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26 de febrero

 

San Marcos 10, 13-16

Es un gran tesoro el que el Señor nos regala en este Evangelio en el cual nos muestra la predilección del amor inmenso que tiene Jesús como miembro de esta familia divina, Padre, el Espíritu Santo junto con Él, que aman realmente a los niños.

Esto basta abrir los ojos un poquito cuando caminamos en la calle, sobre todo nuestra querida tierra, y miramos cuantos niños hay; esto es un gran regalo que viene de lo Alto, viene del cielo. Dios realmente ama a la humanidad, ama al hombre que ha creado y por eso es que vemos tantos niños.

En este amar a los niños, de un modo particular es por esta sencillez con la que los niños se acercan, esa confianza es la que nosotros pedimos poder tener para nuestro vínculo con Dios.

Hoy quisiera también animarte a mirar esta primera parte donde están los apóstoles, porque antes de que lleguen los niños a poder percibir este cariño de Jesús para con ellos y después ser tomados en brazos y  bendecidos por El, se encuentra una dificultad que son los apóstoles que comienzan a alejarle a los niños y Jesús se enoja frente a esta actitud.

Y el Papa Francisco nos dice que como Iglesia debemos ser no una Iglesia controladora sino una Iglesia facilitadora, en vez de estar ahí coartando e impidiendo el acercamiento de las personas, que todos seamos vínculo, vehículo, que seamos puente, que ayudemos a todas las personas a encontrarse con Dios.

Que este doble mensaje del evangelio de hoy te pueda ayudar en este día a vivir más intensamente. Por una parte, este abandono en los brazos de Dios, por otro lado, hacer de todos nosotros  un vehículo, un puente de comunión entre todas las personas y Dios.