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10 de junio


 San Mateo 5, 27-32

Muy posiblemente nos ha pasado a todos nosotros que cuando leímos por primera vez este pasaje intermedio del evangelio de hoy, pensamos que Jesús exageraba. ¿Cómo va a pedirnos que nos arranquemos un ojo y nos cortemos la mano?

 El secreto de las palabras de Jesús está en haber descubierto nuestro tesoro, el que nos hace felices, el que nos señala el camino para disfrutar de la vida, por el que se puede vender todo para comprarlo. Y sabemos que ese tesoro es Jesús, su evangelio.

 Si hay algo, aunque sea mi ojo, mi mano, mi pie que no me deja disfrutar de mi tesoro… tendré que rechazarlo y seguir disfrutando de mi tesoro y de la felicidad, la alegría, el sentido, la ilusión, la esperanza que me proporciona.

Porque Dios tiene un corazón limpio, tierno y cercano, nosotros debemos intentar parecernos a él.

"Vengan a mí los que van cansados, llevando pesadas cargas, y yo los aliviaré. Carguen con mi yugo y aprendan de mí, que soy paciente y humilde de corazón, y sus almas encontrarán descanso."

Cuando una persona “tiene corazón”, cuando mira con un corazón limpio, todo en él es limpio, Y todo lo que haga, todo lo que diga y todo lo que piense será bueno, bello y verdadero. Y entenderá y, en la medida de sus posibilidades, vivirá y practicará el mandato del Señor: “Ama al Señor con todo el corazón…y al prójimo como a ti mismo” (Mt 22,37). Así lo han hecho todos los santos.