San Lucas 2, 41-51
Ésta fiesta
está íntimamente vinculada con la del Sagrado Corazón de Jesús, la cual se
celebra el día anterior, viernes. Ambas fiestas se celebran, viernes y sábado
respectivamente, en la semana siguiente al domingo de Corpus Christi.
Los Corazones de Jesús y de María están
maravillosamente unidos en el tiempo y la eternidad desde el momento de la
Encarnación. La Iglesia nos enseña que el modo más seguro de llegar a Jesús es
por medio de María. Por eso nos consagramos al Corazón de Jesús por medio del Corazón
de María.
La fiesta
del Corazón Inmaculado de María fue oficialmente establecida en toda la Iglesia
por el papa Pío XII, el 4 de mayo de 1944, para obtener por medio de la
intercesión de María "la paz entre las naciones, libertad para la Iglesia,
la conversión de los pecadores, amor a la pureza y la práctica de las
virtudes". Esta fiesta se celebra en la Iglesia todos los años el sábado
siguiente al segundo domingo después Pentecostés.
Después de
su entrada a los cielos, el Corazón de María sigue ejerciendo a favor nuestro
su amorosa intercesión. El amor de su corazón se dirige primero a Dios y a su
Hijo Jesús, pero se extiende también con solicitud maternal sobre todo el
género humano que Jesús le confió al morir; y así la alabamos por la santidad de su Inmaculado Corazón y le
solicitamos su ayuda maternal en nuestro camino a su Hijo.
El Papa Juan
Pablo II declaró que la conmemoración del Inmaculado Corazón de María, será de
naturaleza "obligatoria" y no "opcional". Es decir, por
primera vez en la Iglesia, la liturgia para esta celebración debe de realizarse
en todo el mundo católico.
Entreguémonos
al Corazón de María diciéndole: "¡Llévanos a Jesús de tu mano! ¡Llévanos,
Reina y Madre, ¡hasta las profundidades de su Corazón adorable! ¡Corazón Inmaculado
de María, ruega por nosotros!