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8 de julio

 

San Mateo 9,14-17.

 

En el Evangelio de hoy Jesús, frente a los discípulos de Juan comienza a predicarles y a hablarles sobre la llegada de nuevos tiempos que tiene que ver con su misma presencia. Un nuevo tiempo que se indica con algunas imágenes, por ejemplo, la presencia del esposo que llega a la fiesta de bodas y por lo cual los amigos no pueden estar tristes. El género nuevo que no puede ser utilizado para remendar un vestido viejo. El vino nuevo que no se puede colocar en odres viejos.

 

 

Con la llegada de Jesús, se abre un tiempo novedoso, donde lo viejo ya no puede existir, porque la presencia de Jesús hace nuevas todas las cosas. Y se trata de esta manera de vivir con su presencia una fiesta verdadera, una fiesta donde todos estamos invitados, nadie queda excluido y donde el amor, la misericordia, el perdón, el bien común, serán los platos principales para que todos podamos compartir.

 

 

Te invito a que te sumes a esta nueva fiesta, hace que Jesús sea el centro de tu vida y también de tu corazón. Estoy seguro de que Él traerá nuevos horizontes, nuevas perspectivas, nuevos sueños, nuevos proyectos. Él hará que tu interior se encienda con nuevas luces. Si eres capaz de vivir la presencia de Jesús reinando en tu vida compartirás el gozo verdadero con los demás. No cabe duda de que todos somos responsables como cristianos, como hermanos en la Fe de poder hacer presente la alegría, sabiendo que Jesús siempre sale a nuestro encuentro para hacer presente el Reino de Dios en medio de nosotros.

 

Que en este día la alegría y la paz se instalen en tu corazón y puedas gozar de la del Resucitado.

7 de julio

 

San Mateo 9, 9-13

Este “sígueme” que escucha Mateo en lo profundo de su corazón, también resuena en el nuestro, es un llamado que Dios nos hace a cada uno de nosotros.

 

Y si bien Mateo era un recaudador de impuestos, bueno, Jesús no tiene problemas de llamar a cada persona, no importa su condición, no importa a qué se dedique, no importa cuales sean sus pecados, Dios tiene, podríamos decir así, debilidad por nuestras fragilidades, Él se enternece, hay ternura en Su corazón por cada uno de nosotros; de allí que los discípulos que no entendían esto, y sobre todo los fariseos se preguntaban por qué el Maestro come con publicanos y pecadores, con gente de mala reputación, podríamos decir hoy.

 

Y Jesús se lo deja bien claro: “no son los sanos los que tienen necesidad del médico, sino los enfermos”. Todo aquel que se siente necesitado de la gracia de Dios encuentra en Jesús un gran alivio, encuentra como una casa para penetrar en ella y encontrarse con el amor.

 

Por eso el llamado de Jesús es para aquellos que se sienten tristes, solos, pecadores, que creen que ya no hay esperanza en este mundo. Aquellos, por el contrario, que ya están llenos de la gracia de Dios, que han encontrado su camino, que viven a pleno su vocación, no es que no lo necesiten a Dios, porque Dios sostiene a todos, pero Dios siente predilección, tiene debilidad por aquellos que la están pasando mal; por lo tanto no dejes de rezar, no dejes de pedirle que derrame su gracia en tu vida, que te ayude a convertirte, a cambiar aquellas cosas que te cuestan.

 

 

6 de julio

 

San Mateo 9, 1-8

 

Muchos son los signos y milagros que se narran de Jesús en los evangelios. Como este que escuchamos en la lectura de hoy, la curación del paralítico de Mateo.

 

Sin embargo, tenemos que entender bien los signos y milagros de Jesús, para no malinterpretarlos o darles un sentido que no tienen.

 

El milagro como tal se orienta a otra cosa, a un sentido distinto del que tiene. Por eso es signo. De hecho, si uno se pone a pensar, Jesús no sanó a todos los enfermos, no purificó a todos los leprosos, no devolvió la vista a todos los ciegos de su época. Se narran algunas curaciones, signos y milagros. Es decir que Jesús no curó a todo el mundo.

 

Es como pasa en el evangelio de hoy. Jesús lo que hace primero es perdonar sus pecados. Y porque no le creen, hace que el paralítico camine. Si uno tuviese que responder la pregunta de Jesús, la respuesta es clara: es más fácil hacer caminar a un paralítico que perdonar los pecados. ¡Claro que sí! Pero nos cuesta verlo y creerlo. Nos cuesta aceptarlo. Nos cuesta vivirlo.

