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2 de abril

Escúchanos en Radio Verbita 

San Juan 7,40-53

En el evangelio de hoy el pueblo se pregunta por la identidad de Jesús. Muchos sorprendidos por su forma de hablar, de expresarse con la autoridad que realmente viene de su Padre. Se preguntan: ¿Quién es realmente Jesús? ¿Es el Mesías esperado? ¿Es un Profeta más?

Muchos no lo podían creer, porque viene de Galilea. El Mesías no va a venir de Galilea. Por lo tanto, se produce como una división entre el pueblo, entre la gente que lo escuchaba. Y esto, muchas veces pasa hoy también, con los seguidores y con los que no lo siguen a Jesús.

 En más de una familia puede darse esta realidad, quienes están siguiendo a Jesús y quienes no. Por lo tanto, la persona de Jesús siempre nos interpela y hace que tomemos partido, o para un lado, o para el otro. Pero, no termina aquí la historia del evangelio de hoy que se nos presenta.

Los guardias que había sido enviados por los sumos Sacerdotes, por los jefes de fariseos, justamente vuelven con las manos vacías, no llevan apresado a Jesús y cuando se les interroga y se les pregunta porque no lo trajeron, ellos responden: “Nadie hablo jamás como este hombre”. Esto denota la autoridad que tiene Jesús y justamente esto nos da a entender que viene de Dios y habla con la verdad.

Hay alguien que sale a defenderlo en este relato, que es Nicodemo. Nicodemo, recordemos unos capítulos antes en este mismo evangelio, tiene un encuentro con Jesucristo, una experiencia fundante en el medio de la noche y  Jesucristo le propone un cambio de mentalidad, le propone una apertura en su vida, distinta a todo lo conocido

Hoy, la pregunta que podemos hacernos o una de las preguntas al leer este evangelio es: ¿Qué nos pide el Señor Hoy?

El Señor, nos invita entonces, a un cambio, a una apertura, a tener una mentalidad mas amplia.

Pidamos entonces en este día al Señor, en este día Sábado la gracia de abrirnos para poder escuchar, para poder ver lo que Él nos quiere mostrar


1 de abril

 Escúchanos en Radio Verbita

San Juan 7,1-2.10.25-30

En el evangelio de hoy vemos que ante la hostilidad de algunos que se quedan en la superficialidad y le tienen miedo a la verdad, o no les importa mucho la verdad (esa verdad que te hace libre) Cristo se da a conocer, revela su origen y su más profunda identidad; y que bueno para nosotros en estos tiempos.

Podemos preguntarnos ¿Cómo andamos con nuestra identidad? especialmente nuestra identidad cristiana ante una crisis de identidad que vivimos. Miren lo que nos dice Jesús: yo no vine por mi propia cuenta, pero el que me envío dice la verdad y ustedes no lo conocen, se refiere al Padre, del cual El es el único que lo conoce; como nos dice en San Juan: a Dios nadie lo ha visto jamás, al Padre nadie lo ha visto jamás, el Hijo que compartía la intimidad con el Padre, el nos lo ha dado a conocer: Yo si lo conozco porque vengo de El y es El, el que me envío.

En todo el Evangelio de Juan, el apóstol joven esta relación del Cristo con el Padre es clave y nos hace entrar en esta relación para que allí maduremos con la ayuda del espíritu nuestra identidad de hijos y así contentos andemos por los caminos de la vida, con el gozo profundo de sabernos cristianos, discípulos misioneros de un Dios que es amor, porque Dios es amor; comunión de amor que nos compromete para hacer un mundo mejor donde la palabra tenga el amor que sana y construye la ultima palabra, esa palabra que todo lo renueva.

Caminemos renovados hacia la Pascua en el año de la vida y decididos a hacer una patria de hermanos porque la clave de la historia es que con el egoísmo se destruye y se corrompe todo, pero con el amor todo se construye. Por eso bueno sacar a fuera la verdad de lo que somos, pero para encontrarnos con la verdad que nos hace libres.

 

 

 

 


31 de marzo

Escúchanos en Radio Verbita 

San Juan 5,31-47

Este camino cuaresmal que vamos transitando con Jesús nos conduce hacia la Pascua, la obra mas grande de Amor por nosotros, ya que nos muestra hasta que extremo nos ama, hasta su Pasión y muerte, muerte de cruz y gloriosa Resurrección.

En el Evangelio vemos como Jesús pone testigos de ese Amor de Dios por nosotros. Sabemos que testigo, es aquel que ha visto, que puede decir con verdad, que no miente, que es veraz, que han sucedido estos acontecimientos en la realidad, por eso en la vida de Jesús son parte de su historia que es nuestra historia, que no es una fantasía no es una ilusión, no es una enseñanza, no es un cuento, sino que el testigo afirma con veracidad lo que sus ojos vieron, lo que sus manos tocaron, lo que su razón captó y lo que su corazón creyó.

Así Jesús en el Evangelio pone como testigo a Juan el Bautista que le ha dado testimonio de la Verdad. El Bautista era para el pueblo no alguien pagado por intereses del poder corrupto de turno, ni era un mediocre que necesitara el aplauso ni los votos de la gente, era una lámpara, que arde y resplandece, y el pueblo acudía a el para convertir el corazón. Otro testigo de Jesús son las obras que Él hacia y hablaban del Amor del Padre, no necesitaba el reconocimiento de la gente. Que grade que es cuando nuestro obrar es desde el amor hacia el otro sin esperar reconocimiento, son gratuitas las obras como las de Jesús.

La Pascua será la obra mas grande de ese Amor gratuito de Dios por el hombre, entrega su vida libremente en la Cruz para que nosotros tengamos Vida para siempre. Todas las obras de Jesús son su misma vida, y que las conocemos, cuanto nos habla Esa Vida sencilla, pobre y austera que había comenzado en ese abajamiento en Belén.

 

 


30 de marzo


San Juan 5,17-30

El Evangelio que hoy Jesús está respondiendo a quienes lo criticaban, porque para los judíos piadosos había violado el sábado, porque justamente curó a un paralítico ayudándolo a entrar a la piscina. Pero Jesús en la misma contestación agrega un nuevo motivo de escándalo, porque según ellos se hacia igual a Dios, porque “lo que hace el Padre lo hace igualmente el Hijo”. La palabra de Jesús comunica la palabra del Padre y Él nos comunica la vida.

Jesús tiene poder para revelarnos, para contarnos el amor que Dios nos tiene y su deseo profundo y eficaz para transmitirnos la Vida Divina. Podríamos decir que en el texto esta claro que el Amor de Dios crea, el Amor de Dios transforma, genera vida, porque el que cree en Jesús y cree en el que lo envió posee la Vida Eterna, la vida que no termina.

