COMPROMISO TOTAL
Un cerdo y una gallina iban caminando por la carretera. Al
pasar por delante de una iglesia, se dan cuenta de que se está celebrando un
desayuno benéfico. El cerdo le propone a la gallina que cada uno haga una
contribución.
"Gran idea", exclama la gallina. "Vamos a ofrecerles jamón y
huevos".
"No tan rápido", dijo el cerdo. "Para ti, eso
es sólo una contribución, pero para mí es un compromiso total".
Las conversaciones sobre la riqueza y los pobres no son un
tema principal en la narración del evangelio de Marcos.
Lucas tiene mucho que decir sobre la riqueza y la relación
de la comunidad de fe con los pobres.
Sin embargo, en el Evangelio de Marcos tenemos dos historias
hermosas e inquietantes. Hoy hemos proclamado una, la historia de una mujer, es
viuda, es pobre, no tiene marido ni fuente de ingresos. Sabemos poco de ella,
pero es la protagonista del relato.
Permítanme recordarles la otra historia. Jesús tiene una
conversación con un joven rico que se interesa por la Religión y le pregunta:
"¿Qué debo hacer para heredar la vida eterna?"
"Jesús lo miró y lo amó. Una cosa te falta, le dijo,
vete, vende todo lo que tienes y dáselo a los pobres y tendrás un tesoro en el
cielo. Se fue triste, pues tenía muchas riquezas". Marcos 10,17-24
Nuestro joven era casi perfecto. Sólo le faltaba una pequeña
cosa. Jesús lo amaba, nos dicen, pero él amaba más su cuenta bancaria.
Jesús manda a una sola persona, a este Joven Rico, que
entregue todas sus posesiones, que haga una ofrenda de sacrificio, que sea el
guardián de su hermano, que vacíe sus bolsillos, que se comprometa totalmente,
pero estaba tan atrapado en sus cosas y en su riqueza que fue incapaz de seguir
a Jesús.
En cambio, esta pobre viuda, en el Evangelio de hoy, lo dio
todo.
Jesús vio vivir a dos tipos de dadores. Muchos ricos daban
grandes cantidades de dinero. Jesús y los apóstoles podían oír el sonido de las
muchas monedas que caían en el tesoro. Dieron lo que parecía ser mucho, y tal
vez lo era para otros, pero no para ellos, sabían que eran las sobras.
Se acercó una viuda pobre y echó dos monedas, que valían dos
céntimos.
Jesús aprovechó la ocasión para dar una lección a sus
apóstoles y a sus discípulos.
"Les aseguro que esta pobre viuda ha echado más en el
tesoro que todos los demás. Todos dieron de su riqueza, pero ella, de su
pobreza, puso todo, todo lo que tenía para vivir".
¿Qué está alabando Jesús aquí? ¿Un diezmo del 100%? Pensar
así es no entender nada. En esta viuda anónima, vemos lo que les faltaba a los
ricos dadores, una mayor fe. Dios alaba un corazón de fe que confía en Dios. Su
ofrenda en el cesto de la colecta fue mayor porque fue dada por fe, una fe
confiada, todo lo que ella tenía para vivir.
Jesús no alaba la cantidad de dinero, sino el sacrificio que
hay detrás de la ofrenda. Y Jesús se lamenta y se indigna por el sistema
religioso corrupto que anima a la pobre viuda a poner sus dos céntimos.
En África, una de las partes más festivas de la eucaristía
es el largo tiempo que dura la ofrenda, la colecta. La gente baila por los
pasillos durante el ofertorio. No dan mucho, pero lo que dan, lo dan con gran
alegría. Piensan que es un privilegio dar a Dios.
Es irónico que la viuda fiel no se diera cuenta de que aquel
en quien confiaba estaba sentado tan cerca de ella que la observaba, la alababa
y les decía a sus discípulos que la imitaran.
Jesús observa cómo su gente echa las monedas en el cesto de
la colecta. No se fija en la cantidad de los cheques sino en cómo se da, se
fija en el corazón de los que dan.
Aquella mujer agradó mucho a Jesús, porque se sintió
identificado con ella: Va acercándose su final y le queda dar lo poco que le
queda: las dos humildes monedas de su propia vida, para expresar su entrega
absoluta a Dios y el abandono en sus manos, su amor sin condiciones y sin
espera de recompensas. Oremos para que
nuestra entrega sea total.