San Marcos 9, 2-13
Estamos ante la Transfiguración de Jesús. Jesús se
transfigura, se vuelve radiante, resplandeciente, como si hubiese resucitado.
Es una visión anticipada que nos hace de lo que será luego resucitado. A los
tres apóstoles predilectos, Pedro, Santiago y Juan, que son sus amigos más
íntimos, Jesús les hace experimentar la misteriosa escena de su manifestación
divina. Se oye la voz de Dios: «Éste es mi Hijo amado». Aparece envuelto en la
nube divina, con un blanco deslumbrante, como anticipando la victoria que
seguirá después de la cruz.
La voz de Dios invita a los discípulos a aceptar a Cristo
como el maestro auténtico: «Escúchenlo». Y hoy es una invitación a todos
nosotros, a escuchar a Dios. El protagonismo de Pedro también aparece resaltado
en esta escena. No es muy feliz su petición, primero se negaba a aceptar la
cruz. Ahora que está en momentos de gloria, quiere instalarse y hacer tres
carpas. El evangelista Marcos cuenta que no fue muy brillante la intervención
de Pedro diciendo que «no sabía lo que decía».
Nosotros creemos en Jesús Resucitado, que a través de la
cruz y la muerte ha llegado a su nueva existencia gloriosa. Son como las dos
caras de la misma moneda: la cruz y la gloria. Del otro lado de la cruz está la
gloria. Sabemos muy bien que «la pasión es el camino de la resurrección». No
todo termina en la muerte de Jesús. Después de la cruz viene la gloria. El
misterio de la gloria ilumina el camino de la cruz.
Esperemos que nuestra reacción ante este hecho no sea como
la de Pedro, que aquí quiere construir tres carpas y quedarse para siempre. Le
gusta el Tabor, con la gloria. Pero no quiere oír hablar del Calvario, con la
cruz. Acepta lo fácil, pero rehúye lo exigente. Así somos nosotros. Estamos
ante nuestro propio retrato. Pero no debemos ser así, tenemos que estar con
Jesús en las buenas y en las malas.
Recibimos la gran revelación de Dios cuando nos dice de
Jesús: «Éste es mi Hijo amado: escúchenlo». Cada día deberíamos escuchar la
Palabra de Dios, y más concreto la voz de Cristo en su evangelio como lo
estamos haciendo ahora. ¿Escuchamos de veras a Jesús como al Maestro que quiere
enseñarnos? ¿Le prestamos atención? ¿O lo que nos dice nos entra por un oído y
se nos va por el otro? ¿La escucha frecuente de lo que Jesús nos dice a través
de los evangelios va cambiando mi vida? Son preguntas que nos vamos haciendo
porque queremos crecer.