Es muy consolador escuchar: “les aseguro que el escucha mis palabras y cree en aquel que me envió tiene Vida Eterna”, creer se manifiesta en la vida, escuchar las palabras y creer no es algo que uno solo expresa con los labios sino también lo manifestamos con la vida, también nosotros como cristianos tenemos que encarnar justamente lo que creemos y  hacernos cercanos a cada ser humano.

Quisiera decir unas últimas palabras sobre el final de este texto, donde el mismo Jesús dice: “Mi juicio justo sobre lo que yo busco no es hacer mi voluntad sino la de aquel que me envió”, también nosotros como cristianos deberíamos decir esto cada día, por eso pidámosle a Jesús, que verdaderamente cada oración del Padre Nuestro sea una realidad en nuestra vida y “Hágase tu voluntad en la tierra cono en el cielo” nos ponga en verdad a cada uno en sintonía para que eso sea una realidad en nuestra vida.

 

29 de marzo

San Juan 5,1-3a.5-16.

Hoy el evangelio de San Juan nos narra la curación de un enfermo en la piscina de Betsaida, aquí vemos el poder de Jesús contra el mal y que siempre nos quiere ver sanos.

Que bueno descubrir  que, cuando el Señor pasa por nuestra vida es una presencia, es un camino, es una peregrinación  santificante, es decir, nos optimiza en aquello que es lo más profundo para la felicidad de todos nosotros. El nos ayuda a  que la vida tenga sentido, pero además al mismo tiempo, su paso también nos da la alegría, nos devuelve la esperanza, nos optimiza en la capacidad de poder resolver todo aquello que nos hace sentir muchas veces que estamos cuesta abajo, sin sentido de la vida.

Muchas veces también, sentirse tristes, abandonados, sentirse dejados de lado, que importante saber que Dios está con nosotros, que  nos hace compartir en todo su suerte, nos lleva por la cruz y nos prueba, pero al mismo tiempo luego nos hace vivir, nos da la resurrección, nos devuelve la esperanza y la alegría. 

Tengamos confianza en Jesús como la tuvo esta gente del evangelio de este día que acabamos de escuchar.

28 de marzo


 

San Lucas 15:11-32

La parábola del hijo prodigo es una parábola muy conocida y popular.  Me gustaría reflexionar en ella, pero quizás en unos puntos específicos.  Si pensamos en el hijo y lo que le pide al padre (su herencia) podemos pensar que en realidad el hijo le está diciendo al padre…. Padre tu estas muerto para mí, no quiero vivir contigo, no quiero saber más de ti, me importa más el dinero, dame mi parte y me voy…. Quizás es fuerte pensarlo de esa manera, pero eso es lo que él estaba diciendo en otras palabras.  Al pedir su parte de la herencia, la cual solo se da cuando una persona muere, el hijo estaba diciéndole al padre que ya no importaba para él.

¿Ahora piensa cuantas veces no les has dicho a Dios… ¿Padre estas muerto para mí, dame lo que me pertenece y no te necesito? ¿Cuántas veces les has dicho al Padre, yo puedo solo, yo quiero hacer las cosas a mi manera?

Más adelante vemos en la parábola que el hijo gasto todo el dinero, paso hambre al punto de buscar trabajo cuidando cerdos (el hijo prodigo era Judío y para los Judíos el cerdo es lo más vil o bajo que hay en el mundo, un trabajo de cuidar cerdos es lo más bajo que un Judío puede llegar) y tenía tanta hambre que quería comer la basura que les daban a los cerdos.  Pero reacciono, se dio cuenta que tenía un padre rico, y decide pedir perdón.  Estando lejos el padre lo ve y EL PADRE CORRE HACIA EL y lo perdona. Es importante pensar que el padre lo vio de lejos, lo cual me dice que el padre estaba siempre buscando, siempre esperando, siempre ansioso por su hijo, tanto que corrió hacia el hijo (los reyes en esos tiempos no corrían hacia las personas, eran muy importantes, las personas corrían hacia ellos, pero a este padre no le importo) lo perdono y lo restauro a miembro de la familia (un anillo).

¿Ahora piensa cuantas veces te ha perdonado Dios? Él está esperando, ansioso por verte para correr hacia ti y perdonarte, ponerte el anillo para que seas parte de la familia.  ¿Quieres ser perdonado?

El otro hermano o hijo mayor se molesta por que celebran el regreso de su hermano, pero nunca han celebrado que él ha estado presente sin falta.  Que él siempre ha sido el hijo “ejemplar”.

¿Ahora piensa cuantas veces has juzgado a otros porque son pecadores? ¿Cuántas veces piensas que por que estas en la iglesia, porque estas en grupos de oraciones, en grupos de estudios bíblicos, porque sigues los mandamientos, porque oras, porque rezas, porque vas a misa… que mereces algo de Dios, o piensas que los “otros” son pecadores porque no buscan de Dios como tú? Pídele a Dios que te ilumine para no tener una mentalidad como el hijo mayor.

Lo hermoso de nuestro Dios es que es misericordioso. Él está esperando verte cerca (no te obliga) para correr hacia ti, perdonarte, amarte y hacerte parte de la familia (ponerte el anillo).

Acéptalo y Búscalo…. Déjate Perdonar…. Déjate Amar

27 de marzo


 

San Lucas 15:11-32

La parábola del hijo prodigo es una parábola muy conocida y popular.  Me gustaría reflexionar en ella, pero quizás en unos puntos específicos.  Si pensamos en el hijo y lo que le pide al padre (su herencia) podemos pensar que en realidad el hijo le está diciendo al padre…. Padre tu estas muerto para mí, no quiero vivir contigo, no quiero saber más de ti, me importa más el dinero, dame mi parte y me voy…. Quizás es fuerte pensarlo de esa manera, pero eso es lo que él estaba diciendo en otras palabras.  Al pedir su parte de la herencia, la cual solo se da cuando una persona muere, el hijo estaba diciéndole al padre que ya no importaba para él.

¿Ahora piensa cuantas veces no les has dicho a Dios… ¿Padre estas muerto para mí, dame lo que me pertenece y no te necesito? ¿Cuántas veces les has dicho al Padre, yo puedo solo, yo quiero hacer las cosas a mi manera?

