San Lucas 6,
12-19
Hoy se
celebra en toda la Iglesia universal la fiesta de estos dos apóstoles del
Evangelio san Simón y san Judas, apóstoles, el primero apellidado Cananeo o
Zelotas, y el segundo, hijo de Santiago, llamado también Tadeo, el cual, en la
última Cena preguntó al Señor acerca de su manifestación recibiendo esta
respuesta: El que me ame, observará mi palabra, y el Padre mío le amará, y
vendremos a él y haremos nuestra mansión en él».
Simón y
Judas fueron apóstoles de Cristo, por el que derramaron hasta su sangre. Su
fiesta se celebra de forma conjunta el 28 de octubre porque se dice que siempre
se les veía juntos predicando la palabra de Dios.
Judas Tadeo
evangelizó con gran celo a los paganos. Viajó hasta Mesopotamia para difundir
la figura de Cristo. Regresó a Jerusalén para el Concilio de los Apóstoles.
Posteriormente volvió a partir en dirección a Libia, donde junto a Simón,
difundieron el Evangelio por toda aquella región.
Ambos
apóstoles sufrieron el martirio en Persia, en la ciudad de Suanis. A san Judas
le cortaron la cabeza después de golpearle con un garrote. Antes de morir Judas
escribió una carta incluida en el Nuevo Testamento. Simón, por su parte, fue
martirizado con una sierra, que cortó su cuerpo en dos.
Pero la
historia de estos dos apóstoles no es solo la historia de su martirio, sino la
historia de dos hombres que dejaron todo para seguir muy de cerca a Cristo y
que difundieron su figura por muchos de los reinos conocidos entonces.
Como vemos
los profetas eran rechazados, Jesús sabía que en su misión de profeta iba a ser
rechazado, pero no lo asusta la misión. A mí me da mucha alegría leer este
evangelio; donde le dicen que se valla, le anuncian que lo están buscando para
matarlo. Y sin embargo el Señor sigue su camino anunciando, sigue con su misión
con claridad.
Es una buena
enseñanza para nosotros, porque ninguna amenaza detiene a Jesús, él sigue
haciendo el bien. Yo pienso “¿no debe ser así nuestra vida también?”; nosotros
debemos pasar haciendo el bien, debemos anunciar el evangelio porque sana, cura
y une.
Pidamos
entonces a Jesús que pasemos y anunciemos con alegría el evangelio del amor en
nuestro ambiente.