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2 de julio

San Mateo 9,14-17.

En el Evangelio de hoy Jesús, frente a los discípulos de Juan comienza a predicarles y a hablarles sobre la llegada de nuevos tiempos que tiene que ver con su misma presencia.

 Un nuevo tiempo que se indica con algunas imágenes, por ejemplo, la presencia del esposo que llega a la fiesta de bodas y por lo cual los amigos no pueden estar tristes. El género nuevo que no puede ser utilizado para remendar un vestido viejo. El vino nuevo que no se puede colocar en odres viejos.

Con la llegada de Jesús, se abre un tiempo novedoso, donde lo viejo ya no puede existir, porque la presencia de Jesús hace nuevas todas las cosas. Y se trata de ésta manera de vivir con su presencia una fiesta verdadera, una fiesta donde todos estamos invitados, nadie queda excluido y donde el amor, la misericordia, el perdón, el bien común, serán los platos principales para que todos podamos compartir.

Te invito a que te sumes a esta nueva fiesta, hace que Jesús sea el centro de tu vida y también de tu corazón. Estoy seguro de que Él traerá nuevos horizontes, nuevas perspectivas, nuevos sueños, nuevos proyectos. Él hará que tu interior se encienda con nuevas luces.

 Si eres capaz de vivir la presencia de Jesús reinando en tu vida compartirás el gozo verdadero con los demás. No cabe duda de que todos somos responsables como cristianos, como hermanos en la Fe de poder hacer presente la alegría, sabiendo que Jesús siempre sale a nuestro encuentro para hacer presente el Reino de Dios en medio de nosotros.

 

1 de julio


 San Mateo 9,9-13

Antropológicamente, cuando alrededor de una mesa se juntan las personas a compartir la comida, se están diciendo a sí mismas, que comparten un mismo destino. Sentarse alrededor de una mesa, es sentarse alrededor de un destino compartido, un destino común.

La mesa nos reúne alrededor de un objetivo común, de un camino que recorremos juntos. Jesús, se sienta a la mesa con publicanos y pecadores, dentro de los cuales está, al que hoy celebramos, al evangelista Mateo.

De allí la pregunta de los que “ven a Jesús con esta actitud sorprendente”: ¿Cómo es que Jesús se sienta a la mesa de pecadores y de publicanos? ¿Jesús entonces es un pecador y viene, más que a cambiar la historia, a reivindicar a los pecadores?

¡NO!, es mucho más que eso, Jesús, va a decir Pablo, se hace pecado por nosotros. Sin tener pecado asume nuestro pecado. Y nos muestra y amplía la mesa.

Los pecadores reciben la buena noticia, de que Dios se sienta a su mesa para mostrarnos una mesa distinta. La mesa de la dignidad que da el hecho de compartir un destino distinto de aquel, en el que nos asociamos para hacer el mal, ¡Y para hacernos mal!

Ojalá todos entendamos que alrededor de la mesa de Jesús, recibimos una visita que nos saca de aquellos lugares donde, las asociaciones que hacemos de nosotros no son de las mejores, son tantas veces ilícitas.

La mesa que Jesús nos ofrece y el pan compartido con Él, reivindica nuestro camino, nos pone en un sentido distinto.

Y una pregunta para terminar ¿con quién compartes la mesa?  ¿Cómo y de qué manera, esa mesa compartida, puede traducirse en una mesa mejor si se sienta Jesús?

 

30 de junio


 San Mateo 9, 1-8

El pueblo de Israel relacionaba, la desgracia y la enfermedad con el pecado. Dios, para ellos, pagaba aquí y ahora según la conducta personal o familiar. Esto era sumamente grave y peligroso. Si te sientes pecador como acusan los escribas, terminarás despreciando tu propia vida, renegando de ella, porque serás siempre malo y castigado por Dios.

Jesús, dice: «¡Animo hijo!, tus pecados están perdonados». No hay pecado que sea imperdonable porque no hay situación de la que el hombre no pueda salir. Nadie puede caer demasiado bajo para Dios. Por muy perdido que uno esté, por mucho que te desprecies a vos mismo, y no quieras saber nada más en la vida con los demás, Dios puede con todo eso. Jesús ya lo derroto en la cruz.

Y como para Dios el valor de un hombre no está en función de su pasado, sino de su futuro, de lo que puede alcanzar a ser, su pasado queda perdonado. Dios valora el futuro y perdona el pasado. Dios no juzga lo que hemos sido, sino lo que vamos a ser, mientras tengamos vida hay esperanza de crecimiento, de conversión y por tanto de perdón.

Y hoy también la iglesia celebra los protomártires, aquellos primeros cristianos que murieron por su fe.

Tanto el historiador pagano Tácito, en su obran Annales, como el Papa Clemente, en su Carta a los Corintios, testifican que muchos cristianos sufrieron martirio en medio de indecibles tormentos con la persecución desencadenada por el emperador Nerón después del incendio de Roma, en el año 64.

Algunos de ellos fueron quemados como antorchas humanas en los banquetes nocturnos, otros crucificados o echados como alimento de animales salvajes. Estos mártires murieron antes que San Pablo y San Pedro y son llamados "Los discípulos de los Apóstoles".

29 de junio


 San Mateo 8, 28-34

Ante la presencia de Jesús los demonios huyen, en la presencia de Jesús los demonios son expulsados. Por eso es muy importante que sepamos esto, si en nuestras vidas queremos que el mal no esté acudamos siempre a Jesús.

Parece simple lo que les digo, pero, aunque no lo crean muchos de nosotros ante el mal nos quedamos quietos y es más antes de acudir a Dios le damos más poder al mal y le tememos.

Y al tener miedo nos paralizamos y no hacemos nada, no se hace nada como se ve en el Evangelio de Hoy, había dos endemoniados y nadie hacía nada, estaban completamente excluido de la sociedad, una sociedad egoísta que antes de alegrarse por el bien de dos hermanos que Jesús había curado decidieron excluir a Dios al rogarle que se fuera de su territorio por estar enceguecidos por lo material, enceguecidos en el egoísmo, en el fondo enceguecidos por el demonio.

 En este momento podríamos preguntarnos si somos esa clase de persona. Qué me interesa más ¿el bien de las personas o sólo lo material? ¿soy una persona generosa? ¿pertenezco a esa sociedad materialista y egoísta que no le importa dejar excluida a las personas? ¿pertenezco a esta sociedad que deja de lado a Dios y lo excluye? Porque el mal que está en nuestra sociedad es el fiel reflejo de nuestros egoísmos.

Muchos de nosotros que creemos seguramente queremos que el mal no esté entre nosotros. Es por eso que tenemos que dejar entrar a Jesús en nuestras vidas, tenemos que dejar que Jesús entre a nuestros grupos, en nuestras comunidades y se afiance más. Tenemos que dejar que Jesús entre en nuestra sociedad. En la medida que cada uno de nosotros viva con Jesús, viva en la presencia de Dios el mal de nuestro alrededor será expulsada.