Más adelante vemos en la parábola que el hijo gasto todo el dinero, paso hambre al punto de buscar trabajo cuidando cerdos (el hijo prodigo era Judío y para los Judíos el cerdo es lo más vil o bajo que hay en el mundo, un trabajo de cuidar cerdos es lo más bajo que un Judío puede llegar) y tenía tanta hambre que quería comer la basura que les daban a los cerdos.  Pero reacciono, se dio cuenta que tenía un padre rico, y decide pedir perdón.  Estando lejos el padre lo ve y EL PADRE CORRE HACIA EL y lo perdona. Es importante pensar que el padre lo vio de lejos, lo cual me dice que el padre estaba siempre buscando, siempre esperando, siempre ansioso por su hijo, tanto que corrió hacia el hijo (los reyes en esos tiempos no corrían hacia las personas, eran muy importantes, las personas corrían hacia ellos, pero a este padre no le importo) lo perdono y lo restauro a miembro de la familia (un anillo).

¿Ahora piensa cuantas veces te ha perdonado Dios? Él está esperando, ansioso por verte para correr hacia ti y perdonarte, ponerte el anillo para que seas parte de la familia.  ¿Quieres ser perdonado?

El otro hermano o hijo mayor se molesta por que celebran el regreso de su hermano, pero nunca han celebrado que él ha estado presente sin falta.  Que él siempre ha sido el hijo “ejemplar”.

¿Ahora piensa cuantas veces has juzgado a otros porque son pecadores? ¿Cuántas veces piensas que por que estas en la iglesia, porque estas en grupos de oraciones, en grupos de estudios bíblicos, porque sigues los mandamientos, porque oras, porque rezas, porque vas a misa… que mereces algo de Dios, o piensas que los “otros” son pecadores porque no buscan de Dios como tú? Pídele a Dios que te ilumine para no tener una mentalidad como el hijo mayor.

Lo hermoso de nuestro Dios es que es misericordioso. Él está esperando verte cerca (no te obliga) para correr hacia ti, perdonarte, amarte y hacerte parte de la familia (ponerte el anillo).

Acéptalo y Búscalo…. Déjate Perdonar…. Déjate Amar

26 de marzo

 

San Lucas 18,9-14

En el evangelio de hoy, dos hombres suben al templo a orar. Es en la oración donde el corazón queda al desnudo. Al orar, el fariseo se hace el centro, y Dios sólo está para reconocer su rectitud. El fariseo es un religioso riguroso, un practicante fiel, íntegro, afiliado a una especie de escuela de oración y moral de estricta observancia.

 Le han enseñado a evitar el pecado, a multiplicar los sacrificios y las buenas obras, a practicar la ley, y lo hace tan bien que se enorgullece de hacerlo; está a mano con Dios, y Dios tan sólo tiene que hacerle justicia. Dios no necesita ser ya ternura y perdón. Basta con que sea justo. Todas las cualidades, que posiblemente tenga el fariseo, están como envenenadas por su orgullo. El amor propio desmesurado es capaz de estropear las más bellas realizaciones.

 

El publicano, al contrario, puesto lejos, no se anima a levantar su mirada al cielo, sino que se daba golpes de pecho. Es el ladrón público. Su oficio mismo era maldito: robaba por profesión, y en provecho del sistema que oprimía al pueblo, para “beneficio del ocupante opresor y pagano que además contaminaba con sus ídolos y prácticas inmorales”. Para los judíos del tiempo de Jesús, éste era un caso sin salida.

 

Jesús se enfrenta a la opinión de su tiempo, porque Dios es también el Dios de los desesperados. Dios da a todos su oportunidad, incluso a los más grandes pecadores. El publicano se da cuenta de su indignidad y mira a Dios, que puede salvarlo.

 

Es preciso que nuestras manos tendidas hacia Él sean unas manos vacías. La cuaresma con sus prácticas propias nos debe tener alerta a no caer en la tentación de ofrecer a Dios actos externos que tengan mas de justificación que de humilde reconocimiento de nuestra fragilidad. Sabernos amados y perdonados sin mérito alguno nos lleva a sentir la necesidad del amor de Dios.

 

La oración hecha con humildad nos permite reconocer la verdad sobre nosotros mismos. Ni hincharnos de orgullo, ni menospreciarnos. La humildad nos hace reconocer los dones recibidos y reconocer también los dones del otro. La humildad nos hace ser testigos, no de lo que hemos hecho, sino de la misericordia que el Señor ha hecho con cada uno de nosotros.

 

Nuestra oración no debe ser una técnica, un método, una fórmula sino un gran amor. En la oración, en la misericordia, en la caridad, en la preocupación por los demás, propias del corazón humilde, está el camino de nuestra justificación y salvación.

 

Estas 24 horas para el Señor las que nos convoca el Papa Francisco en oración y humilde reconocimiento de nuestra fragilidad sean con la Palabra de hoy, la sana disposición interior y la acción de la gracia que reconcilia un buen fruto del camino cuaresmal.

25 de marzo

 

San Lucas 1, 26-38)

Hoy, en el «alégrate, llena de gracia» (Lc 1,28) oímos por primera vez el nombre de la Madre de Dios: María (segunda frase del arcángel Gabriel). Ella tiene la plenitud de la gracia y de los dones. Se llama así: «llena de gracia» (saludo del Ángel.

Quizás con 15 años y sola, María tiene que dar una respuesta que cambiará la historia entera de la humanidad. San Bernardo suplicaba: «Se te ofrece el precio de nuestra Redención. Seremos liberados inmediatamente, si tú dices sí. Todo el orbe está a tus pies esperando tu respuesta. Di tu palabra y engendra la Palabra Eterna». Dios espera una respuesta libre, y "La llena de gracia", representando a todos los necesitados de Redención, responde: ¡ hágase! Desde hoy ha quedado María libremente unida a la Obra de su Hijo, hoy comienza su Mediación. Desde hoy es Madre de los que son uno en Cristo (cf. Gal 3,28).

Benedicto XVI decía en una entrevista: «[Quisiera] despertar el ánimo de atreverse a decisiones para siempre: sólo ellas posibilitan crecer e ir adelante, lo grande en la vida; no destruyen la libertad, sino que posibilitan la orientación correcta. Tomar este riesgo —el salto a lo decisivo— y con ello aceptar la vida por entero, esto es lo que desearía trasmitir». María: ¡he aquí un ejemplo!

Tampoco San José queda al margen de los planes de Dios: él tiene que aceptar recibir a su esposa y dar nombre al Niño (cf. Mt 1,20s): Jesús, "el Señor salva". Y lo hace. ¡Otro ejemplo

La Anunciación revela también a la Trinidad: el Padre envía al Hijo, encarnado por obra del Espíritu Santo. Y la iglesia canta: «La Palabra Eterna toma hoy carne por nosotros». Su obra redentora —Navidad, Viernes Santo, Pascua— está presente en esta semilla. Él es Emmanuel, «Dios con nosotros» (Is 7,15). ¡Alégrate humanidad.

