1.
Hecho de Vida
Cuentan que tres pescadores salieron al rio a pescar, de repente
se encuentran con una fuerte corriente de agua y fuertes vientos. En su desesperación
lograron agarrarse a las ramas de un árbol, amarraron su bote y así lograron sobrevivir.
2.
El Mensaje de Dios
Los tres pescadores buscaban algo fuerte y sólido. Algo a lo
que pudieran aferrarse para no ser arrastrados por la corriente. En la vida,
hay más situaciones como ésta en las que necesitamos algo sólido a lo que
agarrarnos. El evangelio de hoy dice algo al respecto. Jesús nos dice:
"En aquellos días, después del tiempo de angustia, el
sol se oscurecerá, la luna perderá su brillo, las estrellas caerán del cielo y
las potencias de los cielos serán sacudidas".
Esta es una descripción bastante aterradora de cómo serán
las cosas. Parece que, en "los últimos días", todo se alterará. Todo
será diferente, incluso lo contrario de lo que estamos acostumbrados: el sol
estará oscuro, la luna ya no será brillante, las estrellas de arriba caerán.
Todo será sacudido. Y nosotros también podemos estremecernos pensando en un
tiempo así. Pero entonces, Jesús añade:
"El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no
pasarán".
Jesús nos da algo a lo que aferrarnos en la gran convulsión
que se avecina. Nos da algo que es fuerte y sólido. Algo que no cederá. Como la
fuerte rama del árbol lo fue para los pescadores arrastrados por el agua.
Cuando miramos a nuestro alrededor, hay muchas cosas que están ahí hoy, y
mañana ya no están.
Algunas personas están aquí ahora, y poco después ya no
están con nosotros. Las estaciones van y vienen. Las generaciones surgen y
pasan.
Las naciones ganan poder y más tarde son superadas. Los
sistemas políticos se ponen en marcha y son sustituidos por otros sistemas.
Miramos esto y miramos aquello, y dondequiera que dirijamos la mirada,
podríamos escuchar las palabras: "Esto también pasará..."
La riqueza de los ricos... Esto también pasará".
- La codicia de los egoístas... "Esto también
pasará".
- El poder de los poderosos... "Esto también
pasará".
- La ambición de los altos cargos... "Esto también
pasará".
- El éxito de los populares... "Esto también
pasará".
- Los miedos de los que se preocupan... "Esto también
pasará".
- Las lágrimas de los que lloran... "Esto también
pasará".
Nos preguntamos: "¿Hay realmente algo que dure? ¿Algo
que no sea arrastrado por la corriente de la vida y desaparezca? ¿Hay algo que no sea arrastrado por el viento
del cambio o la tormenta del desastre? ¿Hay algo? "Jesús ha respondido a
nuestra pregunta con las palabras que ha pronunciado y que acabamos de
mencionar. Permítanme repetirlas. Él dijo:
"El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no
pasarán".
Las palabras de Dios no pasarán. Las promesas de Dios no
serán olvidadas. El amor de Dios durará para siempre. La fidelidad de Dios
nunca cambiará. Porque Dios mismo no cambia.
Esto es algo en lo que podemos confiar plenamente. Algo que
nunca nos puede fallar. Algo que nunca nos decepcionará. Arraigados en Su amor
y fidelidad, nunca podremos ser sacudidos. Nuestros sueños pueden no hacerse
realidad. Nuestras esperanzas pueden no cumplirse.
La gente puede decepcionarnos. Nuestros amigos pueden abandonarnos. Pero Dios siempre estará ahí, siempre estará
con nosotros, esto es a lo que podemos aferrarnos.
Sabemos bien que si ponemos nuestra confianza en nuestras
propias fuerzas, habrá ocasiones en las que nuestras fuerzas sean demasiado
débiles para salvarnos. Si ponemos nuestra confianza en la gente que nos rodea,
algunos pueden estar dispuestos a ayudarnos, otros no mostrarán ninguna
preocupación. Y entre los que están dispuestos a ayudarnos, pronto
descubriremos que tienen limitaciones humanas, como nosotros.
Cuando los grandes barcos que viajan por el mar se ven
envueltos en una tormenta, no pueden ser ayudados por la rama de un árbol como
los tres hombres que se encontraban en medio de la tormenta en el rio. Pero
llevan un trozo de metal grande y muy pesado llamado ancla. El capitán ordena
lanzarla al mar para evitar que el barco sea arrastrado.
En nuestra vida cristiana, también tenemos un ancla: es la
presencia de Cristo. Cristo está con
nosotros. Él es quien nos sostiene en el ayuno. Él es quien evita que nos
dejemos llevar por la corriente de la preocupación, o por las fuertes aguas de
la culpa. Esto es que rezamos en el salmo "Tengo al
Señor siempre delante de mí; puesto que está a mi derecha, me mantendré
firme".
Esta es nuestra ancla. Podemos descansar y estar en paz,
estamos seguros. Tenemos algo a lo que agarrarnos. A nuestro alrededor pueden
venir personas con todo tipo de ideas nuevas que pueden resultar molestas.
Algunos pueden predicar nuevas creencias. Otros pueden tratar de atraernos con
nuevas formas de explicar el mensaje de Dios. No seremos sacudidos. Tenemos
nuestra ancla que nos mantiene estables y firmes: Jesús está con nosotros.
Como todo el mundo, nos encontraremos con dificultades.
Lucharemos con problemas. Nos tocará el dolor y el sufrimiento. Pero nada de
eso nos arrastrará. No nos desanimaremos. No seremos sacudidos. Nuestra ancla
nos mantendrá fuertes y seguros: Jesús está con nosotros.
Este es el mensaje que Él nos da hoy. No importa lo que
ocurra en la tierra o en el cielo, si nuestra vida está anclada a Sus palabras,
no tenemos nada que temer. Como dijo Tomás a sus amigos: "No nos pasará
nada".
3.
La vida
nueva
Cada vez que te sientas arrastrado por una fuerte corriente
de cualquier tipo, miedo, preocupación, tentación, culpa, recurre a Jesús.
Repite con Él las palabras del salmo de hoy:
“Tengo siempre presente al señor, y con el a mi lado, jamás tropezare”.