Páginas

5 de marzo

 

San Lucas 5, 27-32


El Evangelio de hoy nos relata el llamado y la conversión del apóstol San Mateo. Recordamos Mateo es aquel que estaba sentado a la mesa del cobrador de impuestos y lo  que escucho de Jesús que paso a su lado transformó su vida:” Sígueme le dijo Jesús” y él dejándolo todo, se levantó y lo siguió.

Jesús invita a su seguimiento a un hombre doblemente despreciable por su oficio de recaudador y por ser colaboracionista con el odiado ocupante romano , pero nada se interpone ante el amor del Señor , nada puede apartarnos de su amor .El amor con el cual él es capaz de elegir del mundo del pecado , a cuantos se dejan interpelar por él, así lo hizo Mateo: Deja todo, se levanta y lo sigue.

En estas tres acciones, en este dejarlo todo, levantarse y seguir a Jesús se muestra que Mateo resucita a una vida nueva, a partir de su encuentro con Jesús, comienza a seguir a Jesús por los caminos de la misión.

Que bueno sería para mi y para cada uno de nosotros ponernos hoy en el pellejo de Mateo, que no dejemos pasar de largo a Jesús, que nos dice que nos levantemos de todo lo que nos ata y que lo sigamos por el camino del amor, de todo eso que nos ata y que no nos deja amar de verdad, eso que no nos deja ser felices de corazón, eso que no deja que nuestro corazón se sienta lleno, repleto del amor de Dios y del amor de los hermanos. Por eso Jesús hoy nos mira con amor y misericordia, como miró a Mateo y  nos tenemos que sentir un poco como él, para poder vivir la fiesta del perdón.

Nuevamente en esta cuaresma Jesús como lo hizo con Mateo, pasa al lado nuestro y nos invita a vivir con él la aventura de amar hasta el extremo, démosle gracias al Señor porque nos mira así con amor, con misericordia.

 

4 de marzo

 

San Mateo 9, 14-15

En la tradición de la Iglesia católica, el ayuno siempre ha sido una herramienta que nos permite acercarnos más a Dios.

Privarnos de algún alimento, o de algún bien nos ayuda a crecer, en el seguimiento de Jesús y dispone nuestra alma, a nuestro espíritu para poder rezar con mayor facilidad y poder entrar realmente en contacto con Jesús.

En este tiempo de cuaresma, es fundamental el tema del ayuno. Cada vez que hablamos de ayuno, es importante tener en cuenta con que espíritu se hace el ayuno, que es lo que nos mueve a ayunar.

No es  buscarnos a nosotros mismos sino  buscar realmente ese profundo encuentro con el Señor.

Considerar al ayudo, justamente como medio para llegar a Dios, es algo valido, algo importante. Ahora, cuando el ayuno se transforma simplemente en el fin, ayunamos por ayunar o para cumplir, no tiene ningún sentido.

El verdadero valor del ayuno es que nos acerque a Dios. El texto del evangelio de hoy  nos hablaba de eso, los discípulos ya tenían  a Jesús allí, frente a ellos, que sentido tenía ayunar, ya estaban en la presencia de Dios.

Nosotros, que lo tenemos presente sacramentalmente, tiene mucho sentido el ayuno que realizamos, porque sin duda nos acerca y en lo profundo de nuestros corazones, se genera esa nostalgia de la presencia de Dios, saber que lo tenemos sacramentalmente pero que, aún todavía no lo podemos ver cara a cara, eso será sin duda en el cielo.

Y este ayuno, de algún modo nos recuerda, nos hace presentes nuestra realidad humana, que es estar separados de Dios, no poder estar todavía en su presencia.

Lo tenemos, pero todavía no. Ese famoso “Ya, pero todavía no”.

Pidamos en este tiempo de cuaresma al Señor, la Gracia de poder valernos de todas las herramientas, que nos regala la Iglesia católica para CRECER en el seguimiento de Jesús, el ayuno es una de ella, pero no olvidemos la caridad, la oración, no olvidemos compartir con los que más necesitan.

Pidamos la Gracia de poder salir entonces del propio egoísmo, cuando uno ayuna toma conciencia de esto. Que María, nuestra madre nos siga cuidando.

3 de marzo

 

San Lucas 9, 22-25

Comenzamos el camino de Gracia de la cuaresma, tiempo de entrenamiento interior, tiempo de purificación, de ponerse en estado, de volver a renovar el Amor Misericordioso de Dios en nuestros corazones y que nuestro Amor a Él y a nuestros hermanos, se vuelva vivo, operante y verdadero.

La Palabra en este día nos pone el marco, la meta y el camino, el Don y la tarea. Jesús, el Señor, entrega la vida por vos y por mi y nosotros que nos hemos encontrado con Él, estamos llamados a renunciar a nosotros mismos, cargar con la cruz cada día, y seguirlo.

Decidir seguir a Jesús es un don, porque Él es quien nos llamó, nos invitó y entregó su vida, para darnos Vida, es por eso también una tarea, porque queriendo ser parecidos a Él, lo seguimos renunciando a nosotros mismos, para que Él sea en nosotros Vida, en lo cotidiano de la vida, cargando junto con Él las cruces diarias, muchas veces o en muchos casos muy pesadas, y abriéndonos a los hermanos.

Qué bueno que el Señor nos regale este tiempo, de escucha de su Palabra, que nos renueva en el discipulado, de volver al amor del comienzo, de dejar en su corazón misericordioso, todo aquello que entristece su corazón

Recuerde, la oración te ayuda a reencontrarte con quién eres verdaderamente, a renovar la certeza del amor fiel y misericordioso de Dios, las privaciones voluntarias a poner en estado el corazón y a poner la mirada en lo que realmente es importante y la caridad que te abre el corazón a los hermanos y te renueva en la entrega generosa, que te hace pleno, feliz, dador de vida también.

Que el Señor en este tiempo de gracia, te renueve el corazón de tal modo, que  puedas salir al encuentro de Quién entrega la vida por amor a ti.

2 de marzo

MATEO 6, 1, 6.16-18.

Hoy es miércoles de ceniza y  comenzamos así  la Cuaresma, tiempo de preparación para los acontecimientos del Triduo Pascual: pasión, muerte y resurrección de Jesús, no olvidemos desde el principio que la cuaresma termina el Jueves Santo, pero su cima y su razón de ser está en la Vigilia Pascual del sábado de Gloria, hacia ella nos encaminamos desde ahora. Por tanto, la celebración más importante de todo este tiempo es la Vigilia Pascual.

Deberían ser cuarenta días de reflexión sincera sobre nuestra realidad de cristianos, y caminar hacia la celebración de los que son los hechos centrales de nuestra fe, son unos acontecimientos tan trascendentales para los que creemos, que desde el principio de la historia de la Iglesia los cuarenta días anteriores a la resurrección fueron de una importancia fundamental, como lo deben ser también ahora.

La Cuaresma, es  sobre todo un tiempo de renovación interior, un tiempo de cambio, un tiempo de análisis de nuestra vivencia cristiana, descubrir nuestros fallos, descubrir nuestros grandes y pequeños defectos, asumirlos como tales, y proponernos el cambio necesario para mejorar. Cada uno se conoce muy bien y sabe donde están sus carencias en relación a lo que Dios nos pide, una vez conocidas hay que intentar cambiarlas, y aquí está lo difícil porque la mayoría de las veces no nos atrevemos a dar ese paso que nos falta para lograr la verdadera conversión. Siempre nos suele quedar un trozo de nuestro corazón que no nos atrevemos a entregar a Dios. Por eso esta no es una cuaresma más sino que es la cuaresma, porque es en la que voy a tratar de convertirme de verdad. Cuando nos impongan las ceniza,  nos van a decir, “conviértete y cree en el evangelio”, es decir “eso que hay de malo en ti cámbialo, decídete de una vez, no tengas la cara de decirle al Señor que no tienes ningún pecado porque ni robas ni matas”, la cuaresma es el tiempo adecuado para hacerlo.