Las fiestas de San José y de la Anunciación nos prepararan admirablemente para celebrar los Misterios Pascuales

24 de marzo

 

San Lucas 11,14-23

El estar con el Señor, estar con Él, estar con Jesús. Es una de las cosas principales que debiéramos de tener siempre en cuenta. El Señor en el Evangelio muchas veces nos pide que estemos con Él, desde el principio nos dice que llamo para que estuvieran con Él y, estando con Él, enviarlos a predicar con el poder de expulsar a los demonios. Su palabra también nos dice muchas veces que permanezcamos con Él diciéndonos “Sin mí no pueden hacer nada” o “Si Uds. permanecen en mí y yo en Uds. pidan lo que quieran y lo tendrán”.

Y hoy en el Evangelio el Señor nos dice “El que no está conmigo está contra mí…” Es muy fuerte lo que nos dice, pero muy real.

Jesús es claro. Cada uno de nosotros ¿considera que está con él? Mis actitudes, mi forma de pensar y actuar ¿demuestran que estoy con él? Las opciones que tomó siempre ¿son reflejos de mi unidad con el Señor?

Aprovechemos el tiempo de Cuaresma para meditar sobre esto: Estar con Él. Lo que significa, lo que implica, los frutos que se derivan de estar con el Señor. Es una gracia que todo el tiempo deberíamos pedir a Dios, estar con Él.

 

23 de marzo

 

San Mateo 5,17-19

La Palabra, siempre iluminando y orientando nuestros pasos en la vida y en este tiempo de Gracia, nos presenta hoy a Jesús en el Sermón del Monte.

Jesús se dirige a la multitud y a sus discípulos enseñándoles las bienaventuranzas, les dice, ustedes son la sal de la tierra y la luz del mundo, para luego como escuchamos hoy en el evangelio, presentarse como Aquel que viene a dar plenitud, consumar, llevar hasta sus últimas consecuencias la ley. Él no vino a anular la ley, sino a que se cumpla plenamente y quien la viva y enseñe a vivirla, será grande en el Reino de Dios

El tiempo de la cuaresma, es un tiempo de gracia, para volver a Jesús, reencontrarnos con Él y su mensaje y desde Él renovar y revitalizar nuestro discipulado, purificando el corazón y volviendo a lo esencial, a lo importante

A veces nuestro seguimiento a Jesús, nuestra vida cristiana se vuelve Light. Nos decimos buenos cristianos, pero acomodamos la Palabra y estilo de vida de Jesús a nuestra mediocridad o nos puede pasar también que sólo nos quedamos en preceptos y prescripciones, siendo muy duros con nosotros mismos y los demás y perdiendo el Espíritu que Jesús propone e invita.

Volver al Señor, es convertirse, cumplir los mandamientos y enseñar a vivirlos, llevar a plenitud las enseñanzas de la ley, volver a creer y vivir radicalmente y apasionados por la vida de Jesús. Volver a querer con toda la vida seguir sus huellas, llegar hasta “donde no puedas” con la confianza de que su Gracia basta para vivir lo que para muchos es imposible, el ir contracorriente, el seguir construyendo su Reino

Señor dame la gracia de reencontrarme contigo, porque es allí, en ese encuentro íntimo y personal contigo, en tu amor que salva y da vida, donde se renueva la experiencia y la certeza de que vale la pena seguir, vale la pena jugarse por el Reino.

22 de marzo

 

San Mateo 18,21-35.

En este tiempo de cuaresma, estamos invitados, llamados a volver nuestro corazón a Dios, sea por medio de la escucha de la Palabra, así como también por medio de los consejos propios de este tiempo, la oración, las privaciones voluntarias y la caridad. Convertirnos, volver nuestro corazón a Dios, es hacer nuestro corazón semejante al suyo.

La Palabra de este día, nos regala este diálogo entre Pedro y Jesús en el cual Pedro, pregunta: “¿Cuántas veces tengo que perdonar las faltas a mi hermano?” Jesús le responde, “no solo hasta siete veces, sino setenta veces siete” ampliando la respuesta con una parábola sobre el Reino… para terminar diciendo “lo mismo hará mi Padre celestial con ustedes sino perdonan de corazón a sus hermanos”

Vivimos y somos parte de una sociedad que reclama muchos derechos, lo cual está muy bien, pero que casi nunca respeta los derechos de los demás. Muchas veces reclamamos que nos perdonen, que nos tengan paciencia, es más muchas veces presumimos del perdón de Dios, incluso… pero la gran mayoría de las veces no perdonamos, nos enojamos y quedamos resentidos, no tenemos paciencia con nadie, es decir no perdonamos una…. Lo vivimos muchas veces en la escuela, en el trabajo, con nuestros compañeros, en el auto o en el tráfico, incluso a veces también en nuestras familias.

Qué bueno que podamos en este día, y cada día entrenar nuestro corazón en el perdón, pidiendo a Dios su gracia, y proponiéndonos siempre perdonar, siempre ser misericordiosos como el Padre.

21 de marzo

 

San Lucas 4,24-30

En este pasaje del evangelio Jesús se encuentra en la sinagoga leyendo el pasaje del profeta Isaías. Es entonces cuando la gente del pueblo lo cuestiona, siente rabia porque Jesús no había hecho ningún milagro en Nazareth como los que había hecho en Cafarnaún.

 Jesús responde “ningún profeta es bien recibido en su tierra”, frase que nosotros también usamos cuando nos sentimos incomprendidos. Lo cierto es que en el fondo ellos no aceptaban la nueva imagen de Dios que Jesús les comunicaba superando los límites de la raza de los judíos para acoger así a los excluidos y a toda la humanidad.

Para ayudarlos a superar el escándalo y entender el universalismo de Dios, Jesús usa dos historias bien conocidas en el Antiguo testamento: la de Elías quien fue enviado a la viuda extranjera de Sarepta y la otra la de Eliseo, enviado a atender al extranjero Sirio. Lucas nos muestra así lo difícil que es superar la mentalidad de privilegio y cerrazón.

Pidamos al Señor vivir siempre abiertos a la voluntad de Dios que quiere que todos los hombres se salven sin distinción de razas ni credos. Tengamos en cuenta que en nuestro tiempo la misión es “ser misericordiosos como el Padre” buscando llegar a todas las periferias existenciales.

También para la reflexión personal es importante preguntarse, ¿mi actitud es la de Jesús o la del pueblo de Israel? ¿Quiénes son los excluidos que deberíamos acoger mejor en nuestra comunidad?

 

 

19 de marzo

 

San Mateo 1, 16.18-21-24

San José tuvo el privilegio de ser esposo de María, de criar al Hijo de Dios y ser la cabeza de la Sagrada Familia. Es patrono de la Iglesia Universal, de muchísimas comunidades religiosas, instituciones y países, y de la ‘buena muerte’.

