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9 de febrero

 

San Marcos 7, 14 – 23

 Hoy el evangelio nos presenta algo muy fuerte en la vida de todos los días en esa relación que hay entre el interior y el exterior en cada uno de nosotros, esa relación que hace que se produzca el equilibrio y también lo dice Jesús: “Escúchenme todos y entiendan, nada de lo que entra de afuera puede hacer impuro al hombre, lo que sale del corazón del hombre es lo que le hace impuro”.

Que cosa impresionante. Allí donde este tu tesoro estará tu corazón. Esta palabra de Dios de este día nos tiene que ayudar a todos nosotros a descubrir que debemos tener el corazón limpio, debemos tener el corazón lleno de apertura a que tenga cabida, tenga lugar Dios. Cuando damos lugar a las pasiones o al poder o al dinero, ahí se desbarajusta todo.

Jesús va a decir: “Ojo que dentro del corazón del hombre salen: Los malos pensamientos, la inmoralidad sexual, los robos, los asesinatos, los adulterios, la codicia, las maldades, el engaño, los vicios, la envidia, los chismes, el orgullo y la falta de juicios.”

Todas estas cosas salen de dentro del hombre y haciéndolo impuro. Por eso no guardemos maldades en el mismo lugar donde tenemos que guardar la palabra del Señor. Que el corazón este abierto a Jesús, el corazón tiene que estar abierto a los misterios de la fe, a lo que nos sobrepasa de Dios.

Un corazón abierto para hacer memoria de las maravillas que el Señor hace por nosotros; abierto a la presencia del cuerpo de Cristo cuando comulgamos y recibimos la Eucaristía y la Santidad de Dios. En el fondo, lo que nos dice la palabra de hoy es que no guardemos maldades en el corazón, que es la casa de la Santísima Trinidad.

El Señor tiene añoranza de nuestro corazón, de tú corazón, de mí corazón. Tiene sed de cada uno de nosotros, nos quiere cerca de Él, por lo tanto, queridos amigos, que encuentre limpia la casa de nuestro corazón en la que desea habitar.

Que el Señor los bendiga, los cuide y los proteja, y les de la Gracia que más necesiten. Amén.