San Mateo 15,29-37
¡Ya estamos en
adviento!, tiempo de emprender el camino a Belén, al encuentro de Dios que en
Jesús, viene a nosotros.
Él nos convoca, invita, prepara el Banquete, soluciona las
dificultades que surgen, sana las heridas, ¡sacia el hambre y está atento! ¿Qué
más podemos pedir? Si él ya tiene todo preparado, pensado.
Hoy la Palabra nos presenta a Jesús en la orilla del lago,
sentado. Que recibe a mucha gente que se acerca a él; no vienen solos, sino
trayendo a sus hermanos que están mancos, sordos, ciegos, y otros muchos
enfermos. Jesús los sana, provocando en toda admiración, alegría, gozo,
alabanza. Y no sólo eso, dándose cuenta de que no tenían que comer, pide ayuda
a sus discípulos para darles a todos de comer y saciarlos.
Quisiera compartir estas imágenes que me resonaron:
La primera es Jesús sentado a la orilla, lo imagino
relajado, contento junto a sus amigos, los discípulos y esperando.
La segunda es la gente que no llega sola ante Jesús, sino
trayendo a alguien que necesita sanación o curación.
La tercera: Jesús sana a los enfermos y se arma la fiesta,
el gozo, la alabanza y sabiendo la necesidad de los demás y el esfuerzo que
hicieron por llevar a otros, sacia a todos dándoles de comer.
El adviento nos invita a salir al encuentro de Jesús, que
nos espera cerca, sabiendo por donde andamos, se acerca a nuestra orilla. Es
por eso que pido a Dios me regale un corazón grande para poder salir a su
encuentro junto a mis hermanos, dejándome llevar hasta él, porque estoy
necesitado de que me cure y sane o incluso con mis heridas, poder llevar a mi
hermano que necesita de Él. Creo que la clave está en no llegar solos, sino
acompañado.
¿Has pensado a quién
pedirle ayuda para ir hasta Jesús, o a quien vas a invitar para ir juntos?