 

Es por eso que muchas veces, cuando rezamos, nos olvidamos de esto y queremos el milagro; nos fascina el signo; es como si quisiéramos luces de colores que deslumbren. Vamos a rezarle a los milagros de Dios. Y corremos el riesgo de olvidarnos del Dios de los milagros.

 

Y muchas veces también olvidamos que el milagro más grande que Jesús hace por todos nosotros es perdonar nuestros pecados, limpiarnos, purificarnos, sanarnos. ¡Hay más milagro en esto que en un enfermo que se cure! Porque es más grande la salvación que cualquier otra enfermedad. Lo más grande que hace Jesús por nosotros es salvarnos del pecado. Ahí está la Cruz. Ahí está la Pascua. Y ahí está entonces el sentido. Si Dios quiere concedernos salud, ¡gloria a Él! Pero no nos olvidemos que la destrucción del pecado, la oscuridad, el dolor y la muerte por la Pascua de Jesús es más grande que cualquier otra cosa sobre la faz de la tierra. ¡Él nos reconcilia! ¡Él nos salva! ¡Sin Él no podemos nada!

5 de julio

 

San Mateo 8,28-34

Ante la presencia de Jesús los demonios huyen, en la presencia de Jesús los demonios son expulsados. Por eso es muy importante que sepamos esto, si en nuestras vidas queremos que el mal no esté acudamos siempre a Jesús.

 

Parece simple lo que les digo, pero aunque no lo crean muchos de nosotros ante el mal nos quedamos quietos y es más antes de acudir a Dios le damos más poder al mal y le tememos.

 

Y al tener miedo nos paralizamos y no hacemos nada, no se hace nada como se ve en el Evangelio de Hoy, habían dos endemoniados y nadie hacía nada, estaban completamente excluido de la sociedad, una sociedad egoísta que antes de alegrarse por el bien de dos hermanos que Jesús había curado decidieron excluir a Dios al rogarle que se fuera de su territorio por estar enceguecidos por lo material, enceguecidos en el egoísmo, en el fondo enceguecidos por el demonio.

 

 En este momento podríamos preguntarnos si somos esa clase de persona. Qué me interesa más ¿el bien de las personas o sólo lo material? ¿soy una persona generosa? ¿pertenezco a esa sociedad materialista y egoísta que no le importa dejar excluida a las personas? ¿pertenezco a esta sociedad que deja de lado a Dios y lo excluye? Porque el mal que está en nuestra sociedad es el fiel reflejo de nuestros egoísmos.

 

Muchos de nosotros que creemos seguramente queremos que el mal no esté entre nosotros. Es por eso que tenemos que dejar entrar a Jesús en nuestras vidas, tenemos que dejar que Jesús entre a nuestros grupos, en nuestras comunidades y se afiance más. Tenemos que dejar que Jesús entre en nuestra sociedad. En la medida que cada uno de nosotros viva con Jesús, viva en la presencia de Dios el mal de nuestro alrededor será expulsada.

 

Aprendamos a vivir en la presencia de Jesús desde la oración, los sacramentos y sobre todo desde la generosidad. Que Jesús nos de la gracia de vivir siempre con él.

Que tengan una bendecida jornada.

4 de julio

 

San Mateo 8,23-27

 

Los gestos, las Palabras y acciones de Jesús, siguen asombrando no sólo a la multitud, sino también a los discípulos que habiendo dejado todo, lo siguieron.

 

Escuchamos hoy en el evangelio de Mateo, el relato de la tempestad calmada, Jesús sube a la barca, seguidos por sus discípulos, en medio del mar, se arma una gran tormenta y las olas cubren la barca y Jesús, duerme. Por eso los discípulos le gritan, “sálvanos, Señor, nos hundimos” Jesús les despertándose le dice, antes de increpar al viento, ¿por qué tienen miedo, hombres de poca Fe?

 

Sabemos que Mateo relee este acontecimiento como figura de la Iglesia, Ella atraviesa el mar tempestuoso de la historia con la presencia real y silenciosa de Jesús, y que aunque no la libera de miedos ni dificultades, pero nunca la deja sola. Sólo Él, Jesús, puede dormir en medio de la tormenta, porque descansa en el seno del Padre y se despierta en el poder de Dios, para Salvarnos, despertándonos a una vida nueva.