La cuaresma llega para recordarnos en nuestro mundo vertiginoso, ahogado por las prisas y la inmediatez, que es necesario el freno, reducir la marcha y reflexionar. Vuelve al ayuno, la oración y la limosna en todas sus formas de ejercicios que nos ofrece la realidad.

Y esto lo tenemos que hacer con toda la sencillez y la humildad del mundo, como las lecturas nos han recomendado, lo tenemos que hacer casi sin que se note, sin pedir reconocimientos ni felicitaciones por parte de nadie, sólo lo tiene que saber Dios y yo.

Esta  Cuaresma del 2022 es por lo tanto, un nuevo tiempo de gracia que nos ofrece el Señor para seguir descubriéndolo en nuestra historia y en nuestros acontecimientos.

 

Otra de las características del tiempo de cuaresma es que es un tiempo de oración, o sea de reconocimiento del Señor cerca de nosotros, y es que no podremos conseguir lo que nos propongamos sin su ayuda y eso se lo tenemos que pedir en la oración sincera y sencilla, por eso la mejor manera comenzar la cuaresma es pedir los unos por los otros, redoblar nuestros momentos de oración, los que nos ofrece la parroquia y los que cada uno pueda organizar. Pedimos los unos por los otros, especialmente por los mas necesitados de nosotros. 

1 de marzo

 

San Marcos 10, 28-31

 En este Evangelio vemos cómo Pedro se anima a seguirlo a Jesús, como un desafío, y a diferencia del joven rico que cuando se le dice que le faltaba para ser perfecto era dejar todo, el joven rico se fue entristecido; Pedro, y sus discípulos, se animaron a seguir a Cristo.

La promesa de nuestro Señor es que aquel que se anima a dejar todo por el Evangelio tendrá mucho más, cien veces más, el Señor te lo promete, te lo promete ya aquí en esta vida y después en la vida del mundo futuro.

Debemos creerle a nuestro Señor, porque si es Cristo el que te está prometiendo, es el mismo Dios. Jesús no nos promete que la vida del discípulo va a ser una vida fácil, Jesús nos promete que a los discípulos nos va a dar la paz interior, que vamos a tener luchas, que vamos a tener dolor, que vas a tener una cruz pesada, pero Él está contigo, esa es la alegría del cristiano.

Más allá de eso, de todo lo que Jesús te puede dar en esta vida, que es paz interior, que es lo más grande que el hombre puede tener, te promete la vida eterna. Entonces, vale la pena dejarlo todo por Cristo, por la causa del Evangelio; y dejarlo todo significa poner a Dios en primer lugar, dejar madre, padre, hijos, campo; significa poner a Cristo en primer lugar. No te pide que abandones a tu familia, te pide que lo pongas a Cristo en el primer lugar, que Él sea el centro de tu familia, de tu negocio. El Señor pide que recemos antes de comenzar una tarea, como encomendando la obra a Él, y Él te va a bendecir, te pide que bendigas la mesa y no te va a hacer faltar el pan; pide que bendigas tu negocio y Él te va a bendecir; pide que seas honesto, y Él te va a bendecir.

Si le creemos a Dios, va a hacer maravillas, Él te va a salvar, si le crees realmente la Palabra viva y eficaz de nuestro Señor vas a ver cómo Él salva tu alma.

Vale la pena ser un cristiano honesto, ser un cristiano que da testimonio, vale la pena ser un cristiano que se juega por Dios.

Me queda decir fuerza, ánimo y sigue adelante, sigue predicando el Evangelio, el Señor te va a bendecir.

 


28 de febrero

 

San Marcos 10, 17-27

Este evangelio nos habla de aquel joven interesado en la vida eterna y se nos  relata  la difícil decisión que deben seguir todos los que quieran ir detrás de Jesús en el camino de la vida. Él invita al hombre que se le acerca a que deje toda su historia, que se libere de todo lo que lo tiene atado y se lance a la aventura de la fe.

Esto que suena simple o fácil no se da de una sola vez. Seguir a Jesús es un camino diario, constante, que solamente quienes puedan o sepan enfocar la mirada en Él podrán transitar y permanecer. Todos los días, usted y yo, necesitamos reencontrarnos con la Palabra que nos da Vida y dejarnos transformar para poder así seguirlo.

Es un camino lento, muchas veces cuesta arriba. Porque nos implica ceder a nuestras maneras de ver las cosas y a cambiar la forma de pensar. Seguirlo a Jesús es asumir que Él sea quién lleva la delantera en nuestras formas de pensar y de obrar. Y eso no es mágico ni se da en un instante. Seguirlo es dejarnos modificar el corazón. Es dejarlo a Él que sea nuestro “norte”, quién nos marque el camino a recorrer.

Obvio que eso da miedo, obvio que debemos ser pobres de alma (Mt 5,3) para poder entrar en el Reino de los cielos que desde ahora podemos vivir YA en la tierra si es que nos dejamos guiar por Él, quién es nuestro Camino, Verdad y Vida (Jn 14, 6).

“Ven y sígueme” nos dice Jesús hoy. No tengamos miedo, Él nos da todo y no nos quita nada. ¿Qué es lo que más te da miedo hoy? ¿Qué es lo que te tiene paralizada o paralizado? ¿Qué tienes que enfrentar que te hace renunciar a tu forma de pensar o de ver las cosas?

26 de febrero

 

San Marcos 10, 13-16

Es un gran tesoro el que el Señor nos regala en este Evangelio en el cual nos muestra la predilección del amor inmenso que tiene Jesús como miembro de esta familia divina, Padre, el Espíritu Santo junto con Él, que aman realmente a los niños.

Esto basta abrir los ojos un poquito cuando caminamos en la calle, sobre todo nuestra querida tierra, y miramos cuantos niños hay; esto es un gran regalo que viene de lo Alto, viene del cielo. Dios realmente ama a la humanidad, ama al hombre que ha creado y por eso es que vemos tantos niños.

En este amar a los niños, de un modo particular es por esta sencillez con la que los niños se acercan, esa confianza es la que nosotros pedimos poder tener para nuestro vínculo con Dios.

Hoy quisiera también animarte a mirar esta primera parte donde están los apóstoles, porque antes de que lleguen los niños a poder percibir este cariño de Jesús para con ellos y después ser tomados en brazos y  bendecidos por El, se encuentra una dificultad que son los apóstoles que comienzan a alejarle a los niños y Jesús se enoja frente a esta actitud.

Y el Papa Francisco nos dice que como Iglesia debemos ser no una Iglesia controladora sino una Iglesia facilitadora, en vez de estar ahí coartando e impidiendo el acercamiento de las personas, que todos seamos vínculo, vehículo, que seamos puente, que ayudemos a todas las personas a encontrarse con Dios.

Que este doble mensaje del evangelio de hoy te pueda ayudar en este día a vivir más intensamente. Por una parte, este abandono en los brazos de Dios, por otro lado, hacer de todos nosotros  un vehículo, un puente de comunión entre todas las personas y Dios.