Aprendamos a vivir en la presencia de Jesús desde la oración, los sacramentos y sobre todo desde la generosidad. Que Jesús nos de la gracia de vivir siempre con él.

28 de junio


 San Mateo 8, 23-27

San Ireneo, Padre de la Iglesia, fue obispo de la ciudad francesa de Lyon, una de las figuras más importantes de los primeros siglos de la Iglesia. Ireneo fue un autor prolífico y sus obras forjaron los cimientos de la teología cristiana en el esfuerzo por confrontar los errores y herejías originadas por el gnosticismo del siglo II.

Ireneo fue discípulo de San Policarpo, quien a su vez fue discípulo del Apóstol San Juan.

Su escrito principal lleva el nombre de “Contra las herejías”, texto que compila y desarrolla en 5 volúmenes las refutaciones a las doctrinas gnósticas aparecidas en los albores de la era cristiana.

El gnosticismo es una herejía muy antigua que plantea, en líneas generales, que la salvación del alma se obtiene a través de cierto “conocimiento” proveniente de la mezcla de diversas doctrinas, tradiciones y creencias religiosas -en las que se incluyen algunas verdades cristianas- acerca de los misterios del universo y de la naturaleza humana; de esta manera el gnosticismo alienta la perfección del ser humano pero sobre la base de posturas que son en el fondo incompatibles y contradictorias.

Los gnósticos caen en el error de “articular” un camino de perfección sin Dios, sin verdadera conversión, y además, relegando a los que considera no-iniciados; de manera muy semejante a como el New Age se manifiesta hoy en día.

San Ireneo nació en Asia Menor en la primera mitad del siglo II. Se desconoce la fecha de su nacimiento, pero se dice que podría haber sido alrededor del año 125. Recibió una educación esmerada y alcanzó un gran conocimiento de las Sagradas Escrituras y la filosofía. Por último, el mismo San Policarpo, obispo de Esmirna, fue su maestro y formador.

Durante la persecución de Marco Aurelio, Ireneo se mantuvo como sacerdote en la ciudad de Lyon. A la muerte de San Potino, quien murió martirizado, lo sucedió a este como obispo de la misma ciudad.

Durante la paz religiosa que siguió a la persecución de Marco Aurelio, el nuevo obispo repartió sus esfuerzos como pastor, misionero e intelectual cristiano.

La tradición de la Iglesia lo cuenta entre los mártires. Su fiesta se celebra el 28 de junio.

27 de junio


 San Mateo 8, 18-22

En el Evangelio de hoy hay dos propuestas de seguimiento al Señor; un maestro de la ley que quería ser discípulo de Jesús, algo valioso, algo realmente digno se ser tenido en cuenta.

 Qué hermoso es esto para un joven, saber arriesgarse porque el hijo del hombre no tiene dónde reclinar la cabeza, qué lindo seguirlo en ese clima de austeridad, en ese clima de apertura a la novedad que trae Jesús.

La otra propuesta de seguimiento parte de un ciudadano común, podríamos decir así, el cual pide no desatender una urgencia, “deja que pueda enterrar a mi padre”, en realidad el sentido de esta expresión quiere decir, espera   hasta que yo ya no tenga responsabilidades con respecto a mi padre y entonces te seguiré. Jesús lo que pide es asumir la prioridad, la urgencia de una respuesta, porque lo más importante es el Reino, es Dios; a partir de Él todo cobra sentido, todo se recupera, con libertad, todo puede volverse una ocasión, un instrumento para encontrarse con Dios, a estar unido a Él.

El Señor hoy nos plantea un ideal de seguimiento, un ideal de prontitud en la respuesta, de generosidad, de vivir con sencillez, de estar abierto a la novedad que Él trae.

Y uno que si supo responder fue San Cirilo que celebramos hoy,  fue un hombre de carácter fuerte e impulsivo, pero a veces demasiado vehemente y aún violento. Hacia el 412, San Cirilo fue elevado a la sede de Alejandría, donde gracias a su intrepidez y labor, triunfó sobre la herejía, logrando sostener la fe de su Iglesia. Asistió como cabeza y representante del Papa Celestino, al Tercer Concilio General celebrado en Éfeso en el 431.

Se ha llamado a San Cirilo el Doctor de la Encarnación y los alejandrinos le dieron el título de Maestro del Mundo, mientras que el Papa Celestino lo nombraba "el generoso defensor de la fe católica" y "hombre apostólico".

Pero sin duda, tenemos que agradecerle la firme y inflexible posición que tomó con respecto al dogma de la Encarnación, sobre la cual, muchas corrientes adversas como la del Arzobispo de Antioquía, Nestorio, quien negaba la encarnación de Dios hecho hombre, se convirtieron en una verdadera amenaza de la Iglesia católica. Así, la firme defensa del santo sobre este dogma permitió que en nuestras generaciones no tengamos duda alguna sobe lo que debemos creer con respecto al misterio sobre la cual fundamos nuestra fe como cristianos.

Murió en el año 444, siendo proclamado Doctor de la Iglesia Universal en 1882.

25 de junio


 San Lucas 2, 41-51

Ésta fiesta está íntimamente vinculada con la del Sagrado Corazón de Jesús, la cual se celebra el día anterior, viernes. Ambas fiestas se celebran, viernes y sábado respectivamente, en la semana siguiente al domingo de Corpus Christi.

 Los Corazones de Jesús y de María están maravillosamente unidos en el tiempo y la eternidad desde el momento de la Encarnación. La Iglesia nos enseña que el modo más seguro de llegar a Jesús es por medio de María. Por eso nos consagramos al Corazón de Jesús por medio del Corazón de María.

La fiesta del Corazón Inmaculado de María fue oficialmente establecida en toda la Iglesia por el papa Pío XII, el 4 de mayo de 1944, para obtener por medio de la intercesión de María "la paz entre las naciones, libertad para la Iglesia, la conversión de los pecadores, amor a la pureza y la práctica de las virtudes". Esta fiesta se celebra en la Iglesia todos los años el sábado siguiente al segundo domingo después Pentecostés.

Después de su entrada a los cielos, el Corazón de María sigue ejerciendo a favor nuestro su amorosa intercesión. El amor de su corazón se dirige primero a Dios y a su Hijo Jesús, pero se extiende también con solicitud maternal sobre todo el género humano que Jesús le confió al morir; y así la alabamos por la    santidad de su Inmaculado Corazón y le solicitamos su ayuda maternal en nuestro camino a su Hijo. 

El Papa Juan Pablo II declaró que la conmemoración del Inmaculado Corazón de María, será de naturaleza "obligatoria" y no "opcional". Es decir, por primera vez en la Iglesia, la liturgia para esta celebración debe de realizarse en todo el mundo católico.

