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2 de noviembre

 

San Lucas 23, 44-46

 Hoy  conmemoramos a todos los fieles difuntos, aquellos que han partido de este mundo y ahora descansan en la paz del Señor. Es un día para recordar y honrar a nuestros seres queridos que ya no están entre nosotros físicamente, pero que siguen viviendo en nuestro corazón y en la presencia amorosa de Dios.

 La muerte es un misterio que nos confronta con nuestra propia vulnerabilidad y nos recuerda la importancia de valorar cada momento de nuestra vida terrenal. También nos invita a reflexionar sobre el sentido de nuestra existencia y la trascendencia de nuestro ser. En este día, recordemos que la muerte no es el final, sino un paso hacia la vida eterna en la presencia de Dios.

Nuestro Señor Jesucristo, con su resurrección, ha vencido la muerte y nos ha abierto las puertas del Reino de los Cielos. Por tanto, tenemos la esperanza firme de que nuestros seres queridos difuntos están en paz y gozan de la felicidad eterna junto a Dios.

 Recordemos también que como comunidad de fe, estamos llamados a orar por las almas de los fieles difuntos. Nuestras oraciones y sacrificios pueden ayudarles en su proceso de purificación y acercamiento a Dios. Hoy, elevemos nuestras plegarias por todos aquellos que han fallecido, para que encuentren la plenitud de la vida en la presencia de Dios.

Recordemos además la importancia de valorar y mantener viva la memoria de quienes nos han precedido en la fe. Sus enseñanzas, su ejemplo de vida y su amor perduran en nuestra comunidad y nos inspiran a seguir su legado. A través de nuestras acciones y testimonio, podemos honrar su memoria y continuar su obra de amor y servicio en el mundo.

 En este día, también reflexionemos sobre nuestra propia mortalidad y la brevedad de la vida terrenal. Aprovechemos la oportunidad de examinar nuestro camino espiritual, nuestras relaciones y nuestras prioridades.

 Que la conmemoración de los fieles difuntos sea una invitación para vivir cada día plenamente, amando a Dios y al prójimo, y buscando la santidad en nuestra vida cotidiana. Encomendemos a todos los fieles difuntos a la misericordia infinita de Dios y confiemos en que su amor y su perdón los acompañen en su tránsito hacia la vida eterna.

Que hoy y siempre, recordemos y honremos a aquellos que ahora descansan en el Señor, y que su ejemplo nos inspire a vivir con fe, esperanza y amor.