25 de febrero

 

25 de febrero

San Marcos 10, 1-12

“Que el hombre no separe lo que Dios ha unido” son las palabras que utilizamos cada vez que realizamos el sacramento del matrimonio en la iglesia católica. El sacerdote dice a los contrayentes estas palabras recordando este texto de Marcos, que leemos en este día. Pero sabemos que este compromiso cuesta.

¿Pero porqué cuesta tanto este compromiso permanente? es un tema de la pastoral vocacional, claramente, en la cual uno recibe un llamado, el llamado a la vocación del matrimonio, a compartir juntos para siempre la vida con otra persona y ese es el camino juntos de la santidad, armar ese proyecto personal de vida con la ayuda de Dios y dos personas juntas, un hombre y una mujer que son elegidos por Dios para esta vocación a como lo es el matrimonio.

 Pero claro, se pide exclusividad, se pide fidelidad, son el uno para el otro de una manera que ya son una sola carne nos va a decir el texto. Esto nunca va a ser derogado, son las palabras de la Escritura y el Señor las bendice, pero claro, el texto de hoy nos habla de los fariseos que se acercan preguntándole a Jesús para ponerlo a prueba si es lícito al hombre divorciarse de su mujer, y le hablan de varios casos de casuística digamos, cosas que han ocurrido.

Este tema es tan antiguo, hoy lo seguimos viendo en los medios de comunicación, incluso el Papa Francisco en su última exhortación apostólica trata sobre todos estos temas: la alegría en el amor, ese amor en el matrimonio, la cuestión es abordada desde otro punto de vista, de lo gratificante, de lo hermoso que es ese amor entre un hombre y una mujer en el cual se coloca a Dios también y porque está la presencia de Dios puede ser para siempre.

La iglesia católica siempre nos va a presentar el ideal, lo mejor para nuestra vida y pone como ejemplo esto: para siempre.

Qué difícil con las realidades cambiantes es ese “para siempre”. Pero con la ayuda de Dios, con su fortaleza, con su gracia todo es posible. Para los hombres no, siempre somos débiles, caemos, podemos llegar a ser infieles, pero cuando está Dios presente es todo más fácil, Él nos da realmente la fortaleza necesaria para poder construir.

24 de febrero

 

San Marcos 9, 41-50

Jesús quiere compartir con nosotros un rato de nuestra vida, quiere hacérsenos compañero de camino y llegar a nuestro corazón. En este Evangelio que la Iglesia nos propone, Jesús nos muestra que la opción que hacemos por Él tiene que comprometer toda nuestra vida de forma radical. Sí nos decidimos a seguirlo, tenemos que tomar decisiones claras y coherentes: No podemos servir a dos señores.

Sin embargo, nos puede pasar que nuestra tarea apostólica no brinde las satisfacciones que desearíamos: los frutos, son más reducidos de lo que uno esperaba, todo parece tan difícil… O puede pasarnos que el corazón se nos canse de luchar, porque en realidad se estaba buscando a sí mismo más que servir, y a veces se cansa de desgastarse en internas, en envidias, en un tire y hala, en debilidades comunitarias…

Entonces, es posible que comience a apoderarse de nosotros un nuevo veneno que destruye el entusiasmo. Se llama “asedia”. No es desesperación, porque no bajamos los brazos, pero ya no tenemos “garra”, no tenemos pasión, y empezamos a dedicarle poco tiempo a la misión. No es el cansancio feliz y sereno de quien se ha entregado por amor, sino un cansancio interior marcado por el desaliento que nos hace ver todo gris.

Pidámosle al Señor que nos libere de esta asedia, que nos seca por adentro. Que nos ayude a conservar “la dulce y confortadora alegría de Evangelizar”, para que el corazón no se nos desgarre entre dos señores sino que sea fiel a Jesús en la misión de hacerlo llegar a todos.

 

 

 

 

23 de febrero

 

San Marcos 9, 38-40

A los discípulos, que caminan junto a Jesús, les cuesta entender y vivir la vida que Él propone, Jesús paciente, sigue enseñando, sigue trayendo novedades. A los discípulos les cuesta aceptar y entender que el Espíritu de Jesús sopla  donde quiere, es por eso que prohíben a otros, que son del grupo, hacer lo mismo que ellos hacen, les cuesta entender que Dios obra de muchos modos y por encima de sus parámetros.

Jesús les dice otra novedad que es buena noticia: “El que no esta contra nosotros, está con nosotros”. Después de tantos siglos nos sigue pasando lo mismo, seguimos polarizados, seguimos siendo celosos, nos cuesta entender el obrar de Dios.

Cuánto tiempo y situaciones perdidas en enfrentamientos, en querer o pensar muchas veces ser los únicos que hacen las cosas bien, que los demás no pueden porque “no son de los nuestros”. Cuantas realidades en nuestras comunidades y en nuestra sociedad cambiarían, si nos dejáramos formar por el Espíritu de Jesús, mirando y agradeciendo todo lo que Él obra por fuera de nuestros grupos o instituciones, si descubriéndonos hermanos, pudiéramos trabajar en comunión.

Muchos son los misioneros que hoy, dentro o fuera de la Iglesia, hacen que el mal retroceda, haciendo el bien, sirviendo a los hermanos, anunciando a Jesús. Seguramente eres alguno de ellos y te invito a mirar en tu derredor y dar gracias por tantas personas, que no siendo de “nuestro grupo” están con nosotros obrando en el nombre de Jesús.

Danos Señor un corazón humilde y fraterno que no sea celoso ni posesivo de tu amor, sino generoso y servicial. Santa Rita decía: “Si tienes Fe en el Señor, nada es imposible”

22 de febrero

 San Mateo 16, 13-19

Cada 22 de febrero, la Iglesia celebra la fiesta de la Cátedra de San Pedro, celebración que se remonta al siglo IV, cuyo sentido es honrar al primado y autoridad del Apóstol Pedro, el primer Papa de la Iglesia.

Esta celebración recuerda la potestad conferida por Cristo a quien es cabeza de la Iglesia cuando dijo, tal como lo relatan los Evangelios: "Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia. Y las puertas del infierno no prevalecerán sobre ella".

La palabra "cátedra" significa “asiento” o “trono”, de la que se derivan otros vocablos como “catedral”; es decir, la “cátedra” designa a la iglesia donde un obispo tiene un “trono”, desde el cual gobierna y predica. Sinónimo de “cátedra” es también "sede" (asiento o sitial): la "sede" es el lugar simbólico desde donde un obispo gobierna su diócesis. Por ejemplo, la Santa Sede es la “sede” del Obispo de Roma, el Papa.

La sede o trono que se conserva como objeto físico, en realidad es la expresión simbólica de la grandeza del poder espiritual de Dios en la tierra, que el cada sucesor de Pedro expresa, además, de evocar la enseñanza de quien es cabeza de la Iglesia y conduce al Pueblo de Dios por el sendero de la historia. “Cátedra” es aún hoy sinónimo de “magisterio” o “enseñanza”. Cuando el Papa habla, enseña, conduce, consuela, guía al rebaño de Dios, y muestra a todos que la Iglesia peregrina hacia su destino final: el encuentro con su Creador.

Todos los años en esta fecha, el altar monumental que acoge la Cátedra de San Pedro permanece iluminado durante el día con docenas de velas y se celebran numerosas misas desde la mañana hasta el atardecer.

Pidamos por intercesión de San Pedro por el Papa Francisco y por los obispos, para que en todo permanezcan fieles al Evangelio y lo anuncien libre de toda mancha al mundo entero.