Entreguémonos al Corazón de María diciéndole: "¡Llévanos a Jesús de tu mano! ¡Llévanos, Reina y Madre, ¡hasta las profundidades de su Corazón adorable! ¡Corazón Inmaculado de María, ruega por nosotros!

24 de junio


 San Lucas, 15, 3-7

La Iglesia universal celebra hoy la Fiesta del Sagrado Corazón de Jesús, a pedido explícito del mismo Cristo a Santa Margarita María de Alacoque.

San Juan Pablo II decía que “esta fiesta recuerda el misterio del Amor que Dios alberga por los hombres de todos los tiempos”.

“Te pido que el primer viernes después de la octava del Corpus se celebre una fiesta especial para honrar a mi Corazón, y que se comulgue dicho día para pedirle perdón y reparar los ultrajes por él recibidos durante el tiempo que ha permanecido expuesto en los altares”, expresó el Señor a Santa Margarita en junio de 1675.

“También te prometo que mi Corazón se dilatará para esparcir en abundancia las influencias de su divino amor sobre quienes le hagan ese honor y procuren que se le tribute”, añadió.

Más adelante Santa Margarita con el jesuita San Claudio de la Colombiere, su director espiritual, propagarían los mensajes del Sagrado Corazón de Jesús.

Posteriormente, el papa Pío IX en 1856 extendió oficialmente la Fiesta del Sacratísimo Corazón de Jesús a toda la Iglesia. En 1899, el Papa León XIII publicó la encíclica “Annum Sacrum” sobre la consagración del género humano al Sagrado Corazón de Jesús, que se realizó ese mismo año.

San Juan Pablo II en su pontificado estableció que en la Fiesta del Sagrado Corazón de Jesús se realice la Jornada Mundial de Oración por la santificación de los sacerdotes.

Muchos grupos, movimientos, órdenes y congregaciones religiosas, desde antiguo, se han puesto bajo la protección del Sagrado Corazón de Jesús. En Roma se encuentra la Basílica del “Sacro Cuore” (Sagrado Corazón) construida por San Juan Bosco por encargo del Papa León XIII y con donaciones de fieles y devotos de varios países.

23 de junio


 (Nota: por coincidencia  mañana se celebra el sagrado corazón de Jesús, por eso  la iglesia ha trasladado la fiesta de San Juan para hoy 23.

San Lucas 1, 57-66.80

San Juan Bautista es uno de los tres únicos que la Iglesia Católica conmemora el día de su nacimiento en lugar del día de su muerte. Las otras festividades son el nacimiento de Jesús y el de la Virgen María. Juan estaba destinado a tener un peso importante en el transcurso de la vida de Cristo y en el desarrollo del cristianismo en general, incluso antes de nacer.

El Evangelio de San Lucas cuenta que Isabel (la madre de Juan), anciana y estéril, cumplió sus deseos de tener descendencia después de que el arcángel Gabriel anunciase a Zacarías, su marido, que Isabel le daría un hijo y al que llamarían Juan. Meses más tarde, ya en cinta, Isabel recibió la visita de María, su prima. "El niño saltó de gozo en el seno de Isabel", relata este mismo evangelio.

Estos acontecimientos, considerados de una maravilla excepcional, hacen que la Iglesia considere a San Juan Bautista como anunciador de la venida de Dios y como su precursor.  Su nacimiento se celebra el 24 de junio, justo seis meses antes que Jesucristo. También es venerado en otras confesiones como el islam.

En su etapa adulta, Juan vivió como asceta en el desierto de Judá. Era el líder de una secta que, como muchas otras de la época, vaticinaban la llegada de un Mesías. El bautismo tenía una gran importancia en esta comunidad. No era una mera formalidad, el gesto implicaba un auténtico cambio en la forma de vivir y pensar. De ahí que se llamasen bautistas. Un día, Juan recibió en río Jordán a Jesús, quien le solicitó que le bautizase. "Soy yo quien debería ser bautizado por ti, ¿y tú vienes a mí?" (Evangelio de San Mateo, 3:14).

Desde ese momento, Juan se volvió admirador de Cristo y predicó sus hazañas, aunque por poco tiempo. Su mensaje inquietó a las autoridades romanas y Herodes ordenó su detención. poco después fue decapitado

22 de junio


 San Mateo 7,15-20

Hay alumnos que se quejan de que algunos de sus profesores no se explican bien y que por lo tanto no les llega ni entienden la verdad que quieren transmitirles. No es el caso de Jesús. Tenía sus recursos pedagógicos para que su mensaje lo entendiesen todos a los que se dirigía. Uno de esos recursos son las parábolas.

Algunas de ellas de carácter agrícola, dada la sociedad en la que vivió Jesús. Es el caso de la parábola de sembrador, que unos versículos más adelante al pasaje de hoy se la explican a sus discípulos y a nosotros en todos sus puntos. Allí debemos ir. 

La principal enseñanza de esta parábola es que en la vida de cualquier cristiano entran en juego dos elementos: en primer lugar, la semilla, la palabra de Dios, el mismo Jesús… que, de una manera u otra, llega a sus oyentes, llega hasta nosotros.

En segundo lugar, de cada uno de nosotros va a depender que se pierda tan extraordinaria semilla o dé fruto en distinta medida en la cosecha. No defraudemos a Jesús, y acojámosle en nuestro corazón para que dé los frutos que él desea en nuestra vida.

A lo largo de la vida nos vamos encontrando con multitud de personas que nos ofrecen de todo: placeres, amistad, facilidades, riquezas, sentimientos, diversión, amor, conocimientos… Muchos de ellos sinceros pero otros…

Debemos saber discernir entre los falsos profetas, entre esos lobos con pieles de cordero y los que verdaderamente nos acercan a Dios. La Historia está llena de ejemplos.

 Cuántas veces hemos creído en la bondad de unas palabras, de un pensamiento, y al final nos hemos dado cuenta de que detrás de una hermosa apariencia lo que había eran oscuros intereses.

Movimientos políticos, corrientes filosóficas, sectas de todo tipo que, al final, nos han mostrado su verdadera cara, sus frutos. Y no es sencillo distinguir el grano de la paja en muchas ocasiones. Hoy el Señor Jesús nos da un criterio sencillo y concreto para discernir quienes son los verdaderos profetas, los que nos encaminan hacia el Reino de Dios. “Por sus frutos los conocerán”.

 

21 de junio


 San Mateo 7,6.12-14

En este día, el Evangelio nuevamente nos regala estas palabras que nos interpelan, que nos invitan a asumir un camino de seguimiento desde lo profundo, desde la entrega radical. Jesús comienza diciendo a los discípulos “No den cosas sagradas a los perros, ni arrojen sus perlas a los cerdos”.

El Reino de los cielos es algo sumamente importante que no debe ser dado u ofrecido a aquellos que no quieren recibirlo, o a quienes no se han abierto a la Gracia del Señor, que no han abierto el corazón para ser portadores de esta Buena noticia que el Señor nos regala.

