si a una fiesta se pide ir de saco y corbata, pero si entra mal vestido de seguro que no dejaran pasar. Hay que ser equilibrado. Si uno va a una fiesta lo importante es ir con ganas de compartir y ser respetuoso con los demás. Si uno va desentonando, con ropas extravagantes para ser el centro, y no tiene deseos de compartir, es un desubicado.

El vestido de fiesta es la alegría y las ganas de compartir en comunión con los demás. Se requiere una actitud coherente con la invitación. El que quiere ir a una fiesta, ser el centro, comerse todo y tomar bien sin compartir la alegría con los otros, es mejor que no lo dejen pasar. El que no va con buena onda de llevar alegría y compartir con los otros, arruina la fiesta.

El traje de fiesta es como el distintivo del cristiano, que es la caridad y la alegría. Algunos dicen que el traje de fiesta es estar en gracia. Pero también entran pecadores, sin estar en gracia, y son recibidos por Dios. No es eso. Somos pecadores, pero se nos pide que compartamos con alegría y generosidad, y no ser egoístas quedándonos en un rincón sin trasmitir alegría o buenas ondas, y encima llenándonos la panza de cosas ricas como un glotón egoísta. Pecadores sí, pero individualistas y egoístas, no.

Dios quiere que todos compartamos la fiesta, pero muchas veces somos nosotros los que nos autoexcluimos al no presentarse con el vestido de fiesta, que es el vestido del amor, de la alegría, de la fe. Debemos ir con mucha fe a la fiesta de la vida, Dios nos espera para llenarnos de gracia y de gozo.

El cristianismo es, ante todo, vida, amor, fiesta, alegría, celebración, y compartir. Jesús quiere que comamos y bebamos. La eucaristía es una fiesta. Comemos el cuerpo de Jesús, bebemos su sangre. Jesús se entrega, se dona, y se hace vida en nuestras vidas para que tengamos vida

Que entremos en la Gran Fiesta de la vida que Dios nos ofrece, revestidos de Cristo