21 de febrero

 

San Marcos 9, 14-29

Quiero invitarlos a meditar en torno a tres palabras claves que encontramos en el Evangelio que nos ofrece la liturgia de hoy: Fuerza, Fe y Oración.

Primera palabra, Fuerza. En más de un sitio, encontramos que Jesús envió a sus discípulos con la misión específica de curar, de sanar enfermos, de imponer las manos, resucitar muertos, exorcizar endemoniados, etcétera.

En el Evangelio de hoy, parecen no haber tenido mucho éxito. Y, entonces, es necesario recurrir al mismísimo Jesús para que sea Él quien opere el milagro. Ya en esta sencilla constatación aprendemos algo vital: el que sana y cura es siempre Jesús.

Segunda palabra, Fe. Hoy, además, el Evangelio nos regala otro dato vital para nuestra vida de creyentes, la importancia de la fe. Jesús no cura para suscitar fe en los enfermos y demás testigos del hecho, sino que cura, en muchos casos, como respuesta a la fe de las personas. Lo primero, entonces, para sanar heridas viejas y enfermedades recurrentes, es la fe. Lo primero es la fe. Es a partir de la fe que todo lo demás se nos regala por añadidura.

Ahora bien, qué hermosa es la respuesta del padre del enfermo, en este caso. Pocos han acertado en el Evangelio al reconocer de manera tan sincera su necesidad más profunda: “Señor, creo. Pero ayuda a mi poca fe.” Cuántas veces no debiéramos también nosotros caer de rodillas ante el Santísimo y reconocer que, si bien creemos, es necesario a diario que el Señor robustezca y acreciente nuestra fe. De ahí aquellas palabras de Cristo: “Si tuvieran Fe como un grano de mostaza, cuántas cosas serían posibles.” Sí, Señor. Sabemos. Moveríamos montañas. Pero, Señor, necesitamos, también hoy, que aumentes nuestra poca fe. Aquí tenemos unas muy buenas preguntas para nuestra meditación de hoy.

Ante mis enfermedades y heridas, ante mis demonios y necesidades, ¿recurro a la fuerza sanadora y liberadora del Señor? ¿Cómo está, finalmente, mi fe en Cristo?

Tercera palabra, Oración. En este sentido, Jesús mismo nos da la clave, también en el Evangelio de hoy, de cómo es posible aumentar nuestra fe, cuando nos llama a la oración. Dice el Señor que esta clase de demonios, los que nos llevan a la sordera y la mudez, sólo son posibles de vencer con la oración. Qué tremenda revelación esta del final: ” ¿Quieres vencer tu mudez, quieres vencer tus sorderas? Comienza por abrirte al diálogo y la comunicación con Dios.” No nos dejemos, entonces, vencer por el demonio de la incomunicación con Dios. Ese es el peor demonio que puede llegar a nosotros. De ahí, de la falta de Oración, de la falta de diálogo y comunicación con Dios es que se siguen todos los otros males.

 Nunca será poco el empeño que pongamos en vivir una vida intensa y cotidiana de oración. Sólo a partir de la oración podremos, entonces, sanar nosotros y sanar a otros.

19 de febrero

 

San Marcos 9, 2-13

Estamos ante la Transfiguración de Jesús. Jesús se transfigura, se vuelve radiante, resplandeciente, como si hubiese resucitado. Es una visión anticipada que nos hace de lo que será luego resucitado. A los tres apóstoles predilectos, Pedro, Santiago y Juan, que son sus amigos más íntimos, Jesús les hace experimentar la misteriosa escena de su manifestación divina. Se oye la voz de Dios: «Éste es mi Hijo amado». Aparece envuelto en la nube divina, con un blanco deslumbrante, como anticipando la victoria que seguirá después de la cruz.

La voz de Dios invita a los discípulos a aceptar a Cristo como el maestro auténtico: «Escúchenlo». Y hoy es una invitación a todos nosotros, a escuchar a Dios. El protagonismo de Pedro también aparece resaltado en esta escena. No es muy feliz su petición, primero se negaba a aceptar la cruz. Ahora que está en momentos de gloria, quiere instalarse y hacer tres carpas. El evangelista Marcos cuenta que no fue muy brillante la intervención de Pedro diciendo que «no sabía lo que decía».

Nosotros creemos en Jesús Resucitado, que a través de la cruz y la muerte ha llegado a su nueva existencia gloriosa. Son como las dos caras de la misma moneda: la cruz y la gloria. Del otro lado de la cruz está la gloria. Sabemos muy bien que «la pasión es el camino de la resurrección». No todo termina en la muerte de Jesús. Después de la cruz viene la gloria. El misterio de la gloria ilumina el camino de la cruz.

Esperemos que nuestra reacción ante este hecho no sea como la de Pedro, que aquí quiere construir tres carpas y quedarse para siempre. Le gusta el Tabor, con la gloria. Pero no quiere oír hablar del Calvario, con la cruz. Acepta lo fácil, pero rehúye lo exigente. Así somos nosotros. Estamos ante nuestro propio retrato. Pero no debemos ser así, tenemos que estar con Jesús en las buenas y en las malas.

Recibimos la gran revelación de Dios cuando nos dice de Jesús: «Éste es mi Hijo amado: escúchenlo». Cada día deberíamos escuchar la Palabra de Dios, y más concreto la voz de Cristo en su evangelio como lo estamos haciendo ahora. ¿Escuchamos de veras a Jesús como al Maestro que quiere enseñarnos? ¿Le prestamos atención? ¿O lo que nos dice nos entra por un oído y se nos va por el otro? ¿La escucha frecuente de lo que Jesús nos dice a través de los evangelios va cambiando mi vida? Son preguntas que nos vamos haciendo porque queremos crecer.

18 de febrero

 

San Marcos 8, 34-9, 1

Las condiciones que pone Jesús para poder seguirlo: negarse así mismo, renegar de uno mismo, cargar con la cruz. ¿En qué consiste esto de negarse a uno mismo? vale decir, el no anteponer nada frente a Cristo, lo primero siempre es Jesús en nuestras vidas, es Dios, después seguimos nosotros; esto no sucede fácilmente en nuestras vidas, necesitamos de la gracia de Dios para que nos cambie, para que nos transforme, la fuerza del Espíritu Santo puede hacer esto si somos dóciles a Su voluntad.

“El que quiera salvar su vida, la perderá” dice el texto, de eso se trata, porque perdiendo la propia vida se la encuentra, negándose a uno mismo, entregando muchas veces momentos de disfrute, cosas válidas por la salvación de otros nos ayuda a crecer, y que el Reino de Dios crezca también.

Se trata de alguna manera de negarnos a nosotros mismos, negando nuestro egoísmo, y dándole libertad a nuestro corazón para que ame, ame sin fronteras, ame sin límites. Insistimos, todo esto sólo es posible con la gracia del Espíritu Santo.

En este día  pedimos al Señor la gracia de no avergonzarnos de Jesús y de los regalos que nos ha hecho con su gracia, con su amor, con su ternura; al contrario, valorarlos y decidirnos a seguirlo hasta el final, no tener miedo de “perder” la propia vida, de entregarnos, de gastarnos, de jugarnos por Jesús, en eso consiste justamente nuestra tarea como discípulos misioneros, el seguimiento de Jesús.

Pero las características que Jesús nos presenta en este evangelio nos llevan entonces a renegar de aquellas cosas que nos alejan de Él, que no son buenas para nosotros ni para nuestros hermanos. Negarnos a nosotros mismos, cargar con la cruz que he recibido.

