ELIJO AL REY
Érase una
vez un Rey que, queriendo compartir sus bienes con todos sus súbditos, emitió
un edicto invitándoles a visitar su castillo el 21 de noviembre de 2021.
"Todas
mis riquezas: joyas, alfombras, muebles, relojes, coches... todo lo que poseo
será expuesto en el gran patio del castillo. Pueden llevarse todo lo que
necesiten.
Finalmente,
llegó el 21 de noviembre. Las puertas se abrieron a las 10 de la mañana, y la
gente, hombres y mujeres, jóvenes y mayores, empezaron a llenar el patio.
El Rey,
sentado en su magnífico trono situado en el centro, podía observar el
comportamiento de la gente. Era un gran mercado, rico y gratuito. Hombres y
mujeres codiciosos se llenaban los bolsillos y las bolsas.
Una anciana,
viuda, pobre y temerosa se acercó al trono del rey y le preguntó
¿Es cierto,
Su Majestad, que puedo tomar cualquier cosa que vea aquí?
Sí, puedes
elegir cualquier cosa que necesites o quieras, respondió el rey.
Mirándole
con ojos brillantes, la anciana dijo: "Elijo al Rey".
Por haber
elegido al Rey, todo lo que poseo es también tuyo.
Ella eligió
al Rey, el dueño de las cosas, y pasó a formar parte de la familia del Rey.
El año
litúrgico termina con esta hermosa y significativa fiesta, Cristo Rey, Cristo,
Rey, ayer, hoy y mañana. Es un recordatorio de que JESÚS volverá a la tierra y
su gobierno y su juicio afectarán a todos.
Elegir a
Cristo Rey es una elección peligrosa. Exige servir, lavar los pies, comer con
los pecadores, obedecer al Padre, ser y morir por los demás.
Los Reyes
que conozco representan la gloria y el prestigio del pasado. No tienen ningún
poder ni autoridad real. Están ahí por tradición y decoración.
Viven en
castillos grandiosos, llevan uniformes elegantes, leen largos discursos
escritos por uno de sus súbditos y, según las encuestas, son respetados y
amados por el pueblo.
En el
Evangelio de hoy, tenemos esta breve conversación entre Pilato, un rey humano,
y Jesús, un rey divino.
"Mi
reino no es de este mundo".
"Tú
eres Rey, pues, dijo Pilato".
"Tú dices
que soy un Rey", respondió Jesús".
La respuesta
segura hubiera sido un simple No, pero esa no es la respuesta de Jesús.
Pero tampoco
respondió SÍ, y esto nos interesa a los que celebramos el domingo de Cristo
Rey.
Jesús dice
que "sí y no". Todo depende de lo que entendamos por rey.
"Mi
reino no es de este mundo", dice Jesús.
Pilato sólo
escuchó dos palabras: "Mi reino".
"Sí,
soy un Rey", dice Jesús.
Jesús no se
vestía como un rey, no hablaba como un rey, no actuaba como un rey, no buscaba
el poder... por lo que también podía decir, no soy un rey. No tengo un reino
que defender, ni fronteras que proteger, ni muros que construir...
"He
aquí que tu Rey viene a ti manso y montado en un asno".
Su reino no
compite con otros poderes terrenales que gobiernan porque su gobierno está
esencialmente por encima de ellos.
Porque su
reino es de verdad y justicia, de amor y de perdón.
El reino de
Jesús se extiende por todo el universo, creado y redimido por él.
Jesús, el
Rey manso, viene a servir.
"Saben que
los jefes de las naciones se enseñorean de ellas y que sus mayores son tiranos
sobre ellas", dice Jesús a sus discípulos. Las tentaciones de grandeza y
poder no tienen cabida en él. Ha venido como alguien que sirve.
Jesús, el
Rey manso, asegura a sus seguidores que somos de gran valor, más valiosos que
cualquier otra criatura de este universo.
No somos sus
súbditos, somos familia.
Nos enseña a
poner la otra mejilla, a recorrer la milla extra y quiere que creamos y vivamos
en una comunidad donde el amor y el perdón sean el único mandamiento a cumplir.
La pregunta
que debemos hacer hoy no es la que Pilato le hizo a Jesús: "¿Eres tú el
rey de los judíos?".
"¿Eres
tú, Jesús, el Rey de mi vida?
¿Muestra mi
vida que Jesús es mi Rey?
¿Afecta mi
fe mi forma de vivir?