 

Que buena noticia, el saber, el creer que Jesús navega con nosotros, que no estamos remándola solos, que no estamos solos. Y que, si por alguna razón nos sentimos abandonados o solos, podemos también gritar: “Señor sálvanos.”

 

Que importante es también la reprensión del Señor, “hombres de poca Fe”, porque también a nosotros muchas veces nos cuesta creer, nos cuesta o no podemos verlo presente y porque creo que es también una invitación a afianzarnos más en Él, a ser audaces, constantes, perseverantes.

 

Santa Teresa de Jesús decía: «Si en medio de las adversidades persevera el corazón con serenidad, con gozo y con paz, esto es amor.»

 

Señor Jesús, aumenta nuestra Fe, aumenta nuestro amor, que podamos descubrirte en cada situación de nuestra vida, reconociéndote vivo y realmente presente, que podamos también acompañar a quienes se encuentran en medio de dificultades y miedos, siendo testigos y anunciadores de tu presencia siempre Fiel y Viva.

3 de julio

 

San Juan 20, 24-29

 

Cada 3 julio la Iglesia Católica celebra la Fiesta de Santo Tomás Apóstol, el sencillo pescador de Galilea a quien Jesús llamó para ser su discípulo. A él le debemos aquellas hermosas palabras que repetimos en misa frente a Dios Eucaristía: “Señor Mío y Dios Mío”; las que constituyen una auténtica profesión de fe. Tomás las pronunció ocho días después de que Jesús resucitó, cuando Jesús se apareció nuevamente a sus discípulos y lo invitó a meter su dedo en la llaga de su costado.

 

El Evangelio de San Juan da cuenta de la incredulidad de Santo Tomás ante lo testimoniado por los discípulos: "Hemos visto al Señor". Tomás dijo: "Si no veo en sus manos la señal de los clavos y no meto mi dedo en el agujero de los clavos y no meto mi mano en su costado, no creeré”.

 

Entonces, “… se presentó Jesús en medio estando las puertas cerradas, y dijo: «La paz con ustedes.». Luego dice a Tomás: «Acerca aquí tu dedo y mira mis manos; trae tu mano y métela en mi costado, y no seas incrédulo sino creyente». Tomás le contestó: «Señor mío y Dios mío».

La actitud inicial de Tomás refleja ciertamente sus dudas, incluso quizás hasta su decepción, porque él le había creído al Señor y confiaba en Él. Estaba lleno de desconfianza. Sin embargo, sus palabras finales saldan la cuenta. Tomás, con la ayuda de Cristo, logra vencer la falta de fe: “Señor Mío y Dios Mío”. Ahora está seguro de que es el mismo Jesús quien está enfrente, y que es verdadero Dios. Tomás fue el primero en reconocer plenamente la divinidad de Cristo resucitado.

 

Ese reconocimiento sella ese momento previo cuando, por este Apóstol, Jesús revela su naturaleza: “Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre sino por mí”, a propósito de que Tomás preguntara: “Señor, no sabemos a dónde vas, ¿cómo podemos saber el camino?”

 

Una vez que los Apóstoles fueron enviados por el Espíritu Santo a predicar la Buena Noticia a todas las naciones, Tomás se dirigió a Persia y sus alrededores, así como a Etiopía e India, donde la tradición da cuenta del final de su vida en el martirio.

1 de julio

 

San Mateo 8,5-17

Hoy el pasaje de san Mateo nos regala un par de encuentros del Señor con personas a quienes alivia. El primero el del sirviente del centurión, ante el pedido de su amo, Jesús le concede lo que pide y lo más significativo es va a valorar la actitud de fe de este hombre.

 

Tan importante este gesto que la fe que  la Iglesia nos lo ha dejado como expresión de toda la asamblea cada vez que celebramos la Misa antes de la comunión. Una buena ocasión esta para pensar qué calidad de encuentros con Jesús tenemos? Le presentamos las necesidades de aquellos con quienes compartimos la vida y la fe?

 

Si miramos el segundo gesto de Jesús hoy es con la suegra de Pedro. Llamativo el accionar de Jesús que con su gesto es capaz de reincorporar a la mujer y esta una vez de pie se pone a servirles. Si antes es con ocasión del pedido del centurión que Jesús cura a su servidor en este otro podríamos ubicarnos en el lugar de la suegra de Pedro.