17 de febrero

 

San Marcos 8, 27-33

Quiero compartir dos pensamientos contigo en este día, sobre este evangelio. En primer lugar, es la importancia de la figura de Pedro entre los discípulos. Ante esta pregunta que Jesús les hace "¿quién dice la gente que soy yo?"  ellos le dicen lo que "en la calle se dice"; dicen que es Juan el Bautista, otros Elías, otros alguno de los profetas.

 Cuando Jesús les dirige la pregunta a ellos, ahí todos se quedan mudos. El único inspirado por Dios, según dice el evangelio "no te lo ha revelado ni la carne ni la sangre, sino el Padre que está en el cielo" es Pedro. Pedro que es piedra, sobre la cual Jesús edifica su iglesia.  Y esto nos hace pensar en la importancia que tiene el papa sobre la iglesia.

Y el segundo pensamiento que te invito a mirar, es lo que Jesús dice con respecto a su futuro. El profetiza y dice que debe sufrir, ser rechazado, condenado a muerte y resucitar en el tercer día. Y dice el evangelista Marcos que "les hablaba de esto con total claridad". Que bueno porque Jesús nunca se ilusionó con que su misión iba a ser todo fácil, Él nos enseña que el camino que lleva a la vida es un camino estrecho, que pocos transitan en él, pero Él es el que lo va transitando y que va abriendo el camino…

Él nos abre el camino yendo al Calvario con decisión, con plena libertad porque a Él nadie le quitó la libertad, "yo a mi vida la doy libremente, nadie me la quita". Y también nos enseña que este es nuestro camino, si deseas te invito a que retomes las bienaventuranzas el capítulo 5 de Mateo… al final de todo dice "bienaventurados ustedes cuando los insulten, los proscriban, los maltraten de cualquier forma a causa de mi nombre. Alégrense y regocíjense". Alegrarse profundamente cuando somos maltratados a causa de Jesús, porque somos cristianos y queremos vivir de otra manera, porque entonces nuestro corazón estará más profundamente arraigado en Cristo y ya nadie nos moverá de esta roca preciosa que es la presencia del Señor.

16 de febrero

 

San Marcos 8, 22-26

Como muchas veces necesitamos que Jesús nos tome de la mano y nos lleve hacia afuera de los disturbios para devolvernos la paz, para volver en sí, como muchas veces necesitamos de ese retiro para volver a respirar, serenarnos interiormente, como muchas veces necesitamos que Jesús nos saque afuera y toque nuestros ojos para que podamos ver con claridad.

Y Jesús no tiene problemas en ir en nuestra búsqueda, tomarnos de su mano, sacarnos de las distracciones e imponernos las manos para que podamos ver claramente. Y el Evangelio nos cuenta que Jesús toco con sus manos dos veces hasta que pudo ver bien. Lo mismo hará con nosotros una y otra vez hasta que su gracia llegue hasta nosotros.

Jesús tomo al ciego de la mano y lo condujo a las afueras del pueblo ¿de qué disturbio o problema necesitamos que Jesús nos lleve hacia afuera? ¿Qué preocupación tengo que me tiene ciego y no me deja ver? Como sería tan grande el disturbio que tenia el ciego que necesito de otros para que rogaran por él y así Jesús realizara el milagro.

Y Jesús puso sus manos en sus ojos para que pudiera ver. ¿De qué ceguera queremos Jesús nos cure?

Los invito a que en algún momento del día se retiren a un lugar lejos de los disturbios, nos serenemos y recemos. Pensemos en Jesús que nos toma de la mano y nos lleva hacia afuera de todo. Cerremos nuestros ojos un momento y pongamos nuestras manos. Y dejemos que su gracia y bendición actué sobre nosotros.

Te pedimos Jesús en este día que toques con tus salivamos y manos nuestros ojos para que podamos ver con claridad, solo quien se confía a ti, solo quien esta contigo puede ver con claridad. Ti pido esta gracia para mi y para todos los que necesitan de ti. Amen.

15 de febrero

 

San Marcos 8, 14-21

Jesús no sólo se revela, se manifiesta, en sus gestos, palabras y acciones a la multitud, sino que también lo hace con aquellos a quienes llamó para estar con Él, sus discípulos. En este auto revelarse y en este formar a los discípulos, Jesús se encuentra con las dificultades propias del corazón del hombre, el enojo, las discusiones, la falta de comprensión, la falta de memoria de aquellos que comparten de modo muy cercano su vida.

Hoy escuchamos el relato en el cual cruzando en la barca a la otra orilla, los discípulos, no sólo habían olvidado el pan, sino que además estaban discutiendo por esta cuestión, mientras Jesús intentaba enseñarles, aconsejarlos. La discusión por olvidarse del pan, no les permitía escuchar al Maestro, a Jesús.

Y Jesús dándose cuenta los reprende, les llama la atención, porque tienen ojos y no ven, tienen oídos y no oyen, porque se olvidaron de la multiplicación de los panes, porque una pequeñez, los hace perder de vista que están con el Mesías.

¿Como puede ser, que a pesar de haber visto y oído, tal milagro, los discípulos estén discutiendo porque no hay pan? Y bueno…estos hombres estaban conociendo a Jesús, a quien admiraban y por quien abandonaron todo, pero todavía faltaba camino…y La paciencia de Jesús es admirable, los interpela, les llama la atención, e intenta que comprendan y vean.

Lo complicado y malo es que después de 2000 años, incluso creyendo que es Dios, Señor y Salvador, estando en la misma barca, es decir la Iglesia, sigamos en discusiones inútiles, sin ver, ni oír; lo triste es que sigamos peleándonos entre nosotros, llámese critica, murmuración, divisiones y que eso nos impida ver a Jesús, escucharlo.

Cuantas veces nuestras comunidades, nuestra misma vida, se ve privada de crecer, de los milagros de Jesús, porque estamos peleándonos entre nosotros por tonterías, mientras Jesús nos habla e invita a estar atentos, a ver y oír, a recordar su obrar en nosotros, sus milagros y quien es Él.

14 de febrero


San Marcos 8, 11-13

A Jesús no le gusta que le pidan signos espectaculares. Como cuando el diablo, en las tentaciones del desierto, le proponía tirarse de lo alto del Templo y que lo recogieran unos ángeles para mostrar su poder. Jesús nunca aceptó una cosa así.

Sus paisanos no lo querían reconocer como el Mesías. No aceptaban su doctrina y tampoco su persona. Tampoco valoraban los signos milagrosos que hacía. Hizo muchos milagros pero no lo veían o no querían verlo. Curó a las personas enfermas, liberó a los poseídos del demonio, multiplicó los panes, hizo un montón de milagros que demostraban ser el Mesías. Si no creían con esto, tampoco iban a creer si hacía signos grandiosos en el cielo o signos cósmicos. Jesús no buscaba lo espectacular ni lo maravilloso.

Me pregunto: ¿por qué nos cuesta cambiar nuestra vida? Porque si creyéramos de veras en Jesús como el Enviado y el Hijo de Dios, tendríamos que hacerle más caso en nuestra vida de cada día. ¿También estamos esperando milagros, revelaciones, apariciones y cosas espectaculares? No es que no puedan suceder, pero ¿es ése el motivo de nuestra fe y de nuestro seguimiento de Jesús? Si es así, andamos buscando a los signos de Jesús y no buscamos al Jesús de los signos. Si es así andamos detrás de lo espectacular, andamos detrás de los signos y no de su persona. Porque en definitiva los signos nos deben llevar a Jesús como un cartel indicador. Pero no nos podemos quedar con el cartel indicador. Dicen en oriente que cuando el sabio indica un hermoso paisaje el tonto se queda mirando el dedo. Si los signos nos indican a Jesús, no nos podemos quedar solo con los signos sin ir a la persona. Es como que en vez de mirar el paisaje nos quedamos solo con el dedo que lo está indicando.