Pero ese camino también implica una invitación que nos hace Jesús: “Todo lo que deseen que los demás hagan por ustedes, háganlo por ellos”. Aquellos que nos sentimos llamados por el Señor a buscar el Reino de Dios y su justicia debemos estar atentos a servir a nuestros hermanos y a dar lo que esperamos que hagan por nosotros.

Ya que la iniciativa, así como la tomó Jesús por nosotros y nos amó primero, también espera de nosotros una respuesta de amor.

 Por eso, la misión tiene que ver con nuestro servicio, con la ley del Amor, del anuncio, de la denuncia de los Profetas ante las injusticias, ante la incomprensión de aquellos que no quieren escuchar la voz del Señor.

 Mostrándonos que el Camino es como una puerta estrecha por donde vamos a transitar para llegar al Reino de los cielos. Por eso, pidámosle al Señor que nos ayude a transitar el camino que nos lleva a la Vida en Abundancia y que podamos ser de esos pocos que, al encontrarlo, se han animado a anunciarlo y compartirlo con sus hermanos en este día y a lo largo de la semana.

Hoy es la fiesta también   de San Luis Gonzaga, patrono de la juventud cristiana y protector de los jóvenes estudiantes, quién pasó por muchos sufrimientos en la vida  que tuvo que experimentar, hasta que escuchó un “llamado especial”.

20 de junio


 San Mateo 7,1-5

Estamos terminando el discurso de Jesús en el monte que comenzó con las Bienaventuranzas. Hoy se nos presenta una cuestión muy concreta: juzgar al otro.

 Cuantas veces nos dejamos ganar por hablar de los demás, de hacer juicios apresurados frente al otro, de criticar muchas veces sin tener demasiados fundamentos sobre lo que estamos diciendo.

Y aún cuando tengamos los fundamentos, atentar contra la dignidad del que tengo a mi lado. Cuantas veces nos dejamos ganar con esta actitud en la cual nos hacemos jueces y nos ponemos como medida de todo.

Hoy Jesús nos recuerda que ese criterio que nosotros usamos para juzgar y medir a los demás, es el mismo que se usará para nosotros. Muchas veces nosotros estamos mirando el pequeño error del otro sin advertir el grande que tenemos. Hacernos jueces del hermano nos lleva a desviar la mirada de un juicio mucho más importante que es el que debemos hacer sobre nuestra propia vida para convertirnos.

No juzguemos para no ser juzgados, seamos capaces de dejar al lado el chisme, la habladuría, el comentario y la opinión apresurada, dejemos de lado ese creernos jueces de los demás para que podamos empezar a ver, más que lo que le falta al otro, lo bueno que hay en la vida del que tengo al lado mío.

Qué bueno sería que nos animáramos en primer lugar nosotros a callarnos frente a situaciones en que el comentario apresurado gana en las reuniones, y en medio de esas situaciones poner una mirada distinta buscando descubrir el bien de aquel al que muchas veces solo vemos desde una óptica demasiado negativa.

Los invito a que en este día nos animemos a reconocer cuantas veces hemos criticado, juzgado, hemos comentado apresuradamente cosas sobre la vida de los demás. Le pidamos al Señor la capacidad de empezar a dar pasos para dejar de lado el juicio y poder ser más misericordiosos, como queremos que los demás sean con nosotros.

 

 

18 de junio


 San Mateo 6,24-3

Jesús habla de que no podemos servir a dos señores, porque si intentásemos este servicio, de este modo despreciaríamos a uno, tendríamos cariño por el otro, o tendríamos más dedicación y esfuerzo con el primero y no tanto con el segundo, y el Evangelio termina diciendo que no podemos servir a Dios ni al dinero.

Y después, de manera extensa, la Palabra va relatándonos que implica este servir a un solo señor, este tener a Dios como verdadero centro de nuestro corazón, Dios y su Reino, porque con la frase final nos indica todo lo que quiere enseñarnos: “Busquen el Reino de Dios y su justicia y lo demás vendrá por añadidura.

En realidad, cuando nosotros analizamos un poquito el Padrenuestro que Jesús nos enseñó a rezar, vemos que esta enseñanza que Jesús nos da hoy está grabada en él. En la primera parte del Padrenuestro le pedimos al Padre que su nombre sea santificado, que venga su Reino y se haga Su voluntad; y en la segunda parte le pedimos las necesidades nuestras más ordinarias: tener el pan diario, tener su perdón, también vivir en paz con nuestros hermanos y no caer en el pecado.

“No se puede servir a dos señores”, esto es algo que atraviesa hondamente la enseñanza de Jesús. Cuantas veces nosotros estamos afanados detrás de las cosas, del trabajo, del dinero, afanados pendientes de como llegamos a terminar el mes y en realidad no ponemos esta atención a las cosas de Dios, a las cosas de los más necesitados, no ponemos nuestra atención para ver cómo están los que más sufren, los que están en las periferias existenciales como dice el Papa Francisco. No estamos tan atentos a rezar mejor, a dedicarle este tiempo sólido en nuestros días al encuentro con Él. No estamos tan atentos a la celebración de la Eucaristía del Domingo, por ejemplo.

Esta es la invitación de la Palabra para este día, que pongamos primero lo primero y luego lo demás, no quiere decir “despreocuparse” de las cosas que nosotros todos los días debemos atender.

Por eso la invitación de este Evangelio es preciosa, ojalá podamos llevarlo cada vez más a la práctica. No se agobien, no se preocupen por el mañana que a cada día le bastan sus disgustos, ustedes ocúpense del Reino de Dios y lo demás les será dado por añadidura.

17 de junio


 San Mateo 6,19-23

Cuántas veces, incluso sin darnos cuenta, vamos poniendo nuestras seguridades, nuestro corazón, en las cosas materiales, como el conseguir un buen trabajo, mejorar el auto, hacer más cómoda la casa, vestirnos mejor, conseguir el último celular… Todas cosas buenas.

 Pero que no merecen que les dediquemos más tiempo del que les corresponde. Y, ciertamente, no merecen nuestro corazón. Y sin embargo, ¿cuánto tiempo de nuestros pensamientos se llevan? ¿Cuánto de nuestro tiempo lo invertimos en esas cosas, en lugar de invertirlo en las que realmente valen la pena?

“No acumulen tesoros en la tierra”, nos dice hoy Jesús. Y es que al cielo no nos llevamos nada. Nada más que las virtudes. Nada más que la satisfacción de haber vivido esta vida en plenitud, en santidad. Nada más que el amor que sembramos y que nos animamos a recibir.

Pero lo más triste no es que solo estemos dejando de acumular tesoros para el cielo. Sino que… ¡ni siquiera estamos viviendo a fondo nuestra vida en esta tierra!

Para valorar las cosas como corresponde tenemos que purificar nuestra mirada. Si no vemos que en este mundo todo pasa, todo es vanidad, todo es aire… ¿cómo vamos a valorar las cosas definitivas, las cosas que son tesoro del cielo?

