4 de diciembre, 10
San Mateo 9, 35.10,1.6-8
Hoy, la Iglesia celebra la Fiesta de San Juan Damasceno,
Doctor de la Iglesia y defensor de la veneración de imágenes y reliquias de los
santos. “Dado que ahora Dios ha sido visto en la carne y ha vivido entre los
hombres, yo represento lo que es visible en Dios”, escribió alguna vez
San Juan Damasceno nació en la ciudad de Damasco, capital de
Siria -”Damasceno” es su gentilicio-, y vivió entre los siglos VII y VIII.
Creció en el seno de una familia cristiana acomodada. Insatisfecho con la vida
en torno a lo político, ingresó al monasterio de San Sabas, cerca de Jerusalén.
Fue ordenado sacerdote y, sin apartarse de la ascesis propia de la vida
monacal, se dedicó también a la actividad literaria y pastoral.
Por aquel entonces, el emperador de Constantinopla, León el
Isaurio, prohibió el culto a las imágenes, influenciado por los “iconoclastas”
que acusaban a los católicos de idolatría. Los iconoclastas afirman -contra la
doctrina cristiana- que el uso de imágenes es superstición y que estas deben
ser destruidas. Por eso, se organizaban para quemarlas y perseguir a quienes
las veneraban.
San Juan Damasceno defendió la veneración de las imágenes en
sus tres “Discursos contra quienes calumnian las imágenes santas”. Allí
escribió: “Yo no venero la materia, sino al creador de la materia, que se hizo
materia por mí y se dignó habitar en la materia y realizar mi salvación a
través de la materia”... “¿No es materia el madero de la cruz tres veces
bendita? (...) ¿Y no son materia la tinta y el libro santísimo de los
Evangelios? ¿No es materia el altar salvífico que nos proporciona el pan de
vida? (...) Y antes que nada, ¿no son materia la carne y la sangre de mi
Señor?”.
San Juan Damasceno también defendió el culto a las reliquias
de los santos: "ante todo (veneramos) a aquellos en quienes ha habitado
Dios, el único santo, que mora en los santos, como la santa Madre de Dios y
todos los santos”.... “Estos son los que, en la medida de lo posible, se han
hecho semejantes a Dios con su voluntad y por la inhabitación y la ayuda de
Dios, son llamados realmente santos, no por naturaleza, sino por contingencia,
como el hierro al rojo vivo es llamado fuego, no por naturaleza sino por
contingencia y por participación del fuego. De hecho dice: ‘Seréis santos,
porque yo soy santo’”.
San Juan Damasceno murió a mediados del S. VIII. El Segundo
Concilio de Nicea (787) respaldó las tesis que defendió señalando que las
imágenes pueden ser expuestas y veneradas legítimamente porque el respeto que
se les muestra va dirigido a la persona que representan. El Papa León XIII lo
proclamó Doctor de la Iglesia Universal en 1890.