Juan 1,29-34
Reflexionemos
sobre el pasaje donde Juan el Bautista presenta a Jesús como el "Cordero
de Dios que quita el pecado del mundo". Este título revela una verdad
profunda sobre la identidad y la misión de Jesús.
En la
antigua tradición judía, el cordero pascual se ofrecía como sacrificio para la
redención y la liberación del pueblo de Dios. Recordemos cómo en Egipto, los
primogénitos judíos fueron salvados de la muerte a través de la sangre de un
cordero. Este evento prefiguraba la obra redentora de Jesús.
Jesús, como
el Cordero de Dios, vino a este mundo para ofrecerse como sacrificio por
nuestros pecados y liberarnos de la esclavitud del pecado y de todo lo que nos
separa de Dios. Su muerte en la cruz y su resurrección son el evento supremo de
salvación y liberación.
Este pasaje
nos invita a reflexionar sobre nuestras propias esclavitudes y pecados. Todos
llevamos cargas y ataduras que nos impiden vivir plenamente y experimentar la
verdadera libertad. Puede ser el apego a los placeres mundanos, la falta de
perdón, la envidia, la codicia o cualquier otra forma de pecado que nos atrape.
La buena
noticia es que en Jesús, el Cordero de Dios, encontramos el perdón, la libertad
y la vida eterna. Su sacrificio nos ofrece la posibilidad de ser salvados y
transformados. Pero para experimentar esta liberación, debemos abrir nuestros
corazones, arrepentirnos sinceramente y confiar en su amor y misericordia.
En nuestras
vidas diarias, recordemos que somos llamados a vivir como discípulos de Jesús,
el Cordero de Dios. Busquemos liberarnos de las ataduras del pecado y sigamos
sus enseñanzas y ejemplo de amor, humildad y sacrificio.
Oremos para
que el Espíritu Santo nos ayude a reconocer nuestras esclavitudes y pecados, y
nos guíe hacia la verdadera libertad en Cristo. Que podamos recibir el perdón y
la gracia abundante que Jesús ofrece, y así caminar en los caminos de
liberación y vida plena que Él nos lleva. En nombre de Jesús, el Cordero de
Dios, amén.