Donde está tu pensamiento, ahí está tu corazón. Donde está tu corazón, ese es tu tesoro.

¿Qué se lleva la mayor parte de tus pensamientos, a lo largo del día?

16 de junio

San Mateo 6,7-15.

En el evangelio que hoy nos propone la Iglesia para meditar conmueve que Jesús le diga a sus discípulos como tienen que rezar; esto que le dice a los discípulos también nos lo dice a nosotros; la oración es parte de nuestra vida de discípulos, también sin duda nuestra necesidad de discípulos, porque la oración es experimentar nuestra condición de hijos que nos ponemos en la presencia del Señor y veamos nuestra vida confrontándola con el Evangelio.

Los discípulos se cuestionan sobre la oración porque lo ven a Jesús rezar; del evangelio escuchamos mucho contenido de la oración de Jesús y nos enseña a rezar, “cuando oren un día de estos no hablen mucho como hacen los paganos que por decir muchas cosas creen que serán escuchados, el padre sabe lo que necesitan, lo que quieren pedirle”.

Digan esto “Padre nuestro que estas en el cielo…” este evangelio es para leerlo serenamente, como para rezar serenamente el Padre Nuestro, y situarnos cuando nosotros rezamos.

Cuando nos presentamos al Señor la primera actitud es la de un hijo que se acerca a su padre; cuando oren digan esto “Padre Nuestro” lo primero, la situación anterior es que soy su hijo. Debo hacer mi oración de un modo más desinteresado, creo que muchas veces pedimos mirándonos más a nosotros mismos, si estamos pidiendo por mi situación, por mi salud, por mi trabajo por mi familia, por mis amigos.

 Jesús solo pide que recen esto “Padre Nuestro Santificado sea tu nombre, venga a nosotros tu reino, hágase tu voluntad…”; después va a pedir otras cosas como darnos el pan de cada día, perdona nuestras ofensas, no nos dejes caer en la tentación; pero primero nos ayuda a pedir que santificado sea el nombre con nuestra vida, que su reino sea una realidad con nuestra vida, que podamos cumplir su voluntad.

La mejor oración es la que termina con esta disposición del corazón. Cuando pedimos a Jesús siempre, cuando pedimos una gracia, tenemos que decir “si es tu voluntad, si para nuestro bien, si esto es para tu gloria. La oración nos va preparando el corazón, nos va haciendo un corazón dócil para aceptar la voluntad del Padre.

 

15 de junio


 San Mateo 6, 1-6. 16-18

El texto que meditamos este miércoles es bastante conocido por nosotros porque es un texto que lo releemos, lo rezamos en tiempo de la cuaresma, hoy Jesús nos invita y nos exige a realizar muchas obras, pero guardándolo en el secreto, poniéndolo en la mirada de Dios, esto supone sin duda un gran acto de Fe, porque el Señor sabe, el Señor ve, y también un gran acto de humildad.

 Creo que, en cada uno de nosotros, quizás hoy la cultura también, queramos mostrar, en nuestro corazón un afán de exhibicionismo, pero Jesús es claro, nos invita a no dejarnos, que no triunfen en nuestro corazón el deseo de ser visto, nos habla de la limosna, de la oración, nos habla del ayudo.

Jesús es claro que la limosna que realizamos o el ayuno en la oración, no son para el aplauso de los demás.

La Limosna no es solamente dar algo de dinero, generalmente lo entendemos así, la limosna puede ser dar de  nuestro tiempo, nuestro esfuerzo, no es dar lo que nos sobra.

Lo significativo de la limosna de la viuda pobre fue que dio todo lo que tenía para sí misma, creo que este sentido amplio es muy importante porque es parte del Amor, o el cariño hacia el otro

Por último, habla del ayuno, el ayuno debe ser a cara alegre, el ayuno nos hará más libre, el ayuno de tener, el ayuno de comer, de poseer, para preparar el corazón yo diría como para tener solo el deseo de ser de Dios, los cristianos debemos trabajar por esto, porque no somos actores para ser vistos no somos hipócrita sino más bien los que vivimos la interioridad.

Pidámosle al Señor que nos ayude a Vivir esta profundidad de esta vida interior con el Señor, sabiendo que el mayor gozo esta que él nos mira, y que nos podemos ofrecer y hacer y dar al hermano esta como guardado mucho mejor en secreto del Padre que nos ve.

14 de junio

San Mateo 5, 43-48

Seguimos escuchando a Jesús en el Sermón del monte, Él sigue formando a sus discípulos en este nuevo modo de amar a Dios y a los hermanos, este nuevo modo radical de vivir de aquellos que siguen las huellas de Jesús.

Ustedes han oído que se dijo, empieza diciendo hoy Jesús, ustedes están acostumbrados a amar a sus amigos y odiar a sus enemigos, pero yo les digo, continúa Jesús: Amén a sus enemigos, oren por los que los persiguen…sean perfectos como el padre celestial es perfecto.

El Señor no nos quiere solamente buenos, nos quiere Santos, perfectos, nos quiere y necesita parecidos a Él, parecidos al Padre. Quién ama siempre, fielmente, hasta dar la vida, nos invita y exhorta a ser como Él, a superar la comodidad del vivir como viven y sienten muchos, para vivir y sentir como siente y vive Jesús.

Es muy complicado, si lo miramos desde nosotros, amar como quiere Jesús, es difícil amar a los que nos odian, orar por quienes nos persiguen, nos sentimos débiles e incapaces, sin embargo, la gracia de Dios nos auxilia siempre, la vida de Jesús en nosotros es la que nos capacita para amar como Él nos Ama.

Ser perfectos, superar el comportamiento medio y bueno, no es otra cosa creo, que perdonar a quien me ofende, sin quedar resentido. Es hablar bien de todos y mal de nadie, aunque otros lo hagan incluso conmigo, es reconocer como hermano a quien piensa y vive distinto que yo, teniendo gestos fraternos incluso con aquellos que me desean y hacen mal. Es vivir y tratar bien, aunque todos los demás no lo hagan.

 

 

 

 

 

 

13 de junio


 San Mateo 5, 38-42

En el Evangelio que la Iglesia nos propone hoy, se recuerda, de algún modo, la famosa ley del talión “ojo por ojo, diente por diente”; esta ley, a pesar de su dureza, ya limitaba la violencia de la venganza, no había que ir más allá de la ofensa recibida.

Pero la propuesta de Jesús es decididamente superadora, Él propone el rechazo de la venganza y de la violencia, y en su lugar propone que reine la misericordia, el perdón, el amor.

El lenguaje del Señor es exigente, por momentos desconcertante, tiene algunas expresiones que miran sobre todo a fijar la atención en el mensaje “si te golpean, si te abofetean en una mejilla, preséntale la otra”.

