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28 de octubre

 

San Lucas 6, 12-19

Hoy se celebra en toda la Iglesia universal la fiesta de estos dos apóstoles del Evangelio san Simón y san Judas, apóstoles, el primero apellidado Cananeo o Zelotas, y el segundo, hijo de Santiago, llamado también Tadeo, el cual, en la última Cena preguntó al Señor acerca de su manifestación recibiendo esta respuesta: El que me ame, observará mi palabra, y el Padre mío le amará, y vendremos a él y haremos nuestra mansión en él».

Simón y Judas fueron apóstoles de Cristo, por el que derramaron hasta su sangre. Su fiesta se celebra de forma conjunta el 28 de octubre porque se dice que siempre se les veía juntos predicando la palabra de Dios.

Judas Tadeo evangelizó con gran celo a los paganos. Viajó hasta Mesopotamia para difundir la figura de Cristo. Regresó a Jerusalén para el Concilio de los Apóstoles. Posteriormente volvió a partir en dirección a Libia, donde junto a Simón, difundieron el Evangelio por toda aquella región.

Ambos apóstoles sufrieron el martirio en Persia, en la ciudad de Suanis. A san Judas le cortaron la cabeza después de golpearle con un garrote. Antes de morir Judas escribió una carta incluida en el Nuevo Testamento. Simón, por su parte, fue martirizado con una sierra, que cortó su cuerpo en dos.

Pero la historia de estos dos apóstoles no es solo la historia de su martirio, sino la historia de dos hombres que dejaron todo para seguir muy de cerca a Cristo y que difundieron su figura por muchos de los reinos conocidos entonces.

Como vemos los profetas eran rechazados, Jesús sabía que en su misión de profeta iba a ser rechazado, pero no lo asusta la misión. A mí me da mucha alegría leer este evangelio; donde le dicen que se valla, le anuncian que lo están buscando para matarlo. Y sin embargo el Señor sigue su camino anunciando, sigue con su misión con claridad.

Es una buena enseñanza para nosotros, porque ninguna amenaza detiene a Jesús, él sigue haciendo el bien. Yo pienso “¿no debe ser así nuestra vida también?”; nosotros debemos pasar haciendo el bien, debemos anunciar el evangelio porque sana, cura y une.

Pidamos entonces a Jesús que pasemos y anunciemos con alegría el evangelio del amor en nuestro ambiente.