Páginas

2 de enero

 

Juan 1,19-28

En este evangelio vemos la figura de Juan el Bautista, quien tenía claro su identidad y misión. Él sabía que su papel era anunciar a alguien mucho más grande que él, alguien a quien no se consideraba digno de desatar la correa de su sandalia. Su humildad y reconocimiento de su lugar en relación con Cristo son ejemplos poderosos para nosotros.

Sin embargo, vemos cómo los hombres del poder y la religión de ese tiempo no están interesados en el mensaje que Juan trae, sino en los títulos y el prestigio del mensajero. Están más preocupados por mantener su estatus y control que por escuchar la voz de Dios a través de Juan.

Esta actitud nos plantea una reflexión profunda: ¿Cuántas veces hemos sido como aquellos hombres del poder y la religión? ¿Cuántas veces nos hemos aferrado a nuestras propias ideas y posiciones, sin estar dispuestos a abrir nuestros corazones a la verdad que viene de Dios?

La realidad es que a veces nuestra visión se nubla por nuestros propios intereses, nuestros egos y nuestras agendas personales. Nos negamos a ver lo que está justo frente a nosotros: la presencia de Dios y su voluntad en nuestras vidas.

En esta reflexión, podemos orar al Señor para que nos quite los velos que nos impiden ver con claridad y sinceridad. Que podamos abrir nuestros ojos y nuestros corazones para dejarnos acompañar e iluminar por aquellos que realmente sienten, ven y viven en la certeza de la presencia de Dios.

Que el ejemplo de humildad y claridad de Juan el Bautista nos inspire a buscar siempre la verdad, incluso si va en contra de nuestras propias ideas y deseos. Que estemos dispuestos a escuchar y seguir la voz de Dios sin importar las apariencias o los títulos de quienes nos transmiten su mensaje.

Que nuestra fe sea auténtica y sincera, que estemos dispuestos a dejarnos guiar por el Espíritu Santo y a reconocer la grandeza de Dios en todos los aspectos de nuestra vida. Que podamos aprender a vivir con humildad y a reconocer que somos meros mensajeros de la verdad eterna que viene de Dios.