San Lucas 5, 17-26
Este pasaje nos muestra cómo Jesús se anuncia y manifiesta
de diversas maneras, pero también revela la importancia de estar dispuestos a
aceptar su mensaje y su presencia en nuestras vidas. En este relato, Jesús realiza
un milagro al sanar a un paralítico, demostrar su poder divino y capacidad de
perdonar los pecados.
La reacción de las personas que presenciaron este milagro es
una lección que podemos aplicar a nuestra propia vida espiritual. Algunos
quedaron asombrados y glorificaron a Dios, reconociendo la grandeza de Jesús y
su mensaje. Sin embargo, otros se resistieron a aceptar lo evidente y buscaron
excusas para negar la verdad.
Esta tendencia humana de no querer aceptar lo evidente puede
surgir por diversos motivos.
A veces, nuestros sentimientos, deseos o intereses pueden
nublar nuestra visión y hacernos rechazar la presencia de Dios en nuestras
vidas.
Podemos aferrarnos a nuestras propias ideas preconcebidas o
preferencias, impidiendo así que la verdad de Jesús nos transforme y nos lleve
a la plenitud.
Sin embargo, el mensaje fundamental de este pasaje es que
Jesús sigue anunciándose de muchas maneras en nuestras vidas, llamando a
nuestra puerta y esperando a ser aceptado.
Él está presente en los signos y milagros que ocurren a
nuestro alrededor, en la belleza de la naturaleza, en las palabras de la
Escritura y en los encuentros con nuestros hermanos y hermanas.
La invitación es clara: abrir nuestros corazones y mentes a
la verdad de Jesús. Reconocer su presencia en nuestra vida y permitir que su
amor y su gracia nos transformen.
No importa cuántas veces hayamos negado o resistido, siempre
podemos acogerlo y decirle: ¡Ven, Señor Jesús!
Que este pasaje del Evangelio nos recuerde la importancia de
estar atentos a las múltiples maneras en que Dios se manifiesta en nuestras
vidas y nos impulse a abrirnos a su amor y verdad.