San Marcos 10, 17-27
Este evangelio nos habla de aquel joven interesado en la
vida eterna y se nos relata la difícil decisión que deben seguir todos los
que quieran ir detrás de Jesús en el camino de la vida. Él invita al hombre que
se le acerca a que deje toda su historia, que se libere de todo lo que lo tiene
atado y se lance a la aventura de la fe.
Esto que suena simple o fácil no se da de una sola vez.
Seguir a Jesús es un camino diario, constante, que solamente quienes puedan o
sepan enfocar la mirada en Él podrán transitar y permanecer. Todos los días,
usted y yo, necesitamos reencontrarnos con la Palabra que nos da Vida y
dejarnos transformar para poder así seguirlo.
Es un camino lento, muchas veces cuesta arriba. Porque nos
implica ceder a nuestras maneras de ver las cosas y a cambiar la forma de
pensar. Seguirlo a Jesús es asumir que Él sea quién lleva la delantera en
nuestras formas de pensar y de obrar. Y eso no es mágico ni se da en un
instante. Seguirlo es dejarnos modificar el corazón. Es dejarlo a Él que sea
nuestro “norte”, quién nos marque el camino a recorrer.
Obvio que eso da miedo, obvio que debemos ser pobres de alma
(Mt 5,3) para poder entrar en el Reino de los cielos que desde ahora podemos
vivir YA en la tierra si es que nos dejamos guiar por Él, quién es nuestro
Camino, Verdad y Vida (Jn 14, 6).
“Ven y sígueme” nos dice Jesús hoy. No tengamos miedo, Él
nos da todo y no nos quita nada. ¿Qué es lo que más te da miedo hoy? ¿Qué es lo
que te tiene paralizada o paralizado? ¿Qué tienes que enfrentar que te hace
renunciar a tu forma de pensar o de ver las cosas?