"José, hijo de David, no temas recibir a María, tu esposa, pues lo que en ella ha sido concebido es obra del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados" (Mt. 1, 20-21), dijo el ángel en sueños a San José, justo varón.

San José es conocido como el “Santo del silencio” porque no se conoce palabra pronunciada por él, sin embargo sí conocemos sus obras, su fe y amor, los que influenciaron en Jesús y en su santo matrimonio.

Dice una hermosa tradición popular que doce jóvenes pretendían casarse con María y que cada uno llevaba un bastón de madera muy seca en la mano. De pronto, cuando la Virgen debía escoger entre todos ellos, el bastón de José milagrosamente floreció. Los ojos de María, entonces, se fijaron en él. Por eso se le representa con un bastón o vara florecida en las manos.

Junto a Santa María, San José sufrió las vicisitudes que rodearon el nacimiento del Mesías, en especial que no los quisieran recibir en Belén la noche en que su amada esposa dio a luz. El Hijo de Dios, que fue encomendado a sus cuidados, tuvo que nacer en un establo y, a los pocos días, ser llevado fuera del país, rumbo a Egipto. Nada parecía seguro en la forma como su Hijo llegaba al mundo, todo lo contrario: José tuvo que encabezar la huida de la familia, como si hubiese cometido una falta o un delito, cuando lo único que quería era poner a Jesús a buen recaudo, lejos de la mano asesina de Herodes. Y con toda esa inseguridad, el buen José obedeció a Dios en todo y confió enteramente en la Providencia.

Como era un carpintero, no pudo darle lujo alguno a Jesús y, por el contrario, tuvo que hacerlo convivir con la pobreza. Sin embargo, el tiempo que le dedicó para atenderlo y enseñarle su profesión fueron más que suficientes para que el Señor conociera el cariño y la guía de un padre. Nada se guardó para sí, y todo lo dejó por Él. José supo comprender a su Hijo cuando su misión lo apremiaba, como aquella vez que se extravió y lo encontró enseñando en el templo. Hasta en eso José fue desprendido y generoso.

Los mejores años de su vida los pasó en contacto directo con Dios, ¡conviviendo bajo el mismo techo! ¡Cuántas veces su mirada debe haberse cruzado con la de Jesús! ¡Cuántas veces debe haberse quedado contemplando la grandeza de Dios en ese Jesús niño o adolescente mientras iba creciendo. ¡Cuántas veces deben haber hablado y compartido experiencias! Y es que Dios, en su humildad infinita, se dejó educar mansamente por José, mientras Él, Jesús, educaba a su propio padre en la tierra con sus palabras y sus gestos.

Hay mucho de maravilloso y ejemplar en San José para cualquier padre que quiera amar como Dios manda. Sin embargo, por ahora habrá que resaltar un último punto: San José es el Patrono de la buena muerte porque tuvo la dicha de morir acompañado y consolado por Jesús y María.

18 de marzo

 

San Mateo 21,33-43.45-46

El evangelio de este Viernes segundo de cuaresma nos presenta esa necesidad, ese deseo que pareciera tener todo ser humano en su corazón, que es la búsqueda del poder.

¡Para que nos cuidemos de esto!

Primero para que nos conozcamos, porque existe en todos nuestros corazones, esa búsqueda y a veces, oculta de poder, que muchas veces nos puede manejar, si nosotros realmente, no rezamos, no ponemos en manos de Dios.

Esa búsqueda que presenta el evangelio a través de: “Una viña” y a través de estos servidores que más que servidores querían ser propietarios, querían ser HEREDEROS de esa viña, terminan matando a quien estaba a cargo y luego, cuando el dueño envía a su propio hijo, tampoco lo respetan y sucede lo mismo. Muestra un poco también la histeria de la humanidad.

El envió que hace Dios Padre de su propio Hijo Jesucristo y como los hombres no  respetamos a Jesús

Como no tomamos conciencia de quien era. ¡Cómo no lo reconocimos!

Bajo la figura de estos viñadores, también podemos encontrarnos nosotros, que en el fondo buscamos el Reino de Dios, de hecho, el reino de Dios ya crece por el bautismo en nuestros corazones.

Pero no podemos cruzar nuestros brazos, porque si nos dejamos estar, comienza a crecer cizaña también en nuestros corazones, el mal toma también su lugar.

Por eso esa búsqueda oculta de poder, de querer APODERARNOS, de querer ser los dueños de la viña, eso no podemos dejar que ocurra.

Al contrario, cuando surjan estos sentimientos que cualquiera le puede ocurrir, ES IMPORTANTE REZAR, ofrecérselos a Dios, ponerlos en manos de Él, para que nos cambie ese deseo por algo que realmente vale la pena: SER  HEREDEROS DEL REINO.

No es lo mismo ser dueños, que herederos, aquí el único dueño es El Padre, El Padre que a través de su Hijo amado Jesucristo, nos invita a ser hijos, hijos en el Hijo. A ser herederos también de este reino.

Por eso la piedra angular es Jesucristo siempre y al no reconocerlo a Él, es imposible heredar el reino de los cielos.

 

 

17 de marzo

 

San Lucas 16,19-31

El evangelio de hoy es muy rico en toda su significación. Pero una de las cosas que más me cuestiona y me hace pensar y rezar hoy es ésta: el pobre Lázaro yacía a la entrada de la casa del rico

Me cuestiona la palabra: “yacía”. Uno se puede preguntar claro está cuánto tiempo habrá pasado el pobre Lázaro yacíendo en la entrada de la casa del rico. Lázaro, el pobre, lo único que ansiaba eran las migajas que caían de la mesa del rico. No quería otra cosa. Se conformaba solo con eso.

Y me parece que es fácil de primera condenar la actitud del rico: “No fue capaz de darle ni una migaja. No fue capaz de darle de comer”

Yo creo que ese ni es el pecado ni el problema del rico. Hay antes un pecado y un problema mayor a darle de comer, a ayudarlo en sus necesidades. El problema y el pecado en definitiva del rico radican en que nunca vio a Lázaro. Se pasó la vida sin mirar a quien yacía en su puerta. No pudo nunca bajar la mirada para ver a Lázaro.

 Y ese es sí el pecado. Lo otro, que también es pecado, vendrá después. Pero lo primero es no ver. Era tal el egoísmo de una vida centrada sobre sí, que el pobre hombre rico no es capaz de ver lo que sucede alrededor, ni siquiera en la puerta de su casa. Y tampoco lo veían los amigotes que se juntaban con él a darse las grandes comilonas. Alguno se lo hubiese hecho notar. No. Ninguno. Nadie. Todos pasan de largo.