 Por medio de otros Jesús llega hasta nosotros y nos reincorpora, nos pone de pie, nos devuelve la salud. Y no queda entonces preguntarnos: recuerdo momentos donde la presencia cercana de Jesús me ha dado vida? Cuáles? Y al ponerme de pie: me dispongo al servicio?.

 

Con una jornada intensa según este breve relato tenemos una buena experiencia de Jesús que al caer la tarde, sigue atendiendo a cuantos padecían todo tipo de males. Si ponemos la mirada en Él, siempre algo debemos reanimar. A veces trabajamos a reglamento, tenemos peros, en definitiva mezquindades. Sería bueno que hagamos nuestro el estilo de Jesús con lo que termina el evangelio de hoy: “El tomó nuestras debilidades y cargó sobre sí nuestras enfermedades” y a cuántos podríamos en el camino aliviar acercando el rostro de Jesús.

30 de junio

 

San Mateo 8,1-4

Queridos amigos, ya terminando este mes de Junio, se nos presenta el tema de: la lepra.

Alguien que, en el medio de la multitud, lo sigue a Jesús y se postra frente a Él le pide que lo cure, que lo purifique.

 

Jesús no duda ni un instante y extiende su mano y tocándolo, lo cura, queda purificado al instante: de esa lepra, de esa enfermedad que lo debe haber acompañado tanto tiempo.

 

Cuántas veces nosotros, en lo profundo del corazón tenemos heridas, sí, también, como esta lepra durante bastante tiempo, a veces toda la vida que, si no nos animamos a presentarle al Señor, como hizo este hombre, que se acercó y le pidió al Señor, se postró frente a Él, para que lo cure, bueno, si no tenemos esta actitud, de pedirle al Señor, de suplicarle, de rogarle la curación… ¡Y, podemos estar toda la vida con eso adentro.

 

La Gracia de Dios, no importa que sea, cual sea la herida, cual sea el pecado, aquello que nos detiene, que nos sirve como obstáculo y no nos permite seguir a Jesús, bueno, eso es lo que el Señor quiere que le entreguemos.

 

Pero Dios es tan respetuoso de nuestra libertad, que espera que nosotros nos acerquemos a Él para pedírselo.

 

No nos obliga, no nos impone nada, al contrario, para que esta salvación, esta sanación se de nosotros tenemos que responderle a ese primer llamado que nos ha hecho, que es un llamado de Amor, a que lo sigamos, a que trabajemos en su Reino, pero cuando vamos conociendo, descubrimos que tenemos muchas heridas adentro, temas no resueltos, bueno y eso es lo que hay que trabajar si queremos seguir creciendo y avanzando como discípulos del Señor.

 

Por eso, frente a la imagen de la lepra que nos presenta el evangelio de hoy, es importante ponernos a rezar. Leer la Escritura nuevamente, este “pedacito” de la Palabra de Dios, ponernos frente al Señor y ofrecerle aquellas cosas que nos estorban en la vida, que son obstáculos para acercarnos al Dios vivo y verdadero.

 

29 de junio

 

San Mateo 7,21-29

Estimados amigos,  nos encontramos contemplando a Jesús en el Evangelio. Y hoy, ya terminando el sermón del Monte, Jesús nos planta frente a una disyuntiva: ¿sobre qué queremos edificar nuestra vida? La edificaremos ¿sobre roca o sobre arena? Esta no es una pregunta más. Esta es una de esas preguntas que son fundamentales porque lo que está en juego no es, nada más ni nada menos, que ese precioso regalo que Dios puso en nuestras manos que es nuestra vida.

 

Nuestra vida no nos es dada como fruto del azar sino como el regalo más grande que Dios pudo habernos hecho, y como un don y una tarea. Dios tiene un sueño para cada uno de nosotros. Y ese sueño se nos es dado como don para que nosotros podamos descubrirlo. Y, al mismo tiempo, se nos es dado como tarea, como ese espacio en el que Dios necesita que nosotros pongamos nuestras manos, nuestra inteligencia, nuestros pies, nuestro corazón y todo lo que somos al servicio de ese sueño, para poder hacer de este mundo un mundo mejor.

