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Homilia domingo 7 de noviembre

 

COMPROMISO TOTAL

Un cerdo y una gallina iban caminando por la carretera. Al pasar por delante de una iglesia, se dan cuenta de que se está celebrando un desayuno benéfico. El cerdo le propone a la gallina que cada uno haga una contribución.

"Gran idea", exclama  la gallina. "Vamos a ofrecerles jamón y huevos".

"No tan rápido", dijo el cerdo. "Para ti, eso es sólo una contribución, pero para mí es un compromiso total".

Las conversaciones sobre la riqueza y los pobres no son un tema principal en la narración del evangelio de Marcos.

Lucas tiene mucho que decir sobre la riqueza y la relación de la comunidad de fe con los pobres.

Sin embargo, en el Evangelio de Marcos tenemos dos historias hermosas e inquietantes. Hoy hemos proclamado una, la historia de una mujer, es viuda, es pobre, no tiene marido ni fuente de ingresos. Sabemos poco de ella, pero es la protagonista del relato.

Permítanme recordarles la otra historia. Jesús tiene una conversación con un joven rico que se interesa por la Religión y le pregunta: "¿Qué debo hacer para heredar la vida eterna?"

"Jesús lo miró y lo amó. Una cosa te falta, le dijo, vete, vende todo lo que tienes y dáselo a los pobres y tendrás un tesoro en el cielo. Se fue triste, pues tenía muchas riquezas". Marcos 10,17-24

Nuestro joven era casi perfecto. Sólo le faltaba una pequeña cosa. Jesús lo amaba, nos dicen, pero él amaba más su cuenta bancaria.

Jesús manda a una sola persona, a este Joven Rico, que entregue todas sus posesiones, que haga una ofrenda de sacrificio, que sea el guardián de su hermano, que vacíe sus bolsillos, que se comprometa totalmente, pero estaba tan atrapado en sus cosas y en su riqueza que fue incapaz de seguir a Jesús.

En cambio, esta pobre viuda, en el Evangelio de hoy, lo dio todo.

Jesús vio vivir a dos tipos de dadores. Muchos ricos daban grandes cantidades de dinero. Jesús y los apóstoles podían oír el sonido de las muchas monedas que caían en el tesoro. Dieron lo que parecía ser mucho, y tal vez lo era para otros, pero no para ellos, sabían que eran las sobras.

Se acercó una viuda pobre y echó dos monedas, que valían dos céntimos.

Jesús aprovechó la ocasión para dar una lección a sus apóstoles y a sus discípulos.

"Les aseguro que esta pobre viuda ha echado más en el tesoro que todos los demás. Todos dieron de su riqueza, pero ella, de su pobreza, puso todo, todo lo que tenía para vivir".

¿Qué está alabando Jesús aquí? ¿Un diezmo del 100%? Pensar así es no entender nada. En esta viuda anónima, vemos lo que les faltaba a los ricos dadores, una mayor fe. Dios alaba un corazón de fe que confía en Dios. Su ofrenda en el cesto de la colecta fue mayor porque fue dada por fe, una fe confiada, todo lo que ella tenía para vivir.

Jesús no alaba la cantidad de dinero, sino el sacrificio que hay detrás de la ofrenda. Y Jesús se lamenta y se indigna por el sistema religioso corrupto que anima a la pobre viuda a poner sus dos céntimos.

En África, una de las partes más festivas de la eucaristía es el largo tiempo que dura la ofrenda, la colecta. La gente baila por los pasillos durante el ofertorio. No dan mucho, pero lo que dan, lo dan con gran alegría. Piensan que es un privilegio dar a Dios.

Es irónico que la viuda fiel no se diera cuenta de que aquel en quien confiaba estaba sentado tan cerca de ella que la observaba, la alababa y les decía a sus discípulos que la imitaran.

Jesús observa cómo su gente echa las monedas en el cesto de la colecta. No se fija en la cantidad de los cheques sino en cómo se da, se fija en el corazón de los que dan.

Aquella mujer agradó mucho a Jesús, porque se sintió identificado con ella: Va acercándose su final y le queda dar lo poco que le queda: las dos humildes monedas de su propia vida, para expresar su entrega absoluta a Dios y el abandono en sus manos, su amor sin condiciones y sin espera de recompensas.  Oremos para que nuestra entrega sea total.