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1 de diciembre

San Mateo 15,29-37

 ¡Ya estamos en adviento!, tiempo de emprender el camino a Belén, al encuentro de Dios que en Jesús, viene a nosotros.

Él nos convoca, invita, prepara el Banquete, soluciona las dificultades que surgen, sana las heridas, ¡sacia el hambre y está atento! ¿Qué más podemos pedir? Si él ya tiene todo preparado, pensado.

 

Hoy la Palabra nos presenta a Jesús en la orilla del lago, sentado. Que recibe a mucha gente que se acerca a él; no vienen solos, sino trayendo a sus hermanos que están mancos, sordos, ciegos, y otros muchos enfermos. Jesús los sana, provocando en toda admiración, alegría, gozo, alabanza. Y no sólo eso, dándose cuenta de que no tenían que comer, pide ayuda a sus discípulos para darles a todos de comer y saciarlos.

 

Quisiera compartir estas imágenes que me resonaron:

 

La primera es Jesús sentado a la orilla, lo imagino relajado, contento junto a sus amigos, los discípulos y esperando.

 

La segunda es la gente que no llega sola ante Jesús, sino trayendo a alguien que necesita sanación o curación.

 

La tercera: Jesús sana a los enfermos y se arma la fiesta, el gozo, la alabanza y sabiendo la necesidad de los demás y el esfuerzo que hicieron por llevar a otros, sacia a todos dándoles de comer.

 

El adviento nos invita a salir al encuentro de Jesús, que nos espera cerca, sabiendo por donde andamos, se acerca a nuestra orilla. Es por eso que pido a Dios me regale un corazón grande para poder salir a su encuentro junto a mis hermanos, dejándome llevar hasta él, porque estoy necesitado de que me cure y sane o incluso con mis heridas, poder llevar a mi hermano que necesita de Él. Creo que la clave está en no llegar solos, sino acompañado.

 

¿Has pensado  a quién pedirle ayuda para ir hasta Jesús, o a quien vas a invitar para ir juntos?