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10 de marzo

 San Mateo 7,7-12

Vamos a seguir en este día a lo que dice San Crisóstomo, que hace un comentario a esta Palabra del evangelio,  es un texto en el cual Jesús con mucha contundencia nos dice que el rezar no es una cuestión de lotería, sino que Dios siempre da al que pide, al que pide bien. Nos dice San Juan Crisóstomo:

"La oración es un arma poderosa, un tesoro indefectible, una riqueza inagotable, un puerto al amparo de las tempestades, un depósito de calma; la oración es la raíz, la fuente y la madre de bienes innumerables… Pero la oración de la que hablo no es mediocre, ni negligente; es una oración ardiente, surge de la aflicción del alma y del esfuerzo del espíritu. He aquí la oración que sube hasta el cielo… Escucha lo que dice el escritor sagrado en el salmo: " grité al Señor cuando estaba angustiado, y me libró".

El que reza así en su angustia podrá, después de la oración, gustar en su alma una gran alegría… Por "oración" entiendo, no la que es solamente con la boca, sino la que brota del fondo del corazón. Así como los árboles cuyas raíces se hunden profundamente no se quiebran ni arrancan, aunque el viento desencadene mil asaltos contra ellos, porque sus raíces están fuertemente arraigadas en las profundidades de la tierra, lo mismo las oraciones que salen del fondo del corazón suben al cielo con toda seguridad y no se devuelven por ningún pensamiento de falta de seguridad o de mérito. Por eso el salmista dice: "Desde lo hondo a ti grito, Señor" (Sal. 129,1) …

Después San Juan Crisóstomo nos hace ver como cuando nosotros compartimos nuestras dificultades con nuestros amigos, compañeros se nos aligera la carga. Dicen que la carga compartida se aligera y que las alegrías compartidas se multiplican. Entonces él después lleva esto a ¿qué pasa cuando nosotros compartimos con Dios nuestros sufrimientos, nuestros pesares y dolores? Él llena nuestro corazón de alivio y consuelo, nos sentimos acompañados y contenidos por Dios.

Por eso es una invitación preciosa de Jesús a no bajar los brazos en la oración, así como Moisés cuando estaba la lucha mantenía los brazos en alto y vencían, de esa misma manera nosotros no dejemos caer nuestros brazos (como signo de la oración) para que realmente seamos bendecidos por Dios. Esto que Jacob decía en la lucha con Dios: "No te soltaré hasta que me hayas bendecido". Este es el camino que debemos seguir los creyentes, no abandonar a Dios, constantemente rezar para que Dios nos bendiga y nos de aquello que sabemos que es bueno y que el quiere darnos.