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3 de enero


Juan 1,29-34

Reflexionemos sobre el pasaje donde Juan el Bautista presenta a Jesús como el "Cordero de Dios que quita el pecado del mundo". Este título revela una verdad profunda sobre la identidad y la misión de Jesús.

En la antigua tradición judía, el cordero pascual se ofrecía como sacrificio para la redención y la liberación del pueblo de Dios. Recordemos cómo en Egipto, los primogénitos judíos fueron salvados de la muerte a través de la sangre de un cordero. Este evento prefiguraba la obra redentora de Jesús.

Jesús, como el Cordero de Dios, vino a este mundo para ofrecerse como sacrificio por nuestros pecados y liberarnos de la esclavitud del pecado y de todo lo que nos separa de Dios. Su muerte en la cruz y su resurrección son el evento supremo de salvación y liberación.

Este pasaje nos invita a reflexionar sobre nuestras propias esclavitudes y pecados. Todos llevamos cargas y ataduras que nos impiden vivir plenamente y experimentar la verdadera libertad. Puede ser el apego a los placeres mundanos, la falta de perdón, la envidia, la codicia o cualquier otra forma de pecado que nos atrape.

La buena noticia es que en Jesús, el Cordero de Dios, encontramos el perdón, la libertad y la vida eterna. Su sacrificio nos ofrece la posibilidad de ser salvados y transformados. Pero para experimentar esta liberación, debemos abrir nuestros corazones, arrepentirnos sinceramente y confiar en su amor y misericordia.

En nuestras vidas diarias, recordemos que somos llamados a vivir como discípulos de Jesús, el Cordero de Dios. Busquemos liberarnos de las ataduras del pecado y sigamos sus enseñanzas y ejemplo de amor, humildad y sacrificio.

Oremos para que el Espíritu Santo nos ayude a reconocer nuestras esclavitudes y pecados, y nos guíe hacia la verdadera libertad en Cristo. Que podamos recibir el perdón y la gracia abundante que Jesús ofrece, y así caminar en los caminos de liberación y vida plena que Él nos lleva. En nombre de Jesús, el Cordero de Dios, amén.