 No es que el Señor esté diciendo que nos dejemos atropellar, sino lo que está proponiendo es rechazar la venganza y la violencia. De hecho, cuando Jesús está en el proceso que va a concluir con su condena, nos dice el evangelista, que alguien en un determinado momento lo golpea y Jesús le pregunta a esa persona que lo ha abofeteado, “si he hablado mal, dime en qué he procedido mal, pero si no ha sido así, ¿por qué me pegas?”.

Es decir, la propuesta de Jesús mira al triunfo del amor, que no desconoce la justicia, pero se abre a la misericordia que supera la justicia, se abre al perdón. A veces nosotros hemos visto por allí estas expresiones “ni olvido, ni perdón”, pero el cristiano procura reconocer la verdad de los hechos, aun de los dolorosos, se esfuerza en la reparación necesaria de la justicia, pero se abre también al perdón misericordioso.

Dice el apóstol San Pablo, escribiéndole a los colosenses, “el Señor los ha perdonado, hagan ustedes lo mismo”. Y después del perdón, purificar la memoria, es decir, no vivir de rencores, ni resentimientos que amargan la vida, sino en la misericordia y en el amor, que nos abren a la paz y a la alegría.

Hoy recordamos también a San Antonio de Padua, un hombre que tenía voz clara y fuerte, memoria prodigiosa y un profundo conocimiento, el espíritu de profecía y un extraordinario don de milagros. Su fama de obrar actos prodigiosos nunca ha disminuido a pesar de tantos años.

11 de junio


 San Mateo 5,33-37.

Jesús, que está haciendo una reinterpretación de la ley, le va dando, una vuelta de rosca porque no anula el Antiguo Testamento, la Ley, los Profetas, sino que viene para dar cumplimiento, para encontrar el espíritu que animaba aquellas leyes.

Y acá la reinterpretación que hace es de este mandamiento que dice “no jurarás en falso, y cumplirás lo que has jurado al Señor”, Jesús dice “no juren”, que determinante que es su afirmación “no juren” por nada, ni por el cielo, ni por la tierra, ni por tu propia cabeza.

 Porque en realidad Jesús nos hace poner frente a este hecho de que no somos dueños de nada; el cielo es de Dios, la tierra le pertenece y a la cabeza nuestra tampoco podemos cambiar ni un solo cabello de color.

 En realidad, uno hoy día pensaría que talvez si podemos cambiar porque pensamos en las tinturas, pero las tinturas cambian por fuera, en realidad, el pelo sigue siendo del mismo color que tenías es solamente una apariencia de otro color.

Bueno entonces a qué nos invita Jesús, a tener un corazón veraz y cuando sea si digamos que “si” y cuando sea no digamos que es “no” y punto, ninguna otra cosa más, lo demás viene del maligno, del enemigo, del demonio dice Jesús. Lo que añadamos después, no es cristiano.

Entonces el problema no está en decir una y otro juramento después de una afirmación sino en que nuestro corazón sea realmente veraz, que siempre digamos las cosas como son. Al pan, pan y al vino, vino.

10 de junio


 San Mateo 5, 27-32

Muy posiblemente nos ha pasado a todos nosotros que cuando leímos por primera vez este pasaje intermedio del evangelio de hoy, pensamos que Jesús exageraba. ¿Cómo va a pedirnos que nos arranquemos un ojo y nos cortemos la mano?

 El secreto de las palabras de Jesús está en haber descubierto nuestro tesoro, el que nos hace felices, el que nos señala el camino para disfrutar de la vida, por el que se puede vender todo para comprarlo. Y sabemos que ese tesoro es Jesús, su evangelio.

 Si hay algo, aunque sea mi ojo, mi mano, mi pie que no me deja disfrutar de mi tesoro… tendré que rechazarlo y seguir disfrutando de mi tesoro y de la felicidad, la alegría, el sentido, la ilusión, la esperanza que me proporciona.

Porque Dios tiene un corazón limpio, tierno y cercano, nosotros debemos intentar parecernos a él.

"Vengan a mí los que van cansados, llevando pesadas cargas, y yo los aliviaré. Carguen con mi yugo y aprendan de mí, que soy paciente y humilde de corazón, y sus almas encontrarán descanso."

Cuando una persona “tiene corazón”, cuando mira con un corazón limpio, todo en él es limpio, Y todo lo que haga, todo lo que diga y todo lo que piense será bueno, bello y verdadero. Y entenderá y, en la medida de sus posibilidades, vivirá y practicará el mandato del Señor: “Ama al Señor con todo el corazón…y al prójimo como a ti mismo” (Mt 22,37). Así lo han hecho todos los santos.

9 de junio


 San Lucas 22, 14-20

El jueves posterior a la Solemnidad de Pentecostés en algunos países se celebra la fiesta de Jesucristo Sumo y Eterno Sacerdote, festividad que no aparece en el calendario de la Iglesia universal (como sí lo hacen las fiestas del Sagrado Corazón de Jesús o Jesucristo Rey del Universo), pero que se ha expandido por muchos países.

Dentro de pocos días, la liturgia nos llevará de nuevo al corazón de Jesús, pero centrados en su carácter sagrado. Pero hoy admiramos su corazón de pastor y salvador, que se deshace por su rebaño, al que no abandonará nunca. Un corazón que manifiesta “ansia” por los suyos, por nosotros: «Con ansia he deseado comer esta Pascua con ustedes antes de padecer» (Lc 22,15).

Este corazón de sacerdote y pastor manifiesta sus sentimientos, especialmente, en la institución de la Eucaristía. Comienza la Última Cena en la que el Señor va a instituir el sacramento de su Cuerpo y de su Sangre, misterio de fe y de amor. San Juan sintetiza con una frase los sentimientos que dominaban el alma de Jesús en aquel entrañable momento: «Sabiendo Jesús que había llegado su hora (...), como amase a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el fin» (Jn 13,1).

¡Hasta el fin!, ¡hasta el extremo! Una solicitud que le conduce a darlo todo a todos para permanecer siempre al lado de todos. Su amor no se limita a los Apóstoles, sino que piensa en todos los hombres. La Eucaristía será el instrumento que permitirá a Jesús consolarnos “en todo lugar y en todo momento”. Él había hablado de mandarnos “otro” consolador, “otro” defensor. Habla de “otro”, porque Él mismo —Jesús-Eucaristía— es nuestro primer consolador.

El cumplimiento de la voluntad del Padre obliga a Jesús a separarse de los suyos, pero su amor que le impulsaba a permanecer con ellos le mueve a instituir la Eucaristía, en la cual se queda realmente presente

8 de junio

San Mateo 5,17-19

 En el evangelio de hoy, Mateo 5, del 17 al 19, retomamos estos pasajes tan interesantes del sermón de la montaña. Vemos al Señor que viene a enseñar y que se muestra como el verdadero maestro que no está para quitar la ley, para abolirla, sino para llevarla a su verdadero cumplimiento. Y esto el Señor lo demuestra mediante palabras y mediante acciones. Entonces, podemos quedarnos con algunos puntos, llevar esto a nuestra vida y meditar un poco.