 

Frente a todo esto, surge la pregunta: ¿Nos animamos a jugarnos el todo por el todo, en ese sueño maravilloso que Dios tuvo desde siempre para nosotros y que se llama vocación? ¿Nos animamos a plantar nuestra casa sobre roca? ¿Te tomas en serio tu amistad con Jesús? No te apures en contestar estas preguntas. Piénsalo. Porque si te animas a edificar sobre roca, va a ser lo mejor que puedes hacer. Va a ser difícil, pero Jesús siempre va a estar contigo para ayudarte a que puedas desarrollar tu vocación, para que puedas encontrar tu lugar en el mundo y poner al servicio de los demás esos dones que Dios te regaló.

28 de junio

 

San Mateo, 7,1530

San Ireneo, Padre de la Iglesia, fue obispo de la ciudad francesa de Lyon, una de las figuras más importantes de los primeros siglos de la Iglesia. Ireneo fue un autor prolífico y sus obras forjaron los cimientos de la teología cristiana en el esfuerzo por confrontar los errores y herejías originadas por el gnosticismo del siglo II.

Ireneo fue discípulo de San Policarpo, quien a su vez fue discípulo del Apóstol San Juan.

Su escrito principal lleva el nombre de “Contra las herejías”, texto que compila y desarrolla en 5 volúmenes las refutaciones a las doctrinas gnósticas aparecidas en los albores de la era cristiana.

El gnosticismo es una herejía muy antigua que plantea, en líneas generales, que la salvación del alma se obtiene a través de cierto “conocimiento” proveniente de la mezcla de diversas doctrinas, tradiciones y creencias religiosas -en las que se incluyen algunas verdades cristianas- acerca de los misterios del universo y de la naturaleza humana; de esta manera el gnosticismo alienta la perfección del ser humano pero sobre la base de posturas que son en el fondo incompatibles y contradictorias.

Los gnósticos caen en el error de “articular” un camino de perfección sin Dios, sin verdadera conversión, y además, relegando a los que considera no-iniciados; de manera muy semejante a como el New Age se manifiesta hoy en día.

San Ireneo nació en Asia Menor en la primera mitad del siglo II. Se desconoce la fecha de su nacimiento, pero se dice que podría haber sido alrededor del año 125. Recibió una educación esmerada y alcanzó un gran conocimiento de las Sagradas Escrituras y la filosofía. Por último, el mismo San Policarpo, obispo de Esmirna, fue su maestro y formador.

Durante la persecución de Marco Aurelio, Ireneo se mantuvo como sacerdote en la ciudad de Lyon. A la muerte de San Potino, quien murió martirizado, lo sucedió a este como obispo de la misma ciudad.

Durante la paz religiosa que siguió a la persecución de Marco Aurelio, el nuevo obispo repartió sus esfuerzos como pastor, misionero e intelectual cristiano.

La tradición de la Iglesia lo cuenta entre los mártires. Su fiesta se celebra el 28 de junio.

27 de junio

 

San Mateo 7,6.12-14

Nos encontramos en torno a la Palabra del Señor. En este día, el Evangelio nuevamente nos regala estas palabras que nos interpelan, que nos invitan a asumir un camino de seguimiento desde lo profundo, desde la entrega radical. Jesús comienza diciendo a los discípulos “No den cosas sagradas a los perros, ni arrojen sus perlas a los cerdos”.

El Reino de los cielos es algo sumamente importante que no debe ser dado u ofrecido a aquellos que no quieren recibirlo, o a quienes no se han abierto a la Gracia del Señor, que no han abierto el corazón para ser portadores de esta Buena noticia que el Señor nos regala.

Pero ese camino también implica una invitación que nos hace Jesús: “Todo lo que deseen que los demás hagan por ustedes, háganlo por ellos”.

Aquellos que nos sentimos llamados por el Señor a buscar el Reino de Dios y su justicia debemos estar atentos a servir a nuestros hermanos y a dar lo que esperamos que hagan por nosotros. Ya que la iniciativa, así como la tomó Jesús por nosotros y nos amó primero, también espera de nosotros una respuesta de amor.

Por eso, la misión tiene que ver con nuestro servicio, con la ley del Amor, del anuncio, de la denuncia de los Profetas ante las injusticias, ante la incomprensión de aquellos que no quieren escuchar la voz del Señor. Mostrándonos que el Camino es como una puerta estrecha por donde vamos a transitar para llegar al Reino de los cielos.

 Por eso, pidámosle al Señor que nos ayude a transitar el camino que nos lleva a la Vida en Abundancia y que podamos ser de esos pocos que, al encontrarlo, se han animado a anunciarlo y compartirlo con sus hermanos.