Es uno de los grandes problemas de nuestra época: la indiferencia. Pasamos de largo. Nos amparamos a veces en los millones de prejuicios que tenemos o que la sociedad de consumo nos inventa para tener y adoptar. Pasamos de largo. Lo pienso desde el que se hace el dormido en el autobús o en tren para no darle el asiento a quien por derecho tiene que usarlo hasta convertir a nuestros hermanos, los pobres y marginados, en parte del paisaje urbano de nuestros pueblos y ciudades. Nos acostumbramos. Lo tenemos por común. Y ese creo que puede llegar a ser el pecado: pasar de largo por haberlos hecho parte del paisaje. Cosa común y normal y frente a quien nace la excusa: “yo no puedo hacer nada”.

La indiferencia es terrible. Porque nos endurece el corazón y nos achica la mirada. Hace que el prejuicio venza a la realidad y me encierre cada vez más en mí mismo. Que ponga rejas en el alma. De a poco el corazón enceguecido, duro, indiferente pone rejas, se enquista, se encierra. Nos gana el prejuicio y lo que esto acarrea. Nos hacemos insensibles al dolor, al sufrimiento, a la necesidad ajena. “Pasamos de largo” por la vida de los otros y a nosotros se nos “pasa la vida” con millones de excusas, en definitiva, para no amar.

Jesús no pasó de largo. Jesús bajó la mirada. Jesús se abajó todo él. Entonces a nosotros nos queda hacer lo mismo; Tocarlos. Abrazarlos. Y después sí. Darles de comer

 

 

16 de marzo

 

San Mateo 20,17-28

El Evangelio de Mateo que hoy la iglesia nos pone a reflexionar, repite en paralelo con marcos el evangelio del miércoles pasado, donde Jesús anuncia por tercera vez su pasión y en este anuncio vemos hoy como la madre de Zebedeo intercede pidiendo para sus hijos buenos puestos. Que en el reino a Juan y a Santiago los ponga en un buen lugar. El otro día decíamos que es una mirada miope, corta, de los discípulos y también la mamá de los Zebedeos, y también los otros diez, dice el texto, se indignan

Esto nos pasa seguido en nuestras vidas o en nuestras comunidades, no tiene que sorprendernos porque muchas veces puede pasarnos a nosotros o puede escuchar a algunos, que pro estar cerca de Jesús o ser cristianos creemos que "merecemos ciertos privilegios". Muchas veces escuchamos esto: "No hay derecho a sufrir esto porque es tan bueno y cristiano" o "no es justo que sufra así porque es tan cristiano o tan cristiana" o esperamos ser reconocidos o ser tenidos en cuenta. Muchas veces parece que ser cristiano da ciertos derechos frente otros o evitar ciertos sufrimientos por ser seguidores de Jesús.

Sin embargo, el evangelio nos recuerda que nuestro camino debe ser el camino de Jesucristo, y beber el cáliz nos lleva esta expresión a vivir la pasión de Jesús, que es vivir el servicio como Él lo vivió. La clave seria, entonces, la oportunidad entonces de Jesús para explicarles de nuevo a sus discípulos que el modo de pastorear y guiar o la responsabilidad será siempre sinónimo de servicialidad. Y se sirve de verdad cuando se ama, y así lo experimentamos, cuántos gestos en nuestra familia hemos recibido servicio de nuestros padres, porque nos aman. O la autoridad se gana haciéndose servicio, o haciéndose ofrenda porque se ama.

Vamos a pedirle a Jesús que nos ayude a amar y a servir como Él, que podamos poner nuestra vida al servicio de la vida, hasta el sacrificio de nosotros mismos por amor, porque a esto nos invita el Señor. A sus servidores la autoridad evangélica siempre se da, no como la del mundo, sino una autoridad que se pone al servicio y que se olvida a sí mismo justamente por amor como lo hizo Jesús.

 

15 de marzo

 

San Mateo 23,1-12

El evangelio de hoy, aparecen en esta parte de las Sagradas escrituras las relaciones que Jesús tenía con los escribas y con los fariseos, este evangelio tiene como 2 partes en un habla de los fariseos y los desenmascara, respecto a su actitud frente al reino y frente a él, y en un segundo lugar, nos habla de la oración, del dominio de nosotros mismos y de la caridad, que son los 3 puntos fundamentales de la cuaresma.

Jesús es el que nos enseña el camino de la autenticidad, el camino de la coherencia, que es lo que nos hace imagen y semejanza de Dios.

Jesús es el nuevo Adán, que se abre a Dios en fidelidad y entrega o también como María, la nueva Eva, que se abre a Dios en Fe y obediencia.

Que importante que nosotros también vivamos esto que Jesús le recrimina a los fariseos, desde la hipocresía y la vanidad y que nosotros seamos coherentes con aquello que nos enseña la palabra de Dios y por lo tanto el camino de la autenticidad es acogiendo y no conquistando, es descendiendo y no escalando, es creyendo y no dudando, es obedeciendo y no revelándonos, es sirviendo y no dominando, es compartiendo y no acaparando, y así pudríamos seguir, es personando y no odiando, es pacificando y no guerreando, es dando la vida y no quitándomela y quitándosela a otros, es decir, la clave de la coherencia en la vida cristiana es amando, es dejándonos amar y viviendo el amor.

El que ama se hace imagen y semejanza de Dios, el que da la vida por amor se convierte en un servidor de Dios y los hermanos, por eso preguntémonos hermanos que estamos hechos más fuertes que la muerte, la muerte que nos lleva al pecado, estamos hechos para la gracia, para vivir de tal manera que podamos realmente como Jesús, descubrir que en la entrega y en el servicio está la verdadera felicidad.

 

14 de marzo

 

San Lucas 6,36-38

El Evangelio de San Lucas se suele decir que es el Evangelio de la misericordia, de hecho, el capítulo quince trae tres parábolas que son verdaderas joyas y hablan precisamente de la misericordia. La parábola de la oveja perdida, la de la dracma o de la moneda perdida y la parábola del hijo pródigo, que es una preciosura. Algunos hablan que esta parábola más que denominarla del hijo pródigo habría que llamarla la parábola del padre misericordioso.

La misericordia divina es la apertura del corazón de Dios a la fragilidad, a la miseria del corazón humano; una apertura lúcida porque descubre hasta el fondo la intimidad del corazón, pero al mismo tiempo es una apertura, podríamos decir así, perdonadora, y un perdón que purifica, que renueva.

Es muy importante este mensaje de la misericordia en la Cuaresma, el tiempo que estamos viviendo, porque es una oportunidad para la purificación más honda del corazón, para la reconciliación con Dios, con los hermanos, para la renovación de toda la vida cristiana.