En primer lugar, dar cumplimiento.

A veces uno descubre en la vida de los demás o en la propia vida que quiere cumplir por cumplir, Como que estamos atados a la ley, a las reglas a una norma, hacemos lo que hace la mayoría, pero por cumplimiento nada más, no porque le busquemos un sentido verdadero, un sentido profundo a lo que hacemos. Pero acá el Señor habla de dar cumplimiento en otro sentido. Él se refiere a la plenitud, a llevar todo a su plenitud. El punto de partida es encontrar, reconocer, descubrir lo que  es  el  Padre para ti , porque Jesús vino para que tengas vida y vida en abundancia.  El  Señor te quiere pleno y feliz, y no vacío y errante.

En segundo lugar, enseñar con caridad.

El Señor habla de enseñar. Lo que la multitud amaba y admiraba de Jesús es que él era diferente a los demás profetas, a los demás maestros de su tiempo. Vemos que obraba con poder y hablaba con autoridad. Eso es lo que llamaba la atención, lo que atrae. Jesús es coherente y tiente una forma de decir las cosas clara y concisa pero, sobre todo,  se conmovía con caridad. Creo que es una de las actitudes que podemos trabajar día a día, nuestra conducta y nuestro modo de decir las cosas. Porque bueno, a veces nos falta caridad.

En tercer lugar, hacer lo que se dice y decir lo que se hace.

Otro aspecto de la coherencia viene con el decir y el hacer. “Que tu sí, sea sí y que tu no, sea no”, como dice san Pablo. Jesús era coherente porque no borraba con el codo lo que escribía con la mano. La coherencia en nuestra vida nos hace creíbles para lo más importante: mostrar a Dios a los demás. Recuerda lo que decía  san Francisco de Asís : predica el Evangelio en todo momento y, si es necesario, usa las palabras.

 

 

7 de junio

San Mateo 5, 13-16

El evangelio de hoy nos da una importante instrucción sobre nuestra misión y la de la comunidad. Tienen que ser sal de la tierra y luz del mundo. La sal no existe para sí misma, sino para dar sabor a las comidas… y la luz no existe para sí misma sino para alumbrar el camino, iluminar una casa o a otros. La comunidad no existe para sí sino para servir a Dios, a su pueblo…

En el tiempo en que Mateo escribió el evangelio dicen que la misión estaba siendo difícil para las comunidades de los judíos convertidos, a pesar de vivir en la observancia fiel de la ley de Moisés, estaban siendo expulsados de las sinagogas, estaban cortando su pasado judío.

 De cara a esto los paganos convertidos decían: "Con la venida de Jesús la ley de Moisés está superada". Y todo esto causaba tensiones e incertidumbres. La apertura de unos parecía criticar la observancia de los otros y viceversa.

 Éste conflicto generó una crisis que llevó a cada cuál a encerrarse en su propia posición. Algunos querían avanzar, otros querían poner la lámpara bajo la mesa, y se preguntaban cuál sería entonces la misión.

El evangelio de Mateo trata de ayudarlos con el mensaje de Jesús: "Ustedes son sal de la tierra". Usando imágenes de la vida cotidiana con palabras sencillas y directas, Jesús hace saber cuál es la misión de una comunidad cristiana: ser sal. En la época de Jesús con el calor que hacía la gente y los animales necesitaban consumir mucha sal. La gente iba consumiendo la sal que el abastecedor dejaba en grandes bloques en las plazas públicas y al final lo que sobraba quedaba esparcido como polvo de tierra, había perdido su gusto y ya no servía de nada más que "para ser tirada afuera y ser pisoteada por los hombres" como dice el evangelio.  

Jesús evoca esta costumbre para aclarar a sus seguidores su misión: ser sal, dar gusto al mundo. Y también ser luz, la comparación es obvia. Nadie enciende una lámpara para colocarla debajo de un cajón; una ciudad sitiada en la cima de un monte no puede ser escondida… por ende la comunidad debe ser luz, debe iluminar, no debe temer que aparezca el bien que hace. Y no lo hace para que la vean o figurar.

La sal no existe para sí, la luz no existe para sí y así ha de ser la comunidad entonces, no puede quedarse encerrada en sí misma. "Brille la luz que hay en ustedes" dice Jesús, para que vean las buenas obras y así glorifiquen a Dios que está en el cielo. Que bueno que el testimonio de cada uno ayude a los otros a crecer.

Qué bueno poder preguntarnos hoy, cuándo soy sal y luz, y cómo es mi compromiso. 

 

6 de junio


 San Juan 19, 25 – 27

Hoy celebramos a la bienaventurada Virgen María, Madre de la Iglesia. Y el evangelista Juan nos pone a los pies de la cruz. El Señor colgado en la cruz, las mujeres que lo acompañan y el mismo evangelista que nos lo cuenta. La escena de las mujeres junto a la cruz rompe con toda esa mentalidad de que la mujer es más débil que el hombre, ya que la fuerza y la capacidad de sufrimiento que poseen las hace capaces de soportar esta situación. Basta acercarse a un sufrimiento, físico o emocional, para confirmarlo. Las mujeres tienen una capacidad mayor para asumir el dolor. Los varones nos apoyamos en esa capacidad para poder enfrentar nuestro propio dolor.

En este contexto esta la muerte del Señor. Él está a punto de ser ofrecido al Padre en la ofrenda de amor. Él sabe que lo hace por su Padre, pero sabe también que hay una mujer ahí que lo sostiene, que lo acompaña. Ella es María, su madre. Ella, mujer del sufrimiento, hace que su hijo no se sienta solo. Acompaña a su hijo con el amor de madre. Madre que no lo deja solo, que no lo abandona.

Así es con nosotros, así Ella no nos abandona. Somos sus hijos en el Hijo. Participamos de su mismo amor ofrecido a Él. Porque desde que fuimos bautizados compartimos la misma maternidad de María para con todos y para con cada uno.

Hoy la Iglesia celebra a María, madre de la Iglesia. Hoy es un día hermoso para sentirte hijo o hija de la Iglesia e hijo o hija de María. Hoy te quisiera preguntar: ¿Sientes que María es tu madre? ¿Te sientes parte de la Iglesia? ¿Sientes que formas parte de la Iglesia que ama Jesús y por quién Él entregó su vida? ¡Qué buen día para sentir el abrazo de la Iglesia católica, de la cual todos somos sus hijos!

San Juan 21, 20-25

“Tu sígueme “estas son las últimas palabras de Jesús al apóstol Pedro. También estas palabras están dirigidas a cada uno de nosotros.

A cada uno por su nombre, como Jesús le dijo a Pedro.

Hoy te dice a ti, con tu nombre, con tu rostro, con tu apellido, con tu carácter, con tu historia, con tu temperamento, en la situación en la que te encuentres: Tú sígueme.

