Páginas

14 de marzo

 

San Lucas 6,36-38

El Evangelio de San Lucas se suele decir que es el Evangelio de la misericordia, de hecho, el capítulo quince trae tres parábolas que son verdaderas joyas y hablan precisamente de la misericordia. La parábola de la oveja perdida, la de la dracma o de la moneda perdida y la parábola del hijo pródigo, que es una preciosura. Algunos hablan que esta parábola más que denominarla del hijo pródigo habría que llamarla la parábola del padre misericordioso.

La misericordia divina es la apertura del corazón de Dios a la fragilidad, a la miseria del corazón humano; una apertura lúcida porque descubre hasta el fondo la intimidad del corazón, pero al mismo tiempo es una apertura, podríamos decir así, perdonadora, y un perdón que purifica, que renueva.

Es muy importante este mensaje de la misericordia en la Cuaresma, el tiempo que estamos viviendo, porque es una oportunidad para la purificación más honda del corazón, para la reconciliación con Dios, con los hermanos, para la renovación de toda la vida cristiana.

Nosotros, los hombres, somos beneficiarios de la misericordia divina, Él nos acoge siempre, nos perdona, toda vez que nosotros estamos dispuestos a recibir su gracia e ir a su encuentro.

Pero también somos imágenes vivas de Dios, y entonces, debemos reflejar la misericordia divina, y desde ahí podemos entender lo que Jesús nos propone hoy en el Evangelio: “Sean misericordiosos como el Padre de ustedes es misericordioso. No juzguen y no serán juzgados; no condenen y no serán condenados; perdonen y serán perdonados.”

Esto no significa que no debamos oponernos al mal, no significa tampoco que no debamos corregir a quien equivoca el camino, sino más bien está señalando que debemos evitar juicios definitivos e inapelables, y estar abiertos a la conversión, al cambio de los demás, estar dispuestos a perdonar y a dar una nueva oportunidad, así como Dios siempre está dispuesto a perdonarnos y permanentemente nos regala nuevas oportunidades.

En el Evangelio de San Mateo, cuando Jesús enseña el Padrenuestro, una de las peticiones dice “perdónanos como nosotros perdonamos a los que nos ofenden”, y como ampliando y reforzando esa enseñanza Jesús dice, agrega: “Si ustedes no perdonan, tampoco el Padre los perdonará”.

Por supuesto se supone, en nosotros y en los demás el arrepentimiento que implica la retractación de nuestras conductas equivocadas y el propósito sincero de cambiar, de intentar un cambio auténtico.