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17 de agosto

San Mateo 20, 1-16

El Señor nos relata aquella parábola tan bonita de aquel hombre que sale a buscar trabajadores para la viña, sale a buscar a distintas horas y a todos los llama por igual.

Lo curioso, lo notable de esta Parábola es que, no solo que llama a todos, llama a distintas horas, les da la misma oportunidad a todos de trabajar, sino que además les da a todos la misma paga, a todos les paga por igual.

Cuenta la sorpresa de aquellos que habían trabajado más, el dueño de la mies les entrega a sus trabajadores exactamente lo mismo, a todos.

Así es el Señor con nosotros, a todos nos llama, tal vez a algunos en la primera hora en el primer momento de nuestra vida; a otros más adelante, a otros en plena juventud, a otros ya en la adultez. Lo importantes es todos recibiremos la misma paga, la paga del reino de los cielos, la paga de gozar junto a Él de la vida eterna, de esa vida que Él nos ha prometido y nos entregará cuando partamos al encuentro con El.

Por eso sería interesante, en este día, te propongo, que te preguntes ¿En que momento de tu vida el Señor te ha llamado? ¿A dónde estabas?  ¿Qué estabas haciendo? ¿Cómo te encontró? El que te llamo. ¿Cuál ha sido tu respuesta? ¿Si has sabido aceptar la invitación a trabajar en su Reino? ¿Si has aceptado su propuesta? O si todavía no has terminas de aceptarla.

Que el Señor te de la gracia de encontrar en Él el premio y la alegría de todo tu esfuerzo, de todo tu trabajo. Aceptar también a tus hermanos que son obreros en tu misma miel, en la misma miel Señor y con ellos trabajar juntos en comunión, construyendo el reino.

Te dejo con la Palabra de Dios, que sea tu alimento, que sea tu compañía y con mi bendición