San Mateo 6,19-23
Cuántas veces, incluso sin darnos cuenta, vamos poniendo
nuestras seguridades, nuestro corazón, en las cosas materiales, como el
conseguir un buen trabajo, mejorar el auto, hacer más cómoda la casa, vestirnos
mejor, conseguir el último celular… Todas cosas buenas.
Pero que no merecen
que les dediquemos más tiempo del que les corresponde. Y, ciertamente, no
merecen nuestro corazón. Y sin embargo, ¿cuánto tiempo de nuestros pensamientos
se llevan? ¿Cuánto de nuestro tiempo lo invertimos en esas cosas, en lugar de
invertirlo en las que realmente valen la pena?
“No acumulen tesoros en la tierra”, nos dice hoy Jesús. Y es
que al cielo no nos llevamos nada. Nada más que las virtudes. Nada más que la
satisfacción de haber vivido esta vida en plenitud, en santidad. Nada más que
el amor que sembramos y que nos animamos a recibir.
Pero lo más triste no es que solo estemos dejando de
acumular tesoros para el cielo. Sino que… ¡ni siquiera estamos viviendo a fondo
nuestra vida en esta tierra!
Para valorar las cosas como corresponde tenemos que
purificar nuestra mirada. Si no vemos que en este mundo todo pasa, todo es
vanidad, todo es aire… ¿cómo vamos a valorar las cosas definitivas, las cosas
que son tesoro del cielo?
Donde está tu pensamiento, ahí está tu corazón. Donde está
tu corazón, ese es tu tesoro.
¿Qué se lleva la mayor parte de tus pensamientos, a lo largo
del día?