Deberíamos saber descubrir a Cristo presente en esas cosas tan sencillas y lindas de cada día. Debemos descubrir a Dios en el rincón de lo cotidiano. Como el hecho de despertar a la vida y ver la luz de un nuevo día, observar el amanecer, el sol que nos entibia, escuchar los trinos de los pájaros, encontrarnos con nuestros seres queridos, ir encontrándonos a lo largo del día con personas que nos quieren y a las que queremos.

Hay cosas profundas como son la comunidad reunida en nombre de Jesús, la Palabra de Dios proclamada, esos elementos humildes de Pan y Vino que se convertirán en la Eucaristía, presencia real de Cristo, el ministro que nos bendice, la persona del prójimo, el débil, el enfermo y hambriento. Esas son los signos que él nos dio para que le reconociéramos presente en nuestra historia.  Jesús fue simple, humilde y de bajo perfil. El está presente en todos pero de una manera especial en el marginado, en el pobre, en el que sufre, en el enfermo, en el débil, en el humilde, en el de bajo perfil. Jesús en su tiempo apareció, no como un Gran Rey magnífico ni como un poderoso guerrero liberador, sino como un Niño frágil que nace entre las pajas y los animales en Belén en un pesebre, aparece como un humilde obrero, como el hijo del carpintero y como el que muere desnudo en una cruz, vino muy humilde y pobre. No busquemos «signos del cielo», tenemos que reconocerlo en los signos sencillos de cada día.

12 de febrero

 

San Marcos 8, 1-10

Jesús vuelve  a mostrar su amor incansable y colma de paz a sus hambrientos. Hay un detalle en este Evangelio que llama la atención, es la pregunta que Jesús hace a sus discípulos: ¿Cuántos panes tienen ustedes? O dicho de otra manera, ¿Qué es lo que ustedes tienen para ofrecer?, una pregunta que seguramente Jesús hoy la vuelve a repetir para cada uno de nosotros.

 Frente a la multitud de hombres que no tiene pan para comer, alimento para calmar su hambre o las cosas necesarias para vivir dignamente, él nos pregunta ¿Qué tenemos para ofrecer? Creo que aquí esta la clave del Evangelio de hoy, la clave de lo que significa la solidaridad, no importa si nuestro ofrecimiento es mucho o poco, pero para Dios es el gesto de dar con generosidad es mas que suficiente.

Si nosotros nos disponemos a dar, Jesús hará el resto para que la justicia  tan largamente esperada se haga realidad, para que le pan llegue a todos. Si somos capaces de hacer presentes con  nuestras acciones la semilla del Reino, esto de la solidaridad, del amor, de la justicia, como también nos los recuerda la Palabra de Dios: Todo lo demás se dará por añadidura.

No te olvides que el comparte, reparte y le sobra. Que tengas un buen día y que la Virgen de Lourdes sea tu protección y no te olvides de amar como Jesús nos amó. Te dejo un abrazo.

 

 

 

 

11 de febrero

 

San Marcos, 7, 31-37

El 11 de febrero es una fecha que está reservada en el santoral católico para venerar a la virgen de Lourdes, en un día en el que se rememora una de las advocaciones marianas que se celebran lo largo del año para honrar a la Virgen María.

El 11 de febrero de 1858, cuatro años después de que la Iglesia católica estableciese el dogma de la Inmaculada Concepción de la Virgen, que decretaba que la madre del Señor estaba libre de todo pecado, Nuestra Señora de Lourdes se apareció en la gruta de Masabielle, un lugar que se ha convertido en enclave de peregrinación para todos aquellos que acuden a visitar el santuario de Lourdes para encomendarse a la Virgen, que años atrás visitó a una niña de una familia humilde a la que en un principio las autoridades eclesiásticas no creerían.

Hasta en dieciocho ocasiones la Virgen visitó a Bernadette Soubirous para asegurarse de que se llevase a cabo una capilla en su honor, a la que los cristianos acudiesen en procesión. Aunque desde un principio hubo visitas a la gruta, no fue hasta que el obispo de la época   dispuso oficialmente que la Iglesia creía en la veracidad de las apariciones de la Virgen cuando se impulsó la edificación del santuario en honor a la madre del Señor.

La cueva en la que se presentó Nuestra Señora de Lourdes ante Bernadette Soubirous se prepara cada invierno para la temporada de peregrinaciones, durante la que se organizan congresos a los que pueden acudir los fieles. Entre los gesto que tradicionalmente realizan los peregrinos ante los pies de María en la gruta de Massabielle, se suelen encender velas y coger agua bendita de la fuente, para lo que se suelen formar grandes colas.

10 de febrero

 

San Marcos 7,24-30

Hoy vemos a Jesús yendo por poblaciones de toda la Galilea anunciando la buena noticia. No puede permanecer oculto y de hecho esta mujer se entera de la presencia de Jesús por otros. Esto es lo primero en que nos hace pensar, “¿En qué medida somos nosotros aquellos que hacen que el Señor tenga presencia entre la gente y se entere que el Señor está dando vueltas acá entre nosotros?” El Reino de Dios está entre nosotros.

 Y esta mujer al enterarse de que Jesús está entre ellos va a postrarse a sus pies. Es una mujer Ciro-fenicia, es decir de origen pagano, sin embargo, se arrodilla delante del Señor.

A primera vista pareciera una especie de desprecio, compara a los paganos con los perros, pero es para que la mujer saque de sí misma una fe cada vez más grande. La mujer le dice “Es verdad Señor, pero los cachorros comen las migajas que dejan caer los hijos” llegando a final del relato nos damos cuenta de que la fe de esta mujer era muy grande.

Jesús la había desafiado y ella se dejó desafiar. Interesante pensarlo para nosotros ¿En qué medida en esas situaciones en que nos toca esperar un tiempo o recibir lo que pedimos, pero de otra manera, tenemos paciencia? Debemos recurrir a la fortaleza de la fe, y ser paciente cuando no recibimos lo que queremos o tenemos que esperar todavía. El señor hace que nuestra fe aumente y no deje de aumentar.

Vamos a pedirle al Señor esta capacidad de dejarnos interpelar por su palabra y la capacidad de dejarnos desafiar en la fe, de crecer en la alegría de saber que es Señor está con nosotros y nunca nos abandona.

9 de febrero

 

San Marcos 7, 14 – 23

 Hoy el evangelio nos presenta algo muy fuerte en la vida de todos los días en esa relación que hay entre el interior y el exterior en cada uno de nosotros, esa relación que hace que se produzca el equilibrio y también lo dice Jesús: “Escúchenme todos y entiendan, nada de lo que entra de afuera puede hacer impuro al hombre, lo que sale del corazón del hombre es lo que le hace impuro”.

Que cosa impresionante. Allí donde este tu tesoro estará tu corazón. Esta palabra de Dios de este día nos tiene que ayudar a todos nosotros a descubrir que debemos tener el corazón limpio, debemos tener el corazón lleno de apertura a que tenga cabida, tenga lugar Dios. Cuando damos lugar a las pasiones o al poder o al dinero, ahí se desbarajusta todo.

Jesús va a decir: “Ojo que dentro del corazón del hombre salen: Los malos pensamientos, la inmoralidad sexual, los robos, los asesinatos, los adulterios, la codicia, las maldades, el engaño, los vicios, la envidia, los chismes, el orgullo y la falta de juicios.”

