Páginas

1 de julio


 San Mateo 9,9-13

Antropológicamente, cuando alrededor de una mesa se juntan las personas a compartir la comida, se están diciendo a sí mismas, que comparten un mismo destino. Sentarse alrededor de una mesa, es sentarse alrededor de un destino compartido, un destino común.

La mesa nos reúne alrededor de un objetivo común, de un camino que recorremos juntos. Jesús, se sienta a la mesa con publicanos y pecadores, dentro de los cuales está, al que hoy celebramos, al evangelista Mateo.

De allí la pregunta de los que “ven a Jesús con esta actitud sorprendente”: ¿Cómo es que Jesús se sienta a la mesa de pecadores y de publicanos? ¿Jesús entonces es un pecador y viene, más que a cambiar la historia, a reivindicar a los pecadores?

¡NO!, es mucho más que eso, Jesús, va a decir Pablo, se hace pecado por nosotros. Sin tener pecado asume nuestro pecado. Y nos muestra y amplía la mesa.

Los pecadores reciben la buena noticia, de que Dios se sienta a su mesa para mostrarnos una mesa distinta. La mesa de la dignidad que da el hecho de compartir un destino distinto de aquel, en el que nos asociamos para hacer el mal, ¡Y para hacernos mal!

Ojalá todos entendamos que alrededor de la mesa de Jesús, recibimos una visita que nos saca de aquellos lugares donde, las asociaciones que hacemos de nosotros no son de las mejores, son tantas veces ilícitas.

La mesa que Jesús nos ofrece y el pan compartido con Él, reivindica nuestro camino, nos pone en un sentido distinto.

Y una pregunta para terminar ¿con quién compartes la mesa?  ¿Cómo y de qué manera, esa mesa compartida, puede traducirse en una mesa mejor si se sienta Jesús?