 

 

26 de junio

 

San Mateo 7,1-5

Estamos terminando el discurso de Jesús en el monte que comenzó con las Bienaventuranzas. Hoy se nos presenta una cuestión muy concreta: juzgar al otro. Cuantas veces nos dejamos ganar por hablar de los demás, de hacer juicios apresurados frente al otro, de criticar muchas veces sin tener demasiados fundamentos sobre lo que estamos diciendo. Y aun cuando tengamos los fundamentos, atentar contra la dignidad del que tengo a mi lado. Cuantas veces nos dejamos ganar con esta actitud en la cual nos hacemos jueces y nos ponemos como medida de todo.

Hoy Jesús nos recuerda que ese criterio que nosotros usamos para juzgar y medir a los demás, es el mismo que se usará para nosotros. Muchas veces nosotros estamos mirando el pequeño error del otro sin advertir el grande que tenemos. Hacernos jueces del hermano nos lleva a desviar la mirada de un juicio mucho más importante que es el que debemos hacer sobre nuestra propia vida para convertirnos.

No juzguemos para no ser juzgados, seamos capaces de dejar al lado el chisme, la habladuría, el comentario y la opinión apresurada, dejemos de lado ese creernos jueces de los demás para que podamos empezar a ver, más que lo que le falta al otro, lo bueno que hay en la vida del que tengo al lado mío.

 

Qué bueno sería que nos animáramos en primer lugar nosotros a callarnos frente a situaciones en que el comentario apresurado gana en las reuniones, y en medio de esas situaciones poner una mirada distinta buscando descubrir el bien de aquel al que muchas veces solo vemos desde una óptica demasiado negativa.

Los invito a que en este día nos ánimos a reconocer cuantas veces hemos criticado, juzgado, hemos comentado apresuradamente cosas sobre la vida de los demás. Le pedimos al Señor la capacidad de empezar a dar pasos para dejar de lado el juicio y poder ser más misericordiosos, como queremos que los demás sean con nosotros.

 

 

 

24 de junio

 

San Lucas 1, 57-66.80

 

San Juan Bautista es uno de los tres únicos que la Iglesia Católica conmemora el día de su nacimiento en lugar del día de su muerte. Las otras festividades son el nacimiento de Jesús y el de la Virgen María. Juan estaba destinado a tener un peso importante en el transcurso de la vida de Cristo y en el desarrollo del cristianismo en general, incluso antes de nacer.

 

El Evangelio de San Lucas cuenta que Isabel (la madre de Juan), anciana y estéril, cumplió sus deseos de tener descendencia después de que el arcángel Gabriel anunciase a Zacarías, su marido, que Isabel le daría un hijo y al que llamarían Juan. Meses más tarde, ya en cinta, Isabel recibió la visita de María, su prima. "El niño saltó de gozo en el seno de Isabel", relata este mismo evangelio.

 

Estos acontecimientos, considerados de una maravilla excepcional, hacen que la Iglesia considere a San Juan Bautista como anunciador de la venida de Dios y como su precursor.  Su nacimiento se celebra el 24 de junio, justo seis meses antes que Jesucristo. También es venerado en otras confesiones como el islam.

 

En su etapa adulta, Juan vivió como asceta en el desierto de Judá. Era el líder de una secta que, como muchas otras de la época, vaticinaban la llegada de un Mesías. El bautismo tenía una gran importancia en esta comunidad. No era una mera formalidad, el gesto implicaba un auténtico cambio en la forma de vivir y pensar. De ahí que se llamasen bautistas. Un día, Juan recibió en río Jordán a Jesús, quien le solicitó que le bautizase. "Soy yo quien debería ser bautizado por ti, ¿y tú vienes a mí?" (Evangelio de San Mateo, 3:14).

 

Desde ese momento, Juan se volvió admirador de Cristo y predicó sus hazañas, aunque por poco tiempo. Su mensaje inquietó a las autoridades romanas y Herodes ordenó su detención. poco después fue decapitado

23 de junio

 

San Mateo 6, 19-23

 San Mateo nos presenta una parte del Sermón de la Montaña con varias instrucciones complementarias a lo ya dicho por el Señor Jesús; hoy leemos las dos primeras y breves unidades, que son de carácter sapiencial  y que hablan de los auténticos valores, a través de dos imágenes: el tesoro y el ojo.