Todas estas cosas salen de dentro del hombre y haciéndolo impuro. Por eso no guardemos maldades en el mismo lugar donde tenemos que guardar la palabra del Señor. Que el corazón este abierto a Jesús, el corazón tiene que estar abierto a los misterios de la fe, a lo que nos sobrepasa de Dios.

Un corazón abierto para hacer memoria de las maravillas que el Señor hace por nosotros; abierto a la presencia del cuerpo de Cristo cuando comulgamos y recibimos la Eucaristía y la Santidad de Dios. En el fondo, lo que nos dice la palabra de hoy es que no guardemos maldades en el corazón, que es la casa de la Santísima Trinidad.

El Señor tiene añoranza de nuestro corazón, de tú corazón, de mí corazón. Tiene sed de cada uno de nosotros, nos quiere cerca de Él, por lo tanto, queridos amigos, que encuentre limpia la casa de nuestro corazón en la que desea habitar.

Que el Señor los bendiga, los cuide y los proteja, y les de la Gracia que más necesiten. Amén.

8 de febrero

 

San Marcos 7,1-13

Nos encontramos en torno a la palabra del Señor nuevamente en este día, su palabra nos invita a repasar nuestra vida y nuestra historia, en esta escena bíblica vemos como aparecen los escribas, los fariseos que cuestionan a Jesús por la actitud de sus discípulos de comer sin lavarse las manos, considerando ellos un acto netamente impuro.

Jesús les habla desde lo profundo de su autoridad y de ser hijo de Dios a estos hombres, que conservan la ley y la tradición y que se quedan solo en  actos humanos sin llegar a lo profundo, honrar a Dios con los labios, pero su corazón está vacío y en otro lado, en este sentido, nosotros estamos llamados a descubrir cual es el lugar que ocupa Dios en nuestra vida e historia y si realmente lo honramos con las obras.

Porque podemos no estar considerando que ÉL nos invita haciendo primero nuestra experiencia personal para después hacerlo con aquellos que caminan a nuestro lado, tenemos que estar atentos a no cometer los mismos errores que los fariseos que se quedan en los detalles superficiales, que están tan lejos de la realidad que nos propone Jesús.

Jesús les dice citando el pasaje del profeta Isaías “Hipócritas” y debemos preguntarnos como vivimos nuestra vida de fe y si realmente superamos la ley humana para llegar a la ley divina.

pidamos al Señor en este día para responder a esta misión que hemos sido convocados y transmitirla.

Que hoy que podamos poner fuertemente la mirada en Dios y en el corazón.

7 de febrero

 


San Marcos 6, 53-56

En este evangelio vemos cómo la gente enseguida reconoció a Jesús, Claro, Jesús en medio de la gente se distinguía, sobre todo por lo que hacía: "Por los frutos los reconocerán" como dirá el mismo Jesús. Y por donde Él pasaba, aunque la gente le tocara el manto quedaba curada: enfermos, paralíticos, ciegos… con solo tocarle, quedaban curados.

Fijémonos que importante es en este tiempo, que nosotros sepamos reconocer la presencia de Jesús, porque Jesús continúa caminando en medio nuestro. El evangelio termina diciendo, no el de hoy sino todo el evangelio, "Yo estaré siempre con ustedes hasta el fin del mundo". Esta palabra de Jesús nos anima porque sabemos que no caminamos solos, sino que estamos caminando realmente con Jesús en medio nuestro.

¡Qué importante y vital para nosotros reconocerlo! Te presento 3 ámbitos donde podemos verlo presente:

En este tiempo de verano, muchas comunidades hacen misiones, y todos los que han ido a misiones pueden corroborar que ese es un espacio donde a Jesús lo reconocemos vivo y presente. No solamente por lo que Dios hace entre la gente a la cual vamos a misionar, sino particularmente en aquellos que van como misioneros, porque los misioneros son los primeros misionados. Aca tenemos un primer espacio; en las misiones.

Otro ámbito es la Comunidad; en aquellos vínculos fraternos que se van creando en el grupo, en la iglesia, en la capilla, en alguna comunidad religiosa, en movimientos, en esos vínculos fraternos "allí en donde están 2 o 3 reunidos en nombre de Jesús" ahí Jesús se hace presente.

Otro lugar fundamental donde se nos revela Jesús es en la fracción del pan, en la Eucaristía, allí es donde Jesús de un modo como ningún otro se hace presente. En Emaús, los discípulos lo reconocen  cuando Jesús parte el pan  "¿acaso no ardía nuestro corazón cuando veníamos caminando?" y en ese momento es cuando se les abren los ojos. ¡Que precioso que nosotros podamos ir haciendo experiencia de esta presencia de Jesús en la misa, y no simplemente una vez o esporádicamente, sino con esta costumbre preciosa que nos va sanando, de participar frecuentemente de la misa… los domingos por supuesto, pero también durante la semana porque allí vamos a reconocerlo a Él presente!

5 de febrero

 

San Marcos 6, 30-34

Santa Águeda de Catania fue una virgen y mártir según la tradición cristiana. Su día se celebra el 5 de febrero.

Fue una joven siciliana de una familia distinguida y de singular belleza que vivió en el siglo III. El senador Quintianus intentó poseerla aprovechando las persecuciones que el emperador Decio realizó contra los cristianos. El Senador fue rechazado por la joven que ya se había comprometido con Jesucristo. Quintianus intentó con ayuda de una mala mujer, Afrodisia, convencer a la joven Águeda, pero esta no cedió.

El Senador en venganza por no conseguir sus placeres la envía a un lupanar, donde milagrosamente conserva su virginidad. Aún más enfurecido, ordenó que torturaran a la joven y que le cortarán los senos. La respuesta de la luego Santa fue "Cruel tirano, ¿no te da vergüenza torturar en una mujer el mismo seno con el que de niño te alimentaste?". Aunque en una visión vio a San Pedro y este curó sus heridas, siguió siendo torturada y fue arrojada sobre carbones al rojo vivo en la ciudad de Catania, Sicilia (Italia). Además se dice que lanzó un gran grito de alegría al expirar, dando gracias a Dios.

Según cuentan el volcán Etna hizo erupción un año después de la muerte de la Santa en el 250 y los pobladores de Catania pidieron su intervención logrando detener la lava a las puertas de la ciudad. Desde entonces es patrona de Catania y de toda Sicilia y de los alrededores del volcán e invocada para prevenir los daños del fuego, rayos y volcanes. También se recurre a ella con los males de los pechos, partos difíciles y problemas con la lactancia. En general se la considera protectora de las mujeres.

Es la Patrona de las enfermeras y fue meritoria de la palma del martirio con la que se suele representar.

4 de febrero

 

San Marcos 6, 14-29

El evangelio de hoy tiene como protagonista a Juan el Bautista, figura admirable por su ejemplo de entereza en la defensa de la verdad y su valentía en la denuncia del mal. De Juan aprendemos sobre todo su rectitud de carácter y la coherencia de su vida con lo que predicaba. El Bautista había ido siempre con la verdad por delante, en su predicación al pueblo, a los fariseos, a los publicanos, a los soldados. Ahora está en la cárcel por lo mismo.

Juan Bautista muere como profeta mártir. Su denuncia del mal, sin miedo al enfado de los fuertes, de Herodes, le trajo la muerte. Por eso Juan quedará en el recuerdo del pueblo como profeta coherente que lleva su misión hasta el final sin cobardía. La muerte es su compañera esperada, su corona y su triunfo.

