San Marcos 8, 14-21
Jesús no sólo se revela, se manifiesta, en sus gestos,
palabras y acciones a la multitud, sino que también lo hace con aquellos a
quienes llamó para estar con Él, sus discípulos. En este auto revelarse y en
este formar a los discípulos, Jesús se encuentra con las dificultades propias
del corazón del hombre, el enojo, las discusiones, la falta de comprensión, la
falta de memoria de aquellos que comparten de modo muy cercano su vida.
Hoy escuchamos el relato en el cual cruzando en la barca a
la otra orilla, los discípulos, no sólo habían olvidado el pan, sino que además
estaban discutiendo por esta cuestión, mientras Jesús intentaba enseñarles,
aconsejarlos. La discusión por olvidarse del pan, no les permitía escuchar al
Maestro, a Jesús.
Y Jesús dándose cuenta los reprende, les llama la atención,
porque tienen ojos y no ven, tienen oídos y no oyen, porque se olvidaron de la
multiplicación de los panes, porque una pequeñez, los hace perder de vista que
están con el Mesías.
¿Como puede ser, que a pesar de haber visto y oído, tal
milagro, los discípulos estén discutiendo porque no hay pan? Y bueno…estos
hombres estaban conociendo a Jesús, a quien admiraban y por quien abandonaron
todo, pero todavía faltaba camino…y La paciencia de Jesús es admirable, los
interpela, les llama la atención, e intenta que comprendan y vean.
Lo complicado y malo es que después de 2000 años, incluso
creyendo que es Dios, Señor y Salvador, estando en la misma barca, es decir la
Iglesia, sigamos en discusiones inútiles, sin ver, ni oír; lo triste es que
sigamos peleándonos entre nosotros, llámese critica, murmuración, divisiones y
que eso nos impida ver a Jesús, escucharlo.
Cuantas veces nuestras comunidades, nuestra misma vida, se
ve privada de crecer, de los milagros de Jesús, porque estamos peleándonos
entre nosotros por tonterías, mientras Jesús nos habla e invita a estar
atentos, a ver y oír, a recordar su obrar en nosotros, sus milagros y quien es
Él.