 La primera sentencia es el Tesoro en el cielo, contiene dos mandatos, uno positivo y otro negativo más un proverbio que justifica los dos mandatos. Se muestra un fuerte contraste entre tesoros corruptibles y tesoros incorruptibles, estos últimos se refieren a tesoros que ya se han experimentado como tales en esta vida, pero cuyo valor continúa en la eternidad, por ejemplo, honrar padre y madre o realizar acciones bondadosas (Eclo 20,30; 41,14).

 

 La segunda sentencia es El ojo sencillo, contiene una definición seguida de dos oraciones condicionales paralelas y opuestas (paralelismo antitético) y termina con una oración condicional final y abierta (Si la luz que hay en ti se oscurece ¡cuánta oscuridad habrá!). El ojo simple apunta a la pureza del corazón, resolución firme y lealtad íntegra, no con doble intención (ver Sant 1,7-8) por eso el discípulo, la discípula debe pedir y recibir esta integridad y armonía del alma como un don de Dios. En definitiva, si la orientación básica de la vida del cristiano, de la cristiana, su opción fundamental es sólida, “buena”, “sana”, los resultados, en su totalidad serán positivos.

 

 

pidámosle entonces a Jesús realmente tener un corazón transparente a la gracia de Dios, un corazón que realmente pueda llenarse de ese amor de Dios para contagiarlo, para darlo, para entregarlo a los demás.

 

 

22 de junio

 

San Mateo 6, 7-15

En el evangelio de hoy Jesús enseña a sus discípulos a rezar el Padrenuestro. Es una de las primeras oraciones que aprendemos cuando somos niños, sin embargo la más valiosa. Jesús nos invita a orar sin demasiadas palabras, como el hijo que habla con su papá: sin palabras complicadas ni grandes discursos, con la sencillez de quien sabe que su padre lo escucha y desea lo mejor para él.

 

Comparto  una pequeña reflexión para tener en cuenta:

No digas Padre, si cada día no te portas como un hijo.

No digas nuestro, si vives aislado en tu egoísmo.

No digas que estás en el cielo, si sólo piensas en las cosas terrenas.

No digas santificado sea tu nombre, si no lo honras.

No digas venga a nosotros tu reino, si lo confundes con el éxito material.

No digas hágase tu voluntad, si no la aceptas cuando es dolorosa.

No digas danos hoy nuestro pan de cada día, si teniéndolo tú, no te preocupas por la gente sin vivienda, sin medios,….

No digas perdona nuestras ofensas, si guardas rencor a tu hermano.

No digas no nos dejes caer en la tentación, si tienes la intención de seguir pecando.

No digas líbranos del mal, si no tomas parte activa contra el mal.

No digas amén, si no has tomado en serio las palabras del Padre Nuestro.

 

Le pedimos al Padre Dios que nos de la gracia de ser cada día más conscientes de nuestra condición de hijos amados suyos. Cuán diferente es la vida cuando sabemos que un papá grande nos cubre la espalda, que "el otro" no es otro cualquiera, sino hijo también amado por mi Padre.

 

 

21 de junio

 

21 de junio

San Mateo 6, 1-6. 16-18

La lectura del Evangelio de hoy procede del Sermón de la Montaña (Mateo 5-7), concretamente donde Jesús enseña sobre la limosna, la oración y el ayuno.  Muchas religiones reconocen la importancia de estas tres prácticas, por lo que Jesús no estaba presentando conceptos nuevos a sus oyentes.  Es probable que la multitud estuviera familiarizada con individuos que realizaban estas responsabilidades religiosas como demostraciones públicas de engrandecimiento propio.

 

Para ser claros, Jesús no le estaba diciendo a su audiencia (que nos incluye a nosotros) que evitara los actos religiosos asociados con estos practicantes públicos.  Todo lo contrario.  Nótese que Él dijo "cuando", no "si" hacen estas cosas, subrayando que estas son áreas importantes en las que todos deberíamos estar comprometidos. Jesús no abolió las leyes relacionadas con la caridad, la oración y el ayuno, sino que ofreció una comprensión más completa de cómo debían aplicarse.  Jesús había advertido (Mateo 5:20) "si vuestra justicia no es mayor que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos", así que quizá los versículos del Evangelio de hoy describen el nivel farisaico de justicia -aquel en el que las obras religiosas se realizan para gloria personal- que hay que superar.