Nosotros, los hombres, somos beneficiarios de la misericordia divina, Él nos acoge siempre, nos perdona, toda vez que nosotros estamos dispuestos a recibir su gracia e ir a su encuentro.

Pero también somos imágenes vivas de Dios, y entonces, debemos reflejar la misericordia divina, y desde ahí podemos entender lo que Jesús nos propone hoy en el Evangelio: “Sean misericordiosos como el Padre de ustedes es misericordioso. No juzguen y no serán juzgados; no condenen y no serán condenados; perdonen y serán perdonados.”

Esto no significa que no debamos oponernos al mal, no significa tampoco que no debamos corregir a quien equivoca el camino, sino más bien está señalando que debemos evitar juicios definitivos e inapelables, y estar abiertos a la conversión, al cambio de los demás, estar dispuestos a perdonar y a dar una nueva oportunidad, así como Dios siempre está dispuesto a perdonarnos y permanentemente nos regala nuevas oportunidades.

En el Evangelio de San Mateo, cuando Jesús enseña el Padrenuestro, una de las peticiones dice “perdónanos como nosotros perdonamos a los que nos ofenden”, y como ampliando y reforzando esa enseñanza Jesús dice, agrega: “Si ustedes no perdonan, tampoco el Padre los perdonará”.

Por supuesto se supone, en nosotros y en los demás el arrepentimiento que implica la retractación de nuestras conductas equivocadas y el propósito sincero de cambiar, de intentar un cambio auténtico.

 

12 de marzo

 

San Mateo 5, 43-48

Seguimos escuchando a Jesús en el Sermón del monte, Él sigue formando a sus discípulos en este nuevo modo de amar a Dios y a los hermanos, este nuevo modo radical de vivir de aquellos que siguen las huellas de Jesús.

Ustedes han oído que se dijo, empieza diciendo hoy Jesús, ustedes están acostumbrados a amar a sus amigos y odiar a sus enemigos, pero yo les digo, continúa Jesús: Amén a sus enemigos, oren por los que los persiguen…sean perfectos como el padre celestial es perfecto.

El Señor no nos quiere solamente buenos, nos quiere Santos, perfectos, nos quiere y necesita parecidos a Él, parecidos al Padre. Quién ama siempre, fielmente, hasta dar la vida, nos invita y exhorta a ser como Él, a superar la comodidad del vivir como viven y sienten muchos, para vivir y sentir como siente y vive Jesús.

Es muy complicado, si lo miramos desde nosotros, amar como quiere Jesús, es difícil amar a los que nos odian, orar por quienes nos persiguen, nos sentimos débiles e incapaces, sin embargo, la gracia de Dios nos auxilia siempre, la vida de Jesús en nosotros es la que nos capacita para amar como Él nos Ama.

Ser perfectos, superar el comportamiento medio y bueno, no es otra cosa creo, que perdonar a quien me ofende, sin quedar resentido. Es hablar bien de todos y mal de nadie, aunque otros lo hagan incluso conmigo, es reconocer como hermano a quien piensa y vive distinto que yo, teniendo gestos fraternos incluso con aquellos que me desean y hacen mal. Es vivir y tratar bien, aunque todos los demás no lo hagan.

 

 

11 de marzo

 

San Mateo 5,20-26

 

El Evangelio de Hoy nos invita a tener un corazón grande, paciente, abierto, comprensible, formado. Un corazón que nos lleve a tener una mirada amplia que no se quede en lo negativo sino una mirada que nos lleve a buscar soluciones para la fraternidad, para llevarse bien y trabajar juntos.

Cuando el Evangelio de verdad está en el corazón la persona realmente es más comprensible, paciente y tolerante. Siempre está en búsqueda del bien y en búsqueda de soluciones. Repito un corazón en donde está bien arraigado el Evangelio es una persona que busca el bien y busca soluciones. Es una persona de esperanza y que no lo da todo por perdido. El Evangelio nos hace personas de diálogos y no personas cerradas. Personas que escuchan y comprenden.

Jesús en el Evangelio de Hoy nos dice “Ve a reconciliarte con tu hermano. Trata de llegar enseguida a un acuerdo con tu adversario, mientras vas caminando con él” ¿Qué significan para ti estas indicaciones? ¿Cómo es tu forma de ver las cosas? ¿A qué nos invita Jesús en este día? ¿Por qué hoy en día se hace muy difícil dialogar y no llegar a un acuerdo? ¿Soy de hablar y buscar espacios de diálogos? ¿Estoy interesado en el diálogo?

 

¡Que el Evangelio penetre más en nuestros corazones y nos haga personas como Jesús quiere! Personas abiertas, comprensibles, de diálogo. Personas de reconciliación.

10 de marzo

 San Mateo 7,7-12

Vamos a seguir en este día a lo que dice San Crisóstomo, que hace un comentario a esta Palabra del evangelio,  es un texto en el cual Jesús con mucha contundencia nos dice que el rezar no es una cuestión de lotería, sino que Dios siempre da al que pide, al que pide bien. Nos dice San Juan Crisóstomo:

"La oración es un arma poderosa, un tesoro indefectible, una riqueza inagotable, un puerto al amparo de las tempestades, un depósito de calma; la oración es la raíz, la fuente y la madre de bienes innumerables… Pero la oración de la que hablo no es mediocre, ni negligente; es una oración ardiente, surge de la aflicción del alma y del esfuerzo del espíritu. He aquí la oración que sube hasta el cielo… Escucha lo que dice el escritor sagrado en el salmo: " grité al Señor cuando estaba angustiado, y me libró".

El que reza así en su angustia podrá, después de la oración, gustar en su alma una gran alegría… Por "oración" entiendo, no la que es solamente con la boca, sino la que brota del fondo del corazón. Así como los árboles cuyas raíces se hunden profundamente no se quiebran ni arrancan, aunque el viento desencadene mil asaltos contra ellos, porque sus raíces están fuertemente arraigadas en las profundidades de la tierra, lo mismo las oraciones que salen del fondo del corazón suben al cielo con toda seguridad y no se devuelven por ningún pensamiento de falta de seguridad o de mérito. Por eso el salmista dice: "Desde lo hondo a ti grito, Señor" (Sal. 129,1) …

Después San Juan Crisóstomo nos hace ver como cuando nosotros compartimos nuestras dificultades con nuestros amigos, compañeros se nos aligera la carga. Dicen que la carga compartida se aligera y que las alegrías compartidas se multiplican. Entonces él después lleva esto a ¿qué pasa cuando nosotros compartimos con Dios nuestros sufrimientos, nuestros pesares y dolores? Él llena nuestro corazón de alivio y consuelo, nos sentimos acompañados y contenidos por Dios.

