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27 de junio


 San Mateo 8, 18-22

En el Evangelio de hoy hay dos propuestas de seguimiento al Señor; un maestro de la ley que quería ser discípulo de Jesús, algo valioso, algo realmente digno se ser tenido en cuenta.

 Qué hermoso es esto para un joven, saber arriesgarse porque el hijo del hombre no tiene dónde reclinar la cabeza, qué lindo seguirlo en ese clima de austeridad, en ese clima de apertura a la novedad que trae Jesús.

La otra propuesta de seguimiento parte de un ciudadano común, podríamos decir así, el cual pide no desatender una urgencia, “deja que pueda enterrar a mi padre”, en realidad el sentido de esta expresión quiere decir, espera   hasta que yo ya no tenga responsabilidades con respecto a mi padre y entonces te seguiré. Jesús lo que pide es asumir la prioridad, la urgencia de una respuesta, porque lo más importante es el Reino, es Dios; a partir de Él todo cobra sentido, todo se recupera, con libertad, todo puede volverse una ocasión, un instrumento para encontrarse con Dios, a estar unido a Él.

El Señor hoy nos plantea un ideal de seguimiento, un ideal de prontitud en la respuesta, de generosidad, de vivir con sencillez, de estar abierto a la novedad que Él trae.

Y uno que si supo responder fue San Cirilo que celebramos hoy,  fue un hombre de carácter fuerte e impulsivo, pero a veces demasiado vehemente y aún violento. Hacia el 412, San Cirilo fue elevado a la sede de Alejandría, donde gracias a su intrepidez y labor, triunfó sobre la herejía, logrando sostener la fe de su Iglesia. Asistió como cabeza y representante del Papa Celestino, al Tercer Concilio General celebrado en Éfeso en el 431.

Se ha llamado a San Cirilo el Doctor de la Encarnación y los alejandrinos le dieron el título de Maestro del Mundo, mientras que el Papa Celestino lo nombraba "el generoso defensor de la fe católica" y "hombre apostólico".

Pero sin duda, tenemos que agradecerle la firme y inflexible posición que tomó con respecto al dogma de la Encarnación, sobre la cual, muchas corrientes adversas como la del Arzobispo de Antioquía, Nestorio, quien negaba la encarnación de Dios hecho hombre, se convirtieron en una verdadera amenaza de la Iglesia católica. Así, la firme defensa del santo sobre este dogma permitió que en nuestras generaciones no tengamos duda alguna sobe lo que debemos creer con respecto al misterio sobre la cual fundamos nuestra fe como cristianos.

Murió en el año 444, siendo proclamado Doctor de la Iglesia Universal en 1882.