 

Cuando me paro a pensarlo -y demasiado a menudo tengo que pararme a pensarlo- todas estas prácticas son muy, muy buenas para nosotros individualmente. Piensa en lo maravilloso que es el tipo de encuentro privado, apartado e íntimo con Dios que Jesús dirigió.  Nadie más está escuchando, así que puedes revelar tus miedos más profundos, tus pensamientos más desagradables, tus acciones más embarazosas.  No tienes que decir nada porque el Espíritu Santo ya sabe lo que debes rezar e intercede por ti (Romanos 8:26-27). 

20 de junio

 

San Mateo 5, 43-48

Seguimos escuchando a Jesús en el Sermón del monte, Él sigue formando a sus discípulos en este nuevo modo de amar a Dios y a los hermanos, este nuevo modo radical de vivir de aquellos que siguen las huellas de Jesús.

 

Ustedes han oído que se dijo, empieza diciendo hoy Jesús, ustedes están acostumbrados a amar a sus amigos y odiar a sus enemigos, pero yo les digo, continúa Jesús: Amén a sus enemigos, oren por los que los persiguen…sean perfectos como el padre celestial es perfecto.

 

El Señor no nos quiere solamente buenos, nos quiere Santos, perfectos, nos quiere y necesita parecidos a Él, parecidos al Padre. Quién ama siempre, fielmente, hasta dar la vida, nos invita y exhorta a ser como Él, a superar la comodidad del vivir como viven y sienten muchos, para vivir y sentir como siente y vive Jesús.

 

Es muy complicado, si lo miramos desde nosotros, amar como quiere Jesús, es difícil amar a los que nos odian, orar por quienes nos persiguen, nos sentimos débiles e incapaces, sin embargo la gracia de Dios nos auxilia siempre, la vida de Jesús en nosotros es la que nos capacita para amar como Él nos Ama.

 

Ser perfectos, superar el comportamiento medio y bueno, no es otra cosa creo, que perdonar a quien me ofende, sin quedar resentido. Es hablar bien de todos y mal de nadie, aunque otros lo hagan incluso conmigo, es reconocer como hermano a quien piensa y vive distinto que yo, teniendo gestos fraternos incluso con aquellos que me desean y hacen mal. Es vivir y tratar bien, aunque todos los demás no lo hagan.

 

 

19 de junio

 San Mateo 5, 38-42

Jesús nos dice hoy:  “Yo soy la luz del mundo, el que me sigue no anda a oscuras”, qué bueno es ir tras de Jesús.

 

En el Evangelio que la Iglesia nos propone hoy, se recuerda, de algún modo, la famosa ley del talión “ojo por ojo, diente por diente”; esta ley, a pesar de su dureza, ya limitaba la violencia de la venganza, no había que ir más allá de la ofensa recibida.

 

Pero la propuesta de Jesús es decididamente superadora, Él propone el rechazo de la venganza y de la violencia, y en su lugar propone que reine la misericordia, el perdón, el amor.

 

El lenguaje del Señor es exigente, por momentos desconcertante, tiene algunas expresiones que miran sobre todo a fijar la atención en el mensaje “si te golpean, si te abofetean en una mejilla, preséntale la otra”. No es que el Señor esté diciendo que nos dejemos atropellar, sino lo que está proponiendo es rechazar la venganza y la violencia. De hecho, cuando Jesús está en el proceso que va a concluir con su condena, nos dice el evangelista, que alguien en un determinado momento lo golpea y Jesús le pregunta a esa persona que lo ha abofeteado, “si he hablado mal, dime en qué he procedido mal, pero si no ha sido así, ¿por qué me pegas?”.

 

Es decir, la propuesta de Jesús mira al triunfo del amor, que no desconoce la justicia, pero se abre a la misericordia que supera la justicia, se abre al perdón. A veces nosotros hemos visto por allí estas expresiones “ni olvido, ni perdón”, pero el cristiano procura reconocer la verdad de los hechos, aun de los dolorosos, se esfuerza en la reparación necesaria de la justicia, pero se abre también al perdón misericordioso. Dice el apóstol San Pablo, escribiéndole a los colosenses, “el Señor los ha perdonado, hagan ustedes lo mismo”. Y después del perdón, purificar la memoria, es decir, no vivir de rencores, ni resentimientos que amargan la vida, sino en la misericordia y en el amor, que nos abren a la paz y a la alegría.