Por eso es una invitación preciosa de Jesús a no bajar los brazos en la oración, así como Moisés cuando estaba la lucha mantenía los brazos en alto y vencían, de esa misma manera nosotros no dejemos caer nuestros brazos (como signo de la oración) para que realmente seamos bendecidos por Dios. Esto que Jacob decía en la lucha con Dios: "No te soltaré hasta que me hayas bendecido". Este es el camino que debemos seguir los creyentes, no abandonar a Dios, constantemente rezar para que Dios nos bendiga y nos de aquello que sabemos que es bueno y que el quiere darnos.

 

9 de marzo

 

San Lucas 11, 29-32

En el Evangelio de San Lucas se nos invita a poner nuestra mirada en Jesucristo. Jesús frente a la multitud, mientras está apretujado, dice "es una generación malvada porque pide un signo y no se le dará otro signo que el de Jonás". El signo de Jonás, sabemos, Jesús está alertando, es un signo que los Ninivitas se convierten por la predicación de Jonás. Nínive es la capital de Siria, es un pueblo pagano y se convierte. También la Reina del Sur vino a escuchar la sabiduría de Salomón y Jesús dice: "Aquí hay alguien más grande que Salomón".

El paralelo del evangelio de Mateo hace otra explicación del signo que es la resurrección porque Jonás estuvo tres días y tres noches en el cetáceo, así estará el Hijo del hombre en el seno de la tierra. Este pueblo se cree muy seguro, el pueblo judío por ser el pueblo elegido, pero Dios avisa o anuncia que esto puede ser destinado a otros pueblos y a otras razas, porque Dios se complace de perdonar los pecados del que se arrepiente.

Por una parte, en primer lugar, si Jesús es más importante que Jonás, descubrir que la Palabra de Jesús tiene más fuerza. Entonces tenemos que preguntarnos cuando escuchamos la palabra si de verdad estamos abiertos para la conversión. Muchas veces estamos acostumbrados y como anestesiados, sin embargo, la Palabra debe ser asumida y recibida para ser vivida y hacerla carne en nuestras vidas.

Progresaremos en la conversión cuando en lo sencillo de cada día nos vamos esforzando por adecuar nuestra vida a la Palabra, para que nuestros actos manifiesten la Palabra del Señor.

Vamos a pedirle al Señor que realmente nos ayude con nuestra actitud, a liberarnos de todo lo que no es de Dios para realmente poder aferrarnos a la Palabra de Jesús, a dejarnos convertir, a descubrir su signo, que el signo es Jesucristo. Mirándolo a Él, escuchándolo a Él, no necesitamos nada más que seguirlo a Él. Que el Señor nos dé un deseo muy hondo y fuerte para convertirnos.

8 de marzo

 

San Mateo 6,7-15.

En el evangelio que hoy nos propone la Iglesia para meditar conmueve que Jesús le diga a sus discípulos como tienen que rezar; esto que le dice a los discípulos también nos lo dice a nosotros; la oración es parte de nuestra vida de discípulos, también sin duda nuestra necesidad de discípulos, porque la oración es experimentar nuestra condición de hijos que nos ponemos en la presencia del Señor y veamos nuestra vida confrontándola con el Evangelio.

Los discípulos se cuestionan sobre la oración porque lo ven a Jesús rezar; del evangelio escuchamos mucho contenido de la oración de Jesús y nos enseña a rezar, “cuando oren un día de estos no hablen mucho como hacen los paganos que por decir muchas cosas creen que serán escuchados, el padre sabe lo que necesitan, lo que quieren pedirle”.

A veces me cuestiono, me pregunto, cuando la gente habla mucho y hay comunidades, movimientos, que hablan y hablan, pero en el silencio y al ponernos en presencia del Señor ya estamos en comunicación con Jesús. El Padre sabe, digan esto “Padre nuestro que estas en el cielo…” este evangelio es para leerlo serenamente, como para rezar serenamente el Padre Nuestro, y situarnos cuando nosotros rezamos.

Cuando nos presentamos al Señor la primera actitud es la de un hijo que se acerca a su padre; cuando oren digan esto “Padre Nuestro” lo primero, la situación anterior es que soy su hijo. Debo hacer mi oración de un modo más desinteresado, creo que muchas veces pedimos mirándonos más a nosotros mismos, si estamos pidiendo por mi situación, por mi salud, por mi trabajo por mi familia, por mis amigos.

 La mejor oración es la que termina con esta disposición del corazón. Cuando pedimos a Jesús siempre, cuando pedimos una gracia, tenemos que decir “si es tu voluntad, si para nuestro bien, si esto es para tu gloria. La oración nos va preparando el corazón, nos va haciendo un corazón dócil para aceptar la voluntad del Padre.

 

 

 

7 de marzo

 

San Mateo 25,31-46

El evangelio de Mateo es exigente. Pone en boca de los protagonistas de su parábola, unas palabras que  sorprenden: ¿Cuándo te vimos enfermo y fuimos a verte? ¿Cuándo te vimos con hambre y no te asistimos?

 Resulta que Cristo estaba durante todo el tiempo en la persona de nuestros hermanos.

Es el mismo Jesús que en el día final será el pastor que divide a las ovejas de las cabras, o sea: será el juez que evalúa nuestra actuación. Jesús se identifica con las personas que encontramos en nuestro camino. De lo hacemos o dejamos de hacer con  los que nos rodean. Es una de las páginas más exigentes de todo el evangelio y además se entiende demasiado.

No podemos poner cara de tontos, o aducir que no lo sabíamos, porque Jesús ya nos avisó. Se nos pone delante el compromiso del amor fraterno como la mejor preparación para participar de la Pascua. Si se nos pide amar a los demás como nos amamos a nosotros mismos, el evangelio de hoy lo motiva de un modo muy serio. Nos dice Jesús: «cada vez que lo hicieron con ellos, conmigo lo hicieron; cada vez que no lo hicieron con uno de ellos, tampoco lo hicieron conmigo».

Tenemos que ir viendo a Jesús en la persona del prójimo. En la Eucaristía, con los ojos de la fe, no nos cuesta mucho descubrir a Cristo presente en el sacramento del pan y del vino. Nos cuesta más descubrirle fuera de misa, en el sacramento del hermano. Y sobre esto va a consistir la pregunta del examen final. Es bien concreto.

A Jesús a quien escuchamos y recibimos en la misa, es el mismo quien debemos servir en las personas con las que nos encontramos. «Al atardecer de la vida, como lo expresó san Juan de la Cruz, seremos juzgados sobre el amor» Y es un amor concreto: si hemos dado de comer, si hemos vestido al desnudo, visitado al enfermo, en fin, si hemos vivido la caridad fraterna. Al final de todo resultará que eso era lo único importante.