Como le dijo también una vez a Mateo que estaba sentado en la mesa de dinero, cambiando plata. No estaba en ninguna ocupación espiritual, no estaba en ninguna montaña mística para ver si encontraba a Jesús. No, estaba en la circunstancia concreta de su vida

Pero es allí donde paso Jesús, que mirándolo fijó su vista penetrante, llena de amor y le dijo: Sígueme. Y él dejándolo todo lo siguió.

Así pasó con Juan, con Andrés, con Simón y todos los demás.

Como al Final con Pedro, cuando Jesús le vuelve a decir otra vez Sígueme.

Y le vuelve a decir sígueme a Pedro, después de que Pedro lo había negado tres veces, no habían pasado más de tres o cuatro días desde que Pedro había negado a Jesús.

Ciertamente no hay mayor y más hermosa aventura que la de seguir a Jesús.

 En sus huellas vamos encontrando el sentido de nuestra vida y vamos descubriendo que es hermosa, que vale la pena transitar este camino, si nos damos de corazón a él y por él, nos damos de corazón a nuestros hermanos.

Seguir a Jesús es descubrir que la vida, se nos ha dado para entregarla y para que así sea fecunda. Entonces la felicidad, él deseo más profundo de nuestro corazón se vea plenamente realizado.

Yo los animo y los invito a que tengan este coraje, de soltar todas las seguridades falsas que el mundo les presenta, para arriesgarse en la aventura del seguimiento de Jesús.

 Poniendo solo en él la esperanza del corazón y podrán verificar en sus vidas esa paz y esa alegría que solo Cristo puede dar, y podrán experimentar que la vida es fecunda, que sirve para hacer más humano este mundo y también que nos prepara para alcanzar  la  plenitud en la eternidad  del cielo.

 

3 de junio

San Juan 21,15-19

Este hermoso evangelio según San Juan nos llena el corazón de alegría, porque va a lo profundo, a lo profundo de nuestra misión en la vida, que es sin duda, construir el reino de la mano de Jesús, pero esto solo se puede hacer, y esto nos recuerda el evangelio, si lo amamos a Jesús.

Frente a esta triple pregunta que le hace Jesús a Pedro, si lo quiere realmente, nos hace tomar conciencia, de que muchas veces nuestro amor, no está a la altura de las circunstancias, teniendo en cuenta, que Dios , siempre toma la iniciativa, Él es el primero en amarnos , nos pide también que nosotros respondamos de la misma manera, con algo de ese amor hacia Él y también a nuestros hermanos.

El evangelio termina con una sola palabra, que es clave “SIGUEME”, Vocacionalmente hablando, cada uno de nosotros está invitado a ser discípulos, misioneros del Señor y seguirlo a todos lados.

Ser discípulo de Jesús significa ser preguntado constantemente: "Me quieres? No es que Jesús dude de nosotros; pero desea que reconozcamos cómo expresamos ese amor. Podría preguntarme: "Qué he hecho por Cristo?" "Qué estoy haciendo por Cristo?" "Que es lo que haré?"

Pedro se da cuenta que se le está dando una responsabilidad cada vez mayor por los seguidores de Jesús. ¿En qué forma acepto yo responsabilidades crecientes?

Si Jesús me preguntara: "¿me amas?”, ¿cómo le respondería? Muchas mujeres y hombres, a lo largo de los años, han dado sus vidas por Cristo. ¿Cómo me sentiría si se me pidiera hacer lo mismo? ¿Podría ser, por lo menos, un buen seguidor de Jesús?

Renovemos entonces a la luz de este evangelio, que nos presenta la Iglesia, en este viernes, nuestro seguimiento a Jesús.

 

 

 

2 de junio


 San Juan 17,20-26.

Otra vez nos reunimos, como todos los Jueves, para escuchar a Jesús que quiere venir a nosotros a través de su Palabra.

Este Jueves encontramos a Jesús en el Monte de Los Olivos. Él siente una tristeza de muerte, una tristeza profunda. Cuanto más solo se siente, cuanto más le pesa la Pasión, se confía al Padre. Él confía todo su dolor al Padre. Y en ese confiarle al Padre, le confía a los suyos, a sus amigos, a los discípulos.

Y también nos confía a nosotros, los que creemos  en el testimonio de los discípulos.

Qué bien nos hace saber antes de que existiéramos, Jesús ya había rezado por nosotros para que creyéramos en Él, para que seamos uno en Su nombre. Quiso mostrarnos cuánto nos ama el Padre, y no quiere dejarnos huérfanos. Por eso va a prepararnos un lugar. Ese lugar está en el Corazón del Padre.

 Qué bien nos hace saber que tenemos un lugar en el Corazón de Dios, gracias a Jesús. Qué bien nos hace saber que ese lugar que Jesús nos da en el Corazón de Dios por Amor, nos hace uno con Dios y nos hace uno entre nosotros, que nos compromete a poner el hombro ante las necesidades de los hermanos y donde Él asegura que, donde nosotros estemos, Él nos va a acompañar.

Pidámosle al Señor que en este Jueves nos ayude a comprender cada vez más este misterio de Amor en el que estamos comprometidos con Jesús, y que nos ayude a profundizar cada día nuestra amistad con Dios.

 

 

1 de junio


 

San Juan 17, 11-19

Filósofo cristiano y cristiano filósofo, como con razón fue definido, Justino, pertenece a ese gran número de pensadores que en todo período de la historia de la Iglesia han tratado de hacer una síntesis de la provisional sabiduría humana y de las inalterables afirmaciones de la revelación cristiana.

El mismo cuenta que, insatisfecho de las respuestas que le daban las diversas filosofías, se retiró a un lugar desierto, a orillas del mar, a meditar, y que un anciano al que le había confiado su desilusión le contestó que ninguna filosofía podía satisfacer al espíritu humano, porque la razón es incapaz por sí sola de garantizar la plena posesión de la verdad sin una ayuda divina.

Así fue como Justino descubrió el cristianismo a los treinta años; se convirtió en convencido predicador y, para proclamar al mundo este feliz descubrimiento, escribió sus dos Apologías.

Aquí no se encuentran argumentos filosóficos, sino testimonios conmovedores de vida en la primitiva comunidad cristiana, de la que Justino está feliz de pertenecer: “Yo, uno de ellos...”. Semejante afirmación podía costarle la vida. Y, en efecto, Justino pagó con la vida su pertenencia a la Iglesia.

Había ido a Roma, y allí fue denunciado por Crescencio, un filósofo con quien Justino había disputado mucho tiempo. El magistrado que lo juzgó, Rústico, también era un filósofo, amigo y confidente de Marco Aurelio. Pero para el magistrado, Justino no era más que un cristiano, igual a sus compañeros, todos fueron condenados a la decapitación por su fe en Cristo. Todavía hoy se conservan actas auténticas del martirio de Justino.