Páginas

8 de junio

San Mateo 5,17-19

 En el evangelio de hoy, Mateo 5, del 17 al 19, retomamos estos pasajes tan interesantes del sermón de la montaña. Vemos al Señor que viene a enseñar y que se muestra como el verdadero maestro que no está para quitar la ley, para abolirla, sino para llevarla a su verdadero cumplimiento. Y esto el Señor lo demuestra mediante palabras y mediante acciones. Entonces, podemos quedarnos con algunos puntos, llevar esto a nuestra vida y meditar un poco.

En primer lugar, dar cumplimiento.

A veces uno descubre en la vida de los demás o en la propia vida que quiere cumplir por cumplir, Como que estamos atados a la ley, a las reglas a una norma, hacemos lo que hace la mayoría, pero por cumplimiento nada más, no porque le busquemos un sentido verdadero, un sentido profundo a lo que hacemos. Pero acá el Señor habla de dar cumplimiento en otro sentido. Él se refiere a la plenitud, a llevar todo a su plenitud. El punto de partida es encontrar, reconocer, descubrir lo que  es  el  Padre para ti , porque Jesús vino para que tengas vida y vida en abundancia.  El  Señor te quiere pleno y feliz, y no vacío y errante.

En segundo lugar, enseñar con caridad.

El Señor habla de enseñar. Lo que la multitud amaba y admiraba de Jesús es que él era diferente a los demás profetas, a los demás maestros de su tiempo. Vemos que obraba con poder y hablaba con autoridad. Eso es lo que llamaba la atención, lo que atrae. Jesús es coherente y tiente una forma de decir las cosas clara y concisa pero, sobre todo,  se conmovía con caridad. Creo que es una de las actitudes que podemos trabajar día a día, nuestra conducta y nuestro modo de decir las cosas. Porque bueno, a veces nos falta caridad.

En tercer lugar, hacer lo que se dice y decir lo que se hace.

Otro aspecto de la coherencia viene con el decir y el hacer. “Que tu sí, sea sí y que tu no, sea no”, como dice san Pablo. Jesús era coherente porque no borraba con el codo lo que escribía con la mano. La coherencia en nuestra vida nos hace creíbles para lo más importante: mostrar a Dios a los demás. Recuerda lo que decía  san Francisco de Asís : predica el Evangelio en todo momento y, si es necesario, usa las palabras.