Nosotros, tal vez, no llegaremos a estar amenazados de muerte. Pero sí somos invitados a seguir dando un testimonio coherente y profético, a anunciar la Buena Noticia de la salvación con nuestras palabras y con nuestra vida en medio de un mundo que persigue valores que no lo son, o que levanta altares a dioses falsos. Habrá ocasiones en que también tendremos que denunciar el mal allí donde existe.

Los hombres de nuestro tiempo no quieren más maestros, lo que necesitan son testigos que les demuestren con sus obras  lo que dicen con sus palabras. Por ello la vida y la muerte de Juan el Bautista es toda una invitación para la Iglesia, para las comunidades cristianas: a la fidelidad, la perseverancia, al martirio si es preciso.

 

3 de febrero

 


San Marcos 6, 7-13

El evangelio de hoy nos mete de lleno en la dinámica misionera de Jesús y de la Iglesia. El Señor envía a los doce como anuncio de lo que va a ocurrir después de la Pascua y Pentecostés. Una Iglesia misionera, en salida, peregrina en la historia. Una Iglesia que decida en sus convicciones sale a anuncia lo único importante:  el Reino de Dios y su justicia; la persona mismísima de Jesús.

Pero lo que hoy me llama más la atención del texto es que Jesús le pide a sus apóstoles que se queden en las casas donde los reciban. Y cuando sea el tiempo que partan.

Esto me resulta significativo dado que muchas veces, me parece, convertimos la misión en hechos esporádicos durante el año. Creo que muchas veces el riesgo que se corre es el de pensar que los cristianos somos misioneros por ir a misionar durante el año a algún lugar. Sin embargo resuena la palabra de Jesús: quédense en las casas.

Claro que esto nada tiene que ver con estancarse y ceder frente al miedo y encerrarse en uno mismo. Lo de Jesús más bien pasa por pedir que lo que se haga es lo que él vive permanentemente en su Encarnación: hacerse uno más. Meterse en la realidad. Embarrarse.

Muchas veces creo que hemos hecho de la misión un “toco y me voy”. Es decir, paso unos días en algún lugar que no es el mío y comparto con la gente. Yo creo que es una muy linda experiencia. Pero si nos quedamos con eso solo, nos quedamos cortos.  “yo me puedo ir, ellos no…”

Entonces uno se pregunta: ¿ir a misionar o ser misioneros? Creo que el desafío que se nos presenta hoy es no sólo ir a misionar. Lo que Jesús nos pide es que seamos misioneros. En todo momento. En todo lugar. Todo los días, todo el año.

Jesús no tuvo “temporadas de misión”. Toda su vida fue misión permanente. Está bien ir a misionar. Pero no nos alcanza. Tenemos y deseamos y queremos ser misioneros. No solamente por un tiempo sino toda la vida.

Nos puede parecer difícil, claro. Sin embargo es la única manera de vivir cristianamente: dar testimonio de que el Reino está entre nosotros y queremos apurar su venida.

La misión pasa por las cosas pequeñas, sencillas y cotidianas de todos los días. Pasa cuando me decido a dejar de mirarme el propio ombligo y me doy cuenta que hay gente que tiene necesidad de mí, de mi originalidad. Ahí hay misión.

 Cuando soy capaz de romper con mi marco de seguridad y confort personal para dar una mano, consolar, escuchar, compadecerme… Cada vez que desarrollo mi capacidad de empatía con los demás miles de personas con las que comparto mi destino diario y me siento más hermano de ellos y estoy dispuesto a vivir con ellos, “quedándome en sus casas”, soy misionero de Jesús.

Y así vamos sin alforjas, sin dinero, sin vestimenta… A la intemperie y en itinerancia. Así queremos vivir los cristianos.

2 de febrero

 

San Lucas 2, 22-32

Cada 2 de febrero la Iglesia Universal celebra la fiesta de la Presentación del Señor Jesús en el Templo, en la que recordamos el encuentro de la Sagrada Familia con Simeón y Ana -que es también el encuentro del Señor con su pueblo-, y la purificación ritual de la Virgen María después de haber dado a luz al Salvador.

Según la antigua costumbre del pueblo de Israel, al nacer un primogénito este debía ser llevado al Templo para su presentación cuarenta días después de haber nacido. Así hicieron María y José con el niño Jesús, cumpliendo con lo que ordenaba la Ley de Moisés. Por eso, la Iglesia cuenta 40 días después de la Navidad para celebrar la fiesta de la Presentación del Señor, el 2 de febrero.

Al llegar al Templo, los padres de Jesús con el niño en brazos se encuentran con Simeón, el anciano al que el Espíritu Santo prometió que no moriría sin antes ver al Salvador del mundo. Fue el mismo Espíritu quien puso en boca de este profeta que ese pequeño niño sería el Redentor y Salvador de la humanidad (Ver Cántico de Simeón: Lc 2,22-40).

También aquel día se encontraba en el Templo la hija de Fanuel, de la Tribu de Aser, llamada Ana. Ella era una mujer de edad muy avanzada; había enviudado solo 7 años después de haberse casado y permaneció así hasta los 84 años. Ana andaba día y noche en el Templo, adorando a Dios, ofreciendo ayunos y oraciones. Ella, al ver al niño, lo reconoció y empezó a proclamar a todos los que esperaban la redención de Jerusalén que la Salvación había llegado.

1 de febrero

 

San Marcos 5, 21-43

El evangelio nos muestra lo que es la confianza, la seguridad en Dios, que todos estamos llamados a tener a través de esta mujer que decía: “Con solo tocar su manto, quedaré curada”. Decimos que vivimos una época de inseguridad, y no solo lo decimos, también lo vivimos y lo experimentamos por todos lados, aparece siempre la inseguridad, como el gran tema.

Esta mujer, tenía seguridad, seguridad porque sabía que iba a salir algo especial, como de hecho así sucedió, la fe es algo maravilloso.  La historia de la encarnación se abre siempre con estas palabras: “No temas, no temas María” y a San José también le va a decir el ángel:” José, hijo de David, no temas” a los pastores, lo vivíamos en navidad, como cada año, les repetirá de nuevo el ángel: ”No tengan miedo”.

Este comienzo de la entrada de Dios en el mundo marca un estilo propio de la presencia de Jesús entre los hombres. Dios nunca llega tarde para atender a sus hijos, lo vemos en el camino, en la vida de Jesús en el texto que hoy toca de San Marcos, aun en los casos que parecen más extremos, Dios llega siempre, aunque sea de modo misterioso, y oculto, en el momento oportuno de nuestra vida. Los pasajes de la resurrección de Lázaro, de la hija de Jairo, este pasaje de hoy, deben animarnos a todos a tener en Dios una confianza inquebrantable, a andar sin miedos, si con prudencia, pero andar sin miedos por la vida.

 Tenemos tantos momentos en la vida cristiana, en lo que nos hemos encontrados en situaciones extremas, y que bueno escuchar las mismas palabras que Jesús le dice a Jairo en una situación en la que parece que todo está perdido, cuando le comunican la muerte de su hija:” No temas, solo ten Fe” y esto se lo repite a todo cristiano cuando acudimos a Él con confianza: “No temas, ten solo Fe” 

La plena confianza en Dios, con los medios humanos que sean necesarios poner en cada situación, nos dan a todos, una singular fortaleza y una especial serenidad, ante tantos acontecimientos y dificultades en las que nos sentimos inseguros y con miedo. Que el Señor siempre fortalezca nuestra mirada interior, para que aún en los momentos más limites podamos poner nuestra confianza en el Señor.