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1 de noviembre

 

San Mateo 5, 1-12

 

Hoy, en la solemnidad de Todos los Santos, reflexionamos sobre las bienaventuranzas proclamadas por nuestro Señor Jesucristo. Estas palabras nos muestran el camino hacia la santidad y nos invitan a vivir de acuerdo con los valores del Reino de Dios.

Jesús, el Maestro divino, subió a la montaña y comenzó su sermón diciendo: "Bienaventurados los pobres en espíritu, porque de ellos es el Reino de los Cielos". Jesús nos enseña a despojarnos del apego excesivo a las riquezas materiales y a reconocer nuestra necesidad total de Dios. Ser pobres en espíritu implica reconocer nuestra dependencia de Dios y confiar plenamente en su providencia.

En las Bienaventuranzas, Jesús también nos dice: "Bienaventurados los mansos, porque ellos poseerán en herencia la tierra". La mansedumbre no debe confundirse con debilidad. Ser mansos significa tener un corazón humilde y dócil, capaz de perdonar y de buscar la paz. Los mansos heredarán la tierra prometida, porque Dios defiende y exalta a aquellos que se humillan ante Él.

Además, Jesús nos dice: "Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados". Todos experimentamos momentos de tristeza y dolor en nuestras vidas. Pero Jesús nos asegura que Dios nos consolará. No estamos solos en nuestras aflicciones, porque el Señor siempre está cerca para secar nuestras lágrimas y brindarnos su consuelo.

Continuando con las bienaventuranzas, Jesús proclama: "Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados". Debemos anhelar la justicia y luchar por ella en todas nuestras acciones y decisiones. Dios satisface nuestra hambre y sed de justicia, y nos invita a ser instrumentos de cambio en un mundo que a menudo parece injusto.

Otra de las bienaventuranzas dice: "Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia". La misericordia es un don divino que debemos compartir con los demás. Al perdonar y mostrar compasión, estamos siguiendo el ejemplo de Jesús, quien nos muestra una misericordia infinita. Aquellos que son misericordiosos recibirán la misericordia de Dios en abundancia.

Jesús también nos dice: "Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios". La pureza de corazón implica vivir en integridad y sinceridad, sin doblez ni hipocresía. Cuando nuestro corazón está libre de malicia y egoísmo, somos capaces de ver y experimentar la presencia de Dios en nuestra vida.

Y finalmente, Jesús proclama: "Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el Reino de los Cielos". Ser cristiano no siempre será fácil, y podemos enfrentar persecuciones por nuestra fe. Sin embargo, Jesús nos asegura que aquellos que sufren por amor a Él serán recompensados en el Reino de los Cielos.

Las bienaventuranzas son un llamado a vivir una vida santa y feliz siguiendo los pasos de Jesús. Nos desafían a abandonar el camino del egoísmo y a abrazar los valores del Reino de Dios. Al hacerlo, podemos ser testigos de la alegría y la paz que solo Dios puede dar.

Oremos para que el Señor nos conceda la gracia de vivir como verdaderos discípulos suyos, siguiendo el ejemplo de los santos que nos han precedido. Que el Señor nos bendiga y nos ayude a vivir según las bienaventuranzas. Amén.