San Mateo 9,9-13
Antropológicamente,
cuando alrededor de una mesa se juntan las personas a compartir la comida, se
están diciendo a sí mismas, que comparten un mismo destino. Sentarse alrededor
de una mesa, es sentarse alrededor de un destino compartido, un destino común.
La mesa nos
reúne alrededor de un objetivo común, de un camino que recorremos juntos.
Jesús, se sienta a la mesa con publicanos y pecadores, dentro de los cuales
está, al que hoy celebramos, al evangelista Mateo.
De allí la
pregunta de los que “ven a Jesús con esta actitud sorprendente”: ¿Cómo es que
Jesús se sienta a la mesa de pecadores y de publicanos? ¿Jesús entonces es un
pecador y viene, más que a cambiar la historia, a reivindicar a los pecadores?
¡NO!, es mucho
más que eso, Jesús, va a decir Pablo, se hace pecado por nosotros. Sin tener
pecado asume nuestro pecado. Y nos muestra y amplía la mesa.
Los
pecadores reciben la buena noticia, de que Dios se sienta a su mesa para
mostrarnos una mesa distinta. La mesa de la dignidad que da el hecho de
compartir un destino distinto de aquel, en el que nos asociamos para hacer el
mal, ¡Y para hacernos mal!
Ojalá todos
entendamos que alrededor de la mesa de Jesús, recibimos una visita que nos saca
de aquellos lugares donde, las asociaciones que hacemos de nosotros no son de
las mejores, son tantas veces ilícitas.
La mesa que
Jesús nos ofrece y el pan compartido con Él, reivindica nuestro camino, nos
pone en un sentido distinto.
Y una
pregunta para terminar ¿con quién compartes la mesa? ¿Cómo y de qué manera, esa mesa compartida,
puede traducirse en una mesa mejor si se sienta Jesús?